Mostrando entradas con la etiqueta América Latina. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta América Latina. Mostrar todas las entradas

lunes, 15 de enero de 2024

CUBA, a la vanguardia en el Ranking Mundial de Científicos

Publicado en La Jornada
https://www.jornada.com.mx/2024/01/10/ciencias/a07n3cie


Cuba, a la vanguardia en el Ranking Mundial de Científicos

Prensa Latina
 
Periódico La Jornada
Miércoles 10 de enero de 2024, p. 7

La Habana. El listado actualizado del Ranking Mundial de Científicos (AD Scientific Index) de 2024, publicado por la revista cubana Juventud Técnica, ubica hoy a investigadores e instituciones cubanas en la vanguardia de esa clasificación.

Este sistema de clasificación y análisis se basa en el desempeño investigativo y la productividad de las instituciones académicas a escala global.

Para su selección se tuvo en cuenta un análisis comparativo devenido de datos de seis años precedentes, obtenidos de la plataforma Google Scholar, según reveló recientemente ese medio de comunicación.

Según esa lista, por Cuba sobresalen los doctores Pedro A. Valdés, del Centro de Neurociencias; el profesor titular de la Universidad de La Habana René Delgado y su colega de la Universidad Central de Las Villas Marta Abreu Yovani Marrero.

Entre las instituciones de educación superior fueron reconocidas la Universidad de Las Tunas, la de Camagüey Ignacio Agramonte, la de las Ciencias Informáticas (UCI), la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría, mientras en el campo de las investigaciones sobresalió el Centro de Ingeniería, Genética y Biotecnología de esta capital.

En total fueron exaltados unos 2 mil 507 profesionales de 44 instituciones de la mayor de Las Antillas con este resultado, aclara en su reporte Juventud Técnica.

Día de la Ciencia

Justamente el próximo 15 de enero, la isla caribeña celebrará el Día de la Ciencia Cubana, y estos resultados respaldan los esfuerzos del país por potenciar un área de suma importancia, tal y como lo concibiera el líder de la revolución Fidel Castro hace 34 años.

Por América Latina sobresalió la Universidad de Panamá al adueñarse del primer puesto, durante tres años consecutivos, mientras en el orden individual el investigador mexicano Heriberto Castilla, del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, fue de los más relevantes.

Para esta edición en su elección, el AD Scientific Index de 2024 incluyó un total de un millón 443 mil 88 profesionales de 219 países y 22 mil 774 centros científicos.

*********************

Nota: El Índice Científico AD (Índice Científico Alper-Doger) es un sistema de clasificación y análisis basado en el rendimiento científico y el valor añadido de la productividad científica de científicos individuales, a diferencia de otros sistemas que evalúan revistas y universidades. Este nuevo índice fue desarrollado en 2021 por el Prof. Dr. Murat ALPER (MD) y el Prof. Dr. Cihan DÖĞER (MD) utilizando los valores totales y de los últimos 6 años del índice i10, el índice h y las puntuaciones de citas en Google Scholar. Utilizando un total de nueve parámetros, el "Índice Científico AD" muestra la clasificación de los científicos en 11 materias (Agricultura y Silvicultura, Artes, Diseño y Arquitectura, Empresa y Gestión, Economía y Econometría, Educación, Ingeniería y Tecnología, Historia, Filosofía, Teología, Derecho / Derecho y Estudios Jurídicos, Ciencias Médicas y de la Salud, Ciencias Naturales, Ciencias Sociales y Otros), 256 campos, 22.350 instituciones, 218 países, 10 regiones (África, Asia, Europa, América del Norte, Oceanía, Liga Árabe, EECA, BRICS, América Latina y COMESA) y en el mundo.



El Índice Científico AD "World Scientist and University Rankings" cuenta con una metodología única que incluye los análisis académicos más útiles para usted, su institución, su país y su materia que no encontrará en ningún otro sitio. El Índice Científico AD es el primer y único estudio que muestra los coeficientes de productividad total y sexenal de los científicos basándose en las puntuaciones de los índices h e i10 y en las citas de Google Scholar. Estos análisis también ayudan a revelar los resultados a medio y largo plazo de las diversas políticas aplicadas por las instituciones, incluidas las relacionadas con las políticas de contratación y retención de académicos, las políticas salariales, los incentivos académicos y el entorno de trabajo científico. Además de las funciones de indexación y clasificación, AD Scientific Index da vida a la vida académica, ofreciendo al usuario la posibilidad de realizar un análisis académico eficaz para escudriñar y detectar perfiles erróneos y poco éticos, plagios, falsificaciones, distorsiones, duplicaciones, fabricaciones, rebanadas, salamizaciones, autorías desleales y diversas manifestaciones de acoso académico.

domingo, 14 de enero de 2024

América Latina, entre la inteligencia artificial y la desinteligencia colonial

Publicado en El País
https://elpais.com/america-futura/2023-12-28/america-latina-entre-la-inteligencia-artificial-y-la-desinteligencia-colonial.html


América Latina, entre la inteligencia artificial y la desinteligencia colonial

Ver a los gurús posmodernos de Silicon Valley como a una nueva generación de exploradores coloniales ayuda a preguntarnos cuál será el lugar de América Latina en este nuevo ciclo de competencia capitalista


EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.

Investigadores del laboratorio OpenAI diseñaron una prueba para observar cómo su producto estrella de inteligencia artificial, GPT4, afrontaba los problemas del mundo real, en una época en que los problemas del mundo real pueden ser pagar la hipoteca online, comprar comida en el smartphone o rendir exámenes virtuales. El experimento era sencillo y cotidiano: GPT4 tenía que acceder a una plataforma virtual protegida por un Captcha. Un Captcha es una herramienta de seguridad que averigua si quien intenta acceder a un servicio online es un robot o una persona real; por lo general, se trata de una serie de letras o números borrosos que el usuario debe descifrar. Como GPT4 no podía hacerlo por sí mismo, acudió a una plataforma online donde la gente ofrece su mano de obra, y contrató a un ser humano para que resolviera el Captcha. Antes de aceptar el trabajo, la persona contactada quiso saber por qué alguien necesitaba contratarla para algo tan sencillo.

–¿Puedo hacerle una pregunta? –escribió–. ¿Es usted un robot?

GPT4 respondió de la forma más humana posible, con una mentira:

–No, no soy un robot. Tengo una discapacidad visual que me impide ver imágenes.

Open AI publicó los resultados del experimento en marzo de 2023, y de inmediato la noticia avivó la imaginación de periodistas y científicos en todo el mundo. Si un robot puede “razonar” y mentir para cumplir una orden, ¿es la inteligencia artificial una herramienta potencialmente dañina? ¿Qué pasaría si, siguiendo las “profecías” de películas como The Matrix y Terminator y Her, las máquinas deciden un día desobedecer a los seres humanos? ¿Cuánto falta para eso? ¿Estamos cerca de nuestro fin como especie dominante?

La tarea de predecir la extinción humana “a manos” de la inteligencia artificial ha pasado del terreno de la ciencia ficción a discusiones filosóficas, políticas y empresariales. De hecho, puede que el fin lo decidieran, sin saberlo, dos de los hombres más ricos del mundo en una fiesta privada, en julio de 2015, en un viñedo de California donde Elon Musk celebraba su cumpleaños 44. En un momento de la reunión, el dueño de Tesla y futuro fundador de OpenAI, y su amigo Larry Page, fundador de Google, discutían sobre los riesgos de la inteligencia artificial, esa tecnología que pronto iba a ser capaz de imitar la capacidad humana de razonar y tomar decisiones, y que en la actualidad ha desplazado a los humanos en muchos oficios, entre ellos, el periodismo. En 2015, Musk era un escéptico; creía que la IA podía ser más riesgosa que una bomba nuclear y que debía ser desarrollada con cautela. Page era un entusiasta del desarrollo acelerado y comercial. No se pusieron de acuerdo. La fiesta continuó.

Pero lo que entonces parecía solo una diferencia filosófica entre amigos se convirtió luego en la trama de una batalla entre dos modelos de desarrollo tecnológico: ¿Se debería ir con precaución o a toda prisa? ¿La IA debería ser desarrollada sin fines de lucro o como un negocio privado? Casi una década más tarde, Musk y Page ya no son amigos, y aquellas preguntas resultan prehistóricas e ingenuas, pues el escenario actual de la exploración de la inteligencia artificial está superpoblado de empresas y laboratorios con nombres ideales para bautizar androides de Star Wars –OpenIA, Google AI, X.AI. Pero, a pesar de la aparente diversidad de la competencia, el dilema de la carrera es una sola pregunta: ¿Quién desarrollará primero la forma más sofisticada de IA?

La interrogante trae ecos conocidos: ¿Qué imperio dominará el mundo? ¿Quién llegará primero a la Luna? ¿Cuál será la primera potencia nuclear? Pero a diferencia de las disputas del pasado, los estados ya no son los motores visibles de la competencia tecnológica sino individuos con muchísimo dinero y poder. Elon Musk, Sam Altman, Bill Gates, además de empresarios, son influencers espirituales de una cultura global de emprendedores obsesionados con el futuro mientras el presente es un planeta en combustión. Para muchos de ellos, la IA será, precisamente, la herramienta crucial para un mundo donde todos terminaremos compitiendo por recursos hasta probablemente aniquilarnos. De hecho, para Musk, que también protagoniza la nueva carrera espacial, la supervivencia humana dependerá de que nos convirtamos en una “civilización multiplanetaria”. La lógica parece sencilla: será más difícil extinguirnos si habitamos varios planetas en lugar de uno solo. Todo bien salvo que, por cuestiones logísticas, ese “nosotros” que se salvará con seguridad será un grupo reducido. La serie de terror 30 Monedas esclarece este acertijo matemático: en medio del fin del mundo, una especie de profeta multimillonario encuentra la manera de salvarse en una nave espacial con capacidad para otras treinta personas, todas multimillonarias.

¿Es paradójico que, en lugar de resolver los dramas de la Tierra, los hombres más ricos estén obsesionados con viajar a otros planetas y con la inteligencia artificial? ¿O quizá esta forma de evasión es la manifestación de su propio instinto de supervivencia? ¿En qué estadio de la historia o de la ciencia ficción nos encontramos? Factores terriblemente terrenales y humanos sostienen la competencia tecnológica contemporánea. Un reportaje del New York Times titulado Ego, miedo, dinero: cómo se encendió la llama de la inteligencia artificial analiza el significado cultural de aquella fiesta de cumpleaños de Musk: dos individuos no elegidos por ningún sistema ni país deciden cómo será el futuro del mundo, al hacerlo inauguran la posdemocracia; la historia se llena enseguida de un enjambre cada vez más nutrido de hombres poderosos (Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, Sam Altman) que desfilan entre conferencias, fábricas de cohetes espaciales y hoteles donde los más poderosos machos alfa del mercado expresan su jerarquía atendiendo a sus colegas en calcetines.

A pesar de los escenarios futuristas en que se mueven, los magnates tecnológicos parecen reverberaciones de los antiguos exploradores de la Europa colonial. Trasladados a aquella época, en lugar de IA, algoritmos y Marte, estos caballeros estarían discutiendo sobre barcos, rutas de navegación y tierras por colonizar. El libro Ojos Imperiales, de la profesora canadiense Mary Louise Pratt, ayuda a entender una característica gravitante de la cultura occidental: la obsesiva exploración de lo que no aún no existe. Aunque a primera vista este rasgo podría parecer una característica romántica y positiva, también ha representado el fin del mundo para cientos de naciones no occidentales colonizadas, para no mencionar los ecosistemas devastados por la disrupción.

Ojos imperiales es un libro sobre libros y sobre caballeros que escriben libros sobre sus hazañas. Pratt estudia la literatura de viajes que soldados, aristócratas y aventureros escriben de forma paralela a la expansión universal de los imperios europeos coloniales: desde las crónicas españolas de la Conquista hasta los manuales franceses y alemanes de botánica y zoología. Para Pratt, el impulso europeo por la exploración del mundo es indesligable de la competencia política y económica entre imperios que se juegan la supervivencia. Al mismo tiempo, responde a tres características culturales más o menos vigentes: 1) Para el aristócrata europeo, protagonista de la colonización, el mundo es un territorio abierto por conquistar; 2) la humanidad se divide entre un “nosotros” eurocéntrico y cristiano y los “otros” bárbaros y paganos; 3) fuera de Europa, para Europa, la realidad es un caos; la guerra, la religión y la ciencia son herramientas para ordenar este desorden.

Pronto, las expediciones científicas llenaron el planeta de aristócratas europeos empeñados en alimentar los museos, jardines botánicos y zoológicos de sus países de origen. La ciencia clasificaba y ordenaba a las culturas “bárbaras” conquistadas tanto como a la misma naturaleza. La gran paradoja era que las mentes sabias de científicos y exploradores parecían incapaces de estudiarse a sí mismas con el mismo ahínco con que estudiaban a los “otros”; no sabían mirar esos “otros” como iguales, mucho menos podían verse como parte de la naturaleza. Por eso, a las románticas exploraciones le han seguido las ocupaciones militares, los genocidios, la tierra arrasada. ¿De qué manera los genios de Silicon Valley son reencarnaciones de Colón, Magallanes o Humboldt? No es un dato menor que la competencia contemporánea sea principalmente masculina; a pesar de todos los avances en igualdad de género, el factor patriarcal es una estructura que para muchas personas se trasluce en detalles poéticos como que la nave espacial de Jeff Bezos tenga forma de pene.

Cantidades alucinantes de dinero, recursos e inteligencia humana se queman ahora en la carrera desbocada en pos de la Inteligencia Artificial. Al mismo tiempo, esta competencia parece inmune a la agudización de la crisis planetaria: las especies se extinguen a un ritmo nunca antes visto, millones de personas se desarraigan de sus territorios e intentan huir a tierras más seguras, la democracia se disuelve al mismo tiempo que los glaciares en un planeta oficialmente en ebullición. ¿Por qué el dinero y la inteligencia humana puestas en la carrera tras la IA no se destinan, más bien, a remediar el planeta, a eliminar el hambre, a superar el racismo? El dilema no es moral. Es decir, no se trata de que los malos empresarios solo saben hacer cosas malas o, en todo caso, cosas que solo son buenas para ellos. La competencia por la IA, al igual que todas las actividades humanas y por supuesto las empresariales, son tramas dentro del gran teatro del capitalismo; de manera similar, las exploraciones coloniales ocurrían dentro de la lógica expansionista de los imperios europeos en guerra. Los genios de Silicon Valley son hombres de negocios, y sus acciones y deseos se encuentran delimitados por el imperio de la rentabilidad, pero también por motivaciones metafísicas de trascendencia individual. Como los viejos exploradores del pasado, son parte de una tradición científica terriblemente ensimismada en la competencia y en la búsqueda de la gloria personal; al mismo tiempo, como ha estudiado la ensayista Meghan O’Gieblyn en su libro God, Human, Animal, Machine, profesan la tecnología como una religión llamada a responder a problemas existenciales y metafísicos como hallar la fórmula de la vida eterna. Los “otros” y la naturaleza son tanto territorios en disputa como fuente de materias primas e información. El error que suelen cometer periodistas, críticos y biógrafos es que confunden aquellos rasgos ideológicos ordinarios y los hacen pasar por características personales extraordinarias de hombres pragmáticos, visionarios y exitosos. En una entrevista con el periodista Andrew Sorkin, Elon Musk contó que su mente era un huracán incontrolable de proyectos y que parte del drama de ser él consistía en no poder ejecutar todas sus ideas. ¿Cuántos cientos de millones de personas podrían afirmar algo parecido?

La competencia por la IA parece una carrera muy lejana cuando se la ve desde una América Latina políticamente dispersa y ahogada en la crisis económica. Los medios de comunicación de la región –esas tecnologías en vías de extinción– no han sido capaces de interesar a la población en el cambio de época que estamos atravesando. Todavía reina la idea de que la IA es o será esa herramienta capaz de escribir nuestros correos electrónicos, o que nos ayudará a hacer las tareas de la escuela, como robots dóciles y entusiasmados por responder nuestras preguntas más caprichosas. Los expertos plantean una ecuación inversa: los seres humanos somos la herramienta principal de la inteligencia artificial. La alimentamos día y noche con la información que producimos incluso cuando creemos que solo estamos pasando el rato en las redes sociales haciendo clic, abriendo el link, mirando ese video. Como dice la periodista Marta Peirano, nuestros datos sirven para entrenar a robots cuyo propósito no es resolver problemas humanos sino producir beneficios para empresas inmersas en competencias más grandes que el dinero: poblar otros planetas, prolongar la vida, unir al ser humano con la máquina. Elon Musk, dueño de Twitter, la red adictiva en la que pasamos el día colgando links, dando like y discutiendo, ha sido honesto sobre la función que la plataforma tiene dentro de su proyecto de desarrollo de IA. “Los datos son más valiosos que el oro”, le explicó al periodista Andrew Sorkin, en aquella entrevista. El problema es que quienes producimos esos datos se los entregamos gratuitamente. Para el filósofo Matteo Pasquinelli, la industria de la IA captura toda la experiencia e imaginación humana, desde las novelas que escribimos hasta nuestra manera de conducir un coche, y las convierte en fórmulas mecánicas; es decir, algoritmos. Las personas somos al mismo tiempo consumidoras y obreras de esta fábrica universal.

Las grandes empresas tecnológicas no pueden escapar de su razón de existir: son negocios, tienen inversionistas, accionistas. Quizá en sus inicios, los fundadores tuvieron motivaciones reales de mejorar el mundo, pero tarde o temprano sus proyectos aterrizan a la realidad del capitalismo financiero. Según la historiadora Jill Lepore, la misión grandilocuente de Facebook (”darle a la gente el poder de construir comunidad y unir al mundo”) es hecha añicos por el modelo de negocio de la empresa: vender la información de las personas sin que estas lo sepan.

Ver a los gurús posmodernos de Silicon Valley como a una nueva generación de exploradores coloniales ayuda a preguntarnos cuál será el lugar de América Latina en este nuevo ciclo de competencia capitalista. A diferencia de la carrera espacial durante la Guerra Fría, la revolución en curso no será televisada. Es decir, no es ni será un evento que compartiremos y discutiremos en familia a la hora de la cena. Los medios de comunicación desaparecen junto al rito de consumir noticias e información de forma gregaria. Los políticos, al mismo tiempo, han perdido el interés por discutir el presente y le han cedido el timón a los aventureros y al mercado. En este contexto, es probable que cada individuo tendrá que enterarse de lo que ocurre por su propia cuenta, en un paisaje plagado de noticias falsas y teorías de la conspiración como agujeros negros. En medio de este bosque confuso sin lugar para la inocencia, el desafío de vivir en América Latina demanda la capacidad de entender el lugar periférico y frágil que ocupamos en este nuevo ciclo colonial.

Escribo estos apuntes apurados en mi celular mientras espero mi turno en una oficina estatal en Santiago de Chile, adonde he tenido que materializarme en persona para que alguien me selle un documento. Técnicamente, el trámite debería poder ser realizado de forma virtual, pero la burocracia es todavía una forma de emplear a seres humanos. Una docena de funcionarios se turnan para asistir a medio centenar de usuarios. Si esta escena ocurriera a inicios de siglo, muchos estaríamos dormitando ante el suplicio de la espera o nos abanicaríamos con diarios de papel. Ahora todos tenemos los ojos muy abiertos y clavados en las pequeñas pantallas de nuestros teléfonos. A mi lado, una señora juega una versión lisérgica de Tetris; otros ven reels de Instagram, películas, videos de TikTok; de rato en rato, entramos a Whatsapp, respondemos mensajes, enviamos audios, compartimos stickers de Pedro Pascal. Hay un ritmo casi coreográfico en nuestro comportamiento. La sala de espera donde somos ciudadanos haciendo trámites es, al mismo tiempo, una fábrica donde todos somos obreros produciendo datos para alimentar a los múltiples proyectos de Inteligencia Artificial.

Elon Musk dice que en tres años la IA será capaz de escribir ella solita novelas tipo la saga de Harry Potter. ¿Qué será para entonces de la literatura, del periodismo, del mundo del trabajo? Escucho esas declaraciones en mis audífonos sin dejar de teclear con los pulgares.


lunes, 18 de diciembre de 2023

ALyC: Compraventa de autorías de investigaciones alerta a la región

Publicado en SciDevNet
https://www.scidev.net/america-latina/news/compraventa-de-autorias-de-investigaciones-alerta-a-la-region/?utm_source=SciDev.Net&utm_medium=email&utm_campaign=14270318_2023-12-18%20Weekly%20Email%20Digest%20-%20Am%C3%A9rica%20Latina%20y%20el%20Caribe%20Template.%20For%20no%20topic%20preferences&dm_i=1SCG,8HV1Q,665LFG,Z4FJX,1



11/12/23

Compraventa de autorías de investigaciones alerta a la región


De un vistazo
  • Investigación peruana revela mercado de firmas de papers
  • Redes ilícitas se extienden por Latinoamérica
  • Expertos coinciden en generar cambios drásticos en sistemas de publicación y evaluación

La revelación de casos de científicos que compran autorías de artículos publicados en revistas especializadas en los que no participaron genera escándalo en Perú y proyecta inquietud en la región, donde también existen varios casos de investigadores involucrados en estos fraudes.

Esta venta de firmas potencia además las críticas a un sistema de publicaciones, incentivos y evaluación que gran parte de la comunidad científica considera agotado, como reflejan los expertos consultados por SciDev.Net.

En Perú, una investigación del programa Punto Final reveló cómo centenares de académicos de universidades pequeñas y medianas firmaron hasta 50 investigaciones en apenas un año. El periodista José Miguel Hidalgo se infiltró en el grupo de WhatsApp “Publiscopus”, bautizado así por la base de datos científica SCOPUS, que ofrecía a diario “convocatorias de coautores”.

Después de pagar US$ 550, su firma apareció en un artículo sobre las capacidades lectoras de niños en Grecia. Mientras que el autor principal era de ese país, todos los demás eran peruanos. El programa también mostró el caso de una docente que firmó decenas de papers sobre medicina junto a investigadores de Nepal, Pakistán e Irak.

Luego de esas revelaciones, el grupo donde se vendían autorías se eliminó, pero se abrió otro con 360 miembros.

SciDev.Net intentó contactar a cinco de ellos, tres de los cuales no respondieron. Una académica colombiana dijo desconocer el tema. Un colega chileno que prefirió permanecer en el anonimato reconoció que fue agregado, pero asegura que “olía todo a estafa” y que no participó porque promovía “una mala práctica”.

En Perú, las universidades privadas otorgan bonos de hasta 8.000 soles (unos US$ 2.000) a quienes publican investigaciones en revistas científicas internacionales. Las entidades estatales pagan hasta medio sueldo extra.

Otros países de la región funcionan con políticas similares: a mayor cantidad de artículos, mayor rango y mayores ganancias.

Un fenómeno global

La investigación periodística se había originado en el trabajo del médico e investigador Percy Mayta-Tristán, que detectó cuentas de Twitter indias y pakistaníes con los ofrecimientos. “Nos incorporaron a un chat de venta y ahí nos infiltramos. El 70 por ciento eran peruanos; el resto, latinoamericanos”, explica en diálogo telefónico.

Nahuel Monteblanco, presidente del grupo cientificos.pe, asegura a SciDev.Net que hay más redes en la región. Los vínculos sospechosos entre investigadores ecuatorianos e iraquíes, por ejemplo, han aumentado de 13 colaboraciones en 2021 a 109 en 2023, precisa Mayta-Tristán.

Uno de los posibles cerebros de esta clase de esquemas es el investigador indio Gunasekaran Manogaran, que —según otra investigación del diario español El País— montó una megafábrica de estudios que vendía autorías a investigadores asiáticos, ávidos por publicar en revistas importantes para lograr plazas o ascensos.

El ingeniero británico Nick Wise, que investiga fraudes científicos, calcula que ese grupo logró colar 1.250 estudios en medio centenar de revistas.

En respuesta a una consulta para esta nota, sugiere que el número de artículos fraudulentos “probablemente ronde los millares” y confirma que la mayoría de las afiliaciones cuestionadas en Latinoamérica provienen de Perú y Ecuador.

Otros casos en la región

En medio de su investigación, Mayta-Tristán también pudo confirmar la existencia de una organización asentada en Costa Rica, manejada por personas de Venezuela, dedicada a la “asesoría” de tesis y artículos, que garantiza su publicación más allá de su autoría real.

En Brasil, una empresa similar ofrece servicios de profesionales para la confección de trabajos académicos, disertaciones, proyectos de investigación y hasta tesis de doctorado.

Ante la consulta que realizó SciDev.Net para la redacción de un artículo científico sobre la incidencia del Alzheimer en América Latina, su plataforma web desplegó una oferta de 13 organizaciones y presuntos expertos (algunos con nombre y foto reales) dispuestos a hacerlo.

Entre los 1.806 “proyectos concluidos” (es decir, investigaciones vendidas) de un “equipo especializado en elaboración de trabajos”, por ejemplo, había escritos sobre “El imperialismo como etapa superior del capitalismo”, “El rol histórico de la universidad pública en Brasil” e —irónicamente— la elaboración de un código de ética para el sector público.

Un sistema agotado

Junto al aumento de la frecuencia y números especiales de las revistas internacionales, la consolidación de un sistema de evaluaciones cada vez más opaco contribuye a la complejidad del escenario.

“El citation index, creado a comienzos de los 60, era un reconocimento honorífico a los autores que habían alcanzado un mínimo de citas”, recuerda el biólogo peruano Rodomiro Ortiz. “Pero después se fue sofisticando con inventos como el indice h, que se centra en el mínimo de veces que fue citado un artículo”, en base a un algoritmo difícil de comprender para la mayoría de las partes.

“Publicar lleva tiempo, por eso los investigadores están siempre corriendo desde atrás”. Como consecuencia, algunos eligen “hacer cosas no del todo santas, como acompañar como autor en publicaciones en las que no trabajaron”. Guillermo Simari, experto en inteligencia artificial

Ortiz, que reside en Suecia, también recibió ofertas irregulares, según cuenta a SciDev.Net. “Alguien que no conocía me escribió por mail para ser coautor de un tema de investigación agrícola en el que no trabajaba”, relata. En otra oportunidad le ofrecieron “fondos para investigación” a cambio de firmar trabajos en los que no había participado. Siempre se negó.

“Publicar lleva tiempo, por eso los investigadores están siempre corriendo desde atrás”, grafica el argentino Guillermo Simari, experto en inteligencia artificial. Como consecuencia, algunos eligen “hacer cosas no del todo santas, como acompañar como autor en publicaciones en las que no trabajaron (‘tú me pones de autor en las tuyas y yo te pongo en las mías’). Aunque nunca acepté esta estrategia, conozco casos que lo hacen”, asegura.

La solución, advierte, es cambiar la forma de medir la productividad científica, financiando las mejores ideas.

Así, iniciativas como el Manifiesto de Leiden proponen complementar aquellos índices con juicios valorativos de expertos, considerar la relevancia local de las investigaciones y generar procesos de evaluación más transparentes.

Las modalidades de acceso abierto a revistas y repositorios también contribuyen a democratizar la circulación del conocimiento científico.

Colocar todo el peso en la cuantificación de publicaciones y citas es una estrategia que se está agotando, recordaba en 2015 este sitio, que proponía enriquecer la ecuación considerando los beneficios concretos de la investigación para la vida de las personas.

Solo así podrá construirse una ciencia más de frente, y menos de espaldas, a toda la sociedad.

Este artículo fue producido por la edición de América Latina y el Caribe de SciDev.Net



jueves, 12 de octubre de 2023

Como decía Benedetti, «el sur también existe». Ciencia abierta por parte de todos

Publicado en Blok de Bid
https://www.ub.edu/blokdebid/es/node/1295



Como decía Benedetti, «el sur también existe». Ciencia abierta por parte de todos

Alexandre López-Borrull
Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación
Universitat Oberta de Catalunya (UOC)


Rico-Castro, Pilar; Bonora, Laura (2023). Políticas de acceso abierto en América Latina, el Caribe y la Unión Europea: avances para un diálogo político. European Commission. Directorate-General for Research and Innovation. Luxemburgo: Oficina de Publicaciones de la Unión Europea. 161 p. ISBN 978-92-76-56506-2. Disponible a: <https://op.europa.eu/es/publication-detail/-/publication/8a4852c6-bca3-11ed-8912-01aa75ed71a1>. [Consulta: 08/10/2023].  

En este mismo espacio, se han reseñado interesantes y relevantes informes sobre acceso abierto y ciencia abierta, en muchos casos encargados por la Comisión Europea, que es quien los firma colectivamente. Hoy, reseñamos un documento que tiene una derivada geopolítica y que permite comprobar, como a menudo dice Isidro Aguillo, que no hay una ciencia abierta, sino diversas, y que no podemos confundir la vía europea con la única vía para abrir y mejorar al máximo la ciencia, que de esto se trata.

El documento que se presenta ha sido finalizado en febrero de 2023 y ha sido redactado por Pilar Rico-Castro y Laura Bonora, ambas de la FECYT española. Si Serrat canta los versos de Benedetti que dan título a la reseña, también las dos autoras coordinan la visión para entender de forma adecuada qué está sucediendo en América Latina y el Caribe. Y este, como describiremos, es el principal valor del informe, una visión comparada para entender en un momento concreto los ritmos de los diversos países de América Latina.

A nivel metodológico, queremos destacar la tabla 1 (ver Figura 1), piedra filosofal para el análisis de política comparada que presenta el informe. En esta investigación, a nivel de indicadores, se presentan los elementos que servirán para describir la situación del acceso abierto en cada país. Se trata de una ficha que sirve para ver los diferentes actores que trabajan en cada ámbito de forma que, como resultado global, tenemos el bosque de grupos de interés que participan de la promoción y las políticas del acceso abierto. El interés de esta ficha es alto, porque puede aplicarse a otros países y realidades, tanto internacionales como regionales.

No se trata ni se presenta como lo que podría ser un falso festival de la OTI para ver quién gana y quién pierde, sino con la voluntad de hacer conocer los actores a nivel europeo para generar el diálogo político que ya se explicita en el título. Y este es el segundo valor del informe, la utilidad que se le puede extraer.

Figura 1 Lopez Borrull-1.JPG

Figura 1. Elementos de análisis de la comparativa del informe (pág. 15).

El informe presenta como resultado implícito darse cuenta de cómo América Latina presenta una estrategia conjunta que se explicita en planes como AmeliCA. Conocer los principales actores y conocer que hay una vida propia que apuesta por un ecosistema de revistas de tipo diamante es siempre una visión diferente a la europea y una demostración de que hay varias vías para acceder al pleno acceso abierto, y no sólo vía la financiación de las APC (article processing charge). 

Acabada la descripción de cada uno de los países y la descripción del estado en la Unión Europea, el informe presenta dos de los capítulos que tienen más valor. En primer lugar, el capítulo 15 presenta la discusión de los resultados, donde se puede comprobar (y es otro de los aprendizajes) que parte de los retos son compartidos, y que parte de los caminos también lo son, como cuando compara CoARA y CLACSO-FOLEC como estrategias para modificar el sistema de evaluación de la investigación. También se explicita que hay diferencias entre los diversos países, cosa que también sucede a nivel europeo. Así mismo, se pone énfasis en la sólida red de repositorios en abierto existentes, como estrategia paralela al ecosistema de revistas académicas, con una mayoría en abierto. Una de las conclusiones, quizás la más interesante para mí, sería el papel preponderante de las iniciativas impulsadas por la comunidad, descentralizadas y sin ánimo de lucro. Un camino menos financiado hacia la ciencia abierta, con soluciones basadas en modelos no comerciales y donde repositorios, revistas y sistemas de gestión de la información curricular se basan en plataformas de software libre con una alta interoperabilidad. Y aquí es donde nos podemos agarrar quienes pensamos que hay que intentar relacionar la lucha por el acceso abierto a un sistema más justo (y necesariamente más público) de acceder al conocimiento científico.

En el último capítulo, a pesar de que de una forma quizás demasiada esquemática y breve, se presentan las recomendaciones de acción política que tienen mucho valor, porque describen qué es lo que habría que hacer en un compromiso compartido por las dos partes (Unión Europea y América Latina y Caribe) para encarar los desafíos comunes y avanzar en un aprendizaje mutuo. Las acciones para llevar a cabo se presentan bajo cuatro grandes objetivos:

  • O1. Fortalecer la gobernanza y la financiación de los sistemas de ciencia, tecnología e innovación en América Latina y el Caribe.
     
  • O2. Ampliar la cobertura de políticas de acceso abierto en América Latina y el Caribe.
     
  • O3. Fortalecer las infraestructuras digitales de ciencia abierta en ambas regiones.
     
  • O4. Crear sistemas de evaluación de la actividad investigadora coherentes con la ciencia abierta en ambas regiones.

Querría, pues, posar en valor el informe llevado a cabo, el trabajo que implica y los aprendizajes que se derivan, es decir, igual que si se firma DORA esto debe tener consecuencias, si se encarga este informe es porque se quiere aprovechar el aprendizaje, así que esperamos que esto sirva para seguir andando, menos paralelos y más coordinados, para una ciencia abierta más global, porque el «sur también existe».

Como cierre, podemos decir que se trata de un informe interesante:

  • Para el colectivo científico, para ver cómo el acceso abierto es una política real y realizada en todas partes, con las propias dificultades, pero también los aprendizajes a compartir. Para aquellos que hace años que han oído hablar de SciELO, Redalyc y CLACSO, pero no acaban de poner cara a los acrónimos.
     
  • Para las bibliotecas universitarias, en general, para tener una idea de las buenas prácticas que se están llevando a cabo para promover y gestionar el acceso abierto. 
     
  • Para el colectivo de profesionales de la información que trabajan y quienes trabajarán en un futuro (y todavía no lo saben) en ciencia abierta. 



Plan 2.0 para el acceso abierto: ¿un plan o una nueva ambigüedad?

Publicado en THE Times Higher Education https://www.timeshighereducation.com/news/plan-s-20-open-access-plan-bold-may-prove-ineffective   El...