Publicado en La Jornada
https://www.jornada.com.mx/2021/10/11/opinion/a08a1cul
El gran conocedor, se considera a sí mismo cactólogo o cactófilo, botánico y explorador, ya que ha descubierto nuevas especies y pertenece a la Sociedad Mexicana de Cactología, agrupación botánica de las más antiguas del país, fundada en 1951 por la primera bióloga mexicana Helia Bravo Hollis, quien murió un día antes, a los 100 años, de que los cactólogos y botánicos mexicanos y extranjeros le rindieran un homenaje por su centenario.
Otro católogo, Hernando Sánchez Mejorada, el par de Helia Bravo, fue quien le ayudó a escribir sus tres tomos de Las cactáceas de México, su obra cumbre, y más bien estudia las plantas crasuláceas mexicanas, crasu de grueso. Es el especialista número uno en crasuláceas. Cuenta ahora entre 103 o 104 años. Vive en Azcapotzalco rodeado de sus plantas. A sus visitantes les explica el origen de cada una y señala una mesa al decir: Pueden llevarse las que quieran de esta mesa, pero ninguna de la otra, porque esas son mías.
El oftalmólogo Jorge Meyrán es otro cactófilo apasionado. Fundador de la Sociedad Mexicana, en la que la mayoría de sus afiliados son extranjeros porque les interesan más las cactáceas mexicanas que a los propios mexicanos.
–¿Las cactáceas se tateman al sol sin que nadie las tome en cuenta?
–Exacto, falta difusión. Pocos saben que México es el primer país en el mundo con diversidad de cactus en su territorio, el primer lugar; le estoy hablando de entre unas 760 y 890 más especies. ¿Por qué esa gran diferencia? Porque los botánicos muchas veces discrepan entre sí: “Esta no es especie, sino subespecie. No, no es subespecie, es variedad de una misma planta…”
–¿Hay mucho interés por ellas?
–Pocos mexicanos se ocupan de nuestra riqueza botánica... Nuestro país es muy generoso no sólo en cactáceas, pues ocupa el quinto lugar como país megadiverso del mundo, con 10 por ciento de todas las plantas y animales del planeta tierra. La doctora Helia Bravo hizo escuela y ahora contamos con científicos; botánicos que fueron sus alumnos, seguidores y afiliados a la Sociedad Mexicana de Cactología. Por ejemplo, César Arias es uno de los grandes taxónomos de cactáceas, sabe perfectamente bien que esta planta es esto y aquella, lo otro y experimenta con aparatos modernos que estudian tejidos.
–¿El hecho de que estas plantas sean alucinógenas sigue atrayendo a los jóvenes?
–Sí, están ligadas al peyote que atrae a muchos jóvenes, a quienes en algunos casos les han hecho un daño enorme porque a veces hasta pierden su capacidad de reconocer el mundo en el que viven. En México tenemos, fácil, unas 15 especies de peyote y, de las conocidas, una es alucinógena, las otras no. Hay mucho peyote en Querétaro que no tiene mezcalina y no es alucinógeno. El alucinógeno está en el norte, en San Luis Potosí, donde van los huicholes, los coras. Fernando Benítez escribió en Los indios de México cómo los huicholes son los únicos que tienen permiso en nuestro país de consumir peyote por sus ritos y celebraciones, nadie más. En Estados Unidos también, los únicos que pueden consumir peyote son los indígenas norteamericanos, ese sí es un alucinógeno en peligro de extinción. En los años 40 no había prohibición del consumo del peyote y, además de Benítez, Wasson y muchos poetas estadunidenses de los 60 – Ginsberg, Kerouac–, vinieron a consumirlo así como comieron los hongos alucinógenos de Oaxaca. Jack Kerouac asesinó a su mujer aquí en México. Allen Ginsberg, el autor de Howl defendió el homosexualismo. Conocí la literatura de esa generación Beat porque también nos atrajo a los jóvenes mexicanos de la década de los 60.
–¿Usted comió hongos alucinógenos?
–El que ingirió peyote y hongos alucinógenos fue mi padre. Él fue producto de la guerra fría y yo, del movimiento estudiantil de 1968: escuché el rock de ese tiempo y los músicos de rock fumaban marihuana… A la que amé fue a Joan Baez que le rendía homenaje a los obreros italianos Sacco y Vanzetti.
–Es usted muy alivianado…
–Actualmente soy presidente de la Sociedad Mexicana de Cactología, el puesto que tuvo la doctora Helia Bravo, y me responsabilizo de editar una revista y una página de Internet que tiene miles de seguidores en el mundo: checos, alemanes, chinos, coreanos, japoneses, súper expertos en cactáceas mexicanas.
–¿Los dueños de las grandes extensiones donde se encuentran los cactus son indígenas?
–Sí, pero en muchos casos vivales extranjeros llegan y les ofrecen cualquier cosa, como llegó Hernán Cortés a ofrecernos vidrios y espejitos, ahora el oro verde son las cactáceas.
–Creí que era el petróleo…
–El petróleo es finito y las cactáceas, si se cuidan, durarán hasta que se acabe el mundo. Desgraciadamente, de esas 950 especies que le dije que tenemos en un principio, 70 por ciento son endémicas, sólo crecen en México. Son muy demandadas en el extranjero y las saquean a diario. En aeropuertos alemanes y belgas han detenido maletas gigantes llenas de cactáceas que son traficadas de contrabando.
–El jardín botánico de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) es una maravilla y tiene vigilancia…
–Los grandes centros de diversidad de cactáceas se encuentran en Oaxaca, Puebla, en la Reserva de la Biósfera de Tehuacán-Cuicatlán. Ahí hay una enorme variedad de cactáceas y existen los únicos, los más importantes, bosques de cactáceas; son plantas columnares gigantescas, milenarias que están una tras otra. Es un bosque, no de hojas sino de plantas carnosas, suculentas.
“Una cactácea crece anualmente un centímetro y para que se reproduzca necesita polinizadores específicos. Si no hay cactáceas, desaparecen los polinizadores específicos. Esa es la gran tragedia de México que es extraordinariamente rico en diversidad botánica y nuestra ignorancia y descuido permite un tipo de ilegalidades y robos que nos van a dejar sin plantas.
“Los ingenieros que abren una carretera en medio del desierto ven una cosa espinosa y de una patada la mandan a volar no sé a dónde. Las autoridades ambientales federales jamás los castigan porque tampoco a ellos les importa.
Hay un convenio internacional que protege esas plantas cuya exportación está prohibida, pero en México si uno prohíbe, se abre la puerta a la ilegalidad, por ejemplo. Están en peligro de extinción 30 por ciento o más de nuestras cactáceas. Algunas ya desaparecieron. De las nuevas generaciones, si seguimos así, no van a quedarse cactáceas sino en una fotografía o en un dibujo.
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