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martes, 6 de diciembre de 2022

USA: la huelga de la Univ. de California es la más importante de la historia de la educación superior estadounidense

Publicado en The Guardian
https://www.theguardian.com/commentisfree/2022/dec/05/california-academic-strike-most-important-us-higher-education-history


La huelga académica de California es la más importante de la historia de la educación superior estadounidense

Nelson Lichtenstein

La Universidad de California intenta dividir y conquistar a los 48.000 trabajadores en huelga accediendo a las demandas de unos grupos pero no a las de otros

La huelga de los sindicatos que representan a 48.000 trabajadores académicos de la Universidad de California se encuentra en una encrucijada peligrosa. Se trata, con diferencia, de la mayor y más importante huelga de la historia de la enseñanza superior estadounidense, con el potencial de transformar tanto el estatus como los ingresos de quienes trabajan en una "industria" que actualmente emplea a más trabajadores que el gobierno federal.

A pesar de todos los trastornos, la huelga no ha generado prácticamente ninguna oposición por parte del profesorado ni de la mayoría de los estudiantes universitarios. De hecho, los líderes estudiantiles de los nueve campus de la Universidad de California han respaldado la demanda de sus ayudantes de enseñanza de posgrado y otros trabajadores académicos de un aumento salarial sustancial destinado a compensar el creciente coste de la vivienda en California, así como la corriente inflacionista más amplia que ha erosionado incluso los míseros salarios, subvenciones y becas de los que dependen tantos de ellos.

La mayoría del profesorado también se muestra comprensivo, y muchos se unen a los piquetes que cada día organiza United Automobile Workers, el sindicato que representa a los distintos sindicatos compuestos por ayudantes de cátedra, tutores y profesores, becarios postdoctorales e investigadores académicos. Muchos de los huelguistas de la UC sostienen que la "A" de UAW significa en realidad "académico", sobre todo en California, donde la mayoría de los miembros de UAW trabajan ahora en un entorno universitario.

Sin embargo, después de tres semanas, la huelga ha llegado a un momento de peligro. Los administradores de la UC han ofrecido a los postdocs y a los investigadores académicos, unos 12.000, una serie de contratos de cinco años que aumentan modestamente los salarios en el primer año y también ofrecen una serie de mejoras adicionales, como más dinero para bajas por maternidad o paternidad, ayudas para el cuidado de los hijos y contratos más largos. Pero los estudiantes de postgrado ayudantes de profesor, que componen una gran mayoría de los huelguistas y constituyen el elemento más militante y activista entre los sindicalistas, han sido hasta ahora incapaces de persuadir a los administradores de la UC para que aumenten una oferta salarial inicial -un 7% ahora seguido de incrementos anuales más pequeños más adelante- que apenas les compensaba por la erosión inflacionista de sus ingresos reales.

Es una estrategia de divide y vencerás. Como el gobierno federal paga los salarios de la mayoría de los postdoctorales e investigadores académicos -a través de subvenciones de la National Science Foundation y otras entidades financiadoras-, la UC puede acceder más fácilmente a una mejora salarial, en el caso de los postdoctorales, de más del 20% en el primer año, aunque sólo del 3,5% en los siguientes. Pero como los ayudantes de cátedra, cuyo salario actual es el más bajo de todos los que están en huelga, se financian directamente con cargo al presupuesto de la Universidad, los negociadores de la universidad han adoptado una línea dura.

Para colmo de males, la UC insiste en que los contratos de todos los huelguistas sean largos, con incrementos salariales relativamente míseros en los años siguientes. La mayoría de los ayudantes de cátedra -que han hecho de Cola, un ajuste garantizado del coste de la vida cada año, una reivindicación clave- consideran que un contrato de tan larga duración es una receta para una mayor erosión salarial inflacionista.

Por el momento, todos los miembros de la UAW en la UC siguen en huelga, pero algunos líderes sindicales parecen inclinados a fomentar la ratificación de los contratos que cubren a los becarios posdoctorales y a los investigadores académicos, dejando a los estudiantes graduados de AT a su suerte. Esto sería un desastre, pues generaría recriminaciones, división y desafección entre las filas de los estudiantes de posgrado más activos en la huelga.

Aún estamos a tiempo de evitar esta debacle y llevar la huelga a la victoria. Los administradores de la UC alegan que las limitaciones presupuestarias excluyen la posibilidad de un gran aumento salarial para los 36.000 estudiantes graduados de la universidad. Sin embargo, California sigue siendo un estado inmensamente rico, con un superávit presupuestario que casi alcanza los 100.000 millones de dólares este año. Sin embargo, a lo largo de las últimas décadas, la financiación estatal de la UC, así como la del sistema universitario estatal, aún mayor, no ha dejado de disminuir. En la actualidad, poco más del 10% del presupuesto de 44.000 millones de dólares de la UC está financiado por el Estado de California, frente a más de la mitad cuando, en 1963, el presidente de la UC, Clark Kerr, declaró célebremente que la institución que dirigía era una "multiversidad", el modelo mundial para la creación de una sociedad basada en el conocimiento.

Por tanto, la huelga de la UC no es sólo un esfuerzo por sacar a miles de trabajadores académicos de una situación cercana a la pobreza, sino un movimiento cuyo éxito requerirá que se invierta la austeridad que ha subvertido la promesa de la educación superior en California y en otros lugares. Es una causa que merece nuestro más sincero apoyo.

Nelson Lichtenstein es profesor de investigación en la Universidad de California, Santa Bárbara.


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The California academic strike is the most important in US higher education history

The University of California is trying to divide and conquer the 48,000 workers on strike by acceding to the demands of some groups but not others

The strike by unions representing 48,000 academic workers at the University of California stands at a perilous crossroads. It is by far the largest and most important strike in the history of American higher education, with the potential to transform both the status and income of those who work in an “industry” that now employs more workers than the federal government.

Despite all the disruption, the strike has generated virtually no opposition from either the faculty or from most undergraduates. Indeed, student leaders at all nine University of California campuses have endorsed the demand by their graduate student teaching assistants and other academic workers for a substantial wage increase designed to offset the soaring cost of California housing as well as the larger inflationary riptide that has eroded even the paltry salaries, grants and fellowships upon which so many of them rely.

Most faculty are sympathetic as well, with many joining the picket lines put up each day by the United Automobile Workers, the union representing the separate locals composed of teaching assistants, tutors and readers; postdoctoral scholars and academic researchers. Many of the UC strikers hold that the “A” in UAW really stands for “academic,” certainly in California, where most UAW members are now employed in a university setting.

After three weeks, however, the strike has reached a moment of danger. UC administrators have offered the postdocs and the academic researchers, about 12,000 in number, a set of five-year contracts that modestly increase wages in year one and also provide a set of additional enhancements, including more money for parental leave, childcare benefit and longer appointments. But the graduate student teaching assistants, who compose a large majority of those on strike and who constitute the most militant and activist element among the unionists, have thus far been unable to persuade UC administrators to increase an initial wage offer – 7% now followed by smaller annual increases later on – that barely compensated them for the inflationary erosion of their real incomes.

It’s a divide-and-conquer strategy. Because the federal government pays the salaries of most postdocs and academic researchers – through grants from the National Science Foundation and other funding entities – UC can more easily accede to a wage enhancement, in the case of the postdoctoral students, for more than 20% in the first year, although only 3.5% in subsequent years. But since the teaching assistants, whose current pay is the lowest of all those on strike, are funded directly out of the University budget, school negotiators have taken a hard line.

Adding insult to injury, UC insists upon long contracts for all those now on strike, with relatively paltry wage increments in the out years. Most of the teaching assistants – who have made Cola, a guaranteed cost of living adjustment each year, a key demand – see such a long-duration contract as a recipe for more inflationary wage erosion.

For the moment, all UAW members at UC remain on strike, but some union leaders seem inclined to encourage ratification of contracts covering the postdoctoral scholars and academic researchers, leaving the graduate student TAs to fend for themselves. This would be a disaster, generating recrimination, division and disaffection within the ranks of the more active grad student strikers.

There is still time to avoid such a debacle and instead carry the strike to victory. UC administrators plead that budget constraints foreclose the possibility of any large wage boost for the school’s 36,000 graduate student workers. Yet California remains an immensely wealthy state, with a budget surplus that almost reached $100bn this year. Over the last several decades, however, state funding for UC, as well as the even larger state university system, has steadily declined. Today just over 10% of UC’s $44bn budget is funded by California itself, down from more than half when in 1963 UC president Clark Kerr famously declared that the institution he led was a “multiversity”, the world-class model for the creation of a knowledge-based society.

The UC strike is therefore not just an effort to raise thousands of academic workers out of near poverty, but a movement whose success will require a reversal of the austerity that has subverted the higher education promise in California and elsewhere. That is a cause that deserves our hearty endorsement.

  • Nelson Lichtenstein is research professor at the University of California, Santa Barbara

  



lunes, 21 de marzo de 2022

MÉXICO: periodistas sacrificados / universidades apáticas

Publicado en La Jornada
https://www.jornada.com.mx/2022/03/19/opinion/015a1pol


Los periodistas y la universidad silenciosa

Hugo Aboites*

El hecho de que en México las y los periodistas enfrenten prácticamente solos una tarea que debería ser responsabilidad de muchos y muchas instituciones es una de las manifestaciones más dolorosas de haber intervenido –como se hizo desde la década de los 90– con criterios políticos y de control en el complejo terreno de la generación y difusión del conocimiento a escala nacional. El resultado es que ahora uno de los polos más importantes de información –las y los periodistas– está, además de aislado, prácticamente en estado de sitio. Es claro que se busca reducirlos y silenciarlos. Y sin embargo, la prensa crítica e independiente sigue siendo no sólo muy importante, es estratégica y vital para millones de mujeres y hombres, niños y niñas. Representa ahora la única oportunidad de ampliar sustancialmente el horizonte de lo cotidiano y, con ello, abrir la posibilidad de que surjan iniciativas de organizaciones independientes que permitan que cientos de miles accedan a la responsabilidad de pensar y actuar de manera colectiva con un fin mucho más allá de su entorno familiar y territorial inmediato. Es decir, en medio de la barbarie que por momentos –muy frecuentes– vive el país y el mundo, la posibilidad de crear un sustrato de conocimiento amplio y de participación que es la base más firme que puede tener cualquier proyecto de transformación para el futuro de México y Latinoamérica.

En nuestra nación, la generación y difusión del conocimiento –desde la década de los 40, corporativamente sometida– se reorganizó y transformó de fondo, a partir de un contexto de cambio del país posterior al 68. A mediados de los 70 surgió un periodismo nuevo (entre otros, La Jornada, en 1984) y, al mismo tiempo, se fortaleció una idea y práctica de la educación superior como polo de reflexión y crítica social y regional. Al mismo tiempo, coincidió en ese propósito el auge de las organizaciones sociales y políticas (por ejemplo, en 1979 la CNTE y, luego, el proyecto de Sindicato Único Nacional de Trabajadores Universitarios, Suntu). De tal manera que para fines de la década de los 80 en el país ya se habían fortalecido amplias corrientes de conocimiento y organización que claramente buscaban dar por terminado el control del país a cargo del PRI. No se consiguió, y se impuso como respuesta la opción neoliberal, que en las universidades y educación en general sustituyó el tejido de conciencia y organización por un paquete de promoción individual y mercantil (pago según el mérito, alta selectividad en el ingreso a la educación, financiamiento basado en evaluación, empresas como clientes y gobierno vertical y autoritario en las instituciones. La universidad se achicó sustancialmente como polo de crítica y reflexión y como espacio de ciencias y humanidades libres y se inhibieron o manipularon electoralmente los esfuerzos organizacionales. Se creó así un vacío que deja toda la responsabilidad de la información crítica a los periodistas, ya sin el respaldo de un contexto de universidades y organizaciones que inhiban la existencia de zonas de fuego libre contra los comunicadores.

La reflexión y la ciencia y las humanidades ahora no incluyen como algo natural y preponderante lo que pasa en las comunidades de Michoacán, Chiapas, Guerrero, Morelos, Oaxaca, Sonora, Nayarit, Yucatán, Chihuahua ni sus luchas por la tierra, el agua, los productos de su trabajo, la vida y la paz. Ni las situaciones de empleados, trabajadores precarios, mujeres y niñas. Lo importante es la NASA, el SNI redundante, las empresas, los premios al mérito, la excelencia, las distinciones y lugares sólo a los mejores, la comercialización de cursos y diplomados de extensión universitaria, la investigación financiada, las decisiones discrecionales de la autoridad y se sigue, aún hoy, sin ofrecer paridad en el ingreso a las mujeres y los jóvenes de origen popular y negando en los hechos el derecho a la gratuidad. También los y las estudiantes están ahora en riesgo de asaltos y acosos. Este es el rumbo que el PRI dio a las universidades en los 90 y cuya enorme ventaja es que ha garantizado desde hace dos décadas que no haya movimientos sociales significativos en las universidades. Y es paradójico que el actual gobierno mantenga y refuerce. Pero con todo esto se entiende el silencio universitario y por qué la preocupación por una guerra devastadora no es de las universidades, sino de los zapatistas, que han construido su proyecto educativo a partir de una concepción mucho más humana y ahora independiente de los poderes hegemónicos. Por eso la caravana solidaria y contra las guerras del capital como la de Ucrania.

A la memoria de Gustavo Esteva.

UAM-Xochimilco


Plan 2.0 para el acceso abierto: ¿un plan o una nueva ambigüedad?

Publicado en THE Times Higher Education https://www.timeshighereducation.com/news/plan-s-20-open-access-plan-bold-may-prove-ineffective   El...