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martes, 1 de julio de 2025

La publicación en revistas científicas de alto impacto: un modelo de economía basado en la codicia

Publicado en Portal INSP





La publicación en revistas científicas de alto impacto: un modelo de economía basado en la codicia

Columna
Conversaciones de salud pública



“Cuando la ética se enfrenta al lucro, rara vez la codicia sale perdiendo”

A partir de 1950 se han publicado decenas de millones de artículos científicos en todas las áreas del conocimiento. Este número crece todos los días en forma exponencial. Sin embargo, la gran mayoría de estos productos científicos tiene nulo impacto en la comunidad académica y en la sociedad. Esto es, a lo largo de más de 75 años, 44% de estos artículos no fue referido por alguno de sus pares; de hecho, 32% solamente tienen entre una y nueve citas. En esta estadística, hay un grupo muy selecto de 148 publicaciones a nivel mundial que tienen más de 10,000 citas bibliográficas y representan solamente el 0.0003% de las publicaciones existentes. Caracterizar la relevancia de una publicación científica tiene un enorme grado de complejidad. Una propuesta de dicha evaluación es el denominado Factor de Impacto de Revistas (JIF, por sus siglas en inglés) que fue desarrollado por Eugene Garfield, el fundador del Instituto de Información Científica, en las décadas de 1950 y 1960. Inicialmente, su propósito era ayudar a los bibliotecarios a decidir qué revistas incluir en el Science Citation Index y evaluar la importancia relativa de los artículos científicos. El JIF se calcula dividiendo el número de citas recibidas en un año determinado a artículos publicados en una revista en los dos años precedentes entre el número total de elementos citables (generalmente artículos originales, revisiones, etc.) publicados en esa revista durante el mismo periodo. Con el tiempo, el JIF se ha convertido en una métrica ampliamente utilizada, aunque es importante tener en cuenta que tiene limitaciones y no debe ser la única medida de la calidad o el impacto de una revista, menos aún de un investigador. Esto es porque, como afirmaba el propio Garfield, los descubrimientos verdaderamente fundamentales -la Teoría especial de la relatividad de Einstein es un ejemplo son tan importantes que no necesitan una cita. Otro ejemplo significativo es el hecho de que el manuscrito de Watson y Crick (1953) donde se describe por primera vez la estructura del ADN, hace más de siete décadas, tiene solamente 5,000 y 11,000 citas, en función de la fuente que se consulte. En México, la mayor productividad científica corresponde al área médica y le siguen las de ingeniería, agricultura, física y astronomía. Pero, ¿cómo se ha transformado el mundo de la publicación científica? Actualmente, el Estado subvenciona con financiamiento público las actividades o proyectos de las instituciones de educación superior, y los resultados de estas iniciativas académicas son dados a conocer a la comunidad científica global a través de las revistas. Los autores (científicos) entregan sus manuscritos a las editoriales sin costo alguno, los revisores (científicos) realizan una evaluación de pares sin costo alguno; por otro lado, las editoriales dueñas de las revistas venden sus productos a las bibliotecas y descargar un artículo científico por particulares tiene un costo elevado. Las bibliotecas y los usuarios pagan con fondos públicos. Por dar un ejemplo, para publicar en la revista Nature a través del acceso abierto “dorado” se pagan $12, 690 dólares. Para cerrar este círculo malévolo, el Estado, a través de sus mecanismos de evaluación, exige a los científicos indicadores individuales y la propia comunidad académica (en su participación en la evaluación de pares) imponen el imperativo de publicar en revistas de muy alto costo, lo que produce una enorme inequidad para países como el nuestro, que no alcanza una productividad científica mayor a uno por ciento. En resumen, el proceso de publicación científica está actualmente sostenido por incentivos perversos; la promoción académica está basada en un modelo de “publicar o perecer”. Con el afán de obtener prestigio, los investigadores buscan publicar en revistas del más alto impacto, que tienen un costo elevado, y los indicadores meritocráticos cuantitativos del mundo científico mantienen este círculo malicioso. En este contexto, hay una enorme epidemia de revistas y organización de conferencias denominadas “depredadoras”. Las revistas depredadoras son publicaciones “académicas” que priorizan el lucro sobre la integridad académica. Explotan el modelo de publicación de acceso abierto oneroso cobrando honorarios a los autores sin ofrecer la revisión por pares, la edición y otros servicios editoriales esperados. Estas revistas suelen engañar a los autores con información falsa o engañosa sobre su indexación, consejos editoriales y procesos de revisión por pares. Es difícil determinar el número exacto de revistas científicas depredadoras en 2025, pero en 2021, las estimaciones situaron la cifra en más de 15,000. Este es un problema muy serio porque este tipo de revistas dan voz al activismo pseudocientífico en posturas contra la vacunación, la negación del cambio climático, y la promoción de remedios potencialmente dañinos no probados con ensayos clínicos, entre otras.

También se ha popularizado publicar en revistas de acceso abierto bajo el modelo “dorado”, que suelen exigir a los autores el pago de una tarifa de procesamiento de artículos (también conocida como tarifa de publicación) de aproximadamente $2,500 dólares para cubrir los costos de poner su trabajo en línea. Si bien los autores pueden pagar estas tarifas con sus propios recursos, la mayoría de las veces suelen cubrirse por subvenciones de investigación, fondos públicos institucionales u otras fuentes. Ante esta perspectiva se han creado directorios con índices de revistas de acceso abierto de todo el mundo, impulsados por una comunidad científica en crecimiento, misma que está comprometida a garantizar que el contenido de calidad esté disponible en línea y gratuitamente para todos.

La semana pasada se dio la muy grata noticia de que la revista Salud Pública de México, con 66 años de existencia y anidada en el Instituto Nacional de Salud Pública de México, alcanzó un factor de impacto de 3.1, constituyéndose en una iniciativa ejemplar de revista gratuita de acceso abierto bajo el modelo “diamante” (sin cargos por publicar), que lidera las revistas científicas del área de salud pública en el ámbito iberoamericano, porque privilegia la publicación de resultados originales con métodos muy robustos y de interés por resolver grandes problemas de salud pública, lo que adicionalmente le confiere una propia identidad. Esto es una excelente noticia para el contexto científico de México y nos debe enorgullecer. ¿Qué depara el futuro de la publicación científica? Sin ninguna duda, debemos promover que los datos de investigación pública sean obligatoriamente públicos. También, para robustecer la transparencia, será necesaria la disponibilidad de los datos como un requisito para la publicación. La revisión por pares abierta (no ciega) antes de la publicación es una tendencia reciente. Con las plataformas digitales, las revistas impresas ya no deben existir. Finalmente, una recomendación para las autoridades que regulan la práctica de investigación en México es que deben promover incentivos para publicar en aquellas revistas que, siendo de carácter internacional, son publicadas en el país, y que muchos de los hallazgos sean de utilidad como recomendaciones de política pública.



* Especialistas en salud pública y comunicación científica

La publicación en revistas científicas de alto impacto: un modelo de economía basado en la codicia

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