Mostrando entradas con la etiqueta Comunicación científica. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Comunicación científica. Mostrar todas las entradas

viernes, 26 de diciembre de 2025

Neoliberalismo, burocracia y Robert Maxwell: cómo las revistas científicas primaron el negocio sobre el saber

Publicado en elDiario.es
https://www.eldiario.es/sociedad/neoliberalismo-burocracia-robert-maxwell-revistas-cientificas-primaron-negocio_1_9952229.html





Neoliberalismo, burocracia y Robert Maxwell: cómo las revistas científicas primaron el negocio sobre el saber
  • El mercado editorial, hasta entonces en manos de las sociedades científicas, sufrió un primer cambio a mediados del SXX a través de la figura de Maxwell; la llegada del neoliberalismo e internet en los 90 acabó de transformarlo                                              
19 de febrero de 2023 
Actualizado el 23/02/2023

La Ciencia no siempre fue así. Hubo un tiempo en el que los investigadores no pagaban por publicar, en el que las revistas científicas no eran un pingüe negocio y se centraban más en el conocimiento que en los ingresos. Pero una lluvia de dinero, el aumento del volumen de trabajo y por tanto de la carga administrativa y la ambición de Robert Maxwell en la Europa de la posguerra transformaron el sector.     

Hoy los científicos tienen que costearse sus propias publicaciones con fondos que en teoría son para investigar, editan el trabajo de sus colegas gratis y, en ocasiones, tienen que pagar de nuevo –personalmente, los menos, o sus instituciones– por leer el trabajo que ellos mismos generan para que otros se queden con los beneficios.  

Pero la Ciencia no siempre fue así, insiste Carlos Chaccour, investigador del ISGLOBAL. “Desde que aparecieron en el siglo XVII las primeras publicaciones científicas y la diseminación del conocimiento, estaba todo en manos de las sociedades científicas. Pero eran simplemente los científicos contándose sus historias y compartiendo hallazgos”, recuerda Chaccour.

Luego vendrían las revistas propiamente, pero el sistema se mantuvo bajo ese modelo hasta mediados del siglo XX. Entonces, en la Europa de la posguerra se juntó todo: un modelo agotado, pequeño, ineficiente e incapaz de dar una respuesta ágil en términos de publicación a la creciente producción científica, que se acumulaba en las sociedades esperando turno, una lluvia de dinero para las instituciones y la irrupción de la persona que cambiaría el mercado para siempre.

Un tipo ambicioso con muchas ideas

Achacar todo el cambio que se ha producido en un sector cualquiera a un solo hombre suele ser complicado –excepto para los Henry Ford de la vida–, y más un cambio tan grande, pero quienes conocen esta historia le ponen nombre y apellido al declive: Robert Maxwell.   

Maxwell es una figura intrigante. Checo de nacimiento y británico de adopción, murió en las Canarias en 1991 al, supuestamente, caerse de su barco y ahogarse, una versión cuestionada desde muchos frentes. Pese a que fue multimillonario, falleció sepultado en deudas y tras haber vaciado el fondo de pensiones de sus empleados. Sobre su figura han pesado también sospechas de que era agente del Mossad, el servicio secreto israelí, y tuvo una relación muy cercana con la URSS. Este editor ha pasado a los libros como un magnate de la prensa capaz de rivalizar con Rupert Murdoch –fueron enemigos de negocios y también ideológicos– y fue incluso diputado laborista británico. Entre todas estas actividades encontró tiempo para modificar por completo la estructura de publicación de ciencia y ser considerado el padre del actual sistema de revistas.

La de Maxwell es la historia de un oportunista, una persona con ambición, visión y talento que tras pelear en la II Guerra Mundial con los británicos se encontró en Berlín en 1946, con 23 años y el objetivo declarado de hacerse millonario, según recuerda este artículo de The Guardian. Allí se encontró en el sitio exacto en el momento preciso.

Tras la guerra, el Gobierno británico estaba preocupado por el paupérrimo estado en el que se encontraba el ecosistema nacional de publicaciones científicas, varios años por detrás de un cuerpo científico que incluía apellidos ilustres como Fleming o Darwin (nieto). Así que decidió relanzar la histórica editora nacional Butterworths, uniéndola con la solvente –y alemana– Springer.

Maxwell, que vivía entonces en la capital germana y había colaborado con Springer, encontró en esa fusión su oportunidad. Empezó a trabajar para la nueva empresa y acabó haciéndose con ambas editoriales. El momento fue perfecto. Llamó a la unión de ambas Pergamon Press –años más tarde se la vendería a Elsevier–, y se dispuso a cambiar el sector. El primer gran movimiento, que de hecho empezó su socio, Paul Rosbaud, fue convencer a las sociedades científicas, que históricamente habían controlado sus propias revistas, de que necesitaban más publicaciones, más especializadas, cada una en su pequeño nicho. Para ello bastaba con persuadir a la persona adecuada y, premio, ponerla al frente. El siguiente paso fue vender las suscripciones de estas revistas a las bibliotecas universitarias, boyantes de dinero en aquellos momentos. El sistema estaba montado.     

Una nueva revista por semana

Isidro F. Aguillo, responsable del laboratorio de Cibermetría del Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC, cuenta que en su momento más álgido el editor llegó a abrir una revista nueva cada semana. “Se dio cuenta del negocio que había”. En 1959, Pergamon editaba 40 publicaciones. En 1965 sumaba 150. Era la cabeza del mercado sin un rival cercano. Fue perfeccionado y ampliando el método: pasó de crear revistas a comprar las que aún editaban las sociedades, o gestionarlas a cambio de una cuota mensual.

También cambió las maneras en la ciencia. Abordaba a los científicos en las conferencias para ficharlos y que editaran o publicaran en exclusiva con él. Lo hacía de manera agresiva u ofreciéndoles lujos (fiestas, viajes en barco) a los que no estaban acostumbrados. Ganó científicos para sus revistas, pero perdió a su socio Rosbaud, que no estaba de acuerdo con sus métodos. El dinero que ponía por delante podía con todo. “Era muy impresionante”, dijo en una ocasión Leslie Iversen, antiguo editor del Journal of Neurochemistry. “Cenábamos y tomábamos un buen vino, y al final nos entregaba un cheque: unos miles de libras para la sociedad. Era más dinero del que nosotros, los pobres científicos, jamás habíamos visto”.

Una de las claves del éxito de Maxwell fue que supo ver (o crear) un hecho clave: el mercado de la publicación científica es infinito. Cuando se entiende que cada artículo es único, que da cuenta de un descubrimiento exclusivo y que no se puede reemplazar por otro, se llega a la conclusión de que crear una nueva revista no le quita negocio a su teórica competidora. Solo lo amplía. Cuando aparece una nueva revista simplemente los científicos pedirán a su institución que se suscriba a ella para estar informados. Y a seguir facturando.

La llegada del neoliberalismo

A Maxwell también se le relaciona, explica Chaccour, con la creación del factor de impacto, el índice bibliográfico más utilizado en Ciencia y que mide la frecuencia con la cual ha sido citado el artículo promedio de una revista en un año en particular. “No aceptaba todo, solo ciertos artículos, lo que favorece que se cite más, más gente quiera publicar en sus revistas y él pueda seleccionar”, explica el investigador.

Según esta teoría, esto modeló el factor de impacto, que se utiliza hoy para evaluar la calidad de una revista. En ocasiones los editores también tiran de este índice para justificar sus precios, tanto para suscribirse como para publicar. Y para indexar una revista en la Web of Science (WoS) o Scopus, los dos sitios de referencia, las empresas tienen más capacidad que las sociedades científicas. Unáse a toda esta corriente el desembarco del neoliberalismo en la Ciencia y la comercialización total de las revistas y salen los ingredientes para el siguiente gran cambio en el sector de la publicación científica.

Vicenzo Pavone, del Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC, explica que hacia finales de los 80 “las revistas de referencia estaban gestionadas por las propias comunidades o sociedades científicas, y seguían el mismo protocolo de calidad que se sigue hoy”. Los costes de editar las revistas se cubrían con las cuotas de membresía de los propios científicos que pertenecían a estas sociedades.

Pero a partir de los noventa, continúa Pavone, “las sociedades científicas empezaron a subcontratar o directamente vender sus revistas a empresas como Elsevier. Es decir, la gestión científica (gratuitamente ofrecida) se quedaba en la sociedad científica, pero la gestión técnica y comercial de la revista pasaba a ser tarea de las editoriales”.

En paralelo llegó la sustitución del papel por internet. Antes de esto las revistas ya aplicaban una política de suscripciones particular, que no se basaba en el valor del producto que vendían, explica Aguillo. “Había precios diferentes para suscripciones de revistas. Uno era el individual, que podía ser 40 o 50 dólares anuales. Pero si lo compraba una institución el precio se multiplicaba por 20 o 30 hasta los 900 o 1000 dólares”. Por el mismo producto, una revista en papel.

Y llegó internet: otro soporte, mismo negocio

Internet lo cambió todo, también en este sector. “Aunque lo que cobraban [las revistas] por el papel ya entonces no era real, dejó de ser cierto definitivamente [sin los costes del papel y de imprimir]”, explica Aguillo. Pero a los editores les siguió pareciendo natural seguir cobrando por la suscripción; podía haber cambiado el formato, pero el producto era el mismo.

Sin embargo, ante la proliferación de revistas algunas de las universidades norteamericanas más potentes (Harvard, Stanford) se plantaron, recuerda Aguillo. Pagaban muchas suscripciones y sus científicos les pedían más. No había fondos para todo. “Este fue uno de los orígenes del open access”, asegura el investigador del CSIC.

Ante el pie en pared de muchos clientes y el impulso de las instituciones de la “ciencia abierta”, se creó otro modelo. En vez cobrar por la lectura de los artículos a través de suscripciones, las revistas cargaron los costes a los investigadores que querían publicar. Les cobraban una cantidad en concepto de “procesamiento de artículos” (APC, en sus siglas en inglés), que varía según el factor de impacto de la revista (actualmente puede subir hasta los 10.000 dólares en las de más prestigio) –pese a que todo el trabajo técnico lo hacen, de manera gratuita, los propios científicos–, pero abrían el acceso a todo el mundo.

Pavone lamenta que instituciones como la UE hayan apostado por la ciencia abierta, pero sin plantearse otro modelo al de pagar por publicar que se ha acabado imponiendo. “No se ha esforzado, ni siquiera se ha debatido, en buscar un modelo alternativo. Creo que la solución no es crear nuevas revistas” de acceso libre y sin coste para el investigador, rechaza la idea que proponen algunos científicos. “Las hay muy buenas y son las que la gente lee. Pero si la UE me paga a mí [a través de los proyectos de investigación] para que yo le pague a una editorial, ¿por qué no le pagan directamente a las academias para que gestionen sus revistas?”, se pregunta.

Aguillo recuerda que “el ánimo mercantilista de las revistas no es nuevo, quizá sea más evidente. Pero antes era la biblioteca la que pagaba y estaba presionada por los investigadores para tener las suscripciones y ahora se ha pasado el coste a los investigadores, que se han vuelto más conscientes de lo que supone”. Una evolución que recuerda a la de tantos sectores, que poco a poco han ido desplazando los costes al usuario final.     

 ¿Qué balance global ha dejado el cambio de modelo? “El usuario final de países en desarrollo ha ganado porque tiene acceso ahora a revistas que antes no podía”, opina. “Pero han perdido los investigadores que no tengan un proyecto (sea de manera estructural o coyuntural) y han perdido los jóvenes y por supuesto los investigadores privados, que no tienen una institución detrás que pague por publicar”.       

  

martes, 23 de diciembre de 2025

El futuro del artículo académico en tiempos de la IA generativa: escenarios posibles

Distribuido en [IWETEL] [ThinkEPI] El futuro del artículo académico en tiempos de la IA generativa: escenarios posibles / Alexandre López Borrull

<IWETEL@listserv.rediris.es>





El futuro del artículo académico en tiempos de la IA generativa: escenarios posibles



Alexandre López-Borrull

https://www.directorioexit.info/ficha157

https://orcid.org/0000-0003-1609-2088 

Universitat Oberta de Catalunya

alopezbo@uoc.edu



Introducción


Cuando en 1979 The Buggles cantaron Video killed the radio star, lanzaban una metáfora poderosa sobre como una tecnología emergente —la televisión musical— podía transformar e incluso desplazar un formato cultural consolidado como era la radio. Ese eslogan, convertido después en icono cuando MTV emitió el videoclip como primer contenido de su historia, podría ejemplificar bien los dilemas que hoy afronta la comunidad académica: ¿puede la inteligencia artificial generativa redefinir el artículo académico (y por extensión las revistas académicas) tal como lo hemos conocido hasta ahora? ¿Continuará teniendo sentido publicar en un formato pensado para el siglo XX en un ecosistema saturado de textos acelerados por la tecnología, o bien estamos ante la posibilidad de una transformación más radical?


Como es sabido, el artículo académico tiene su origen en el siglo XVII. En esa época, las primeras sociedades científicas europeas, como la Royal Society de Londres y la Académie des Sciences de París, empezaron a publicar actas y memorias para difundir descubrimientos. Ejemplos emblemáticos son Philosophical Transactions (1665) y el Journal des Sçavans (también 1665) (Borrego, 2017). Con estas publicaciones se consolidó un modelo de comunicación basado en la escritura estructurada, la atribución de autoría y una forma incipiente de revisión por pares.


Desde entonces, el artículo académico se convirtió en un formato clave para fijar conocimiento, establecer precedentes y dar credibilidad a la ciencia. Su evolución ha estado marcada por cambios tecnológicos, desde la imprenta hasta el PDF como estándard (a la espera de la consolidación del XML), y también por las transformaciones institucionales del sistema de investigación. La llegada de Internet y la difusión masiva del formato digital parecieron, en un primer momento, una amenaza a su continuidad. Sin embargo, ni la inercia histórica ni la voluntad activa de la comunidad investigadora permitieron su desaparición. El artículo siguió vigente porque seguía cumpliendo tres funciones clave: difundir resultados, certificar descubrimientos y servir como base de evaluación académica. Por eso, su papel esencial, es decir, validar y compartir conocimiento, se ha mantenido durante más de tres siglos.


Este artículo propone explorar tres escenarios posibles sobre el futuro del artículo académico en un contexto marcado por la expansión de la IA generativa: (1) continuidad acelerada, (2) redefinición del formato, y (3) disrupción radical. El objetivo no es predecir el futuro, sino delimitar marcos de análisis que ayuden a la comunidad a tomar decisiones estratégicas o entender los futuros cambios.


Escenario 1. La era de la sobreproducción: continuidad acelerada


El primer escenario plantea que, en realidad, la IA generativa no cambiará la esencia del sistema, sino que  multiplicará la velocidad y los volúmenes. En este contexto, el artículo académico mantendría su papel central como unidad básica de comunicación, pero su producción se vería acelerada exponencialmente.


Varios autores ya han advertido que ChatGPT y otros modelos generativos pueden dar lugar a una “inflación” de manuscritos. Barros, Prasad y Śliwa alertaban ya en 2023 que editores y revisores ya se encuentran ante un incremento notable de textos incoherentes, poco relevantes o fuera del alcance de las revistas, muchos de los cuales son sospechosamente generados o asistidos por IA generativa. Este aumento, dicen, no solo sobrecarga el sistema de revisión, sino que amenaza de desvirtuar la función filtradora que tradicionalmente han tenido las revistas académicas. La sobreproducción asistida por IA generativa no solo amenaza la calidad, sino también el valor simbólico de la publicación como señal de mérito y validación.


De hecho, los datos empiezan a apuntar hacia una burbuja académica. Según estimaciones recientes, más del 1 % de los artículos publicados el 2023 fueron parcialmente asistidos por IA, con picos más elevados en disciplinas como la informática y las ciencias sociales computacionales (Gray, 2024). Si esta tendencia continúa, el volumen de artículos podría crecer más rápidamente que la capacidad del sistema de asegurar la calidad. Pero, recordemos que el problema no es solo cuantitativo. La IA generativa también puede introducir, como es sabido, errores cualitativos: citas inexistentes, argumentos circulares, carencia de coherencia metodológica. La consecuencia puede ser, pues, una erosión de la confianza en la literatura científica.


Este escenario equivaldría a vivir en un tipo de continuidad acelerada: el formato artículo sobrevive, pero su valor intrínseco se diluye ante la masificación. Igual que la televisión no eliminó la radio, sino que la arrinconó a un segundo plano, la IA generativa podría “desplazar” el artículo académico a un contexto donde ya no sea sinónimo de rigor, sino solo de output productivo. Este escenario implica, entiendo, la pérdida del valor de la publicación en sí, como elemento de calidad filtrada por el ecosistema académico. Un escenario de cantidad sobre calidad. En un extremo, también de ruido documental, donde la visibilidad no la dé el soundness (la solvencia o robustez) del contenido, sino la capacidad de aflorar en medio de tanto contenido mainstream con poco valor añadido. En este sentido, emergería un SEO académico centrado en los criterios de selección de la IA generativa en su generación única de respuestas.


2. Redefinición del formato: hacia artículos más transparentes y multimodales


El segundo escenario es menos catastrofista y apuesta por la capacidad adaptativa del sistema académico. Aquí la IA generativa no solo acelera procesos, sino que ofrece herramientas para replantear el formato de publicación.


Ya hay debates abiertos sobre como los artículos podrían incorporar secciones generadas o asistidas por  IA de manera transparente. Algunas revistas exigen a los autores declarar el uso de la IA, y prohíben explícitamente atribuirle autoría (Moorhouse et al., 2025). Esta transparencia podría convertirse en un estándar, similar a lo que ocurrió con los requisitos de ética en investigación con humanos o animales hace unas décadas. Además, la IA generativa puede favorecer la multimodalidad: artículos que no solo incluyan texto, sino también códigos ejecutables, datos interactivos, visualizaciones dinámicas o incluso resúmenes audiovisuales, como ya se está experimentando en algunas revistas.


El proceso de revisión también podría experimentar una redefinición. Ya hay universidades que usan la IA generativa para hacer una primera revisión de calidad formal, detectando plagio o incoherencias antes de pasar el texto a expertos humanos. Esto podría aligerar la carga de los revisores y reducir el tiempo de publicación. Ahora bien, el riesgo es que la revisión dependa en exceso de algoritmos y se pierda la dimensión cualitativa y contextual que solo pueden aportar personas con experiencia y conocimiento. En este sentido, la apuesta por el open peer review sería una forma de dar confianza al propio sistema.


Este escenario, pues, no elimina el artículo, pero lo transforma. Quizás dentro de unos años hablar de “artículos” será menos esmerado que hablar de “paquetes de conocimiento”: conjuntos integrados de texto, datos, código y contexto, en un formato abierto y adaptativo. Un equivalente académico al que en el mundo del periodismo han sido los reportajes multimedia.


3. Disrupción radical: ¿hay vida (o actividad humana) más allá del artículo?

El tercer escenario es el más especulativo, pero también el más disruptivo: y si la IA generativa no solo no acelera ni redefine, sino que sustituye el artículo como unidad básica de comunicación científica? En este contexto, podría el artículo acabar siendo un “exceso burocrático”, mientras que el conocimiento circule directamente en repositorios dinámicos, redes neuronales o informes automatizados? Es decir, plantear quiénes son los nuevos receptores de los artículos, ¿el colectivo investigador que cada vez tiene menos tiempo de leer o bien las tecnologías que regurgitan constantemente contenidos? Como diría Marx (Groucho), traed madera, traed madera, en la lógica de la necesidad de crear contenidos para la propia alimentación de la IA generativa.


Este escenario podría implicar también el ocaso del artículo académico tal como lo conocemos. Quizás la publicación científica del futuro no consistirá en escribir y leer papeles, sino en interactuar con entornos de conocimiento dinámicos donde las conclusiones se actualizan en tiempo real. Sería, por analogía, como pasar de consumir canciones en vinilo a interactuar con un flujo continuo de música generada y personalizada por algoritmos. Un entorno donde los datasets o incluso los data papers tengan más valor que el propio artículo por el hecho que éste haya pasado a ser un vehículo lento y obsoleto de difusión del conocimiento.


De la misma forma que según mi punto de vista el sistema de evaluación de la actividad científica blindó y encorsetó el ecosistema de revistas (factor de impacto mediante), la evolución de los nuevos CV narrativos más dependientes del relato de valor que de las publicaciones que las sustentan puede llevar a que el artículo evolucione a una nueva forma de exponer y compartir conocimiento. Si el receptor principal del conocimiento pasa a ser una tecnología mediadora, y no directamente las personas, deberemos repensar el papel de la introducción, el marco teórico y la metodología como elementos de calidad y valor. Y podría pasar que mientras esperamos la transición de los artículos científicos a Open Research Europe como plataforma pública y revisada de difusión del conocimiento lo que pierda sentido sea el artículo.


Conclusiones: reinventar la función, no solo el formato

Quizás la pregunta de fondo no es si la IA generativa cambiará el artículo académico, sino el sentido que tiene todavía el artículo en un entorno digital y automatizado. Si el artículo nació en el siglo XVII para fijar y compartir conocimiento en imprenta, quizás hoy hay que pensar en nuevos apoyos que cumplan funciones equivalentes: garantizar autoría, establecer precedentes, facilitar la evaluación por pares y preservar la memoria científica.


También es cierto que con el ejemplo del inicio la radio no desapareció, sino que se transformó y encontró nuevos nichos (pódcast, radio digital). Quizás el artículo tampoco morirá, sino que se transformará en un formato más flexible, transparente y a lo mejor multimodal. O quizás, en escenarios más radicales, dejará de ser el centro de gravedad de la comunicación científica. Evidentemente, como ocurrió con la llegada de Internet, las políticas científicas y de evaluación pueden marcar el camino, pero el primer escenario sin tomar cartas en el asunto puede llevar a la insostenibilidad.


En cualquier caso, lo que también está en juego no es solo un formato editorial, sino la confianza en el conocimiento, y más en un entorno donde la polarización geopolítica ha llevado el conocimiento científico a un lugar de conflicto y lucha. Si la IA generativa puede acelerar, redefinir o sustituir el artículo, la comunidad académica tendrá que decidir colectivamente qué valores quiere preservar: rigor, trazabilidad, equidad y responsabilidad. Solo así evitaremos que el futuro de la publicación académica sea dictado por los algoritmos y no por la ciencia.


Referencias

Barros, Amon; Prasad, Ajnesh y Śliwa, Martyna. (2023). “Generative artificial intelligence and academia: Implication for research, teaching and service”. Management Learning, v. 54, n. 5, pp. 597-604. https://doi.org/10.1177/13505076231201445  


Borrego, Ángel (2017). “La revista científica: un breve recorrido histórico”. En: Abadal, Ernest (coord.). Revistas científicas: situación actual y retos de futuro / ISBN 978-84-9168-038-3, pp. 19-34. https://www.edicions.ub.edu/ficha.aspx?cod=08719


Gray, Andrew (2024). “ChatGPT "contamination": estimating the prevalence of LLMs in the scholarly literature”. https://doi.org/10.48550/arXiv.2403.16887


Lund, Brady D.; Lamba, Manika; Oh, Sang Hoo. (2025). “The Impact of AI on Academic Research and Publishing”. En: Friese, H., Nolden, M., Schreiter, M. (eds) Handbuch Soziale Praktiken und Digitale Alltagswelten. Springer Reference Sozialwissenschaften. Springer VS, Wiesbaden. https://doi.org/10.1007/978-3-658-08460-8_85-1




Natalia Arroyo, directora

Isabel Olea, coordinadora


Anuario ThinkEPI 2025

thinkepi@gmail.com

https://thinkepi.scimagoepi.com

viernes, 12 de diciembre de 2025

Cambridge University Press: «La edición académica se encuentra en una encrucijada crítica». Cambio radical o habrá retroceso. Evaluación de la calidad sobre la cantidad

Publicado en Research information
https://www.researchinformation.info/news/cambridge-demands-radical-change-in-academic-publishing/ 



Cambridge exige un cambio radical en la publicación académica

16 de octubre de 2025


Cambridge University Press ha publicado un informe titulado «El futuro de la edición: trabajar juntos para lograr un cambio radical en la edición académica» https://www.cambridge.org/core/services/aop-file-manager/file/68ef9df9a6c3702e57eae12a/Cambridge-University-Press-Publishing-futures.pdf, en el que se pide una acción colectiva urgente para garantizar que la edición académica sea más abierta, equitativa y sostenible. El informe se basa en una revisión y encuesta global dirigida por la comunidad a más de 3,000 investigadores, socios editoriales, financiadores, bibliotecarios y editores de 120 países.


A pesar del amplio apoyo y los avances logrados en los últimos años en materia de publicación de acceso abierto, persisten barreras complejas y de larga data dentro del sistema de publicaciones académicas. Estas barreras, a pesar de los progresos realizados en materia de acceso abierto, hacen que la transición hacia un futuro más abierto y equitativo corra el riesgo de estancarse o incluso de revertirse.


Mandy Hill, directora general de Cambridge University Press, afirmó: «La edición académica se encuentra en una encrucijada crítica. Todavía no se está produciendo, pero se producirá sin cambios importantes. Comenzamos nuestra revisión explorando las barreras para la transición al acceso abierto, pero descubrimos problemas sistémicos más profundos que afectan a todo el ecosistema de la investigación. Se publican demasiados artículos en revistas, lo que está causando una enorme presión. El crecimiento de las publicaciones está impulsado por los incentivos del sistema y se verá agravado por la inteligencia artificial. Necesitamos el pensamiento creativo y el compromiso de todos los actores para solucionarlo. Podemos crear un sistema que sea abierto por defecto y equitativo por diseño. Así es como nosotros, como editores, podemos apoyar mejor la investigación». 


La profesora Deborah Prentice, vicerrectora de la Universidad de Cambridge, afirmó: «Las numerosas partes interesadas del ecosistema de la investigación deberán escuchar este llamamiento y unirse. Se trata de un problema de acción colectiva de grandes proporciones. Las instituciones académicas, las sociedades profesionales, los financiadores de la investigación y las editoriales académicas tienen un papel importante que desempeñar en el desarrollo de un modelo más equitativo y sostenible de cara al futuro. Hay motivos para el optimismo: el informe está repleto de ejemplos de iniciativas sectoriales para cambiar las estructuras de incentivos académicos, acuerdos innovadores de acceso abierto, posibles plataformas de publicación alternativas y sugerencias concretas para mejorar el apoyo a la revisión por pares».


Conclusiones principales


Si bien la gran mayoría (86 %) apoya que los artículos estén disponibles de forma gratuita, menos de un tercio de los encuestados (32 %) que participaron en la investigación consideraba que el sistema actual está en condiciones de afrontar los retos futuros. A través de talleres y entrevistas con las partes interesadas, se identificaron cuatro temas urgentes e interrelacionados: 


  • Aumento del volumen de publicaciones: en 2022, hubo aproximadamente 897,000 artículos indexados más que en 2016.[1] Este rápido crecimiento, que incluye un aumento del contenido de baja calidad o generado por IA y el auge de las fábricas de artículos, amenaza la integridad de la investigación. El 81 % de los encuestados coincidió en que este aumento ha puesto bajo presión al sistema de revisión por pares.

  • Insostenibilidad financiera: El modelo económico predominante es insostenible, ya que las bibliotecas se enfrentan a costes cada vez mayores y un panorama híbrido que combina modelos de pago por lectura y pago por publicación socava la eficiencia.

  • Aumento de las desigualdades: A pesar de la promesa del acceso abierto, siguen existiendo disparidades en la publicación y el acceso a la investigación, especialmente para los países de ingresos bajos y medios.

  • Retos en materia de recompensa y reconocimiento académico: La mayoría (64 %) coincidió en que el sistema actual incentiva la cantidad por encima de la calidad en las publicaciones, lo que distorsiona la evaluación de la investigación. Solo el 33 % considera que los sistemas actuales de recompensa y reconocimiento funcionan bien. 



El camino a seguir


Las recomendaciones del informe están diseñadas para ayudar a llevar a cabo una reforma colaborativa y sistémica, al tiempo que reconocen que las revistas y los libros de alta calidad seguirán siendo elementos fundamentales del ecosistema editorial académico. Para que el sistema prospere y satisfaga las necesidades futuras, es esencial el cambio. Las recomendaciones de Cambridge incluyen:


  • Adaptar los sistemas de recompensa y reconocimiento académico para valorar la calidad por encima de la cantidad y apoyar los diversos resultados de la investigación.

  • Hacer de la equidad un principio rector del acceso abierto mediante la mejora de la coordinación mundial, el apoyo institucional y la sensibilización para abordar las desigualdades sistémicas, en particular para los autores de países de ingresos bajos y medios.

  • Apoyar plataformas de publicación alternativas creíbles y escalables, como servidores de preimpresión, plataformas comunitarias y modelos de acceso abierto diamante, además de los libros y revistas tradicionales, así como aumentar la transparencia de las editoriales en cuanto a los costes.

  • Reconocer la revisión por pares como una contribución académica fundamental con estructuras de recompensa adecuadas, proporcionar formación y apoyo a los revisores y adoptar soluciones tecnológicas responsables para abordar la revisión por pares a gran escala. La Dra. Jessica Gardner, bibliotecaria universitaria y directora de servicios bibliotecarios de la Universidad de Cambridge, afirmó: «Las bibliotecas han sido durante mucho tiempo guardianas de la investigación y el conocimiento, garantizando su accesibilidad, fiabilidad y conservación para las generaciones futuras. Sin embargo, hoy en día, a medida que el volumen de investigaciones publicadas sigue aumentando, las bibliotecas y las instituciones se enfrentan a una presión financiera cada vez mayor, y los investigadores se ven sometidos a una mayor presión en cuanto al tiempo que dedican a navegar y mantener los registros académicos. Para abordar esta cuestión es necesario adoptar un enfoque colaborativo en todo el sector con el fin de desarrollar modelos nuevos, sostenibles y abiertos para la publicación académica». 



Monica Westin, directora de Desarrollo de Políticas Abiertas de Cambridge University Press, concluyó: «Incluso en este momento tan difícil, el mensaje es claro: la comunidad investigadora mundial sigue comprometida con la apertura de la investigación. Están surgiendo modelos innovadores en todas las disciplinas y regiones que señalan el camino a seguir. El próximo reto es unirnos para impulsar un cambio sistémico. Con este informe, hacemos un llamamiento a todo el ecosistema —investigadores, financiadores, bibliotecarios y editores— para que colaboren en la búsqueda de soluciones para todo el sector. Solo trabajando juntos podremos garantizar que la equidad, la calidad y la transparencia en la investigación avancen para todos».


///////////////////////////////////////


Cambridge demands radical change in academic publishing

16 October 2025


Cambridge University Press has released a report – Publishing futures: Working together to deliver radical change in academic publishing https://www.cambridge.org/core/services/aop-file-manager/file/68ef9df9a6c3702e57eae12a/Cambridge-University-Press-Publishing-futures.pdf– calling for urgent, collective action to ensure academic publishing becomes more open, equitable and sustainable. The report draws on a global, community-led review and survey of more than 3,000 researchers, publishing partners, funders, librarians and publishers from 120 countries.

Despite broad support and advancement in recent years for open access publishing, longstanding and complex barriers within the academic publishing system persist. These are in spite of the progress made in open access and mean the transition to a more open and equitable future is at risk of stalling or even reversing.  

Mandy Hill, Managing Director of Cambridge University Press, said:”Academic publishing is at a critical juncture. It is not breaking yet, but will without major change. We started our review by exploring barriers to the open access transition, but we uncovered deeper, systemic issues that affect the whole research ecosystem. Too many journal articles are being published and this is causing huge strain. The growth in publishing is driven by incentives in the system, and will be exacerbated by AI. We need creative thinking and commitment from all players to fix it. We can create a system that is open by default and equitable by design. That is how we as publishers can best support research.”  

Professor Deborah Prentice, Vice-Chancellor of the University of Cambridge, said:“The many stakeholders in the research ecosystem will need to hear this call and come together. This is a collective action problem of major proportions. Academic institutions, professional societies, research funders, and academic publishers all have important roles to play in the development of a more equitable and sustainable model going forward. There is every reason for optimism: The report is filled with examples of sector initiatives to change academic incentive structures, innovative open-access arrangements, potential alternative publishing platforms, and concrete suggestions for better-supporting peer review.”

Key findings  

While the vast majority (86%) support articles being made freely available, less than a third of respondents (32%) participating in the research believed the current system is in a good position to meet future challenges. Through workshops and stakeholder interviews, four urgent, interconnected themes were identified:   

  • Rising publishing volumes: In 2022, there were approximately 897,000 more indexed articles than in 2016.[1] This level of rapid growth, including an increase in poor-quality or AI-generated content and the rise of papermills, threatens the integrity of research. 81% of survey respondents agreed that this increase has put the peer review system under pressure.

  • Financial unsustainability: The prevailing economic model is unsustainable, as libraries face mounting costs and a hybrid landscape combining pay-to-read and pay-to-publish models undermines efficiency.   

  • Widening equity gaps: Despite the promise of open access, disparities in publishing and accessing research remain, especially for those in low- and middle-income countries.

  • Challenges in academic reward and recognition: The majority (64%) agreed that the current system incentivises quantity over quality in publishing outputs, distorting research evaluation. Only 33% feel that current reward and recognition systems work well. 

A way forward

The report’s recommendations are designed to help realise collaborative, systemic reform, while recognising that journals and high-quality books will continue to be critical elements of the academic publishing ecosystem. For the system to thrive and meet future needs, change is essential. Cambridge recommendations include: 

  • Adapting academic reward and recognition systems to value quality over quantity, and to support diverse research outputs.

  • Making equity a guiding principle for open access by enhancing global coordination, institutional support, and awareness to address systemic inequities, particularly for authors in low- and middle-income countries.

  • Supporting credible, scalable alternative publishing platforms such as preprint servers, community platforms, and diamond open access models, in addition to traditional books and journals, as well as increasing publisher transparency on costs.

  • Recognising peer review as a core academic contribution with appropriate reward structures, providing training and support for reviewers, and embracing responsible technological solutions to address peer review at scale.  Dr Jessica Gardner, University Librarian and Director of Library Services at the University of Cambridge, said: “Libraries have long served as stewards of research and knowledge, ensuring it is accessible, trusted, and preserved for future generations. Today, however, as the volume of published research continues to rise, libraries and institutions are facing growing financial strain, and researchers are facing greater pressures on their time to navigate and uphold the scholarly record. Addressing this requires a collaborative, sector-wide approach to develop new, sustainable, and open models for academic publishing.” 

Monica Westin, Director of Open Policy Development at Cambridge University Press, concluded: “Even in this challenging moment, the message is clear: the global research community remains committed to making research open. Innovative models are emerging across disciplines and regions pointing the way forward. The next challenge is to come together to drive systemic change. With this report, we’re calling on the entire ecosystem – researchers, funders, librarians, and publishers – to collaborate on sector-wide solutions. Only by working together can we ensure that equity, quality, and transparency in research advance for everyone.”

Ruptura total entre la RAE y el Instituto Cervantes

Publicado en  La Jornada https://www.jornada.com.mx/noticia/2025/12/12/cultura/ruptura-total-entre-la-rae-y-el-instituto-cervantes Ruptura t...