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lunes, 24 de octubre de 2022

MÉXICO: El entuerto salarial universitario. Partes I y II

Publicado en La Jornada



El entuerto salarial universitario

Periódico La Jornada
domingo 13 de febrero de 2022 , p. 12

El sistema universitario mexicano se caracteriza por ser desigual en cuanto a recursos, prebendas, condiciones laborales y salariales. En realidad, sería casi imposible establecer condiciones parejas, pero se podría aspirar a que no fueran tan desiguales.

La disparidad no sólo se da entre las universidades públicas y privadas, también entre las publicas nacionales, citadinas o estatales, y dentro de las mismas.

En muchas universidades, además del escalafón tradicional por categorías, los profesores pueden acceder a uno, dos, tres e incluso cuatro ingresos. Aunque en realidad, sólo uno es propiamente el salario y los otros son becas, estímulos u otros.

El salario universitario ha perdido notablemente su valor real, al igual que el salario mínimo neoliberal de los últimos 30 años y los aumentos nunca han superado 4 por ciento anual. Por eso se otorgan complementos salariales, para conjurar de alguna manera una explosión social y para fragmentar al profesorado universitario, que está más preocupado en acceder a recursos complementarios, que a organizarse. Rara vez hay una huelga de un sindicato universitario para demandar una mejora salarial.

El salario nominal es tan bajo que una de las prestaciones, la de la antigüedad de 2 por ciento de incremento anual, puede significar, con el tiempo, un incremento salarial de 30, 50, 70 por ciento, o más, del salario que ganaría un recién ingresado.

El segundo ingreso al que puede acceder un buen número de profesores es el de estímulos a la docencia que otorga la SEP. Se trata de un sistema parecido al Sistema Nacional de Investigadores (SIN), para fomentar la calidad en la docencia, la formación continua, mejoras en los planes de estudios, participación en academias, tutorías, etcétera. En algunos casos el sistema de estímulos funciona bien, en otros regular y en muchos otros es una verdadera angustia, tortura burocrática y dilema existencial. Los sistemas de puntaje varían de acuerdo con cada universidad y los periodos pueden ser anuales, bianuales o trianuales, lo que marca una gran diferencia. Este ingreso, es gravado con impuestos, pero no se considera como salario a la hora de la jubilación, una triquiñuela más de la Secretaría de Hacienda que afecta a los universitarios.

El tercer ingreso, al que pueden acceder los profesores que cuenten con doctorado y que se dediquen a la investigación, es concursar al SNI. La beca, puede significar un ingreso adicional de 30, 80 o 100 por ciento del salario neto, lo cual depende del nivel alcanzado. Ciertamente es un gran apoyo, para este sector del profesorado, pero mantenerse y subir de nivel implica un trabajo y un estrés considerable. En este caso, se trata de una beca y no se aplican impuestos, por lo que tampoco se considera como parte del salario a la hora de la jubilación.

Los investigadores que están en el SNI también pueden acceder a los estímulos de la SEP y lo que para algunos profesores significa un segundo ingreso, para éstos es el tercero. Otros profesores, los llamados técnicos académicos, que también pueden ser docentes y los profesores de asignatura, no pueden acceder a los estímulos y se quedan con su magro salario, sin ninguna compensación.

Es posible que algunos profesores puedan percibir otro ingreso, que se sitúa en territorio fronterizo. Algunos de ellos, de tiempo completo, pueden acceder a contratos parciales, medios tiempos e incluso tiempos completos, en otras instituciones públicas o privadas. Una sobrexplotación derivada, obviamente, de los pésimos salarios y el sistema de estímulos.

Finalmente, en algunas universidades y centros de investigación, se puede obtener a otros ingresos por concepto de proyectos, investigaciones, asesorías o consultorías, que se consideran como recursos externos y existen varias fórmulas para acceder a ellos. Estos recursos tienen un overhead (comisión por gastos institucionales) que puede oscilar entre 30 y 40 por ciento y que queda en la institución, lo que resta permite contratar a personal y pagar a los investigadores. Para lograr que esto funcione, y remunerar el trabajo realizado se hicieron fideicomisos y fundaciones. Pero ya se suprimieron muchos fideicomisos y por tanto la posibilidad de contar con recursos externos y overhead está cancelada. Por el contrario, todas las grandes universidades del mundo incentivan la búsqueda de recursos externos.

El entuerto del sistema salarial universitario promueve la búsqueda de ingresos adicionales por dentro y por fuera del sistema. Es una carrera de resistencia, hay que competir por cambiar de categoría, por mayor nivel de estímulos, por ingreso y permanencia en el SNI y por acceso a recursos externos. Cada trámite o convocatoria implica mucho trabajo burocrático, tiempo perdido, estrés, esperanzas y desengaños.

Los profesores de asignatura forman la base del sistema de trabajo precario universitario y tienen que esperar años o décadas para poder acceder a una plaza y, los que la tienen no pueden jubilarse, porque pierden todos los recursos “adicionales”, pero que en realidad serían equiparables a un salario normal.

Un verdadero entuerto, que significa literalmente: “perjuicio o daño que se causa injustamente a una persona”, a toda la comunidad universitaria.

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El entuerto salarial universitario II

Jorge Durand

Hace unos meses, en febrero de este año, en un artículo en La Jornada, que lleva el mismo título, llamaba la atención sobre lo precario, azaroso y desigual del salario universitario. No sólo hay grandes diferencias entre las universidades públicas y privadas, sino también entre las de la capital, los estados y los centros públicos de investigación.

En aquella ocasión señalaba que el salario universitario puede tener cuatro componentes, el salario propiamente dicho, los estímulos, el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y el acceso a recursos externos, que operaba anteriormente bajo la modalidad de fideicomisos o simplemente un trabajo o actividad adicional.

Los fideicomisos pasaron a la historia y con ello la posibilidad de remunerar de manera adicional a los investigadores que participaban en una consultoría o investigación encomendada por parte del gobierno o instituciones privadas, lo que permitía conseguir recursos externos adicionales a la institución, por medio del over head. Se decía que era una fórmula de ganar-ganar, porque la perinola repartía para todos. Así trabajan muchísimas universidades del extranjero y se quedan 30, 40 y hasta 50 por ciento del presupuesto de una investigación.

Las universidades públicas son y deben ser gratuitas, pero los recursos no alcanzan para muchos gastos adicionales, no presupuestados o etiquetados. Y el acceso a capitales externos o la presentación de servicios permiten solventar muchas de estas carencias. Obviamente, esos ingresos deben ser reglamentados, transparentados y auditados.

Inicialmente el Sistema Nacional de Investigadores se creó para mejorar los salarios de los universitarios que se dedicaban a la investigación, para evitar la fuga de cerebros y transformar la planta docente, que en su mayoría estaba compuesta por licenciados. Al requerirse primero maestría y luego doctorado para acceder al SNI, muchos docentes, en todo el país, comenzaron a estudiar posgrados. Y en 20 años cambió notablemente la planta docente de las universidades públicas y también las privadas.

El SNI tenía otro objetivo: impedir a las cúpulas y autoridades universitarias que accedieran a esos recursos o se inmiscuyeran en los procesos de evaluación. Las universidades suelen tener salarios fijos, por categorías, negociados con los sindicatos y es prácticamente imposible hacer distinciones o mejorar el salario a algunos, lo que sí pueden hacer las privadas. El SNI permitió remunerar a profesores de alta calidad que de este modo pudieron resistir las ofertas de universidades privadas o extranjeras.

Ahora bien, para muchos investigadores, la beca del SNI es una parte importante y vital de su ingreso, que no de su salario. Un profesor investigador de la Universidad de Guadalajara, con categoría de asociado B, gana 15 mil pesos al mes y de ahí hay que descontarle impuestos, y si ingresa al SNI nivel I recibe una beca de 20 mil pesos, sin impuestos. Un titular C, la máxima categoría, gana 31 mil pesos mensuales, de los que hay que descontar impuestos y, como SNI nivel III, recibe 44 mil pesos sin gravamen. Para acceder, mantenerse y subir de categoría en el SNI se requiere de mucho trabajo, constancia, soportar estrés y tener suerte.

Pero ahora se presentan nubarrones en el Conacyt, sobre la posibilidad de que no todos los que ingresen o se renueven puedan obtener la beca, por eso se está requiriendo a los evaluadores hacer listas de prelación, lo que además de complicado y subjetivo puede resultar injusto. La beca del SNI es un parche, pero si se elimina habría que duplicarles el sueldo a todos los investigadores de alto nivel.

Por su parte, la SEP tampoco quiso entregar recursos a las universidades para aumentar salarios y decidió proponer un sistema de estímulos a la productividad, con categorías de acuerdo con credenciales académicas, publicaciones, clases, tutorías y todo un sistema de puntaje muy complicado. No es un sistema unificado, cada universidad tiene el suyo. Unos se renuevan anualmente, lo que es una pesadilla, otros cada dos o tres años y así por el estilo.

También han empezado a aparecer nubarrones en el sistema de estímulos. En la Universidad de Guadalajara redujeron el monto entre 20 y 25 por ciento, aproximadamente, sin decir agua va; en el Colegio de Jalisco simplemente les avisaron que no había presupuesto y que posiblemente se cancele. Los estímulos no son una beca, se descuentan impuestos y no es salario, porque no cuentan para la jubilación o el retiro. Pero son vitales para los universitarios.

Juguetear y economizar con los fideicomisos, el SNI y los estímulos podría ser una bomba de tiempo, pero resulta que los sindicatos se lavan las manos, no es tema del contrato colectivo de trabajo.

Los universitarios peleamos, luchamos y nos desvelamos por obtener recursos externos, becas y estímulos, pero hacemos muy poco por incrementar nuestros salarios. La planta académica está dividida, envejecida y con el salario base resulta casi imposible jubilarse.

Hemos caído en la trampa, no sólo de aceptar, sino de desvelarnos por las migajas.


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