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jueves, 1 de junio de 2023

Ciencia, un bien público privatizado por grandes editoriales comerciales

Publicado en SINC. Ciencia contada en español
https://www.agenciasinc.es/Opinion/Ciencia-un-bien-publico-privatizado-por-grandes-editoriales-comerciales




Ciencia, un bien público privatizado por grandes editoriales comerciales

La comunicación de resultados científicos es un negocio muy lucrativo y bastante desconocido para la ciudadanía. Un gigantesco oligopolio de editoriales comerciales nos vende, a precios millonarios, el acceso a los resultados de la investigación financiada con el dinero de todos. Sin embargo, este hecho apenas llama la atención del público.

Pilar Rico-Castro 31/5/2023

En el imaginario colectivo habita la idea de que la actividad científica pertenece al ámbito de lo público. El dinero con el que se financia la investigación y el personal que la hace posible pertenecen a él. Por eso, los debates que surgen alrededor de las políticas de ciencia y tecnología suelen centrarse mayoritariamente en cuánto dinero destinan los gobiernos a investigación científica y en cómo de estables o precarias son las carreras investigadoras.

Pero si queremos preservar la sostenibilidad de nuestros sistemas de ciencia, tecnología e innovación, es fundamental reconducir la mirada pública e incluir en el foco de discusión el papel de los grandes proveedores comerciales de recursos científicos en nuestros procesos de comunicación y de evaluación de la actividad investigadora.

Un bien público

La producción de nuevo conocimiento científico es una empresa global a la que los humanos se dedican de forma colectiva desde el principio de los tiempos y de manera organizada y planificada desde finales de la Segunda Guerra Mundial.

Las comunidades científicas trabajan en la llamada ‘república de la ciencia’, en la que sus miembros gestionan, no solo los rituales de acceso y permanencia al grupo social, sino también el reparto de los recursos que los sostienen y los procesos de validación de qué es y qué no es nuevo conocimiento científico.

Su labor se rige por las normas mertonianas: comunalismo, es decir, la ciencia es conocimiento público, libre y se encuentra a disposición de todos; universalismo, donde no existen fuentes privilegiadas de conocimiento científico según la nacionalidad, la raza, el sexo, la religión, la edad de quien lo produzca; el desinterés, porque trabaja en beneficio de la propia ciencia; originalidad, ya que es el descubrimiento de lo desconocido; y escepticismo: los científicos no aceptan nada sin cuestionarlo de forma crítica.

La ciencia es un bien público que trata de beneficiar a la sociedad en su conjunto y buscar el progreso y el bienestar de la humanidad. Sin embargo, el modelo de comunicación vigente y los intereses comerciales de las grandes editoriales han convertido la ciencia en un bien privativo, custodiado por barreras de pago cada vez más infranqueables.

Estándar pretecnológico de comunicación

La unidad básica de comunicación de resultados de investigación entre las comunidades académicas es el artículo científico. Un trabajo con una extensión estándar de 8.000 palabras y una estructura de redacción fija (introducción, método, resultados y discusión) que, para adquirir su naturaleza, ha de ser revisado y aprobado por expertos colegas de la misma disciplina (los llamados pares o iguales).

Estas revistas académicas son su vehículo de transmisión. Ambos, artículo y revista, nacieron en el siglo XVII y desde entonces hasta nuestros días su producción se ha multiplicado de manera vertiginosa hasta alcanzar la cifra de alrededor de cuatro millones de trabajos científicos publicados al año en las cerca de 50.000 revistas académicas que se editan en el mundo.

Un negocio muy rentable

El sector comercial de la edición académica factura decenas de miles de millones de euros al año y tiene unos márgenes de explotación superiores al 30 %, un porcentaje similar al de las compañías petrolíferas y superior en cinco puntos porcentuales al de Google. Estos suculentos ingresos provienen de forma casi exclusiva de los presupuestos públicos para I+D.

La fórmula de este éxito comercial descansa sobre varios elementos. El primero: unos costes de producción mínimos. La elaboración de los contenidos que publican y el control de su calidad son sufragados con dinero público y sus autores ceden a las editoriales la componente patrimonial de sus derechos de autor, de modo que renuncian a percibir remuneración alguna por la reproducción, distribución, transformación y comunicación pública de su trabajo a favor de las editoriales. Además, la mayoría de las revistas se editan en formato electrónico y solo requieren del mantenimiento de sus plataformas de pago, acceso y descarga de contenidos.

Por otro lado, se trata de un negocio de difícil saturación porque el avance de la ciencia y la hiper especialización de la investigación en campos cada vez más específicos abren nichos para nuevas revistas igualmente especializadas. Además, es un mercado que tiene una demanda inelástica, es decir, que un aumento del precio de venta no reduce la demanda, ya que el control casi total de las editoriales comerciales sobre la ciencia publicada minimiza el poder de negociación de las instituciones que compran las licencias de acceso.

Finalmente, el modelo de negocio de facturación múltiple permite cobrar por el mismo servicio a los autores y a las bibliotecas de una misma institución, sin que haya controles que lo impidan.

Excelencia y prestigio como moneda de cambio

¿Por qué se siguen utilizando las revistas académicas y sus viejos estándares para comunicar los últimos avances de la ciencia? ¿Cuál es la razón de ceder la explotación de derechos de autor a las grandes cabeceras y destinar ingentes cantidades de dinero público a comprar el contenido que los mismos gobiernos han financiado? La respuesta es que los sistemas públicos de ciencia tienen privatizado el concepto de excelencia y la contraprestación al esfuerzo intelectual descansa sobre el prestigio como forma de pago.

Los proveedores comerciales de recursos científicos son quienes acuñan esa moneda a modo de bancos centrales, defendiendo su papel desde una atalaya inexpugnable. El prestigio se otorga de forma casi exclusiva a través de la revista en la que se publican los artículos, aunque el conocimiento se produzca cada vez más en una amplia diversidad de formatos: monografías, datos, software, asesoramiento, divulgación o protocolos.

A la hora rentabilizar el prestigio, tantos artículos publicas (en según qué cabeceras), tanto vales. Esos méritos son los que permiten al personal investigador optar a nuevas fuentes de financiación, tanto proyectos como ascensos en la carrera académica, y retroalimentar el ciclo de financiación, ejecución, comunicación y evaluación del proceso investigador.

En los procesos de evaluación de la investigación, los poderes públicos recurren a contabilizar esta moneda de prestigio usando el miope oráculo de las bases de datos de referencias bibliográficas comerciales y sus limitadísimos sistemas de indexación plagados de sesgos geográficos, lingüísticos o disciplinares. Estos sesgos obstruyen el correcto registro de todo el caudal de conocimiento a nuestra disposición y nos inducen a creer que la excelencia es limitada, excluyente y privativa, cuando no lo es.

Infraestructuras digitales para cambiar el mundo

Si la ciencia es un bien público, sus vías de comunicación, evaluación, acceso y preservación a largo plazo también deberían ser públicas (y gratuitas). Desde principios de la década de 2000 hasta nuestros días, tanto en América Latina y el Caribe (LAC) como en Europa se han multiplicado las iniciativas a favor del acceso libre y gratuito a los resultados de la investigación y a favor de una ciencia abierta que reconozca todos los formatos en los que se expresa el avance del conocimiento, rediseñe nuevos procesos de evaluación del mérito curricular e incluyan a la sociedad en todas las fases del proceso científico. Las infraestructuras digitales públicas, no comerciales, descentralizadas y gratuitas son la base de esas acciones y la vía para devolver la ciencia a la sociedad.

La república de la ciencia debe seguir siendo gobernada por las comunidades científicas sin fronteras geográficas. El cambio de paradigma hacia una ciencia abierta, accesible, trasparente y reproducible ha de hacerse de forma coordinada. El conocimiento debe seguir siendo un bien público que mejore la vida de la humanidad y resuelva los problemas de nuestras sociedades. Por ello, Europa debe aprender de las iniciativas impulsadas en LAC, y LAC debe alinear políticas y estrategias con Europa. Ambas regiones deben compartir foros de decisión, experiencias y recursos. El diálogo es necesario, el momento es ahora.

Pilar Rico-Castro es jefa de la unidad de acceso abierto, repositorios y revistas de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) y profesora asociada de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Es coautora, junto con Laura Bonora, del informe Políticas de acceso abierto en América Latina, el Caribe y la Unión Europea: avances para un diálogo político, publicado por la Dirección General de Investigación e Innovación de la Comisión Europea en marzo de 2023.

martes, 21 de marzo de 2023

La ciencia: otro bien público convertido en mercancía

Publicado en La Jornada
https://www.jornada.com.mx/notas/2023/03/21/ciencia-y-tecnologia/otro-bien-publico-convertido-en-mercancia/?from=page&block=ciencia-y-tecnologia&opt=articlelink




Otro bien público convertido en mercancía

Ana María Cetto* 

El lunes 13 de marzo apareció en La Jornada un artículo con el encabezado: “Un bien público convertido en mercancía”. Al no haber leído previamente el nombre del autor, y quizás a causa de mi deformación profesional, pensé que el artículo se refería al conocimiento científico como bien público. Pero no: Iván Restrepo se refería muy acertada y oportunamente al agua, un bien que “desde hace décadas escasea por mal uso, acaparamiento y carencia de políticas públicas”.

Del buen o mal uso del agua somos responsables todos; de su acaparamiento lo son unos cuantos, que obtienen ganancias millonarias lucrando con el preciado líquido. La carencia de políticas públicas permite que esta situación se agrave hasta alcanzar un nivel que en este próximo periodo de sequía amenaza con convertirse en crítico para el país, sus habitantes, la agricultura, la industria, la vida toda.

En su análisis de las nuevas características del capitalismo, Hardt y Negri hacen ver cómo lo común, “aquello que le pertenece a la humanidad en su conjunto”, ha sido cercado por el mercado y por los sistemas financieros. Lo “común” son el aire, el agua, los frutos de la tierra y todo lo que la naturaleza nos prodiga; pero también los resultados de la producción social, tales como saberes, lenguajes, información. Al ser producidos socialmente, nos pertenecen a todos y, sin embargo, debido a su mercantilización la gran mayoría de la población no puede acceder a ellos (M. Hardt & T. Negri, Commonwealth, 2011, citado por Esther Juliana Vargas en Autonomía universitaria y capitalismo cognitivo, 2021).

La gran economista Elinor Ostrom, al hablar de la gestión de los comunes, no diferencia entre los recursos naturales y los inmateriales, como el conocimiento. En ambos casos argumenta que la capacidad de los individuos para administrar los recursos varía dependiendo de las posibilidades y la disposición de la comunidad para autogobernarse, adoptando un conjunto de acuerdos y reglas de juego (E. Ostrom, El gobierno de los bienes comunes, 1990).

¿Hasta qué grado las comunidades productoras de conocimiento científico han perdido la capacidad de autogestionarse que alguna vez las caracterizara? La regulación y medición de los “productos” del conocimiento se han sofisticado notablemente en las últimas décadas, a través de políticas oficiales homogeneizadoras aplicadas a los curricula, a los procedimientos y criterios de evaluación, a la financiación por proyectos, etcétera, todo ello en una atmósfera de aparente meritocracia. En paralelo, se ha incrementado a un ritmo rampante la gestión de los bienes del conocimiento científico en manos de unas cuantas agencias privadas de la ciencia: editoriales, bases de datos e índices, que intervienen en el proceso de circulación y validación de la calidad con un claro ánimo de lucro. El círculo se cierra al convertirse estos últimos en jueces de lo que es o no es científicamente relevante, y transforman sus veredictos en política pública al adquirir protagonismo en el ámbito institucional de la academia.

Las cifras hablan por sí solas, y para no aburrir al lector mencionaremos sólo el caso de Elsevier, la mayor editorial académica, que se presenta como “empresa de análisis de información que ayuda a las instituciones y a los profesionales a hacer progresos científicos”. Con más de 46 mil títulos de libros y 2 mil 800 revistas en línea, además del sistema de citas Scopus y otros servicios, Elsevier reportó en 2022 ingresos por 3 mil 500 millones de dólares y utilidades de mil 100 millones de dólares, con un margen de ganancia de 37.8 por ciento (mayor que el de Microsoft, Google y Coca Cola). En gran medida, este “éxito” fue posible gracias a las instituciones académicas que canalizan fondos hacia la empresa. En un alarde de creatividad financiera, Elsevier, como otras empresas que componen el oligopolio editorial, ha comprometido a nuestras universidades a cubrir por anticipado mediante “acuerdos transformativos” los costos de publicación de nuestros artículos científicos que llegasen a ser aceptados para aparecer en sus revistas. Estamos contribuyendo a perpetuar el negocio y asegurar sus ganancias.

¿Puede acaso revertirse este proceso de mercantilización?

Regresando a los argumentos de Elinor Ostrom, se requiere de las comunidades académicas la disposición para autogestionarse; concretamente, para recuperar el control de publicación de los productos del conocimiento. En este aspecto América Latina da un buen ejemplo al mundo, puesto que la mayoría de nuestras revistas científicas son editadas por instituciones académicas, sin fines de lucro.

En otras latitudes se observan algunas señales alentadoras. Por ejemplo, en 2018 todas las instituciones académicas de Alemania y Suecia cancelaron sus suscripciones con Elsevier al no llegar a un acuerdo justo. En 2019 la Universidad de California decidió que, “para impedir que Elsevier incrementara sus ganancias a expensas de la institución”, a partir de 2019 no firmaría un nuevo contrato con la empresa.

Por otro lado, está cada vez más cuestionado internacionalmente el actual sistema de evaluación basado en las métricas producidas por las bases de datos privadas, definitorias de la “corriente principal” de la que por motivos comerciales queda excluida la mayor parte de la producción científica editada en países como México “la cual, dicho sea de paso, sí está disponible en acceso libre y abierto no comercial, por tratarse de un bien común”. Sin embargo, estas prácticas de evaluación, cuestionadas por injustas y excluyentes, siguen operando en nuestras instituciones en detrimento y a espaldas de las publicaciones a menudo producidas y sustentadas por ellas mismas. Mientras las políticas públicas no corrijan esta práctica contradictoria, nuestras comunidades productoras de conocimiento científico seguirán respondiendo al son del oligopolio editorial trasnacional, financiado con recursos públicos de la nación.

*Investigadora titular del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México

lunes, 13 de febrero de 2023

La ciencia es un bien público, no un negocio: Ana María Cetto

Publicado en SciDevNet
https://www.scidev.net/america-latina/role-models/qa-la-ciencia-es-un-bien-publico-no-un-negocio/



10/02/23

Q&A: La ciencia es un bien público, no un negocio

 

Aunque la mecánica cuántica es una de las grandes pasiones de Ana María Cetto, la investigadora en física de la Universidad Nacional Autónoma de México ha dedicado buena parte de su tiempo y energía a impulsar algo que va más allá de un tema de investigación, y atraviesa todo el quehacer científico: la ciencia abierta.

Para la UNESCO, la idea central de la ciencia abierta consiste en permitir que la información, los datos, los resultados científicos sean más accesibles y se aprovechen de forma más fiable con la participación de toda la sociedad. Pero llevarlo a la práctica es más complicado de lo que suena.

Como muchos otros, Cetto ha vivido las consecuencias de la “ciencia privatizada”. Por ejemplo, cuando las compañías editoriales cobran por publicar y, luego, por acceder a ese contenido, perpetuando un negocio en el que solo la gente que paga accede al conocimiento.

Cetto plantea que la región puede y debe rebelarse ante ese negocio y apostar por iniciativas que pongan a la ciencia y sus resultados accesibles a todo público. Por eso impulsa y preside Latindex, una plataforma que pone a disposición de cualquier persona, y sin pago alguno, más de 26.000 revistas científicas de América Latina, El Caribe, España y Portugal.

Su convicción y trayectoria la llevaron a convertirse, desde hace unos días, en la presidenta del Comité Directivo Mundial de Ciencia Abierta de la UNESCO.

Usted tiene una sólida experiencia científica y desde hace muchos años se dedica a trabajar e impulsar la ciencia abierta en América Latina. ¿De dónde surge este interés? ¿Qué la llevó a entender que la ciencia abierta es una parte esencial de su labor como científica?

Mi convicción de que el conocimiento es un bien público. Siempre me ha parecido lo más natural. Y con mucho placer descubrí que eso es lo natural en América Latina, es parte de nuestra cultura y nuestra tradición.

Y al mismo tiempo observé con preocupación que en el ámbito científico ha habido todo un proceso de privatización del conocimiento, y me pareció que debemos defendernos contra ese proceso y debemos buscar que el conocimiento científico siga siendo un bien público accesible a todos.

¿Qué gana la sociedad con la ciencia abierta?

Gana tener acceso al conocimiento que normalmente no es accesible al público. Claro que esto no se hace de manera automática; debe haber muchas condiciones. Por un lado, debe existir la infraestructura para poner en acceso abierto el conocimiento científico validado; y también es necesario que la población tenga las herramientas y la preparación necesaria para no solamente acceder a ese conocimiento sino entenderlo y usarlo de la mejor manera posible.

Usted ha dicho reiteradamente que la ciencia abierta beneficia a todos. ¿A quién beneficia la ciencia “cerrada” o “privatizada”?

Los países tradicionalmente más poderosos, económica y científicamente, porque esas cosas van ligadas, son los que se han beneficiado del negocio de la privatización de la ciencia. El hecho de que hay que pagar por acceder al conocimiento o pagar por publicar, que es la nueva ola, ha hecho que se ahonden más las diferencias entre esos pocos países poderosos y el resto de los países.

No podemos ser simplemente espectadores porque también producimos ciencia, producimos conocimiento, no hacemos negocio con él. ¿Por qué hemos de pagar para que otros sigan haciendo negocio?

Ahora como representante de América Latina y presidenta del Comité Directivo Mundial de Ciencia Abierta de la UNESCO, ¿identifica retos particulares de la región para que la ciencia sea realmente accesible para todos y todas?

Hay retos específicos para América Latina, y quizás también para otras regiones del sur. Por ejemplo: la inversión en infraestructura, porque todo cuesta; que nuestros gobiernos pasen del dicho al hecho, porque si bien firmaron la recomendación sobre Ciencia Abierta de la UNESCO y participaron activamente en su discusión no significa que las condiciones estén puestas para su implementación.

Otro reto que vemos en nuestra región es que desgraciadamente los sistemas de evaluación y de incentivos para la investigación siguen muy ligados a las publicaciones de nuestros trabajos. Esto ocurre al grado de que existe mucha presión sobre nuestros investigadores para que publiquen en ciertas revistas, aunque tengan que pagar por ello, normalmente, nuestras instituciones.

Entonces, nuevamente pasan los recursos a los países ricos para obtener un cierto prestigio en la comunidad o tener una mejor evaluación que le permita ascender en la escala como investigador. Afortunadamente, ya hay conciencia de que es necesario revisar los sistemas y criterios de evaluación.

¿Cuáles son las iniciativas que ya existen en la región para combatir este negocio de las compañías editoriales y su impacto en las comunidades científicas?

Quizás la iniciativa más importante, directamente orientada a los sistemas de evaluación, es la que lidera el CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales), que es un foro de discusión y análisis y ha organizado varias reuniones regionales para abordar este tema. Hay otras iniciativas regionales que tienen que ver con la creación de sistemas de información en acceso abierto.

La labor pionera que inició Latindex en 1996, de ofrecer un espacio para las publicaciones científicas y promover el acceso abierto, el multilingüismo, la defensa del español y el portugués, etcétera, fue seguida poco después tanto por Redalyc como por el sistema Scielo, y otros, y eso ha permitido que se difunda más, no solamente el concepto de acceso abierto sino que existan las bases para incluir todo lo que significa ciencia abierta.

¿Qué le falta a la región para lograr efectivamente llevar a la práctica el concepto más amplio de ciencia abierta?

Ciencia abierta no solo significa abrir más el acceso de lo ya publicado por los científicos; significa también abrirse más a otros sistemas de conocimiento, a otros sectores de la sociedad.

Ahí también hay muchos retos porque tenemos varios sectores de la sociedad en nuestros países que son poseedores de conocimiento que no han pasado a formar parte de la ciencia y que, no por ello, deben desaparecer. Entonces, establecer estos diálogos efectivos y orgánicos no es sencillo, no es una tarea trivial, pero es algo que también nos corresponde atender.



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10/02/23

Q&A: Science is a public good, not a business

  • Ana María Cetto is the new president of UNESCO’s committee on open science
  • Mexican physicist says scientists must fight against ‘privatisation of knowledge’
  • Assessment, incentive systems must be reviewed

[MEXICO CITY] While quantum mechanics might be Ana María Cetto’s big passion, the Mexican physicist has devoted much of her time and energy to promoting a broader scientific endeavor – open science.

This commitment paid dividends last month when Cetto, a research professor at the National Autonomous University of Mexico, was named president of UNESCO’s Open Science Steering Committee.

For UNESCO, the idea of open science is to make information, data and scientific results more accessible and more reliably used by – and for the good of – society. However, putting it into practice is more complicated than it sounds.

Like many others, Cetto has experienced the consequences of so-called “privatised science”, such as when publishing companies charge for publication of and then for access to content, perpetuating a business in which only people who pay can access knowledge.

Cetto says that the Latin American region can – and should – rise up against this business and support initiatives that make science and its results accessible to the general public. She promotes and chairs Latindex, a platform that makes more than 26,000 scientific journals from Latin America, the Caribbean, Spain and Portugal available free of charge.

You have been promoting open science in Latin America for many years. Where did this interest come from and why is it important to you as a scientist?

I have witnessed with concern that science has experienced a process of privatisation of knowledge, and I have realised that we must defend ourselves against this process.

We must seek to ensure that scientific knowledge remains as a public good, accessible to all.

What does society gain from open science?

It gains from having access to knowledge that is not normally accessible to the public. Of course, this does not happen automatically – there must be several conditions. There must be the infrastructure to make validated scientific knowledge open access, and the population must also have the tools … to not only access this knowledge but to understand it, and use it in the best possible way.

You have repeatedly said that open science benefits everyone. Who benefits from “closed” or “privatised” science?

The traditionally most powerful countries, both in terms of economy and science — because these things are related — are the ones that have benefited from the business of privatising science. The fact that you have to pay to access knowledge or pay to publish, which is the new trend, has widened the gap between those few powerful countries and the rest of the world.

We cannot simply be spectators, because we also produce science, we produce knowledge, we do not generate business with it. Why should we pay for others to continue doing business?

As a representative of Latin America and president of UNESCO’s Open Science Steering Committee, do you see particular challenges in the region when it comes to making science truly accessible to all?

There are specific challenges for Latin America, and perhaps also for other Southern regions: investment in infrastructure, for example, and that our governments [often need to] move on from statements to actions. Although they signed UNESCO’s recommendation on Open Science and actively participated in its discussion, it does not mean that the conditions are in place for its implementation.

Another challenge in our region is that unfortunately the evaluation and incentive systems for research are still very closely linked to publication of our work. There is a lot of pressure on our researchers to publish in certain journals, even if they have to pay for it. [So] again, resources go to rich countries in order to obtain a certain prestige in the community.

Fortunately, there is already an awareness that it is necessary to review the assessment systems and criteria.

What initiatives already exist in the region to work against this business of publishing companies and its impact on scientific communities?

Perhaps the most relevant initiative, focused on evaluation systems, is the one led by the Latin American Council of Social Sciences (CLACSO), a forum for discussion and analysis that has organised several regional meetings to address this issue. There are other regional initiatives that have to do with the creation of open access information systems.

Latindex’s pioneering work started in 1996, offering a space for scientific publications and promoting open access, multilingualism, [and] the defence of Spanish and Portuguese.

It was soon followed by [research indexing services such as] RedalycScielo and others, and this has allowed not only the dissemination of the concept of open access, but also the basis for including everything that open science means.

What is the region lacking to effectively implement the broader concept of open science?

Open science does not only mean opening more access to what has already been published by scientists; it also means opening more to other knowledge systems, to other sectors of society.

There are also many challenges there. In our countries there are several sectors of society that are holders of knowledge but have not become part of science, but this is not a reason for them to disappear. So, establishing an effective and organic dialogue is not simple, it is not a trivial task, but it is also something that we must attend to.


viernes, 2 de julio de 2021

Artículo: "La economía política de la publicación académica: sobre la mercantilización de un bien público"

 Publicado en PLoS ONE


La economía política de la publicación académica: sobre la mercantilización de un bien público

Resumen

Este artículo ofrece un análisis institucional y empírico del mercado altamente concentrado de las publicaciones académicas, caracterizado por unos márgenes de beneficio excesivamente elevados para las empresas editoras. La disponibilidad de los últimos resultados de la investigación es una cuestión importante tanto para los investigadores como para las universidades y los políticos. La publicación en acceso abierto (OA) ofrece una solución prometedora pero también costosa para superar este problema. Sin embargo, en este trabajo sostenemos que los costes de la publicación en acceso abierto son una vía importante, pero ni mucho menos la única, para que las editoriales académicas accedan a la financiación pública. Por el contrario, nuestro estudio ofrece una visión global de los canales a través de los cuales el gasto público beneficia a las grandes empresas editoriales académicas. Además, ofrecemos los resultados de un estudio de caso exploratorio, en el que estimamos los flujos financieros anuales del gasto público en Austria para el campo de las ciencias sociales. En total, estos gastos suman entre 66,55 y 103,2 millones de euros al año, lo que supone una cuarta parte de la financiación pública total para este campo. En este contexto, contribuimos al debate sobre si las subvenciones públicas están justificadas, y en qué medida, para las empresas con éxito económico.


The political economy of academic publishing: On the commodification of a public good

Abstract

This paper provides an institutional and empirical analysis of the highly concentrated market of academic publishing, characterized by over proportionally high profit margins for publishing companies. The availability of latest research findings is an important issue for researchers, universities and politicians alike. Open access (OA) publication provides a promising but also costly solution to overcome this problem. However, in this paper we argue that OA publication costs are an important, but by far not the only way for academic publishers to gain access to public funding. In contrast, our study provides a comprehensive overview of the channels through which public expenditure benefits big academic publishing companies. Furthermore, we offer the results of an explorative case study, where we estimate the annual financial flows of public expenditures in Austria for the field of social sciences. In all, these expenditures add up to about 66.55 to 103.2 million € a year, which amounts to a fourth of total public funding for this field. Against this background, we contribute to the debate whether and to what extent public subsidies are justified for economically successful companies.

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Citation: Puehringer S, Rath J, Griesebner T (2021) The political economy of academic publishing: On the commodification of a public good. PLoS ONE 16(6): e0253226. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0253226

Plan 2.0 para el acceso abierto: ¿un plan o una nueva ambigüedad?

Publicado en THE Times Higher Education https://www.timeshighereducation.com/news/plan-s-20-open-access-plan-bold-may-prove-ineffective   El...