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miércoles, 25 de junio de 2025

MÉXICO: ¿Ciencia para publicar en revistas prestigiadas o para reindustrializar el país?

Publicado en La Jornada
https://www.jornada.com.mx/noticia/2025/06/18/opinion/ciencia-sin-industria-talento-sin-destino




Ciencia sin industria, talento sin destino

Cuatro décadas después, la paradoja es evidente: México genera conocimiento que su economía no puede aprovechar. 

18 de junio de 2025 

Con la apertura económica y la adopción del modelo neoliberal en los años 80, México dejó de concebir el conocimiento como herramienta del desarrollo productivo. La nueva planta industrial se configuró bajo control extranjero, con empresas trasnacionales que conservaron sus centros de investigación en los países de origen. No necesitaron del conocimiento generado localmente. En ese contexto, contar con un aparato científico nacional vinculado al aparato productivo dejó de ser necesario. 

Desde entonces, ciencia, tecnología, industria y pensamiento social siguieron caminos separados. Mientras la estructura productiva se subordinaba a cadenas globales de bajo valor agregado, el sistema científico se replegó hacia la academia. El Conacyt concentró sus esfuerzos en formar doctores, financiar posgrados y evaluar artículos indexados. Y las ciencias sociales, atrapadas en circuitos teóricos importados, abandonaron toda aspiración de orientar un proyecto nacional. Cuatro décadas después, la paradoja es evidente: México genera conocimiento que su economía no puede aprovechar.  

Desde la creación del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) en 1984, la política científica giró en torno al reconocimiento externo. La ciencia se volvió una carrera individualista, enfocada en publicaciones especializadas, no en resolver problemas públicos. Al mismo tiempo, las universidades y centros de investigación se cerraron sobre sí mismos, amparados en una noción de autonomía desvinculada del interés nacional. La “excelencia” funcionó como escudo contra cualquier transformación. Emergió así una élite académica dorada, financiada por el Estado, pero alejada de las necesidades del país. 

Muchas disciplinas, especialmente en las ciencias básicas, operan hoy sin conexión alguna con el aparato productivo. En las ciencias sociales, el panorama es aún más grave: domina un colonialismo intelectual que impide la construcción de agendas propias, subordinando la colaboración internacional a intereses ajenos al desarrollo nacional. No se trata sólo de enfoques teóricos: en cuatro décadas, las ciencias sociales mexicanas han sido incapaces de proponer una política de planificación, un modelo de reindustrialización o una alternativa coherente de proyecto nacional. Sin pensamiento social articulado al interés público, la política científica corre el riesgo de volverse tecnocrática o vacía de sentido nacional. 

El SNI ha crecido de forma vertiginosa –de mil 396 miembros en 1984 a más de 46 mil en 2025–, pero sin reflejarse en el desarrollo humano o la innovación tecnológica. Aunque hay aportes relevantes, el sistema funciona como una maquinaria simbólica que legitima privilegios. Basta con publicar en revistas de circulación restringida –aunque nadie las lea en el país– para mantener los estímulos. En esta lógica, el SNI opera como un programa de transferencias sin evaluación colectiva. 

La formación científica se ha vuelto un ciclo cerrado: produce doctores que no tienen dónde insertarse, más allá de universidades públicas ya saturadas. En lugar de integrarse al aparato productivo, el talento circula dentro del propio sistema, sin romper su inercia. El riesgo es evidente: convertir la ciencia en simulacro de legitimidad, sin impacto real. 

Si esta tendencia continúa, podríamos enfrentar una paradoja mayor: más investigadores compitiendo por estímulos que ingenieros resolviendo problemas industriales. No se trata de un exceso de científicos, sino de la ausencia de un proyecto de nación que los articule al desarrollo. Mientras, la industria manufacturera –controlada por capital extranjero– opera sin relación con el conocimiento local, profundizando la desconexión entre ciencia, educación y producción. 

México no necesita simplemente más doctores o más ingenieros. Necesita un proyecto de desarrollo que los requiera, los articule y los valore. Sin una política industrial soberana que impulse la innovación local, cualquier esfuerzo por formar talento seguirá cayendo en el vacío. 

Frente a este escenario, el gobierno de la Cuarta Transformación representó un parteaguas. Por primera vez en décadas, se impulsó un esfuerzo serio por reorientar la política científica hacia el bienestar colectivo. El Conahcyt –con una intención renovadora y objetivos ambiciosos, aunque sin una estrategia plenamente consolidada– buscó restructurar los centros públicos de investigación, reformar el SNI, reordenar las prioridades del sistema y corregir prácticas discrecionales en el uso de recursos públicos. 

Este intento por vincular el conocimiento con el interés nacional y cerrar espacios a los abusos presupuestales enfrentó resistencias significativas: desde estructuras burocráticas consolidadas y sectores académicos reacios al cambio, hasta decisiones del Poder Judicial que impidieron establecer responsabilidades por el uso indebido de fondos públicos. En algunos casos, quienes fueron señalados por estas prácticas regresaron a ocupar posiciones de influencia dentro del sistema. Estas resistencias limitaron el alcance del proyecto e impidieron una transformación más profunda y sostenida. 

La transformación del Conahcyt en Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (Secihti) puso en evidencia el conflicto entre dos proyectos de desarrollo científico: uno con vocación popular, orientado al bienestar colectivo; y otro aferrado a beneficios corporativos y a criterios autorreferenciales. Aunque el discurso reformador se ha sostenido, el impulso original ha enfrentado los límites de una institucionalidad marcada por inercias profundas. La lógica de la administración pública, con sus tiempos, resistencias y mecanismos de operación, ha terminado por influir en la implementación del nuevo modelo científico. En lugar de consolidar una ruptura estructural, se observa una tendencia a normalizar los cambios dentro de los marcos existentes, lo que ha debilitado el horizonte transformador planteado inicialmente. 

Mientras, México sigue formando generaciones de especialistas sin destino. Urge reconstruir el vínculo entre ciencia, Estado e industria. Pero debe quedar claro: la Secretaría de Ciencia no basta. Su función es reorganizar el sistema y desmontar los privilegios de las élites académicas, pero si el Estado no interviene para reindustrializar el país, el talento seguirá siendo irrelevante. 

El conocimiento no se traduce en bienestar si no hay un aparato productivo nacional que lo demande. Sólo una política científica soberana, respaldada por una política industrial firme, podrá poner el conocimiento al servicio del país y consolidar el horizonte transformador que la Cuarta Transformación apenas comenzó a trazar, pero que sigue esperando ser profundizado. 

*Director del CIDE

lunes, 16 de diciembre de 2024

MÉXICO: Banxico vs CIDE - ideología, universidades públicas nacionales y ciencia económica

Publicado en La Jornada
https://www.jornada.com.mx/2024/12/15/edito




BdeM: decolonizar las instituciones

A más de dos siglos de que México se sacudiera el yugo español e iniciara su vida como nación independiente, un sector tristemente amplio de la población continúa atada a idiosincrasias impuestas por los colonizadores, como la idolatría hacia la cultura europea. La noción de que todo lo creado por los caucásicos es intrínsecamente superior a las producciones –materiales o intelectuales– de los pueblos indígenas, la genuflexión ante poderes extranjeros, el entreguismo de los recursos naturales a compañías foráneas y un desprecio irracional hacia las personas, las instituciones y las ideas del sur global.

La persistencia de este colonialismo intelectual en el seno de la sociedad mexicana quedó exhibida en la figura de Carlos Santiago Bazdresch Barquet, gerente de Asuntos de Política Monetaria del Banco de México (BdeM) y representante del mismo ante el Consejo Directivo del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). El 11 diciembre, Bazdresch emitió comentarios cargados de racismo, clasismo y colonialismo contra las universidades mexicanas, al afirmar que sólo los académicos provenientes de universidades anglosajonas mejoran la plantilla, mientras los egresados de centros de estudios como la UNAM, la UAM o el propio CIDE no aportan nada a la institución.

Dicho exabrupto motivó que el director general del CIDE, José Antonio Romero Tellaeche, enviara una misiva a la gobernadora del BdeM, Victoria Rodríguez Ceja, en la cual solicita de manera respetuosa considere la sustitución de Bazdresch como enlace del banco central con la casa de estudios, papel que le otorga un asiento en el mencionado consejo directivo. En su carta, Romero Tellaeche resalta que las opiniones del funcionario fueron discriminatorias, vergonzosas y parte de una hostilidad sin precedente hacia nuestra institución, lo que ha generado tensiones y un evidente deterioro en los vínculos que antes manteníamos. El BdeM no dio respuesta alguna a la denuncia, ni siquiera el acuse de recibo que constituye un mínimo de respeto institucional.

La actitud del banco central, que puede interpretarse como un espaldarazo a Bazdresch y un nuevo gesto de desdén hacia todas las universidades insultadas por el gerente, refleja no sólo una actitud deplorable en el órgano responsable de la política monetaria del país, sino también una defectuosa comprensión de la autonomía de la que se le dotó.

Los gobernadores del BdeM y los directivos de todas las instituciones autónomas del Estado deben recordar que esta facultad no significa insularidad y que su capacidad de regirse sin interferencias gubernamentales no las pone por encima de la Constitución, de la rendición de cuentas ni de la base de la democracia, la soberanía depositada de forma exclusiva e inalienable en el pueblo. Queda claro que su autonomía no puede esgrimirse para evadir explicaciones en torno a la conducta inadmisible de uno de sus miembros.

El conflicto revelado trasciende al vínculo entre el BdeM y el CIDE. Por una parte, tiende un manto de duda sobre el tipo de formación brindado por el organismo rector del sistema financiero a los profesionales que capacita a diario. Lo que es más inquietante: si la postura de Bazdresch, hijo de uno de los artífices del giro neoliberal que convirtió al CIDE en un semillero de pensadores dogmáticos, es compartida por una proporción importante de sus colegas, queda en duda en beneficio de quién toma sus decisiones del banco central. Cuando adopta medidas que afectan a la economía de todos los mexicanos, ¿el BdeM piensa en el bienestar de los connacionales, o en el de los extranjeros que mejoran plantillas? Para despejar estas incógnitas, es imprescindible que la institución presidida por Rodríguez Ceja responda de manera puntual a los planteamientos de Romero Tellaeche, en el entendimiento de que la rendición de cuentas no menoscaba, sino que fortalece su autonomía y su credibilidad.

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Publicado en La Jornada
https://www.jornada.com.mx/2024/12/14/politica/011n3pol

Rechaza CIDE opiniones clasistas de Bazdresch contra científicos del país

Carolina Gómez y Jessica Xantomila
 
Periódico La Jornada
Sábado 14 de diciembre de 2024, p. 11

El Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) rechazó las opiniones discriminatorias y vergonzosas de Carlos Santiago Bazdresch Barquet, representante del Banco de México (BdeM) ante el Consejo Directivo de la institución, sobre los perfiles de expertos formados en universidades públicas del país, que fueron sumados a la plantilla de investigadores.

En una carta, José Antonio Romero Tellaeche, director del CIDE, dijo que la actitud del gerente de Asuntos de Política Monetaria del BdeM mostró una hostilidad sin precedente hacia nuestra institución, lo que ha generado tensiones y un evidente deterioro en los vínculos que antes manteníamos.

Por lo anterior, solicitó respetuosamente a Victoria Rodríguez Ceja, gobernadora del BdeM, evaluar la posibilidad de que Bazdresch deje la representación ante el Consejo Directivo del CIDE.

El 11 de diciembre, en una junta del consejo, Bazdresch Barquet sostuvo que de las 16 nuevas contrataciones sólo dos o tres fueron de especialistas formados en universidades reconocidas internacionalmente, entre ellas la Universidad de California, en Berkeley, y la Universidad de Essex.

En cambio, los demás son de universidades que no está claro que mejoren la plantilla y mencionó casas de estudio como UNAM, UAM, Colegio de Postgraduados y el Tec de Monterrey, entre otros.

Romero lamentó el tono de esas opiniones que contrastan con la visión del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien obtuvo su licenciatura, maestría y doctorado en la UNAM, y promueve el fortalecimiento de las instituciones de educación pública en México.

Tras señalar que, hasta ayer en la tarde, no había tenido respuesta a la misiva enviada el 12 de diciembre a la gobernadora del BdeM, planteó en entrevista que, para combatir posturas como la descrita, hay que hacer una cruzada contra esta discriminación, ¡no es posible que sigamos así!

La Jornada solicitó ayer por la mañana a Comunicación del BdeM un posicionamiento sobre la carta enviada por Romero Tellaeche ante las críticas hechas por Bazdresch Barquet. Los responsables de dicha oficina comentaron que se consultaría la respuesta, pero al cierre de la edición no hubo contestación.

Romero añadió que cada año se lucha por tener más recursos para la educación pública en todos los niveles, incluido el superior, como para que sus egresados sean despreciados por ciertos sectores, que prefieren las escuelas extranjeras.

Destacó que se debe acabar de tajo con la prevalencia de la discriminación clasista y racista de los egresados de universidades públicas y detalló que la postura del funcionario del BdeM es retrógrada.

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Publicado en Contralínea
https://contralinea.com.mx/interno/semana/directivo-de-banxico-se-lanza-contra-el-cide-y-las-universidades-publicas/


Directivo de Banxico se lanza contra el CIDE y las universidades públicas

    Redacción
    diciembre 12, 2024


A nombre del Banco de México, el doctor Santiago Bazdresch Barquet descalificó las nuevas contrataciones del cuerpo académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas, AC, porque los futuros docentes no provienen de universidades extranjeras que, a su parecer, son las únicas que tienen prestigio, denunció el director general del CIDE, doctor José Antonio Romero Tellaeche. Con esa actitud, discriminó a egresados de universidades públicas mexicanas, incluido el propio CIDE.

En una carta dirigida a la gobernadora del Banxico –Victoria Rodríguez Ceja–, explicó que Bazdresch Barquet funge como representante del banco central ante el Consejo Directivo del CIDE, y durante la más reciente reunión se expresó en un tono hostil contra el centro educativo, y además de generar tensiones, es evidente el deterioro en el vínculo institucional.

El doctor Romero Tellaeche le expresó a la gobernadora Rodríguez Ceja su preocupación respecto a la relación institucional entre el CIDE y el Banxico, pues, aunque en el pasado la relación entre ambas instituciones se caracterizó “por un espíritu de colaboración y entendimiento mutuo, […] en fechas recientes, esta dinámica se ha visto afectada debido a la conducta del actual representante del Banco de México en el CIDE, el doctor Santiago Bazdresch Barquet”. Este último, se desempeña como gerente de Asuntos de Política Monetaria del banco central.

Agregó que “su actitud ha mostrado una hostilidad sin precedentes hacia nuestra institución, lo que ha generado tensiones y un evidente deterioro en los vínculos que antes manteníamos. Durante mi administración, no había enfrentado una representación estatal que se distinguiera por un nivel tan bajo de profesionalismo y por una postura tan agresiva”.

En la carta, añadió que “el doctor Bazdresch Barquet es hijo del maestro Carlos Bazdresch Parada, quien fue generosamente jubilado con una extraordinaria pensión por el Banco de México, y es conocido por haber impulsado un cambio significativo en el CIDE hacia un enfoque neoliberal, alejándolo de su orientación nacionalista original”.

El doctor Romero Tellaeche también expuso los detalles del desencuentro: “el doctor Santiago Bazdresch Barquet, en la reunión del Consejo Directivo del CIDE realizada el 11 de diciembre del año en curso y en su calidad de representante del Banco de México –representación que explicitó en su presentación– señaló lo siguiente: “de las contrataciones. Hay 16 nuevas contrataciones de los cuales sólo dos o tres vienen de universidades reconocidas internacionalmente. Los demás son de universidades que no está claro que mejoren la plantilla. Uno de los contratados es del propio CIDE lo cual es muy grave que una institución contrate a sus propios egresados. Porque puede generar endogamia”.

Sobre estos comentarios del representante del Banxico, el director general del CIDE explicó que se refieren “a los siguientes casos: ‘los dos o tres profesores contratados provenientes de universidades reconocidas internacionalmente’ incluyen un egresado de la Universidad de California, Berkeley, otro de la Universidad de Wisconsin-Madison y, posiblemente, un tercero de la Universidad de Essex. El resto de las contrataciones, que según el doctor Bazdresch ‘no mejoran la plantilla’, corresponden a egresados de programas de doctorado de instituciones nacionales como la UNAM, la UAM, el Colegio de Postgraduados, la ENAH y el Tecnológico de Monterrey, entre otras”.

Acerca del caso de supuesta endogamia, detalló que “corresponde a un único profesor, egresado de la sede Santa Fe, que fue contratado por la sede Región Centro en Aguascalientes”.

Por ello, el doctor Romero Tellaeche advirtió que dichas opiniones expresadas por el doctor Bazdresch a nombre del Banco de México son “inaceptables, discriminatorias y vergonzosas en un país que se esfuerza por educar a sus ciudadanos y brindarles oportunidades”.

Además, añadió que contrastan con la visión del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien estudió su licenciatura, maestría y doctorado en la UNAM, “y promueve el fortalecimiento de las instituciones de educación pública en México”. Asimismo, observó que “existe una correlación significativa entre las personas de altos ingresos y quienes tienen estudios de posgrado en el extranjero. Este fenómeno no es casual, ya que el acceso a programas académicos internacionales de prestigio suele estar condicionado por los elevados costos de matrícula, manutención y otros gastos asociados, los cuales están fuera del alcance de la mayoría de la población. En este contexto, si las instituciones públicas y los altos cargos gubernamentales limitan sus procesos de contratación a egresados de escuelas extranjeras, se corre el riesgo de perpetuar un círculo de exclusión. Esta práctica no solo favorece la reproducción del control de las élites económicas sobre el poder político, sino que también contradice los principios de justicia social y democratización que sustentan los fundamentos de la Cuarta Transformación (4T)”.

El director general del CIDE consideró que “el proyecto de la 4T busca construir un modelo de gobierno más incluyente, con oportunidades equitativas para todos los sectores de la sociedad. Por ello, es fundamental replantear los criterios de selección de funcionarios públicos para priorizar el mérito, la experiencia y la capacidad, independientemente del lugar donde obtuvieron su formación académica. Esto permitiría diversificar las perspectivas dentro de las instituciones y garantizar que las decisiones de política pública representen los intereses de una mayoría y no de un grupo reducido con privilegios históricos”.

También consideró que “es necesario promover políticas que fortalezcan las universidades nacionales y amplíen el acceso a la educación superior de calidad para todos, evitando que las instituciones extranjeras se conviertan en un requisito implícito para el ascenso profesional. Solo así será posible romper con las barreras estructurales que perpetúan la desigualdad y construir una administración pública que refleje los ideales de inclusión y transformación social. No sé si esta posición refleja la postura oficial del Banco de México, pero en dicha institución muchos de los cargos en política monetaria e investigación están ocupados por egresados de las universidades que parecen impresionar al doctor Bazdresch”.

Romero Tellaeche opinó que el Banxico debería valorar y contratar preferentemente a doctores en economía formados en instituciones nacionales, donde se enseña con el mismo rigor metodológico que en las universidades extranjeras, pero con el añadido de un profundo compromiso y amor por México. Y consideró que “este conjunto de factores afecta significativamente la objetividad y profesionalismo del doctor Bazdresch, cualidades indispensables para garantizar una colaboración efectiva y respetuosa entre nuestras instituciones. Por ello, respetuosamente le solicito que evalúe la posibilidad de designar a un nuevo representante del Banco de México en el CIDE, una persona con un enfoque más humanista, profesional, objetivo y comprometido con fortalecer las relaciones institucionales”. Finalmente, llamó a la gobernadora del Banco de México a dialogar sobre este asunto.

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domingo, 3 de marzo de 2024

MÉXICO: Conahcyt/4T vs Conacyt/Academia Mexicana de la Ciencia

Publicado en La Jornada
https://www.jornada.com.mx/noticia/2024/03/01/sociedad/renuncia-alvarez-buylla-a-la-academia-mexicana-de-la-ciencia-2305



Renuncia Álvarez-Buylla a la Academia Mexicana de la Ciencia

01 de marzo de 2024
 
Ciudad de México. La directora general del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt), Elena Álvarez-Buylla Roces, hizo pública su renuncia a la Academia Mexicana de la Ciencia (AMC), organismo privado que, considera, “fue capturado por grupos de poder conservadores y usada para golpear al actual gobierno con el propósito de defender intereses particulares so pretexto de la promoción de la ciencia, anulando el interés público”.

A través de las redes sociales, y en una extensa carta pública, donde da cuenta de los avances en la política pública del sector, entre ellas la aprobación de una Ley General en materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación, la funcionaria federal expone que dichos grupos se han opuestos a la construcción del nuevo Conahcyt, que “requirió la transformación radical del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) del periodo neoliberal”.

Entre otras causas, afirma, porque el extinto Conacyt “transfirió durante el régimen neoliberal recursos millonarios del erario público a empresas privadas, cerró la puerta a miles de jóvenes que bien pudieron estudiar un posgrado, privilegió los posgrados privados sobre los públicos, excluyendo a cerca de dos mil posgrados del acceso a becas”.

Álvarez-Buylla, recuerda que es del dominio público que la construcción del Conahcyt “ha sido combatida rabiosamente por sectores que se vieron beneficiados de manera ilegítima por el Conacyt neoliberal. Esto incluye tanto a sectores mediáticos y políticos conservadores que se oponen a la Cuarta Transformación de la vida pública de México, como a personeros de intereses cupulares adscritos a las instituciones de educación superior públicas”.

Destaca que la AMC, pese a tener entre sus principales objetivos orientar al Estado mexicano y a la sociedad civil en el campo de la ciencia y la tecnología, durante este sexenio, en la práctica, “se dedicó a actuar como caja de resonancia de los posicionamientos políticos de los adversarios de la Cuarta Transformación, llegando a extremos vergonzosos con posicionamientos públicos y recientes”, en referencia al documento “Propuestas y reflexiones sobre el futuro de la política de ciencia, tecnología e innovación en México”, cuyos coordinadores son el ex director del Conacyt, durante el sexenio peñista, Enrique Cabrero Mendoza, y el actual presidente de la AMC, José Antonio Seade Kuri.

Asegura que en dicho texto “reaccionario, se da voz de manera exclusiva a personas adversarias que comulgan con la visión neoliberal” del sector, que promueven la “desmemoria e insisten en regresar a ese triste y nefasto pasado neoliberal”.




viernes, 23 de junio de 2023

El neoliberalismo destruye la innovación científica

Publicado en Jacobin
https://jacobinlat.com/2023/06/10/el-neoliberalismo-destruye-la-innovacion-cientifica/




El neoliberalismo destruye la innovación científica

TRADUCCIÓN: FLORENCIA OROZ

En las últimas décadas, los científicos han realizado cada vez menos avances innovadores. La culpa la tiene el modelo académico, cada vez más competitivo y basado en métricas, que desalienta la creatividad y la asunción de riesgos.

Cuando pienso en ciencia «disruptiva», recuerdo al primer científico pionero que vi: el difunto premio Nobel Oliver Smithies. En la presentación que le escuché, reflexionó sobre su vida y aconsejó a jóvenes científicos sobre sus carreras. «Muy a menudo las ideas para investigar surgen de nuestras experiencias o recuerdos», dijo. «Solo hace falta un momento para que surja la idea, pero a veces hace falta toda una vida para demostrar que funciona».

Smithies pensaba que era importante perseguir pacientemente las grandes ideas, aunque eso supusiera largos periodos de baja productividad. El consejo era estupendo, pero seguirlo hoy sería probablemente un suicidio profesional.

Smithies se doctoró en un tema que no interesaba a nadie. Inventó una máquina, el osmómetro, un aparato para medir la concentración de partículas en una solución, que nadie acabó utilizando. La publicación de su tesis apenas fue citada por otros científicos. Pero para Smithies, este momento de científico en formación fue crucial: adquirió independencia y aprendió a investigar correctamente.

Tras su tesis, decidió cambiar totalmente de rumbo y estudiar la insulina. Su investigación fracasó en gran medida a la hora de aportar nuevos conocimientos, pero en sus proyectos paralelos hizo su primer descubrimiento «disruptivo». A partir de las observaciones que hizo viendo a su madre lavar la ropa cuando era niño, Smithies desarrolló geles de almidón para la purificación de proteínas. Estos geles serían la base de uno de los métodos más transformadores de la biología molecular: el Western blot. En la actualidad, los Western blots se realizan con regularidad en laboratorios de todo el mundo y suelen ser el paso previo para muchas incursiones en nuevas investigaciones científicas.

Aunque es difícil pensar en una contribución más digna, Smithies nunca ganó el Premio Nobel por el Western blot. En cambio, recibió el premio por otra cosa, después de volver a cambiar de campo. Smithies recibió el Nobel por el primer enfoque exitoso de la selección de genes en ratones.

Según un estudio reciente, los descubrimientos disruptivos como los de Smithies han disminuido drásticamente en las últimas décadas. Los artículos y patentes disruptivos se definen como publicaciones que cambian la dirección de un campo, redefinen la ciencia ya existente y tienen el potencial de transformar nuestra comprensión del mundo, incluido lo que se enseña en los cursos de introducción a la ciencia en todo el mundo. Los datos de los autores son convincentes: tales disrupciones en la ciencia han experimentado un descenso constante y pronunciado en las últimas décadas.

Cuando la ciencia aún era disruptiva

Por qué la ciencia es cada vez menos disruptiva? La reciente publicación de Michael Park, Erin Leahey y Russell J. Funk en Nature suscitó un animado debate en la comunidad científica. Muchos creen que es una característica inherente al campo que los hallazgos más disruptivos se produzcan en el momento de la concepción de nuevas áreas de estudio: avances «al alcance de la mano». Pero los autores sostienen que tales hipótesis no explican adecuadamente sus observaciones. En su lugar, sugieren varios problemas sistémicos que pueden explicar el declive de la capacidad disruptiva, como el hecho de centrarse en la cantidad de publicaciones en lugar de en la calidad.

En mi opinión, los principales problemas que conducen al declive de la «ciencia disruptiva» son estructurales. El principal es el carácter cada vez más competitivo y basado en métricas del mundo académico. Aunque este sistema pretende ofrecer criterios objetivos de mérito científico, en realidad resta la libertad necesaria para la ciencia disruptiva e incentiva a los investigadores a aumentar sus «puntuaciones de éxito» en lugar de centrarse en la ciencia innovadora.

Hoy en día, una carrera como la que describe Smithies es impensable. Los científicos no cambian el enfoque de su investigación. Más bien, tienden a ser cada vez más estrechos en su investigación, algo que Park et al. cuantifican. También es casi imposible tener una carrera científica sin publicar artículos importantes a cada paso del camino.

Publicar o perecer¿Por qué los científicos de hoy en día evitan tomarse la libertad que Smithies consideró tan crucial para su propia carrera? La razón por la que es tan raro que los científicos se tomen un año sabático o cambien de campo es sencilla: están atrapados en un sistema de competencia brutal. Si te tomas un descanso o no publicas durante un tiempo, estás fuera.

En un elegante artículo, la socióloga francesa Christine Musselin muestra cómo la competencia llegó a estructurar la ciencia académica. La competencia entre universidades por el estatus se convierte en una rivalidad alimentada por el Estado como «organizador de la competencia».

Al principio, el Instituto Nacional de Salud (NIH) concedía financiación sobre todo a centros o proyectos comunes («subvenciones P01»). En la década de 1970, este sistema de financiación fue rápidamente sustituido por subvenciones para investigadores individuales concedidas en concursos cada vez más estandarizados («subvenciones R01»). Mediante el mecanismo de una «tasa de costes indirectos», parte del dinero que los investigadores individuales reciben de estas subvenciones va a parar a sus universidades. De este modo, la financiación federal de las universidades pasó a depender de los buenos resultados que obtuvieran sus investigadores en los concursos para obtener subvenciones federales.

En teoría, las contiendas entre científicos no tienen por qué ser algo malo. Como dice Musselin, la competencia existía en la ciencia incluso cuando era más disruptiva. Lo que cambió fue la naturaleza de esta competición entre científicos. En la búsqueda de medidas que las universidades y el Estado puedan utilizar para clasificar a sus competidores, estas instituciones buscan métricas objetivas de la calidad de los investigadores. Es este intento de «objetivar al genio» lo que acaba erosionando la ciencia disruptiva.

Estas métricas se basan en las publicaciones de los investigadores. Algunas mediciones, como el Índice H, miden la frecuencia con la que las publicaciones de un científico son citadas por otros científicos. Otras, como el «factor de impacto», utilizan como indicador el registro de citas de las revistas en las que publica el científico. El valor «objetivado» de los investigadores no solo ha servido para las clasificaciones universitarias, sino que también ha llegado a determinar la distribución de las subvenciones federales y los puestos de profesorado.

A primera vista, el sistema parece una forma elegante de abordar un problema que probablemente era aún peor en el pasado: si atribuimos puntuaciones objetivas de calidad a los científicos y las utilizamos, por ejemplo, para distribuir los puestos de profesor, dependemos menos de decisiones subjetivas, que pueden permitir el nepotismo y los prejuicios individuales para determinar quién avanza. Pero el descenso medido de la ciencia disruptiva sugiere que el sistema no funciona realmente como se pretende. Al contrario, crea incentivos que son veneno para la investigación innovadora.

El «laboratorio productivo»Una vez que una carrera depende de un sistema de puntuación, los investigadores tratarán de optimizar sus puntuaciones. En lugar de una competición por hacer la mejor ciencia, los científicos cazan «puntos de impacto».

¿Cómo se llega a ser el mejor puntuado? En primer lugar, se obtiene una mejor puntuación cuando se aumenta la producción de artículos. La forma más fácil de aumentar esa producción es contratar a personas cuyo trabajo y capacidad intelectual le permitan producir más artículos por los que obtendrá reconocimiento.

El incentivo para los profesores es claro: consiga el mayor número posible de trabajadores subordinados y tendrá más publicaciones. Cierta característica del sistema de publicación garantiza que contratar a más aprendices nunca sea perjudicial: la división entre «primer» y «último» autor. Los profesores obtienen su moneda por ser últimos autores (el último nombre en la lista de personas que publican el artículo), mientras que los trabajadores reciben créditos de primer autor. Para los investigadores, «último autor» significa «esta persona es el cerebro del estudio», y «primer autor» significa «esta persona hizo el trabajo práctico».

El ejemplo de Smithies demuestra que los científicos disruptivos necesitan libertad para plantearse cuestiones por curiosidad. Smithies tenía esa libertad porque sus profesores, en todas las etapas de su carrera, le veían como a un compañero y no como a un empleado. En los laboratorios modernos con profesores que adoptan plenamente el modelo de competencia en el mundo académico, los jóvenes investigadores son empleados, no compañeros.

Como sugiere un comentario reciente en el debate en torno a la ciencia disruptiva, los jóvenes científicos se centran hoy en día en un «enfoque ejecutivo y basado en los resultados» en lugar de dedicarse a la investigación creativa impulsada por la curiosidad. En mi opinión, este cambio en la formación de los jóvenes investigadores no se debe a estilos de enseñanza erróneos. Por el contrario, es la consecuencia lógica de la transformación de la relación profesor-formando, alimentada por el actual esquema de competencia en la ciencia.

Productividad y especializaciónEl énfasis en la «productividad de la investigación» no solo determina la forma de actuar de los científicos senior, sino que también restringe fundamentalmente a los científicos junior. Estas restricciones son más evidentes en el punto de transición entre aprendiz y profesor.

Para ser profesor, hay que conseguir «becas de inicio». En Estados Unidos, la principal beca inicial en ciencias biológicas es la K99 de los NIH. Para recibir una beca K99, tienes que demostrar tu productividad. Y tu productividad se demuestra con publicaciones a lo largo del tiempo.

Para medir esta productividad, necesitas un plazo de tiempo determinado. Los científicos noveles solo pueden solicitar una beca K99 durante los tres primeros años y medio de su posdoctorado. Durante este tiempo, los científicos tienen que demostrar su productividad con artículos como primeros autores.

Pero los distintos tipos de investigación no son racionalmente comparables de este modo. Digamos que hay dos investigadores: uno es un biólogo computacional que utiliza datos preexistentes para su investigación y el otro investigador estudia el efecto del envejecimiento del sistema inmunitario y debe realizar sus propios experimentos. El biólogo computacional no tiene problemas para publicar en tres años y medio. Pero para el investigador centrado en el envejecimiento, cada experimento le lleva un año. A menos que tengan mucha suerte, no hay forma de que puedan publicar a tiempo.

Debería ser obvio que las limitaciones de tiempo como las impuestas por la necesidad de ganar subvenciones de inicio seleccionan un determinado tipo de investigación. El investigador interesado en el envejecimiento probablemente tendrá que elegir entre proseguir su investigación impulsada por la curiosidad y arriesgar su carrera, o perseguir un proyecto que sea «factible» para publicar más artículos rápidamente. Por desgracia, la ciencia más fácilmente publicable es probablemente la menos perturbadora. La probabilidad de publicar es mayor si se sigue la investigación de su supervisor y se estudian cuestiones que arrojan resultados predecibles.

Las restricciones impuestas a los investigadores por la «viabilidad» y la «productividad» no se limitan a las subvenciones iniciales: los NIH enumeran explícitamente la «viabilidad» como uno de los criterios clave en la evaluación de todas las subvenciones. Detrás de esta decisión se esconde una valoración de la «productividad» por encima de la «creatividad» en la estructura competitiva del mundo académico.

El corsé neoliberalLos incentivos que se derivan del modelo competitivo del mundo académico moderno limitan la libertad de los investigadores de un modo que suprime la ciencia disruptiva. Pero, ¿cómo podemos deshacerlo? Un primer paso es entender por qué el mundo académico se transformó de esta manera en primer lugar. Y en el centro de esta transformación está la neoliberalización de la ciencia.

El punto de vista imperante del capitalismo neoliberal dice que una competencia (supuestamente) meritocrática es la mejor manera de estructurar la sociedad y maximizar el crecimiento económico. La objetivación del valor de la investigación es una forma del fenómeno más amplio de la mercantilización en constante expansión bajo el capitalismo; la transformación de los aprendices en manos de alquiler es un ejemplo de la alienación descrita por Karl Marx, en la que los trabajadores son separados de los frutos de su propio trabajo y de su control sobre el proceso productivo. Y detrás de los métodos actuales de evaluación de la «viabilidad» de la investigación científica, podemos encontrar las mismas prácticas que despliegan las instituciones financieras para el «análisis de riesgo» de las inversiones.

Enfrentarse a una catástrofe climática y a una crisis en la distribución de la riqueza debería hacernos repensar este enfoque de la organización de la vida social. Pero para la ciencia, el problema es evidente: la estructura de un mercado competitivo no favorece en primer lugar una buena investigación.

En primer lugar, la objetivación de la exploración y la innovación científicas de la forma que exige el capitalismo no favorece los avances científicos, porque la mayoría de los descubrimientos revolucionarios, por su naturaleza, son impredecibles. Por ejemplo, cuando Francis Mojica empezó a estudiar patrones repetitivos en el ADN de las bacterias, a nadie le importó. Las grandes revistas se negaron a publicar sus hallazgos. Hoy sabemos que ese trabajo fue, de hecho, la base de quizá el mayor descubrimiento de la biología moderna: las tijeras genéticas CRISPR/Cas9, que están revolucionando la biología molecular y las ciencias de la vida.

En segundo lugar, la transformación de la relación mentor-aprendiz de igual a igual en jefe-trabajador asalariado tampoco tiene mucho sentido para el mundo académico a gran escala: los aprendices de hoy son los profesores de mañana. Suprimir la autonomía y la creatividad de los aprendices convirtiéndolos en trabajadores asalariados es perjudicial para la futura generación de profesores, que entonces habrán perdido su capacidad de pensar creativamente y habrán sido entrenados para tomar opciones menos arriesgadas.

Por último, si aceptamos que los avances son impredecibles, debemos comprender que la buena ciencia nunca puede «cuantificarse» como un producto. La ciencia más disruptiva requiere probablemente mucho más tiempo que otras investigaciones. También requiere asumir grandes riesgos: por ejemplo, que los científicos decidan cambiar de campo o estudiar algo totalmente nuevo. Si seguimos midiendo la calidad de la investigación como «productividad predecible» y distribuimos los recursos y los puestos en consecuencia, nos perderemos mucha ciencia disruptiva.

Recuperar la disrupción limitando la competenciaPara recuperar la ciencia disruptiva, tenemos que limitar el esquema de competencia que, en última instancia, ha mermado nuestra capacidad para llevar a cabo una investigación impulsada por la curiosidad. Un primer paso podría ser reforzar la financiación garantizada de las instituciones y reducir los recursos que hay que adquirir en los concursos de subvenciones, especialmente para los jóvenes investigadores.

Además, habría que reducir drásticamente los intentos de «puntuar» el valor de los investigadores a través de su historial de publicaciones. En su lugar, debemos aceptar el hecho de que el valor científico no puede cuantificarse. Por tanto, las decisiones sobre los puestos del profesorado deben basarse en gran medida en juicios cualitativos. Para evitar el nepotismo y la discriminación injusta, deberíamos aumentar radicalmente la participación democrática en la toma de decisiones institucionales. La contratación de profesores, por ejemplo, podría ser votada por todo el profesorado, e incluso por los posdoctorales.

Por último, debemos invertir la reciente transformación de la relación mentor-aprendiz. Los límites a la composición de los grupos de investigación podrían ayudar en este sentido, ya que la mayoría de las estructuras «explotadoras» se caracterizan por un gran número de posdocs altamente cualificados que permanecen durante mucho tiempo bajo el control de un único profesor. Y los sindicatos de estudiantes de postgrado y postdoctorales son esenciales para empoderar a los becarios y hacer oír sus preocupaciones de una forma que el sistema actual no permite.

No se predijo que el trabajo de Kati Kariko sobre las vacunas de ARNm tuviera algún valor. Como consecuencia, casi se vio obligada a abandonar el mundo académico porque no pudo conseguir financiación ni un puesto de profesora titular. Según un artículo del New York Times, Kariko «necesitaba subvenciones para llevar a cabo ideas que parecían descabelladas y extravagantes. No las consiguió, a pesar de que se premiaron investigaciones más mundanas».

Su trabajo, por supuesto, acabaría siendo la base de las vacunas COVID-19 que salvan vidas. Reformando la ciencia para volver a poner en el centro la investigación impulsada por la curiosidad, podemos asegurarnos de no perdernos más descubrimientos importantes como el suyo.

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