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domingo, 21 de enero de 2024

Hay una sobreproducción de artículos científicos, la comunidad dice que no son buenas noticias

Publicado en WIRED
https://es.wired.com/articulos/hay-una-sobreproduccion-de-articulos-cientificos-la-comunidad-dice-que-no-son-buenas-noticias


Hay una sobreproducción de artículos científicos, la comunidad dice que no son buenas noticias
El aumento de “autores extremadamente productivos” no refleja una era dorada de la ciencia, sino una tendencia a sobreestimar el volumen de publicación.

16 de diciembre de 2023

En una década, el número de investigadores que publican más de 60 artículos en un año se cuadriplicó. La proliferación de estudios en campos como la medicina clínica y la aplicación de tecnologías podría no ser una señal positiva, sino el reflejo de un sesgo económico incentivado por naciones y universidades.

Una investigación liderada por John P.A. Ioannidis, profesor de la Universidad de Stanford, Estados Unidos, expuso los patrones del comportamiento editorial científico de los últimos 20 años. Los resultados almacenados en el servidor de prepublicaciones bioRxiv mostraron los países con mayor número de autores extremadamente productivos.

Tailandia, Arabia Saudita, España, India, Italia, Rusia, Pakistán y Corea del Sur fueron los países que tuvieron un mayor aumento de autores prolíficos en menos de seis años. Mientras tanto, la agricultura, pesca y silvicultura fueron los campos que robustecieron su cartera de investigaciones. La aparición de "superescritores" es notable, señala Ioannidis. Solo en 2022, 1,266 autores publicaron el equivalente a un artículo cada cinco días, considerando los fines de semana. En 2016, solo hubo 387 personas igual de prolíficas.

Escribir a destajo sobre ciencia

El caso de Tailandia y Arabia Saudita intriga a la comunidad científica. El reporte señala que el país asiático pasó de tener un autor extremadamente productivo a 19, mientras que la nación del Medio Oriente actualmente cuenta con 69 escritores, cuando partió de seis. Algunos científicos ya tienen a sus principales sospechosos para explicar la ola de artículos de ciencia.

David Harding, químico de la Universidad de Suranaree, Tailandia, opina en entrevista para Nature que el repunte se debe al actual sistema de financiación del país. La nación favorece a grandes equipos multidisciplinarios en lugar de becar a científicos de manera individual. Tailandia incentiva las investigaciones colectivas en un intento para mejorar su productividad, afirma Harding.

Por otro lado, el país clasifica y establece niveles de prestigio en sus universidades en función del número de publicaciones que tienen en revistas especializadas. Las escuelas también incentivan a su estudiantes con premios en efectivo si logran posicionar sus avances en los ojos de la comunidad científica internacional. El artículo de Nature especifica que un autor de ciencia podría ganar hasta un millón de baht, o 28,000 dólares anuales, si se convierte en un escritor extremadamente productivo.

No se tiene que ir tan lejos para palpar el peso de la sobrepublicación. Cuatro científicos de distintas partes del mundo, entre ellos el español Pablo Gómez Barreiro, realizaron una evaluación de artículos indexados en Scopus y Web of Science. En su trabajo The strain on scientific publishing, concluyeron que en 2022 hubo un incremento de documentación oficial de hasta 47% más en comparación al 2016.

“Observamos una inflación generalizada año tras año de los factores de impacto de las revistas que coincide con esta tensión, lo que corre el riesgo de confundir las señales de calidad. Un crecimiento tan exponencial no puede sostenerse”, concluye el trabajo de Gómez Barreiro.

El volumen, una métrica que debe ser irrelevante

El reporte de Stanford sobre comportamiento de la agenda editorial científica no infiere malas prácticas o intenciones deshonestas por parte de los autores analizados. No obstante, los responsables sugieren que es buen momento para cuestionar la importancia del parámetro de número de publicaciones por persona, por nación o por universidad. El volumen de publicación debería ignorarse para los futuros incentivos monetarios, afirma John P.A. Ioannidis.

La inteligencia artificial generativa se ha puesto al servicio de la ciencia. Modelos de Lenguaje Extenso como GPT-4 permiten el análisis de bases de datos con un clic y ahorran trabajo a los científicos. La IA demostró que puede ahorrar tiempo cuando se trata de la publicación de resultados. También se comprobó que puede ser usada para falsear datos, si el escritor así se lo solicita. Un reciente experimento confirmó que se pueden simular bases de datos de salud con el fin de sesgar un resultado falso o hacerlo pasar como verdadero.


miércoles, 8 de noviembre de 2023

ESPAÑA: Los investigadores podrán eludir la 'dictadura de los papers' y las revistas científicas

Publicado en elDiario.es
https://www.eldiario.es/sociedad/investigadores-podran-eludir-dictadura-papers-revistas-cientificas_1_10661432.html



Los investigadores podrán eludir la 'dictadura de los papers' y las revistas científicas

La Aneca 'reabre' la ciencia y propone que también se puedan acreditar sexenios de investigación con méritos como patentes, informes, dictámenes, trabajos técnicos o artísticos, exposiciones, catalogaciones o conjuntos de datos, excavaciones arqueológicas o metodologías

Entrevista — Pilar Paneque: “La exigencia de publicar constantemente lleva a un sistema científico de cantidad, no de calidad


Es posible que nunca antes haya habido tanta expectación por algo con un nombre tan poco atractivo como Resolución de la Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora por la que se publican los criterios específicos aprobados para cada uno de los campos de evaluación. Pero en este documento, que publica cada año la Aneca (la agencia encargada de evaluar la carrera académica del profesorado) para reconocer sexenios de investigación (periodos de seis años, que otorgan al investigador un bono económico y le permiten prosperar en la academia), está buena parte de la clave para cambiar la ciencia, sumida en una espiral cuantitativa que provoca disfunciones y merma la calidad de la investigación.

La nueva directora de la Aneca había prometido hacerlo para sacar a investigadores y universidades de “la dictadura de los papers" que rige el sistema de producción de ciencia. Del temido (y odiado) factor de impacto de las revistas. Este lunes se ha publicado por fin el borrador de la resolución, que además por primera vez sale a consulta pública, (hasta el 19 de noviembre). Y que avanza hacia ese cambio admitiendo nuevos formatos y nuevos soportes como méritos de investigación reconocibles más allá del artículo. Como ya recogía una orden de 1994, hoy olvidada.

Dice el texto: “Se amplía (...) el abanico de aportaciones y posibles medios de difusión que pueden justificar una actividad investigadora durante el periodo evaluado”. Y enumera nuevos posibles soportes: “Publicaciones, patentes, informes, estudios, dictámenes, trabajos técnicos, trabajos artísticos, exposiciones, excavaciones arqueológicas, catalogaciones, etc.”. Añade la Aneca que ante “la situación general de la ciencia en España (...) pueden justificar actividad investigadora los conjuntos de datos, las metodologías y el código de las aplicaciones informáticas desarrolladas”.

Esto quiere decir que la Aneca dejará de valorar exclusivamente como mérito los artículos científicos, donde únicamente se tiene en cuenta la revista de publicación como indicador de la calidad del paper en cuestión. El sistema ya fue así, pero se fue restringiendo con el paso de los años para acabar centrado exclusivamente en las revistas (más cómodo para el evaluador, que solo tenía que ver dónde se publicaba un artículo para valorarlo). Con esta nueva orden, que pedía la comunidad científica, se armoniza la evaluación con la acreditación para ser profesor universitario, abierta ahora al software, la creación artística o los congresos, entre otros nuevos méritos.

“Se realiza un reajuste en la combinación de los métodos cualitativos y los indicadores cuantitativos utilizados para la valoración de las aportaciones presentadas”, sostiene el borrador de resolución.

Otro aspecto novedoso de la propuesta de la Aneca es que “los resultados de la investigación (...) estén disponibles en acceso abierto, cuyo acceso gratuito y libre debe fomentarse mediante el desarrollo de repositorios institucionales o temáticos de acceso abierto, propios o compartidos”. Actualmente, si las revistas donde se publica son de acceso abierto es porque el investigador ha pagado previamente; si no, se paga por leer. Pero alguien suele pagar, y en ocasiones se hace dos veces. En España, en la inmensa mayoría de los casos es siempre dinero público. También es habitual colgar los trabajos en repositorios de acceso restringido (como ResearchGate o Academia)

Entre las novedades de la propuesta de la Aneca de este año está también la creación de un nuevo campo de conocimiento (los sexenios se entregan por áreas) que será interdisciplinar para la actividad investigadora de carácter más transversal y difícil de cuadrar en un campo concreto.

Sin ruptura con lo anterior

Pero el texto tampoco supone una ruptura completa –los sexenios de investigación afectan a un periodo de seis años y no se pueden cambiar las normas de juego a mitad de la partida, según defiende Paneque–, por lo que la resolución mantiene también la estructura anterior: publicar en las revistas que el “ecosistema científico” ha decidido que son las más relevantes (las que más se citan en el sector) sigue siendo un mérito en sí mismo (es la revista la que hace la criba: una vez publicado, se da por bueno que el artículo es de calidad), aunque tampoco será exactamente igual porque habrá que justificar la publicación, como explica la bibliotecaria Amelia López en este hilo.

Uno de los principales problemas que provoca este método, llevan años advirtiendo los expertos, es la deriva que ha sufrido el sector en los últimos años: de pagar por leer, los investigadores han pasado a pagar por publicar, lo que ha generando un mercado de revistas que publican casi todo porque, para ellas, publicar es ganar dinero. También ha provocado que se haga investigación solo para publicar y acumular méritos, según han detectado algunos estudios, sin aportar nada realmente novedoso a la ciencia.

Tras los pasos de Dora y Coara

El movimiento de la Aneca sigue las últimas recomendaciones internacionales, que proponen realizar cambios en la manera en que se evalúa la producción científica. “Aconseja integrar ya en esta convocatoria las orientaciones del movimiento internacional de reforma de la evaluación de la investigación, al que se ha incorporado Aneca en este año 2023 a través de su adhesión a la San Francisco Declaration on Research Assessment (DORA) y a los acuerdos y principios de la Coalition for Advancing Research Assessment (CoARA). En los diversos campos y subcampos de evaluación esto se concreta, conforme a las reglas aplicables a cada disciplina científica, en la solicitud de una narración justificativa de los indicios de relevancia e impacto de cada aportación (métodos cualitativos), apoyados por un uso responsable de indicadores cuantitativos”, explica la agencia.

El texto propone que cada investigador justifique el impacto de su aportación cuando esta se produzca fuera del ecosistema de las revistas tradicionales. También en ellas, de hecho. Esta práctica se realizará por el momento a través de las “aportaciones extraordinarias” que, como su nombre indica, habitualmente han de ser escasas o especiales, pero que este año –o en el ínterin que dure la transición hacia el nuevo sistema– se aceptará con carácter general.

El proceso de evaluación de los méritos presentados, con “criterios y metodologías de evaluación cualitativas y cuantitativas”, tomará como referencia “la narrativa aportada por la persona solicitante en los 'indicios de relevancia e impacto' de cada aportación”, explica el texto. Y pone ejemplos: “Se defenderá el impacto científico de la aportación a través de citas recibidas contextualizadas excluyendo autocitas, de su proyección internacional, de los proyectos nacionales o internacionales que han financiado la investigación o que se han derivado de ella, de los premios recibidos, de las traducciones de la obra, entre otros; y/o la contribución de dicha aportación a la generación de impacto social evidenciado, por ejemplo, a través de aportaciones al diseño e implementación de políticas públicas, contribución al desarrollo de productos y servicios o cualquier otro aspecto que se considere relevante”. Y se recomienda hacer un “uso responsable de indicadores cuantitativos (indicadores bibliométricos normalizados, entre otros)”, en alusión al sistema de revistas.

Según el borrador, que incluye un apéndice con varios cuadros para explicar el nuevo sistema, se permitirán las clásicas métricas de citación, pero también de uso y lectura (volumen de descargas, visualizaciones o visitas), las métricas de influencia o adopción social (menciones a fuentes externas del ámbito académico) y métricas de visibilidad social (plataformas sociales en línea, “preferentemente académicas y especializadas”). También se informa de que se valorará la difusión de las aportaciones en abierto o compartir datos brutos, metodologías, etc. “de forma abierta y transparente”.


martes, 7 de noviembre de 2023

Ciencia, productivismo y meritocracia: Investigación y ciencia desde el malestar y el deseo

Publicado en El Salto
https://www.elsaltodiario.com/investigacion/investigacion-ciencia-malestar-deseo




INVESTIGACIÓN

Investigación y ciencia desde el malestar y el deseo

El modelo de gestión de la ciencia se puede redefinir situando al personal de investigación y sus condiciones materiales como origen de toda la significación científica.


Ciudad Universitaria Universidad 


Guillermo Muñoz Matutano
Investigador del Instituto de Ciencias de los Materiales de la Universitat de València. Especialista en tecnologías cuánticas con semiconductores. Miembro de la asociación Piratas de la Ciencia, integrada en Marea Roja de la Investigación.

4 NOV 2023

La acción y la defensa de la actividad en la ciencia necesita nuevos sentidos que la impulsen. Una importante influencia en esta búsqueda de sentidos la podemos encontrar en el área de investigación clasificada como la historia desde abajo, que aborda “la historia colocando a los trabajadores comunes en el centro del estudio”. Siguiendo este ejemplo, el modelo de gestión de la ciencia se puede redefinir situando al personal de investigación y sus condiciones materiales como origen de toda la significación científica. La propuesta de fuentes de sentido guiadas por estas premisas queda enmarcada en el seno de las luchas internacionales para mejorar las condiciones del conjunto de la sociedad trabajadora.

Este sentido crítico nace desde un malestar cronificado, compartido y sufrido durante décadas. Un malestar que señala a la precariedad como etiqueta de época y adjetivo de cualquier entorno laboral actual. Sin embargo, el malestar se constituye como etapa previa para dar pasos hacia los procesos de emancipación. Es durante esta transición cuando aparecen preguntas que nos permiten reencontramos con una fuente de sentido, como aquella que nos cuestiona: ¿es esto vivir? En la respuesta aparece una propuesta política que nos transforma desde sujetos definidos por los malestares hacia sujetos de resistencia activa. En palabras de López Petit: “El malestar hay que politizarlo. El malestar no es sólo lo que nos pasa a nosotros individualmente, sino la apertura a otras posibilidades de existencia”.

No son los resultados finales, ni la abstracción más generalista de la ciencia lo que sostiene la producción de la investigación, sino el conjunto del personal de investigación y su dignidad laboral
La adquisición de sentido crítico aparece como un discreto desplazamiento de coordenadas. No son los resultados finales, ni la abstracción más generalista de la ciencia lo que sostiene la producción de la investigación, sino el conjunto del personal de investigación y su dignidad laboral. Marina Garcés ya nos advertía que “solo se puede enseñar a pensar con valentía desde las condiciones materiales y las relaciones laborales dignas”. Por tanto, solo podremos pensar en producir ciencia de alto valor social al resignificar el contexto de la ciencia, ofreciendo alternativas de transferencia como opciones de dignidad social y laboral. Es esta dignificación del trabajo la que revierte los efectos de la servidumbre, obstáculo de toda innovación. Porque desde este contexto, innovación y transferencia social deben significar “redistribuir el poder”.

La redistribución del poder afecta directamente a los modos de producción, pero, hoy, a la vez debe ampliar los espacios de lucha hacia las condiciones de la habitabilidad. Como señala el político chileno Daniel Jadue, “la cultura de lo productivo ha acabado equivaliendo a lo destructivo”. La ideología ilimitada de lo productivo ha acabado chocando con la finitud cultural de la materia y de la vida. La incorporación de las condiciones de habitabilidad frente a las de productividad reconfigura el marco desde donde consolidar los múltiples conflictos que hoy están activados desde el feminismo, el ecologismo, el postcolonialismo, pero también como lecturas críticas y transformadoras del papel de lo tecnológico y su relación con el entorno laboral. La defensa por la habitabilidad abre un frente de lucha que hoy es transversal y multipolar.

El problema de la habitabilidad en la ciencia y la investigación exige revisar el propio papel de nuestra producción y gestión científica

Pero esta posición destacada de la habitabilidad debe proyectarse localmente sobre el día a día de nuestras prácticas y la gestión de los recursos compartidos. La habitabilidad, de esta manera, cuestiona el funcionamiento diario de nuestras instituciones. Como advierte Diego Sztulwark, “el problema de la forma de vida es inseparable de las instituciones colectivas. Instituciones de lo común y vida virtuosa van juntas”. En concreto, el problema de la habitabilidad en la ciencia y la investigación exige revisar el propio papel de nuestra producción y gestión científica.

Una revisión que debe incidir sobre el concepto de proyecto civilizador, como señala Stengers, pero formulada desde la más íntima materialidad de la práctica de nuestras instituciones. Debe constituir una crítica sobre el propio sentido de investigar. La adquisición y consolidación de dignidad y derechos ha de implicar una transformación desde un sistema de ciencia basado en el rendimiento, la capitalización y la competición, hacia otro sostenido por parámetros de habitabilidad, redistribución y cooperación.

La elaboración y formación de sentido debe venir acompañada por el tiempo de la atención. Una atención que también aparece como espacio de conflicto y de tensión social con una doble vertiente analógica y digital. El origen de la actual crisis de atención no puede situarse en los medios tecnológicos, sino en el contexto de sus usos y los posicionamientos previos. Unos medios y tecnologías que en ciencia e investigación quedan dominados por el negocio de la publicación de artículos. Con la irrupción de la IA y los modelos generativos, hoy la dominación se proyecta sobre la explotación comercial del proceso de escritura y de la edición de textos e imágenes. En el análisis de la atención, Franco “Bifo” Berardi asocia estos espacios digitales con una comunicación conectiva acotada por el intercambio de sintaxis informativa. Esta conectividad, sin embargo, deja de lado los aspectos caracterizados por la formación de vínculos y afectos, propia de la atención producida en una comunicación presencial conjuntiva.

La resignificación de la identidad investigadora debe ser entendida como una apuesta clara contra la cultura competitiva y meritocrática
Para Berardi, estar atentos significa habitar el presente. Este será uno de los requisitos en la formación de sentido, ir más allá de definirnos como sujetos que proyectan su identidad como posibilidad de futuro, esencialmente productivista. En ciencia e investigación hemos de abandonar la idea de identidad como currículo en expansión y en constante aceleración. La resignificación de la identidad investigadora debe ser entendida como una apuesta clara contra la cultura competitiva y meritocrática, ampliamente analizadas por autores como Michael Sandel. La cultura del éxito es mucho menos creativa, sorprendente y cooperativa que las ricas e importantes lecciones que se desprenden de las experiencias, en palabras de Jack Halberstam, de “fracasar, perder, olvidar, desmontar, deshacer, no llegar a ser, no saber…”. Experiencias, todas ellas, que cualquier profesional de la investigación experimenta cotidianamente. Recuperar la atención debe significar habilitar vacíos que liberen espacio para el pensamiento y la resistencia.

Sin embargo, para que el sentido crítico desencadenado por la atención sea efectivo y afectivo no puede estar únicamente motivado por el malestar. La liberación de los espacios debe estar acompañada por una experiencia de placer y alegría. Fue Simone Weil quien defendió que “la inteligencia no puede ser movida más que por el deseo. Para que haya deseo, es preciso que haya placer y alegría. La inteligencia crece y proporciona sus frutos solamente en la alegría”.

Pero, ¿qué significa esa alegría? La irrupción de las nuevas vidas-trabajo ampliamente descritas por autoras como Remedios Zafra en el análisis de la precariedad de las profesiones creativas, vincula los fenómenos de la hiper-productividad con cualidades emotivistas, como vocación, motivación y entusiasmo. Por tanto, esta alegría asociada a la recuperación del sentido y de la atención va mucho más allá de una confrontación simple entre pesimismo y optimismo. La mezcla entre lo privado, lo personal y lo laboral multiplica y complica los términos. Hoy hablamos de optimismo cruel, pesimismo irónico, hedonía depresiva, fatiga afirmativa…

Carla Bergman y Nick Montgomery comentan que “el concepto de alegría de Spinoza no es una emoción, sino que implica un aumento del poder de afectar y ser afectado”. En consecuencia, la alegría puede ser entendida como herramienta emancipadora que proporciona agencia colectiva e individual anti-productivista, pero que hoy se manifiesta a través de una enorme variedad de formas, incluso contradictorias. La capacidad de recuperar sentido necesita tanto de las formas de análisis pesimista, para estrechar el valor de la alianza, como de los afectos, de los vínculos comunitarios y del deseo humano.

El sujeto investigador como elemento individual de rendimiento está claramente vehiculado por una cultura hegemónica y simplista de la producción empresarial
Son precisamente esos afectos formados como vínculos colectivos los que experimentamos con la conjuntividad que subraya Berardi. De ahí nace su sugerencia por trabajar en la construcción de una nueva ética de la relación social. Los nuevos sentidos de la investigación han de ser sensibles a esta emergencia de la ética relacional. Los equipos de investigación y de trabajo de los proyectos científicos hoy en día atraviesan las paredes del laboratorio y se completan con personal de gestión, de administración, de comunicación... Las dinámicas de co-creación y co-investigación apuntan a estrategias de colaboración con el conjunto de la ciudadanía. El sujeto de la investigación es un sujeto colectivo. Visibilizar esta apuesta política, como base misma de la generación de sentido en la ciencia, supone una alternativa frontal a la idea de sujeto investigador como elemento individual de rendimiento, claramente vehiculado por una cultura hegemónica y simplista de la producción empresarial.

El modelo de producción de subjetividades lo podríamos encontrar en el contexto de la crisis del estado nación: “Los pueblos, las comunidades y los movimientos sociales han de convertirse en sujetos, no meros objetos de derecho, reconstruyendo formas de acción colectiva que trasciendan la visión clásica del Estado”. La recuperación de sentido en el seno de la investigación y la ciencia ha de ejercerse desde esta producción de subjetividades colectivas que nacen desde abajo.

Sobre nuestra geografía más cercana encontramos una emergencia de colectivos sociales vinculados a la defensa de los derechos y las condiciones del personal de investigación, como son la Federación de Jóvenes Investigadores (FJI-Precarios), FPU Investiga, InvestiGal, Asemblea de Investigadoras de Compostela, Coordinadora Valenciana de Treballadores de la Ciència, Ciencia con Futuro, Investigación en Lucha, Jóvenes por la Investigación de Tenerife, Dignidad Investigadora, Asociación Nacional de Investigadores Hospitalarios, Red de doctorand@s del CSIC, FPI en lucha, Piratas de la Ciencia, o el sindicato CCOO-CSIC… todas ellas integrantes de la coordinadora Marea Roja de la Investigación. La acción desde estas organizaciones, intensamente dedicadas a ofrecer sentido, se proyecta sobre las necesidades del otro, y no solo desde las del yo.  

Una de las actividades desarrolladas en colaboración por todos estos colectivos son las Jornadas de Cultura Laboral en Investigación (J-CLI), cuya primera edición tuvo lugar en Santiago de Compostela, Valencia y Madrid, en semanas consecutivas de octubre de 2022. En ellas se puso en práctica todas estas formas de recuperación de sentido: el análisis del malestar y de la habitabilidad, los aspectos cooperativos, la formación de nuevos sujetos colectivos por medio de vínculos y afectos, la politización del ocio, las redes de apoyo e información… Remedios Zafra abría una de las jornadas organizadas en Valencia, y su propuesta quedaba comprimida con tres conceptos de resistencia: conciencia, alianza e imaginación. Conciencia crítica que nos permita situar al malestar. Alianza que nos ayude a formar estos nuevos sujetos colectivos. Imaginación, como acción que activa la alegría de esa inteligencia conjuntiva. Marea Roja de la Investigación prepara la segunda edición de J-CLI durante este mes de noviembre, repitiendo actividades en las mismas ciudades. Esta vez el lema de Zafra, “conciencia, alianza e imaginación”, se incluye como condensado de intenciones de las jornadas.   

jueves, 20 de abril de 2023

¡Qué se nos pudre la ciencia! [ Ética científica en la era del "Publish or Perish" ]

Publicado en El País
https://elpais.com/ciencia/2023-04-20/se-nos-pudre-la-ciencia.html


Se nos pudre la ciencia

Los casos revelados en este periódico no son más que la punta del iceberg de un sinfín de despropósitos que hacen que, poco a poco, se nos pudra el sistema científico, al calor de lo que parece un negocio redondo

EVA MÉNDEZ


¿Cómo puede ser que un investigador publique un estudio científico cada 37 horas? ¿Qué es eso de “los más citados”? ¿Y el ranking de Shanghái”? ¿Cómo puede ser que las universidades árabes paguen tanto dinero solo por cambiar la filiación de la institución? ¿Quién hace las publicaciones científicas? ¿Cómo se financian los estudios? Estas son algunas de las múltiples preguntas que he recibido recientemente en mi teléfono. Mis amigos que no trabajan en el mundo científico y académico han leído en EL PAÍS casos de lo que podríamos llamar “falta de integridad científica”, o lo que a mí me gusta calificar como el impacto de los motivadores de la voluntad de la investigación.

Algunas de las respuestas categóricas que he dado a esas preguntas han sido estas: publicar un estudio en 37 horas es imposible. Las universidades árabes pagan porque son presa, como el resto de las universidades del mundo, de los rankings universitarios. Las publicaciones científicas las hacen (supuestamente) los investigadores. Las pagamos todos. Y los más citados son algo así como Los 40 principales de la ciencia. Sin embargo, estas reflexiones no dan respuesta al drama de un sistema científico trasnochado, ineficaz y maltrecho.

La ciencia, además de ser la clave para hacer un mundo mejor, para enfrentar el cambio climático o una pandemia mundial, es también una empresa humana, y la carrera científica una profesión. Para entrar (y permanecer) en esa carrera, los investigadores tienen que publicar “y publicar” artículos científicos (papers) y, por supuesto, conseguir financiación pública para realizar esa investigación que, en el mejor de los casos para su carrera, culmine en una publicación en una revista con alto “factor de impacto” (JIF). Y vuelta a empezar. El principio de ”publicar o perecer” ha dado lugar a muchas malas prácticas, a conductas poco éticas, a que mucha investigación se malgaste (research waste) sin tener ningún impacto en la sociedad, e incluso, a la crisis de la reproducibilidad de la ciencia.

"La ciencia es clave para hacer un mundo mejor, enfrentarnos el cambio climático o a una pandemia mundial, pero también es una empresa humana, y la carrera científica una profesión”

Los investigadores tenemos, además de la curiosidad, el interés y otros loables principios que nos dirigen a la carrera científica, el motivador de la voluntad de publicar, como un fin en sí mismo. Ya que es lo que nos va a permitir obtener financiación, un puesto fijo en una universidad y lo que nos va a servir para permanecer en el sistema. Parte de este sistema (el elefante en la habitación) son las grandes editoriales científicas, a las que se pagan cantidades astronómicas por acceder y/o por publicar, y las empresas que determinan los factores de impacto de esas publicaciones basados en las citas que reciben las revistas.

Una de estas empresas, Clarivate (a la que aluden los casos revelados por este medio), realiza además su propia lista de esos 40 principales, los Highly Cited Researchers (HCR)donde se incluyen en riguroso orden y por disciplinas los 6.938 investigadores más citados. La cita no es un indicador indiscutible de calidad, sino un marcador de la popularidad: de las publicaciones (JIF) o de los investigadores (HCR). Al listado de los científicos “populares” se puede acceder en abierto, pero para lograr entrar a los listados de las buenas (“populares”) revistas (Journal Citation Report), las instituciones o los países tienen que pagar también importantes cantidades de siete cifras.

Por otra parte, los investigadores pertenecen a universidades u organismos de investigación que también tienen sus motivadores de la voluntad para atraer estudiantes, elevar su prestigio o captar otros reconocimientos. El elemento para definir la calidad (popularidad) de una universidad es nuevamente más listas, en este caso, rankings que colocan a las universidades por un orden de prelación según criterios de índole diversa y basados, en el caso de medir su absoluta excelencia, en índices tan arbitrarios como tener un premio Nobel, o uno de estos individuos altamente citados. ¡Como si una sola persona pudiera legitimar a toda una institución!

"Publicar artículos en revistas especializadas ayuda a obtener financiación, un puesto fijo en una universidad y nos permite permanecer en el sistema (el elefante en la habitación)”

Lo que muestran los casos revelados en este periódico no es más que la punta del iceberg de un sinfín de despropósitos que hacen que, poco a poco, se nos pudra el sistema científico actual, al calor de lo que parece un negocio redondo. Los investigadores hacen la investigación, financiada con fondos públicos, las instituciones públicas en las que trabajan pagan a las grandes editoriales varias veces (por leer y por publicar), los investigadores además revisan gratis los trabajos científicos, y empresas como Clarivate o el ranking de Shanghái prescriben en sus listados quiénes son los buenos (y por comparación, los malos).

En los últimos 30 años, desde que convivimos con internet, hemos cambiado la forma de comunicarnos, de comprar, de enseñar, de aprender y hasta de ligar. Y sin embargo, seguimos haciendo, financiando y evaluando la ciencia de la misma manera que en el siglo pasado. Los jóvenes investigadores, malpagados y presionados por el sistema, aspiran a salir de cantar en sus laboratorios, tratando de cambiar el mundo, a alguna de las listas de Los 40 principales.

Pero, como dicen los argentinos, “el problema no es del chancho, sino del que le da de comer”, y consciente o inconscientemente, todos alimentamos este sistema anacrónico e ineficaz, subsumidos en un abrazo mortal con las editoriales científicas y los rankings universitarios. Y mientras, llenamos las arcas de editores y otras empresas del entorno que, como Clarivate, nos venden sus productos y nos dicen, con fines de lucro, qué es calidad. Quien puede pagar, paga, y entra en la élite de las viciadas popularidades. Pero la ciencia, como dice la nueva Ley 17/2022 en España, ha de ser “un bien común”, y debe devolverse a los investigadores que la hacen y a la sociedad que la sufraga.

"En los últimos 30 años, desde internet, hemos cambiado la forma de comunicarnos, comprar, enseñar, aprender y hasta de ligar, sin embargo, hacemos ciencia de la misma manera que en el siglo pasado”

Para que no se nos pudra (más) el sistema científico actual, los investigadores, instituciones y demás agentes tenemos que romper el abrazo mortal de la ciencia y reaccionar para cambiar la forma en que comunicamos el conocimiento científico y, sobre todo, cómo evaluamos el mérito de los investigadores más allá de los papers. Sin embargo, hay alguna luz al final del túnel. Aunque seamos víctimas y cómplices del sistema actual, también somos conscientes de sus debilidades y, en mayor o menor medida, queremos cambiarlo.

En este sentido se ha creado, tras un largo debate con los agentes implicados y facilitado por la Unidad de Ciencia Abierta de la Comisión Europea, la Coalición para el Avance de la Evaluación de la investigación (CoARA). En los últimos cuatro meses se han adherido a CoARA más de 500 instituciones, que adoptan, entre otros compromisos, el de evitar el uso de los rankings en la evaluación de la investigación. CoARA es un paso al frente para analizar de forma coherente, colectiva, necesaria y global la reforma de la evaluación de la investigación, de tal manera que podamos pasar de un sistema de evaluación exclusivamente cuantitativo de las revistas, y papercentrista, a un sistema que incluya otros productos de investigación, otros indicadores, así como narrativas cualitativas que definan las contribuciones específicas del investigador y que valoren todos los talentos académicos y en todas las disciplinas.

Como les dije a mis amigos: la ciencia es como un paracaídas, si no se abre no nos va a ayudar. En la era de la web, de la inteligencia artificial y de los datos, otro sistema científico es posible y, además, necesario.

Eva Méndez es profesora titular del Departamento de Biblioteconomía de la Universidad Carlos III de Madrid y directora de OpenScienceLab, el grupo de Metainvestigación para la Ciencia Abierta



Plan 2.0 para el acceso abierto: ¿un plan o una nueva ambigüedad?

Publicado en THE Times Higher Education https://www.timeshighereducation.com/news/plan-s-20-open-access-plan-bold-may-prove-ineffective   El...