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jueves, 23 de octubre de 2025

UNIÓN EUROPEA: Soberanía tecnológica y rezago en el mercado de semiconductores

Publicado en dplnews
https://dplnews.com/chip-europeo-cambiar-la-ley-de-semiconductores-traeria-soberania-y-competencia/



Chip europeo: ¿cambiar la ley de semiconductores traería soberanía y competencia?

Los 27 Estados miembros quieren una nueva Ley de Chips, como marco actualizado para un desarrollo sin contratiempos y que asegure la soberanía europea ante el nuevo escenario geopolítico. Lo de siempre pero, en este caso, con foco en los semiconductores, los cuales son considerados como columna vertebral para el desarrollo de verticales clave. Proponen mayor cooperación con terceros pero, al mismo tiempo, resiliencia y capacidades propias para hacer frente a cualquier contratiempo. El desafío es estar a tono con las novedades y el riesgo es que las reglas maten la innovación o, peor aún, que Europa lidere pero sólo desde el escritorio.

¿Nueva ley de Chips?

La Coalición de Semiconductores (Semicom) presentó a la Comisión Europea, con aval de los 27 miembros del bloque, un documento que pide reforzar la Ley de Chips para fortalecer la industria local de semiconductores. El texto considera que los chips son la columna vertebral de los sectores de crecimiento actuales de alto valor y que es fundamental una posición europea sólida en esta industria.

Las prioridades de las directrices son:

  1. Reforzar la colaboración entre industria, investigación pymes y empresas emergentes al tiempo de apoyar a los líderes europeos en innovación.
    • Fomentar fuertes alianzas industriales europeas complementarias, desde los proveedores y los actores de investigación hasta los mercados finales, para fortalecer y mejorar la viabilidad de toda la industria europea.
  2. Armonizar la financiación entre la Unión Europea y los Estados miembros: coordinar fondos, acelerar la aprobación de proyectos estratégicos y movilizar capital privado.
    • Garantizar que el nuevo Marco Financiero Plurianual (MFP) refleje la importancia de sectores y tecnologías estratégicos, como los semiconductores, y se base en estrategias y leyes.
  3. Impulsar la formación de una cantera de talentos europeos en la materia.
    • Apoyar la colaboración entre instituciones académicas de la Unión Europea, alentar a las partes interesadas a aumentar el intercambio de talento e investigadores y establecer un Programa Europeo de Competencias Chips.
  4. Apoyar el desarrollo de chips y componentes; promover una fabricación limpia, eficiente y circular.
    • Promover una fabricación más limpia a partir de la sustitución de sustancias peligrosas, el uso de energías renovables, la mejora de la eficiencia hídrica y el uso circular de materiales residuales en los procesos de producción y a lo largo de toda la cadena de valor.
  5. Fomentar la colaboración global con socios estratégicos afines.
    • Atraer capacidades estratégicas de fuera del bloque para complementar y reforzar el ecosistema europeo.

El documento se presenta bajo tres objetivos clave: prosperidad, lo que es igual a desarrollo para la creación de valor en distintos mercados; indispensabilidad, que se traduce en liderazgo europeo en la cadena de valor; y resiliencia, a través de un suministro estable y fiable de semiconductores. Considera como punto de partida, entre otros, que la meta de una participación de mercado del 20% planteada en la ley actual es poco realista y que no hay una dirección estratégica de cómo lograrlo.

Según datos de la Asociación de la Industria de Semiconductores (SIA, por sus siglas en inglés), Europa redujo su participación en el mercado global de chips en 2024 hasta 9.2%, pero se mantuvo en el podio de injerencia, detrás de Estados Unidos (50.4%) y Corea del Sur (21.1%). El mercado global está valuado en 630,500 millones de dólares; los sectores de ordenadores y comunicaciones demandan 68% de los chips a nivel global.



El texto está firmado por los nueve países parte de Semicom (Austria, Bélgica, Finlandia, Francia, Alemania, Italia, Polonia, España y Países Bajos), entidad creada en marzo pasado para “reforzar la competitividad y seguridad en Europa en el ámbito de los semiconductores”. También cuenta, según los involucrados, con respaldo de la industria.

Todos los firmantes se mostraron “dispuestos a colaborar con la Comisión Europea para proponer, redactar, adoptar e implementar una revisión rigurosa de la ley de Chips de la UE, que impulse el crecimiento continuo de un ecosistema europeo de semiconductores sólido e innovador”.

Actualización

La ley europea de chips actual corre desde el 21 de septiembre de 2023 tras la aprobación del Parlamento y el Consejo. Se presentó con los siguientes objetivos: reforzar el liderazgo tecnológico y de investigación de Europa para avanzar hacia la producción de chips más pequeños y rápidos, establecer un marco para aumentar la capacidad de producción hasta 2030; desarrollar y reforzar la capacidad de innovación en el diseño, fabricación y embalaje de chips avanzados; desarrollar una comprensión en profundidad de las cadenas mundiales de suministro de semiconductores; y abordar la escasez de capacidades, atraer nuevos talentos y fomentar la generación de una mano de obra cualificada.

Se propusieron, además, acciones específicas, algunas de las cuales fueron nuevamente recogidas en este punto de partida para su actualización. Entre ellas se encuentran inversiones en tecnologías de próxima generación; herramientas para la generación de prototipos y pruebas piloto; apoyo a empresas emergentes innovadoras; asociaciones internacionales y otras. Ya aparecían por entonces conceptos asociados como la necesidad de cooperación, pero asegurando un desarrollo que promueva la soberanía tecnológica del continente y la importancia de atraer y retener talento para hacer frente a los desafíos venideros.

Salir del escritorio

La tecnología e infraestructuras digitales tienen un papel fundamental en la vida de los ciudadanos y, ya hace rato, el mundo comprendió su importancia para el desarrollo económico de los países. Europa pretende ser escenario central en el recital de la innovación, algo que al momento ha logrado más desde el escritorio que en el campo de juego. Los actores quieren generar nuevas estrategias para que el bloque gane injerencia en el panorama geopolítico global y, con dudas en el cuándo, posiblemente la Unión Europea tome el guante y avance en una nueva versión de la Ley de Chips, aunque esto no aporte de forma directa, pero sí tangencialmente, a un liderazgo local en la materia.

La búsqueda de liderazgo europeo tiene argumentos sólidos, desde lo económico y por el propio impacto que las nuevas tecnologías prometen generar en las sociedades, pero también –esto más aún cuando se habla de regulación y no de logros tangibles, que también existen en territorio europeo– responde a una necesidad discursiva de no perder terreno frente a otras potencias, un punto largamente debatido este año por el conflicto arancelario con Estados Unidos. El origen de esta nueva etapa de interés por el liderazgo digital de Europa tiene como punto de partida la pandemia (y la recuperación post-pandemia) y la guerra Rusia-Ucrania, que dejó de manifiesto la necesidad de menor dependencia en las cadenas de valor.

Al tiempo que se puso en marcha una ley de Inteligencia Artificial o la propia Ley de Chips, por citar algunos ejemplos, Europa reconoce algunos desafíos por delante y el principal de ellos es funcionar como un equipo. Ya lo dijo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen: “Nuestro mayor activo es el mercado único, pero (…) sigue estando incompleto principalmente en tres ámbitos: finanzas, energía y telecomunicaciones”. La industria coincide y, en el plano de las telecomunicaciones, pide a gritos reglas afines a la consolidación como paso necesario para “brindar conectividad de vanguardia, segura y resiliente” al continente.

En el aspecto más tecnológico se sugieren, otra vez, acciones para “mantener la resiliencia digital de Europa, incluso cuando haya volatilidad geopolítica”, como pidió Microsoft en una carta abierta en la que también consideró clave avanzar en nuevas medidas de ciberseguridad (incluido aquí la protección de la privacidad como base), reforzar la competitividad económica y apalancar la construcción de un ecosistema de IA y Nube. Los actores van cambiando, pero los pedidos son siempre similares, al igual que el argumento: hay que actuar para que Europa no quede “aún más rezagada” en una carrera tecnológica que se acelera.

Así, Europa se propone actualizar la Ley de Chips para adecuar el marco legal a los cambios de los últimos años pero, más que eso, evalúa acciones para no perder pisada al resto en el mercado que lo ubica en tercera posición en el globo. El problema es si, de nuevo, los temas tecnológicos pueden resolverse sólo desde el escritorio o, en realidad, si la fuerza de las acciones es suficiente en Europa para que la letra acompañe un liderazgo de hechos y sea funcional al desarrollo y no barrera para la innovación. Lo cierto es que se abre un nuevo debate, que tendrá actores y argumentos similares a los que hubo en la previa de la normativa hoy vigente.




jueves, 2 de octubre de 2025

EUROPA: La ciencia abierta está ganando terreno, pero ¿funciona?... ¿la IA y la seguridad nacional permitirán sólo una "ciencia abierta cautelosa"?

Publicado en Science|Business
https://sciencebusiness.net/news/r-d-funding/open-science/open-science-gaining-ground-does-it-work  



La ciencia abierta está ganando terreno, pero ¿funciona?

16 de septiembre de 2025 | Noticias


Sigue habiendo dudas sobre cómo medir el impacto de la ciencia abierta y cómo encaja en la nueva agenda de competitividad y defensa de la UE.


Por Martin Greenacre.


Cada vez son más las iniciativas que surgen a nivel nacional y europeo para hacer un seguimiento de la implementación de la ciencia abierta, pero no se sabe lo suficiente sobre si las prácticas de ciencia abierta están produciendo los beneficios prometidos.


Esta es una de las lecciones que se desprenden de PathOS, un proyecto de Horizonte Europa cuyo objetivo es identificar formas de medir el impacto académico, económico y social de la ciencia abierta, y que publicará su informe final en las próximas semanas.


«Hasta ahora, nos hemos centrado demasiado en supervisar la aceptación y no lo suficiente en medir o evaluar los impactos», afirmó Tony Ross-Hellauer, investigador sénior del Know Center de Austria, al presentar los resultados del proyecto PathOS en una conferencia celebrada en la sede de la Unesco en París en julio.


Las prácticas de ciencia abierta tienen como objetivo poner el conocimiento científico al alcance de todos, en beneficio de la ciencia y la sociedad. Otros objetivos son mejorar la calidad de la investigación haciendo que la creación de conocimiento sea transparente y reproducible, y fomentar la participación ciudadana.  


En lo que respecta al seguimiento del impacto, actualmente se da demasiada importancia a la frecuencia con la que se cita una publicación, afirma Ross-Hellauer. «Tenemos que dejar de medir lo que es fácil de medir y empezar a buscar lo que es importante».


Los socios de PathOS han publicado un manual en el que se proponen múltiples indicadores del impacto de la ciencia abierta, incluidos aquellos que actualmente no es posible medir debido a la falta de datos. Uno de los principales retos que el proyecto se propuso abordar es la identificación de la causalidad. Una herramienta de código abierto puede tener una gran aceptación por parte de la industria, pero esto no es necesariamente consecuencia de su naturaleza abierta.


El proyecto PathOS trabajó en un marco de análisis de coste-beneficio para ayudar a cuantificar los impactos de la ciencia abierta, y ya ha publicado un informe preliminar sobre el tema.


«En la mayoría de los casos, el beneficio que se obtiene no es tangible», afirmó Natalia Manola, directora ejecutiva de OpenAIRE, una organización europea sin ánimo de lucro que promueve la ciencia abierta y es socia de PathOS. Entre los indicadores relevantes se incluyen el aumento de las colaboraciones y la visibilidad, según declaró a Science|Business.


Numerosas iniciativas 


El evento de París también fue testigo del lanzamiento de un conjunto de principios para la supervisión de la ciencia abierta, con el fin de apoyar la aplicación de la recomendación de la Unesco de 2021 sobre ciencia abierta, y del lanzamiento oficial de la segunda fase del Observatorio de Ciencia Abierta de la Nube Europea de Ciencia Abierta (EOSC).


La EOSC, que funciona como una asociación tripartita en el marco de Horizonte Europa, tiene como objetivo proporcionar a los investigadores acceso a datos abiertos y sólidos. El observatorio renovado ofrece datos sobre políticas e inversiones en ciencia abierta en toda Europa, así como sobre prácticas de ciencia abierta, y pronto se añadirá una sección sobre el impacto y ejemplos de casos de uso.


«Es una plataforma única porque contiene muchas fuentes diferentes reunidas en un solo lugar», explicó Tereza Szybisty, directora de proyectos de investigación de OpenAIRE, a Science|Business. Esta organización sin ánimo de lucro lidera el proyecto EOSC Track para construir la segunda fase del Observatorio de Ciencia Abierta.


El observatorio será útil para los responsables políticos y los investigadores que estudian cómo se practica la ciencia, pero también puede ayudar a informar a los investigadores sobre las políticas obligatorias de ciencia abierta en su país y las prácticas que podrían adoptar para ser más abiertos.


Intentar recopilar todos estos datos a posteriori resulta caro. Sería más eficiente hacerlo en el momento de la publicación, que es lo que EOSC pretende conseguir a largo plazo. El mensaje para los responsables políticos es claro, afirmó Manola. «Si quieren supervisar la ciencia abierta, si quieren supervisar su impacto, pónganse de acuerdo y conecten todo».


Además de estas iniciativas europeas e internacionales, varios países de la UE han elaborado sistemas nacionales de seguimiento, entre ellos el Open Science Monitor francés y el National Open Access Monitor irlandés. «Ya no se trata de si debemos hacer ciencia abierta, sino de cómo hacerlo bien», afirmó Szybisty.


Determinar el impacto no es el único reto que plantea la supervisión de la ciencia abierta. La falta de definiciones comunes a nivel europeo también supone un obstáculo, mientras que algunas personas consideran que la supervisión es un «ejercicio de marcar casillas» en lugar de una herramienta de aprendizaje útil, según Szybisty.


A pesar de la tendencia hacia el acceso abierto, a menudo sigue existiendo cierta incertidumbre en torno a la reutilización de publicaciones y datos, afirmó Szybisty. «Hay muchas fuentes de acceso abierto, pero a menudo no tienen licencia, por lo que no está claro si podemos utilizarlas ni en qué condiciones».


Tan abierto como sea posible, tan cerrado como sea necesario


Aunque Europa sigue comprometida con la ciencia abierta, en la práctica aún no está claro cómo podría afectar a estas ambiciones el nuevo enfoque en la competitividad económica y la financiación de tecnologías sensibles con potencial militar.  


«Creo que la ciencia abierta ha llegado para quedarse», afirmó Manola. Sin embargo, cree que la tendencia actual se inclina hacia una «ciencia abierta cautelosa».


En el pasado, las instituciones de investigación europeas practicaban la ciencia abierta de una manera «muy ingenua», proporcionando acceso abierto no solo a las publicaciones, sino también a los datos y al software, afirmó. Pero en la era de la inteligencia artificial y los riesgos de seguridad cada vez mayores, es necesario establecer límites. Las universidades deben contar con estructuras para gestionar estos derechos digitales. 


 «No creo que la competitividad esté reñida con la ciencia abierta», afirmó Manola. La Comisión Europea promueve la organización de los datos según los denominados principios FAIR: localizables, accesibles (en condiciones bien definidas), interoperables y reutilizables.


Por lo tanto, el acceso a los datos no tiene por qué ser abierto, pero sí debe ser transparente. Horizonte Europa sigue el principio de «tan abierto como sea posible, tan cerrado como sea necesario». Los resultados pueden mantenerse cerrados si el investigador desea explotarlos comercialmente, por ejemplo. Los investigadores no están obligados a publicar sus resultados, pero si lo hacen, deben ser de acceso abierto. 


Política del ERA   


La segunda agenda política del ERA, que describe las actividades voluntarias para implementar el Espacio Europeo de Investigación entre 2025 y 2027, incluye una acción a corto plazo sobre la aplicación de la equidad en la ciencia abierta y una política a más largo plazo para facilitar la ciencia abierta mediante el intercambio y la reutilización de datos.

Europa no es la única que impulsa una mayor apertura. En 2022, la Casa Blanca emitió un memorándum en el que se instaba a las agencias federales a actualizar sus políticas de acceso antes de finales de 2025 para que los resultados de las investigaciones financiadas con fondos federales se pusieran a disposición del público sin el anterior periodo de embargo de 12 meses.


Desde que Donald Trump regresó a la Casa Blanca, la independencia científica se ha visto amenazada. Sin embargo, hasta ahora, el compromiso con la ciencia abierta parece haberse mantenido, aunque el razonamiento haya pasado de democratizar el conocimiento a ofrecer a los contribuyentes una buena relación calidad-precio, según Szybisty.


Una orden ejecutiva de mayo de 2025 denominada «Restoring Gold Standard Science» (Restaurar la ciencia de referencia), que los críticos temen que refuerce el control político sobre las actividades de investigación, se envuelve en el lenguaje de la ciencia abierta, exigiendo transparencia y reproducibilidad.


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Open science is gaining ground, but does it work?

16 Sep 2025 | News


Questions remain on how to measure the impact of open science, and how it fits with the EU’s new competitiveness and defence agenda

By Martin Greenacre


A growing number of initiatives are emerging at national and European level to track the implementation of open science, but not enough is known about whether open science practices are producing the promised benefits.

This is one of the lessons from PathOS, a Horizon Europe project aiming to identify ways to measure the academic, economic and social impact of open science, which is due to publish its final report in the coming weeks.  

“So far, we’ve focused far too much on monitoring uptake and not enough on measuring or evaluating the impacts,” said Tony Ross-Hellauer, senior researcher at Know Center in Austria, as he presented findings from the PathOS project at a conference held at Unesco headquarters in Paris in July.

Open science practices aim to make scientific knowledge available to everyone, for the benefit of science and society. Other goals include improving research quality by making knowledge creation transparent and reproducible, and enhancing citizen participation.  

When it comes to tracking impact, too much emphasis is currently given to how often a publication is cited, Ross-Hellauer said. “We need to stop measuring what’s easy to measure and start looking for what’s important.”

The PathOS partners have published a handbook proposing multiple indicators for the impact of open science, including those which are not currently possible to track due to a lack of data. A major challenge which the project aimed to address is identifying causality. An open-source tool might show strong uptake by industry, but this is not necessarily a result of its open nature. 

The PathOS project worked on a cost-benefit analysis framework to help quantify the impacts of open science, and has already published a preliminary report on the topic.

“In most cases, the benefit you have is not tangible,” said Natalia Manola, chief executive of OpenAIRE, a European non-profit that promotes open science and is a partner in PathOS. Relevant indicators include increased collaborations and visibility, she told Science|Business.

Numerous initiatives    

The Paris event also saw the launch of a set of principles for open science monitoring, to support the implementation of Unesco’s 2021 recommendation on open science, and the official launch of the second phase of the European Open Science Cloud (EOSC) Open Science Observatory.

EOSC, which is run as a tripartite partnership under Horizon Europe, aims to give researchers access to open and robust data. The revamped observatory features data on open science policies and investments across Europe as well as on open science practices, and soon a section on impact and examples of use cases will be added.

“It’s a unique platform because it contains so many different sources all together in one place,” Tereza Szybisty, a research project manager at OpenAIRE, told Science|Business. The non-profit is leading the EOSC Track project to build the second phase of the Open Science Observatory. 

The observatory will be useful for policymakers and researchers looking at how science is practised, but it can also help inform researchers about mandatory open science policies in their country and practices they could adopt to be more open.

Trying to assemble all of this data after the fact is expensive. It would be more efficient to do so at the point of publication, which is what EOSC aims to achieve long-term. The message for policymakers is clear, Manola said. “If you want monitoring of open science, if you want to monitor the impact of this, get your act together and connect everything.”  

As well as these European and international initiatives, a number of EU countries have drawn up national monitoring systems, including the French Open Science Monitor and Ireland’s National Open Access Monitor. “It’s no longer a question of whether we should do open science, but how to do it well,” Szybisty said.

Determining impact is not the only challenge involved in monitoring open science. A lack of shared definitions at a European level is also a barrier, while some people see monitoring as a “box ticking exercise” rather than a useful learning tool, according to Szybisty.

Despite a trend towards open access, a degree of uncertainty often remains around reuse of publications and data, Szybisty said. “There are many open access sources, but often they don’t have a licence, so it’s not clear if we can use them or under what conditions.”

As open as possible, as closed as necessary

While Europe remains committed to open science, in practice, it is not yet clear how a new focus on economic competitiveness and funding for sensitive technologies with military potential could affect these ambitions.   

“I think open science is here to stay,” said Manola. However, she believes the current trend is towards “guarded open science.”

In the past, European research institutions practiced open science in a “very naïve” way, providing open access not just to publications but to data and software, she said. But limits are needed in the era of artificial intelligence and heightened security risks. Universities need to have structures in place to manage these digital rights. 

“I don’t think competitiveness is against open science,” Manola said. The European Commission promotes organising data according to the so-called FAIR principles: findable, accessible (under well-defined conditions), interoperable and re-usable.

Access to data does not therefore need to be open, but should be transparent. Horizon Europe follows the principle of “as open as possible, as closed as necessary.” Results can be kept closed if the researcher wants to exploit them commercially, for instance. Researchers are not obliged to publish their results, but if they do so, they should be open access. 

ERA policy  

The second ERA policy agenda, which outlines voluntary activities to implement the European Research Area between 2025 and 2027, includes a short-term action on applying equity in open science and a longer-term policy of enabling open science via the sharing and re-use of data.

Europe is not alone in its push towards more openness. In 2022, the White House issued a memorandum calling on federal agencies to update their access policies by the end of 2025 to make the results of federally funded research publicly available without the previous 12-month embargo period.

Since Donald Trump returned to the White House, scientific independence has come under threat. So far, however, the commitment to open science appears to have remained in place, even if the rationale has shifted from democratising knowledge to giving taxpayers value for money, Szybisty said.

A May 2025 executive order called Restoring Gold Standard Science, which critics fear will strengthen political control over research activities, is cloaked in the language of open science, calling for transparency and reproducibility.  

jueves, 18 de septiembre de 2025

OpenAI: ¿del ascenso global al control algorítmico?

Publicado en dpl news
https://dplnews.com/openai-del-ascenso-global-al-control-algoritmico/



OpenAI: ¿del ascenso global al control algorítmico?
Sharon Durán  May 26, 2025

Especial: Titanes de la geopolítica digital

Menos de una década le tomó a OpenAI convertirse en uno de los jugadores más importantes del desarrollo de Inteligencia Artificial (IA) en el mundo: pasando de ser un laboratorio de investigación impulsado por la filantropía tecnológica a consolidarse como uno de los centros neurálgicos del poder de la tecnología y los algoritmos.

OpenAI fue fundada en 2015 por su actual CEO, Sam Altman, por Elon Musk y otros expertos de tecnología, con la misión de “asegurar que la Inteligencia Artificial General se desarrolle de forma segura y esté al servicio de toda la humanidad”. Hoy, una década después, los modelos y desarrollos casi diarios que presenta OpenAI dejan muchas dudas sobre los verdaderos intereses de la compañía.

De regreso con sus creadores, Elon Musk se retiró de la junta directiva en 2018 para “evitar interferencias con los desarrollos de IA que se estaban realizando en Tesla, especialmente en el campo de la conducción autónoma”, decía el reporte oficial.

Sin embargo, informes posteriores indican que Musk habría propuesto tomar control de OpenAI y convertirla en una entidad más agresiva y competitiva, algo que no fue bien recibido por el resto del equipo fundador, y al no lograr alinear su visión con la del resto de la organización, optó por apartarse. 

Pero con el tiempo, la escalada de la IA casi le daría la razón.

Los costos de entrenamiento de modelos cada vez más grandes y la competencia obligaron a OpenAI a hacer una reestructuración en 2019, cuando se creó una entidad “con fines de lucro limitados” para atraer capital privado. Una decisión efectiva, ya que Microsoft invirtió más de 13 mil millones de dólares e integró los modelos de OpenAI en productos como Azure, Bing y Microsoft 365.

Puede decirse que ese fue el momento clave para convertir a OpenAI en una infraestructura cognitiva de propósito general, con aplicaciones directas en educación, medios, salud, defensa y más.

ChatGPT, la joya de la corona

Aunque OpenAI venía haciendo un muy buen trabajo para incorporar sus soluciones en el ecosistema Microsoft, la compañía llegó a la cima en noviembre de 2022, cuando lanzó públicamente ChatGPT, una interfaz conversacional (chatbot) basada en su modelo GPT-3.5 que en sólo cinco días superó el millón de usuarios, y en menos de dos meses alcanzó los 100 millones, convirtiéndose en la aplicación de más rápido crecimiento en la historia digital.

Este fenómeno no sólo capturó la atención de desarrolladores y tecnólogos, sino que impactó directamente a medios, educadores, empresas y gobiernos. Por primera vez, millones de personas experimentaron el poder de un modelo de lenguaje capaz de responder preguntas, redactar textos complejos, traducir, programar e incluso generar ideas creativas.

ChatGPT catalizó una nueva ola de inversión, regulaciones emergentes y discusiones filosóficas sobre la relación entre humanos y máquinas, consolidando a OpenAI como un referente indiscutible en la feroz carrera global por dominar la IA.

El chatbot se convirtió en el rostro público de la IA moderna. Su adopción masiva redefinió lo que los usuarios esperan de una herramienta digital con Inteligencia Artificial que dejó de ser la ejecución de comandos, para convertirse en una herramienta que permite establecer diálogos fluidos, contextuales y creativos con una máquina.

ChatGPT pasó de una versión gratuita a un modelo de suscripción con capacidades como generación de imágenes y análisis de textos y datos, marcó una nueva etapa en el uso de la IA y se convirtió en una plataforma cotidiana integrada en sistemas empresariales, universidades y utilizada por profesionales de todos los sectores, mientras que la ciudadanía en general la utiliza como un sustituto de buscadores tradicionales, y las generaciones más jóvenes como un asesor de vida.

Luego de que ChatGPT le diera la vuelta al mundo, Elon Musk regresó a la historia y en 2024 criticó a OpenAI por “haberse desviado de sus principios fundacionales al volverse una empresa con fines de lucro estrechamente ligada a Microsoft”, por lo cual presentó una demanda que aún sigue en curso. 

Musk también presentó una oferta para comprar OpenAI en febrero de 2025, que por supuesto fue rechazada por Altman.

Y en mayo de este año, la junta directiva de OpenAI regresó a su modelo sin fines de lucro, el cual mantendrá el control sobre su organización con fines de lucro.

Los cambios estructurales y la necesidad de Musk por regresar a la historia parecen un par de intentos por reforzar la legitimidad ética de la empresa. Pero esa misma expansión, impulsada por el éxito sin precedentes de ChatGPT, ha llevado a OpenAI a acelerar el desarrollo de nuevos productos y capacidades que están generando creciente escrutinio a nivel global.

Del chatbot inofensivo al posible control algorítmico 

Es claro que ChatGPT fue sólo el primer paso de una serie de productos que empiezan a preocupar a expertos y autoridades.

Con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, en enero de 2025, las capacidades de OpenAI se potenciaron. En su primer día en la Casa Blanca, el presidente revocó una Orden Ejecutiva firmada por Joe Biden en 2023, con la que se buscaba impulsar el desarrollo y usos seguros y fiables de la IA. Dicha orden exigía pruebas de seguridad rigurosas y transparencia por parte de los desarrolladores de esta tecnología.

Así, OpenAI entendió que sus capacidades irían más allá de Sillicon Valley. En abril, la compañía presentó su plan para la Unión Europea (UE) como un “blueprint económico”, en el que propone multiplicar por tres la infraestructura de cómputo en el continente, establecer Centros de Datos regionales y crear un fondo de mil millones de euros para acelerar proyectos de IA con impacto social o económico. Esta estrategia, que en la superficie busca fomentar la competitividad europea, también puede leerse como un intento de moldear las condiciones del mercado y adelantarse a futuras restricciones de la Ley de Inteligencia Artificial (AI Act), el ambicioso marco regulatorio que la UE impulsa.

Pero la fase internacional de OpenAI no se detiene. La compañía lanzó el programa “OpenAI for Countries”, que pretende construir relaciones formales con gobiernos de todo el mundo para apoyar el desarrollo responsable de la IA en cada país. Este esquema podría permitirle a OpenAI influir directamente en políticas públicas, fomentar la adopción de sus productos y consolidarse como socio estratégico en la formulación de agendas nacionales de IA.

Con oficinas locales y acuerdos bilaterales para transferencia de conocimiento y acceso preferencial a tecnología, el programa OpenAI for Countries podría convertirse en el vehículo con el que una empresa privada establezca las reglas del juego en países que aún están definiendo su futuro digital, y en este caso OpenAI empezaría a operar con una lógica casi-estatal. Al respecto, es importante considerar la delgada frontera entre colaboración y captura institucional que resulta un tanto difusa y que podría considerarse una especie de “neocolonialismo digital”.

Por otro lado, Sam Altman respalda a Oklo, una startup de energía nuclear que planea desarrollar pequeños reactores modulares (SMRs) para abastecer de energía limpia y constante las instalaciones de OpenAI, y además ha establecido una colaboración con los Laboratorios Nacionales de Estados Unidos para la seguridad nuclear, que incluyen la integración de modelos de IA de OpenAI en investigaciones de seguridad nacional.

Si bien estas dos estrategias (invertir en generación propia de energía y colaborar con instituciones gubernamentales en seguridad nuclear) pueden ofrecer beneficios significativos, también plantean interrogantes sobre la concentración de poder y la necesidad de una supervisión adecuada en el uso de tecnologías avanzadas en ámbitos críticos. Una supervisión que prácticamente ya no existe con la revocación de la Orden Ejecutiva de 2023.

El liderazgo de OpenAI es indiscutible, pero no sólo se mide en su capacidad de cómputo, talento en IA y control sobre modelos fundacionales, sino también en su capacidad de definir estándares éticos, marcos de gobernanza y narrativas claras sobre lo que significa “de forma segura y al servicio de toda la humanidad”, como la que promulgan.

Al convertirse en el referente que es y ampliando sus facultades como lo ha venido haciendo, OpenAI también asume el riesgo de convertirse en juez y parte de un ecosistema donde las reglas aún se están escribiendo y que no todos escriben por igual.


    Analista especializada en Colombia y Ecuador y reportera principal en temas de Inteligencia Artificial.

    Especializada en temas de derechos humanos y de género en entornos digitales, política pública y regulación TIC, con enfoque ético, violencia digital, espectro, redes 5G, IoT, chips e Identidad digital. También sigue la agenda TIC de Venezuela y Panamá.

    REINO UNIDO: las universidades no quieren ni pueden pagar los paquetes de revistas de las 5 grandes... una de las soluciones es la vía Diamante

    Publicado en THE Times Higher Education https://www.timeshighereducation.com/news/new-offers-big-five-still-too-costly-uk-universities?utm_s...