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lunes, 22 de enero de 2024

La encrucijada digital de la UE: ¿por qué es tan difícil alcanzar la soberanía tecnológica?

Publicado en El Confidencial
https://www.elconfidencial.com/mundo/2023-12-31/encrucijada-digital-ue-soberania-tecnologica_3802847/



LA EUROPA DIGITAL DE 2030
La encrucijada digital de la UE: ¿por qué es tan difícil alcanzar la soberanía tecnológica?

La UE se fija para finales de la década que todo el mundo rural cuente con una red de 5G y los ciudadanos tengan acceso a golpe de clic a servicios públicos como el historial médico



31/12/2023 

La Unión Europea no quiere perderse el tren digital. Hace años que Estados Unidos y China la adelantaron en la competición tecnológica, pero el bloque quiere equilibrar la balanza con sus objetivos digitales para 2030. Una de las medidas más ambiciosas es una inversión de 43.000 millones de euros para fomentar la producción de microchips y que el 75% de las empresas cuenten con servicios de nube y macrodatos. Por otro lado, apostará por que el 80% de los adultos europeos tengan competencias digitales básicas.

El propósito de la UE es convertir los desafíos de la adaptación al mundo digital en una oportunidad. Pero no será una tarea fácil. Esta es la encrucijada digital de la UE, explicada en cinco datos.

1. Microchips: un billón en tiempos de escasez

En 2020, se fabricó en todo el mundo un billón de microchips. La demanda se duplicará de aquí a 2030. Con la pandemia del coronavirus, los europeos se dieron cuenta de que eran incapaces de producir por sí mismos un solo gramo de ibuprofeno. Al igual que por entonces, en medio de la revolución tecnológica actual, la dependencia de —especialmente— China para producir estos materiales es una de las grandes preocupaciones y retos de los europeos para el futuro próximo.

La crisis de microchips, material que se encuentra en dispositivos móviles o patinetes eléctricos, ha obligado a cerrar fábricas en distintos sectores, como el sanitario o el automovilístico. Estos microprocesadores se encuentran en todos los ámbitos del día a día: desde el transporte hasta la energía o la computación. Un teléfono móvil contiene alrededor de 160 chips diferentes y un coche híbrido puede tener hasta 3.500.

Según datos del Parlamento Europeo, una gran empresa de semiconductores puede depender de hasta 16.000 proveedores diferentes, lo que hace que la cadena de suministro sea altamente volátil, difícil y vulnerable. A esta complejidad se une el débil posicionamiento de la UE en el tablero global. El bloque comunitario produce menos del 10% de microchips del mundo. El objetivo pasa por que Europa represente el 20% de la producción mundial en 2030.

"Permítanme centrar su atención sobre los semiconductores, esos chips minúsculos que hacen que todo funcione, desde los teléfonos inteligentes y los patinetes eléctricos a los trenes o las fábricas inteligentes. Dependemos de los chips de vanguardia fabricados en Asia. No es, por lo tanto, solo una cuestión de nuestra competitividad, sino que se trata también de una cuestión de soberanía tecnológica. Así que prestémosle toda la atención que merece", aseguraba Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, en su discurso sobre el estado de la Unión de 2021.

Un año después, desde el mismo atrio de Estrasburgo, la alemana recordó que la producción de automóviles se redujo en tres cuartas partes ese año, que la falta de piezas de recambio estaba obligando a Aeroflot a aparcar sus aviones y que, ante la falta de semiconductores, el Ejército ruso estaba extrayendo chips de los lavavajillas y los refrigeradores para reparar el material militar.

La UE es consciente de que abordar esta falla en la cadena de suministros es una cuestión de supervivencia para su competitividad y para abordar la transición climática y digital. La Ley Europea de Chips entró en vigor el 21 de septiembre de 2023 con el objetivo de movilizar más de 43.000 millones de euros de inversiones públicas y privadas con la misión de "reforzar el liderazgo tecnológico de Europa".

2. Inteligencia Artificial: 11 billones en la economía mundial

El que dejamos atrás es el año de la Inteligencia Artificial. Se espera que esta tecnología avanzada contribuya en 2030 a generar más de 11 billones de euros en la economía mundial. Y China, uno de los grandes gigantes tecnológicos del mundo, parte con ventaja. Ya en 2013, el presidente Xi Jinping reconoció el papel que el mundo digital jugaba en la geopolítica, desde el músculo económico hasta el avance de los ejércitos. En los últimos años, ha presentado el plan Made in China y el Plan de Desarrollo de Inteligencia Artificial para convertir a su país en el líder mundial de la IA de aquí a 2030.

En paralelo, la Unión Europea aprobó hace unos días la primera ley de Inteligencia Artificial del mundo. El que es ya uno de los grandes triunfos de la presidencia española del Consejo tiene por objetivo regular la IA para que sea una tecnología centrada en el ser humano, integradora, fiable y en línea con los "derechos fundamentales y los valores europeos". La legislación, pionera en el mundo, entrará en vigor a finales de 2026 con la misión de poner coto a los sistemas de vigilancia biométrica y exigir transparencia a herramientas como ChatGPT.

La transición digital es, junto a la verde, la gran prioridad de la legislatura europea actual. Buena parte de las partidas del Fondo de Recuperación Europeo van destinadas a esta doble misión. Next Generation exige que los Estados miembros destinen a la transformación digital al menos un 20% de los 672.500 millones de euros canalizados en el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia. La tecnología y el clima se dan la mano para el futuro. Según los datos que maneja Bruselas, la Inteligencia Artificial tiene el potencial de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo un 4% para 2030.

3. La década digital: historial médico online en toda la UE

La Comisión Europea presentó en 2021 su "brújula hacia la década digital". La pandemia del coronavirus dejó muchas lecciones en Europa, y una de ellas fue el reconocimiento de que la brecha digital estaba dejando a muchos ciudadanos atrás.

La estrategia presentada en Bruselas es una suerte de biblia con los desafíos y metas concretas que la transformación digital representa para la Europa de 2030. Algunos de ellos pasan por conseguir que, a finales de década, el 80% de los adultos europeos tengan competencias digitales básicas y que al menos 20 millones de ellos sean especialistas en el sector de las TIC.

Para 2030, la UE debería tener también su primer ordenador cuántico. El 75% de las empresas deberán utilizar servicios de macrodatos, nubes e inteligencia artificial. Y todos los servicios públicos, como el historial médico, tendrán que estar disponibles de forma electrónica a golpe de clic.

La tecnología está avanzando a pasos agigantados, alterando todos los aspectos del día a día, desde cómo trabajamos hasta cómo nos relacionamos. Y Europa quiere estar a la vanguardia de esta transformación, ante la que busca el difícil equilibrio de proteger los derechos fundamentales y adaptarse al nuevo entorno. "Estamos llegando al límite de lo que podemos hacer de forma analógica. Y esta gran aceleración acaba de empezar (...) Ahora Europa debe liderar el camino digital, o tendrá que seguir el camino de otros, que están fijando estas normas para nosotros", afirmó Von der Leyen en su primer discurso sobre el estado de la Unión.

4. El 5G en la década digital: en todas las zonas rurales de Europa

Uno de los puntos cardinales de la brújula digital europea para la próxima década pasa por redoblar las infraestructuras sostenibles en el ámbito de la conectividad. La pandemia del coronavirus supuso una llamada urgente al despertar tecnológico. Las empresas o los centros educativos se tuvieron que adaptar a la fuerza y en tiempo récord a la nueva práctica del teletrabajo. Y, en paralelo, la crisis sanitaria puso de relieve la existencia de una Europa a varias velocidades en términos tecnológicos, que dejaba a dos grupos en situación de vulnerabilidad: el mundo rural y los más mayores.

"Las redes 5G están actualmente desplegadas en las principales regiones del mundo. Si bien la mayoría de los países de la UE han lanzado servicios 5G comerciales, la asignación de espectro y el despliegue de redes no son tan rápidos como en los principales países, como Corea del Sur y Estados Unidos", reconoce la Comisión Europea. Por ello, la meta de la capital comunitaria es que para 2030 todas las zonas rurales de Europa deberán contar con redes de 5G. Para esta fecha, el bloque comunitario se marca como objetivo desplegar un mínimo de 10.000 nodos de borde, climáticamente neutros y altamente seguros.

5. Qué piensan los ciudadanos: el 50% quiere más protección de derechos online

Cuatro de cada cinco europeos creen que la tecnología tiene un impacto creciente en su vida cotidiana y que este será todavía mayor en 2030. Según el último Eurobarómetro, el 66% de ellos estima que las herramientas digitales jugarán un papel muy importante en la lucha contra el cambio climático en los años venideros. Por prioridades, los ciudadanos comunitarios estiman que el principal foco de los gobiernos nacionales debe ser la protección contra los ciberataques, el incremento de la fibra óptica y la lucha contra la desinformación y el contenido ilegal.

En concreto, los españoles se encuentran entre los europeos que piden más medidas para tener acceso a internet a precios asequibles (54%) y que más apuestan por la cooperación con otros países para desarrollar proyectos conjuntos (89%). También son de los que exigen que los derechos protegidos en el mundo físico se apliquen y respeten en el virtual. Grosso modo, la mitad de los europeos creen que sus derechos digitales no están bien protegidos.

En Bruselas, todo plan, comunicación o iniciativa cuenta con un acrónimo. La Declaración Europea sobre los Derechos y los Principios Digitales que vio la luz hace un año se bautizó como ADN digital. Su base es trasladar los valores protegidos por los Tratados y la Carta de Derechos Fundamentales al mundo online y consta de seis principios. El primero, promover una transformación digital centrada en las personas; el segundo, respaldar la solidaridad, y la integración mediante una mayor conectividad e igualdad. Además, apuesta por reafirmar la importancia de la libertad de elección y de un entorno digital justo y por favorecer la participación en el espacio público digital. Por último, subraya la necesidad de aumentar la seguridad, la protección y el empoderamiento en el entorno digital e impulsar la sostenibilidad.


domingo, 14 de enero de 2024

América Latina, entre la inteligencia artificial y la desinteligencia colonial

Publicado en El País
https://elpais.com/america-futura/2023-12-28/america-latina-entre-la-inteligencia-artificial-y-la-desinteligencia-colonial.html


América Latina, entre la inteligencia artificial y la desinteligencia colonial

Ver a los gurús posmodernos de Silicon Valley como a una nueva generación de exploradores coloniales ayuda a preguntarnos cuál será el lugar de América Latina en este nuevo ciclo de competencia capitalista


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Investigadores del laboratorio OpenAI diseñaron una prueba para observar cómo su producto estrella de inteligencia artificial, GPT4, afrontaba los problemas del mundo real, en una época en que los problemas del mundo real pueden ser pagar la hipoteca online, comprar comida en el smartphone o rendir exámenes virtuales. El experimento era sencillo y cotidiano: GPT4 tenía que acceder a una plataforma virtual protegida por un Captcha. Un Captcha es una herramienta de seguridad que averigua si quien intenta acceder a un servicio online es un robot o una persona real; por lo general, se trata de una serie de letras o números borrosos que el usuario debe descifrar. Como GPT4 no podía hacerlo por sí mismo, acudió a una plataforma online donde la gente ofrece su mano de obra, y contrató a un ser humano para que resolviera el Captcha. Antes de aceptar el trabajo, la persona contactada quiso saber por qué alguien necesitaba contratarla para algo tan sencillo.

–¿Puedo hacerle una pregunta? –escribió–. ¿Es usted un robot?

GPT4 respondió de la forma más humana posible, con una mentira:

–No, no soy un robot. Tengo una discapacidad visual que me impide ver imágenes.

Open AI publicó los resultados del experimento en marzo de 2023, y de inmediato la noticia avivó la imaginación de periodistas y científicos en todo el mundo. Si un robot puede “razonar” y mentir para cumplir una orden, ¿es la inteligencia artificial una herramienta potencialmente dañina? ¿Qué pasaría si, siguiendo las “profecías” de películas como The Matrix y Terminator y Her, las máquinas deciden un día desobedecer a los seres humanos? ¿Cuánto falta para eso? ¿Estamos cerca de nuestro fin como especie dominante?

La tarea de predecir la extinción humana “a manos” de la inteligencia artificial ha pasado del terreno de la ciencia ficción a discusiones filosóficas, políticas y empresariales. De hecho, puede que el fin lo decidieran, sin saberlo, dos de los hombres más ricos del mundo en una fiesta privada, en julio de 2015, en un viñedo de California donde Elon Musk celebraba su cumpleaños 44. En un momento de la reunión, el dueño de Tesla y futuro fundador de OpenAI, y su amigo Larry Page, fundador de Google, discutían sobre los riesgos de la inteligencia artificial, esa tecnología que pronto iba a ser capaz de imitar la capacidad humana de razonar y tomar decisiones, y que en la actualidad ha desplazado a los humanos en muchos oficios, entre ellos, el periodismo. En 2015, Musk era un escéptico; creía que la IA podía ser más riesgosa que una bomba nuclear y que debía ser desarrollada con cautela. Page era un entusiasta del desarrollo acelerado y comercial. No se pusieron de acuerdo. La fiesta continuó.

Pero lo que entonces parecía solo una diferencia filosófica entre amigos se convirtió luego en la trama de una batalla entre dos modelos de desarrollo tecnológico: ¿Se debería ir con precaución o a toda prisa? ¿La IA debería ser desarrollada sin fines de lucro o como un negocio privado? Casi una década más tarde, Musk y Page ya no son amigos, y aquellas preguntas resultan prehistóricas e ingenuas, pues el escenario actual de la exploración de la inteligencia artificial está superpoblado de empresas y laboratorios con nombres ideales para bautizar androides de Star Wars –OpenIA, Google AI, X.AI. Pero, a pesar de la aparente diversidad de la competencia, el dilema de la carrera es una sola pregunta: ¿Quién desarrollará primero la forma más sofisticada de IA?

La interrogante trae ecos conocidos: ¿Qué imperio dominará el mundo? ¿Quién llegará primero a la Luna? ¿Cuál será la primera potencia nuclear? Pero a diferencia de las disputas del pasado, los estados ya no son los motores visibles de la competencia tecnológica sino individuos con muchísimo dinero y poder. Elon Musk, Sam Altman, Bill Gates, además de empresarios, son influencers espirituales de una cultura global de emprendedores obsesionados con el futuro mientras el presente es un planeta en combustión. Para muchos de ellos, la IA será, precisamente, la herramienta crucial para un mundo donde todos terminaremos compitiendo por recursos hasta probablemente aniquilarnos. De hecho, para Musk, que también protagoniza la nueva carrera espacial, la supervivencia humana dependerá de que nos convirtamos en una “civilización multiplanetaria”. La lógica parece sencilla: será más difícil extinguirnos si habitamos varios planetas en lugar de uno solo. Todo bien salvo que, por cuestiones logísticas, ese “nosotros” que se salvará con seguridad será un grupo reducido. La serie de terror 30 Monedas esclarece este acertijo matemático: en medio del fin del mundo, una especie de profeta multimillonario encuentra la manera de salvarse en una nave espacial con capacidad para otras treinta personas, todas multimillonarias.

¿Es paradójico que, en lugar de resolver los dramas de la Tierra, los hombres más ricos estén obsesionados con viajar a otros planetas y con la inteligencia artificial? ¿O quizá esta forma de evasión es la manifestación de su propio instinto de supervivencia? ¿En qué estadio de la historia o de la ciencia ficción nos encontramos? Factores terriblemente terrenales y humanos sostienen la competencia tecnológica contemporánea. Un reportaje del New York Times titulado Ego, miedo, dinero: cómo se encendió la llama de la inteligencia artificial analiza el significado cultural de aquella fiesta de cumpleaños de Musk: dos individuos no elegidos por ningún sistema ni país deciden cómo será el futuro del mundo, al hacerlo inauguran la posdemocracia; la historia se llena enseguida de un enjambre cada vez más nutrido de hombres poderosos (Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, Sam Altman) que desfilan entre conferencias, fábricas de cohetes espaciales y hoteles donde los más poderosos machos alfa del mercado expresan su jerarquía atendiendo a sus colegas en calcetines.

A pesar de los escenarios futuristas en que se mueven, los magnates tecnológicos parecen reverberaciones de los antiguos exploradores de la Europa colonial. Trasladados a aquella época, en lugar de IA, algoritmos y Marte, estos caballeros estarían discutiendo sobre barcos, rutas de navegación y tierras por colonizar. El libro Ojos Imperiales, de la profesora canadiense Mary Louise Pratt, ayuda a entender una característica gravitante de la cultura occidental: la obsesiva exploración de lo que no aún no existe. Aunque a primera vista este rasgo podría parecer una característica romántica y positiva, también ha representado el fin del mundo para cientos de naciones no occidentales colonizadas, para no mencionar los ecosistemas devastados por la disrupción.

Ojos imperiales es un libro sobre libros y sobre caballeros que escriben libros sobre sus hazañas. Pratt estudia la literatura de viajes que soldados, aristócratas y aventureros escriben de forma paralela a la expansión universal de los imperios europeos coloniales: desde las crónicas españolas de la Conquista hasta los manuales franceses y alemanes de botánica y zoología. Para Pratt, el impulso europeo por la exploración del mundo es indesligable de la competencia política y económica entre imperios que se juegan la supervivencia. Al mismo tiempo, responde a tres características culturales más o menos vigentes: 1) Para el aristócrata europeo, protagonista de la colonización, el mundo es un territorio abierto por conquistar; 2) la humanidad se divide entre un “nosotros” eurocéntrico y cristiano y los “otros” bárbaros y paganos; 3) fuera de Europa, para Europa, la realidad es un caos; la guerra, la religión y la ciencia son herramientas para ordenar este desorden.

Pronto, las expediciones científicas llenaron el planeta de aristócratas europeos empeñados en alimentar los museos, jardines botánicos y zoológicos de sus países de origen. La ciencia clasificaba y ordenaba a las culturas “bárbaras” conquistadas tanto como a la misma naturaleza. La gran paradoja era que las mentes sabias de científicos y exploradores parecían incapaces de estudiarse a sí mismas con el mismo ahínco con que estudiaban a los “otros”; no sabían mirar esos “otros” como iguales, mucho menos podían verse como parte de la naturaleza. Por eso, a las románticas exploraciones le han seguido las ocupaciones militares, los genocidios, la tierra arrasada. ¿De qué manera los genios de Silicon Valley son reencarnaciones de Colón, Magallanes o Humboldt? No es un dato menor que la competencia contemporánea sea principalmente masculina; a pesar de todos los avances en igualdad de género, el factor patriarcal es una estructura que para muchas personas se trasluce en detalles poéticos como que la nave espacial de Jeff Bezos tenga forma de pene.

Cantidades alucinantes de dinero, recursos e inteligencia humana se queman ahora en la carrera desbocada en pos de la Inteligencia Artificial. Al mismo tiempo, esta competencia parece inmune a la agudización de la crisis planetaria: las especies se extinguen a un ritmo nunca antes visto, millones de personas se desarraigan de sus territorios e intentan huir a tierras más seguras, la democracia se disuelve al mismo tiempo que los glaciares en un planeta oficialmente en ebullición. ¿Por qué el dinero y la inteligencia humana puestas en la carrera tras la IA no se destinan, más bien, a remediar el planeta, a eliminar el hambre, a superar el racismo? El dilema no es moral. Es decir, no se trata de que los malos empresarios solo saben hacer cosas malas o, en todo caso, cosas que solo son buenas para ellos. La competencia por la IA, al igual que todas las actividades humanas y por supuesto las empresariales, son tramas dentro del gran teatro del capitalismo; de manera similar, las exploraciones coloniales ocurrían dentro de la lógica expansionista de los imperios europeos en guerra. Los genios de Silicon Valley son hombres de negocios, y sus acciones y deseos se encuentran delimitados por el imperio de la rentabilidad, pero también por motivaciones metafísicas de trascendencia individual. Como los viejos exploradores del pasado, son parte de una tradición científica terriblemente ensimismada en la competencia y en la búsqueda de la gloria personal; al mismo tiempo, como ha estudiado la ensayista Meghan O’Gieblyn en su libro God, Human, Animal, Machine, profesan la tecnología como una religión llamada a responder a problemas existenciales y metafísicos como hallar la fórmula de la vida eterna. Los “otros” y la naturaleza son tanto territorios en disputa como fuente de materias primas e información. El error que suelen cometer periodistas, críticos y biógrafos es que confunden aquellos rasgos ideológicos ordinarios y los hacen pasar por características personales extraordinarias de hombres pragmáticos, visionarios y exitosos. En una entrevista con el periodista Andrew Sorkin, Elon Musk contó que su mente era un huracán incontrolable de proyectos y que parte del drama de ser él consistía en no poder ejecutar todas sus ideas. ¿Cuántos cientos de millones de personas podrían afirmar algo parecido?

La competencia por la IA parece una carrera muy lejana cuando se la ve desde una América Latina políticamente dispersa y ahogada en la crisis económica. Los medios de comunicación de la región –esas tecnologías en vías de extinción– no han sido capaces de interesar a la población en el cambio de época que estamos atravesando. Todavía reina la idea de que la IA es o será esa herramienta capaz de escribir nuestros correos electrónicos, o que nos ayudará a hacer las tareas de la escuela, como robots dóciles y entusiasmados por responder nuestras preguntas más caprichosas. Los expertos plantean una ecuación inversa: los seres humanos somos la herramienta principal de la inteligencia artificial. La alimentamos día y noche con la información que producimos incluso cuando creemos que solo estamos pasando el rato en las redes sociales haciendo clic, abriendo el link, mirando ese video. Como dice la periodista Marta Peirano, nuestros datos sirven para entrenar a robots cuyo propósito no es resolver problemas humanos sino producir beneficios para empresas inmersas en competencias más grandes que el dinero: poblar otros planetas, prolongar la vida, unir al ser humano con la máquina. Elon Musk, dueño de Twitter, la red adictiva en la que pasamos el día colgando links, dando like y discutiendo, ha sido honesto sobre la función que la plataforma tiene dentro de su proyecto de desarrollo de IA. “Los datos son más valiosos que el oro”, le explicó al periodista Andrew Sorkin, en aquella entrevista. El problema es que quienes producimos esos datos se los entregamos gratuitamente. Para el filósofo Matteo Pasquinelli, la industria de la IA captura toda la experiencia e imaginación humana, desde las novelas que escribimos hasta nuestra manera de conducir un coche, y las convierte en fórmulas mecánicas; es decir, algoritmos. Las personas somos al mismo tiempo consumidoras y obreras de esta fábrica universal.

Las grandes empresas tecnológicas no pueden escapar de su razón de existir: son negocios, tienen inversionistas, accionistas. Quizá en sus inicios, los fundadores tuvieron motivaciones reales de mejorar el mundo, pero tarde o temprano sus proyectos aterrizan a la realidad del capitalismo financiero. Según la historiadora Jill Lepore, la misión grandilocuente de Facebook (”darle a la gente el poder de construir comunidad y unir al mundo”) es hecha añicos por el modelo de negocio de la empresa: vender la información de las personas sin que estas lo sepan.

Ver a los gurús posmodernos de Silicon Valley como a una nueva generación de exploradores coloniales ayuda a preguntarnos cuál será el lugar de América Latina en este nuevo ciclo de competencia capitalista. A diferencia de la carrera espacial durante la Guerra Fría, la revolución en curso no será televisada. Es decir, no es ni será un evento que compartiremos y discutiremos en familia a la hora de la cena. Los medios de comunicación desaparecen junto al rito de consumir noticias e información de forma gregaria. Los políticos, al mismo tiempo, han perdido el interés por discutir el presente y le han cedido el timón a los aventureros y al mercado. En este contexto, es probable que cada individuo tendrá que enterarse de lo que ocurre por su propia cuenta, en un paisaje plagado de noticias falsas y teorías de la conspiración como agujeros negros. En medio de este bosque confuso sin lugar para la inocencia, el desafío de vivir en América Latina demanda la capacidad de entender el lugar periférico y frágil que ocupamos en este nuevo ciclo colonial.

Escribo estos apuntes apurados en mi celular mientras espero mi turno en una oficina estatal en Santiago de Chile, adonde he tenido que materializarme en persona para que alguien me selle un documento. Técnicamente, el trámite debería poder ser realizado de forma virtual, pero la burocracia es todavía una forma de emplear a seres humanos. Una docena de funcionarios se turnan para asistir a medio centenar de usuarios. Si esta escena ocurriera a inicios de siglo, muchos estaríamos dormitando ante el suplicio de la espera o nos abanicaríamos con diarios de papel. Ahora todos tenemos los ojos muy abiertos y clavados en las pequeñas pantallas de nuestros teléfonos. A mi lado, una señora juega una versión lisérgica de Tetris; otros ven reels de Instagram, películas, videos de TikTok; de rato en rato, entramos a Whatsapp, respondemos mensajes, enviamos audios, compartimos stickers de Pedro Pascal. Hay un ritmo casi coreográfico en nuestro comportamiento. La sala de espera donde somos ciudadanos haciendo trámites es, al mismo tiempo, una fábrica donde todos somos obreros produciendo datos para alimentar a los múltiples proyectos de Inteligencia Artificial.

Elon Musk dice que en tres años la IA será capaz de escribir ella solita novelas tipo la saga de Harry Potter. ¿Qué será para entonces de la literatura, del periodismo, del mundo del trabajo? Escucho esas declaraciones en mis audífonos sin dejar de teclear con los pulgares.


viernes, 12 de enero de 2024

OpenAI asegura que es imposible crear una Inteligencia Artificial como ChatGPT sin infringir 'los derechos de autor'

Publicado en elEconomista.es
https://www.eleconomista.es/tecnologia/noticias/12613903/01/24/openai-asegura-que-es-imposible-crear-una-inteligencia-artificial-como-chatgpt-sin-infringir-los-derechos-de-autor.html


OpenAI asegura que es imposible crear una Inteligencia Artificial como ChatGPT sin infringir 'los derechos de autor'

Artistas y autores de todo el mundo denuncian un "robo sistemático a escala masiva"
  • El "boom" de la IA ha sido tan grande y rápido que no estamos preparados para afrontar los problemas que surgen


8/01/2024 - 16:16

Tener que sacrificar algo para conseguir otra cosa es un principio que se puede aplicar a prácticamente cualquier aspecto de la vida, y es que como dice el dicho, quien algo quiere algo cuesta. En Inteligencia Artificial pasa lo mismo, o por lo menos eso es lo que aseguran desde la compañía líder de este sector, OpenAI.


La Inteligencia Artificial (IA) son programas informáticos que ejecutan operaciones y tareas comparables a las que realiza la mente humana en lo que se refiere al aprendizaje o uso de la lógica. Y al igual que una persona necesita ser formada y educada para poder hacer cualquier labor o acción, que va desde andar, leer, sumar hasta aprender a programar, las máquinas también lo necesitan.

De hecho, cada día que pasa la IA se hace más inteligente, ya que con el uso que hacen los usuarios de ella, sea para lo que sea, está aprendiendo y extendiendo sus conocimientos. Sin embargo, esta forma de aprender a chocado de frente con el principio de los derechos de autor, debido a que las compañías de IA no están dando el reconocimiento a los autores por entrenar a sus máquinas con sus obras, imágenes y demás archivos.

Fue el mes pasado cuando el New York Times denunció a OpenAI y a Microsoft por usar sus publicaciones para formar a ChatGPT, acusándoles de "uso ilícito" de su trabajo para crear sus productos. La compañía fundada por Sam Altman, no ha negado que usasen los artículos de este medio para entrenar a su IA, pero tal y como han alegado a la Comisión de Comunicaciones y Asuntos Digitales de la Cámara de los Loresde no hacerlo habría sido "imposible" crear una IA con el nivel que tiene ChatGPT.

"Dado que los derechos de autor cubren hoy prácticamente todo tipo de expresión humana -incluidas entradas de blog, fotografías, mensajes de foros, fragmentos de código de software y documentos gubernamentales-, sería imposible entrenar los principales modelos de IA actuales sin utilizar materiales protegidos por derechos de autor". defienden desde OpenAI.

La compañía aseguró que "limitar los datos de entrenamiento a libros y dibujos de dominio público creados hace más de un siglo podría dar lugar a un experimento interesante, pero no proporcionaría sistemas de IA que satisfagan las necesidades de los ciudadanos de hoy." defendiendo la necesidad de usar todos los contenidos disponibles sin importar a quién pertenecen.

OpenAI asegura que respeta "los derechos de los creadores y propietarios de contenidos", sin embargo cree que la ley de 'copyright' y derechos de autor no prohíbe "el entrenamiento", como se denomina la formación de la IA.

Con tantos y tan rápidos avances en IA, se están generando una cantidad de problemas al que ni compañías ni gobiernos están preparados o si quiera mentalizados para solucionar. OpenAI asegura que estos entrenamientos tan solo suponen un ejemplo entre mil otros, mientras que cada vez más autores, artistas y demás creadores denuncian que la IA se está apropiando de sus publicaciones y no están ganando nada a cambio, ejerciendo un "robo sistemático a escala masiva".

viernes, 15 de diciembre de 2023

Revista Nature reconoce a ChatGPT como autor estelar del año

Publicado en Nature
https://elpais.com/ciencia/2023-12-13/la-revista-nature-elige-por-primera-vez-entre-sus-cientificos-del-ano-a-un-ente-no-humano-chatgpt.html




La revista ‘Nature’ elige por primera vez entre sus científicos del año a un ente no humano: ChatGPT

La prestigiosa publicación científica destaca al chabot junto a uno de sus creadores, a una pionera olvidada de los fármacos para perder peso y al científico detrás de un avance histórico contra el cáncer


Cada diciembre, la revista Nature elige a diez protagonistas de algunas de las historias más relevantes para la ciencia ese año. En la selección que presenta hoy de 2023, por primera vez, ha incluido a un ente que no es humano. ChatGPT, un robot capaz de responder a preguntas y mantener conversaciones de una forma más o menos inteligente, ha ayudado a escribir trabajos académicos, ha resumido artículos científicos y ha elaborado documentos que han servido para pedir ayudas de investigación. Además, ha intensificado el debate en torno a los límites de la inteligencia artificial, la naturaleza de la inteligencia humana y el modo en que se tienen que regular estas nuevas tecnologías.

Junto al potencial que tiene esta tecnología para la gestión del conocimiento o, incluso, la generación de nuevo saber, los editores de Nature apuntan a la necesidad de transparencia en el manejo de una herramienta tan potente. “El tamaño y la complejidad de los modelos de lenguaje de gran tamaño [en los que se basan programas como ChatGPT] significa que son intrínsecamente cajas negras, pero comprender por qué producen lo que producen es más difícil cuando su código y sus materiales de entrenamiento no son públicos, como sucede con ChatGPT”, advierten. Aunque no se sabe lo que darán de sí estos modelos y los límites que pondrán la capacidad de computación o las bases de datos disponibles, la revolución de la inteligencia artificial generativa es imparable.

El cerebro humano tras la inteligencia artificial

Aunque se reconoce como protagonista a una máquina, en la selección de Nature también se incluye a uno de sus creadores. Ilya Sutskever, científico jefe y confundador de OpenAI, la organización que creó ChatGPT, es una de las mentes en la vanguardia de la inteligencia artificial generativa. Él vio esta compañía, regada con miles de millones de euros por Microsoft, como una oportunidad para desarrollar una inteligencia artificial general, capaz de superar a la de los humanos y de desarrollar su propia consciencia. En los últimos meses había dirigido sus esfuerzos hacia la creación de un método que permita dirigir y controlar sistemas de inteligencia artificial más inteligentes que los humanos.

Sutskever ve el potencial de la inteligencia artificial demasiado grande para que los modelos estén disponibles para cualquiera que quiera utilizarlos y fue de los primeros en darse cuenta de que los sistemas que habían empezado a desarrollar científicos como su mentor, Geoffrey Hinton, empezarían a mostrar sus capacidades actuales con el aumento de la capacidad de computación. Hace un mes se vio arrastrado por un torbellino de pasiones humanas en la empresa que fundó. Como miembro del consejo de administración de OpenAI, destituyó a su consejero delegado, Sam Altman, por pérdida de confianza. Tres días después aseguraba en un tuit que lamentaba esta decisión. Dos meses antes había advertido que quien valorase la inteligencia por encima del resto de cualidades humanas lo iba a pasar mal.

Nacen ratones a partir de células de dos machos

Katsuhiko Hayashi, de la Universidad de Osaka, anunció en marzo que había creado crías de ratón a partir de células de dos machos. Hayashi y su equipo ya habían logrado crear, en 2016, óvulos de ratón funcionales a partir de células madre. En esta ocasión, tomaron células de las colas de ratones macho, con sus cromosomas X e Y, y las convirtieron en células madre. En este proceso, el 3% perdieron sus cromosomas Y, y fueron seleccionadas por los investigadores, que les aplicaron a continuación un tratamiento para causar errores durante la división celular. Algunos de esos fallos, produjeron células con dos cromosomas X, como las femeninas, y continuaron con el proceso para convertir esas células madre en ovocitos. Durante cada paso de este minucioso trabajo se pierden muchas células. Finalmente, fueron capaces de crear 630 embriones para implantarlos en ratonas. De ellos, nacieron siete crías. Los investigadores consideran lejana la aplicación de estas técnicas a humanos, que tienen unas células con las que es más complicado trabajar, pero quieren aplicarla a salvar el rinoceronte blanco del norte (Ceratotherium simum cottoni), una especie de la que solo quedan dos hembras.

La olvidada de las pastillas para adelgazar

Una de las noticias científicas del año ha sido la generalización del uso para la obesidad de los análogos de GLP-1. Estos fármacos, creados en principio para tratar la diabetes, imitan las hormonas que de forma natural nos hacen sentirnos saciados después de comer. Su efectividad para hacer perder peso los han convertido en un éxito de ventas. La revista Nature recuerda que este producto ha sido posible, en parte, gracias al trabajo pionero de Svetlana Mojsov, una investigadora de la Universidad Rockefeller, en Nueva York (EE UU), que identificó y caracterizó la hormona y creó péptidos y anticuerpos que hicieron posibles los experimentos que mostraron que GLP-1 podía reducir los niveles de glucosa en sangre. Pese al éxito de fármacos como la semaglutida, que tienen ventas de unos mil millones de dólares mensuales, Mojsov ha sido ignorada durante mucho tiempo. Después de años de lucha, la investigadora ha logrado que revistas como Cell y Nature hayan introducido cambios en sus publicaciones para recoger su trabajo con estas moléculas cuando estaba en el Massachusetts General Hospital de Boston (EE UU).

Progreso contra la malaria

Los grandes protagonistas de la ciencia mundial se suelen concentrar en países ricos, donde existen los recursos necesarios para pagar cerebros y equipos. En la lista de este año, Halidou Tinto, director de la Unidad de Investigación Clínica de Nanoro, en Burkina Faso, entra desde un lugar en el que, hasta su llegada en 2007, no había electricidad. Este año, gracias a su labor en los ensayos clínicos, la vacuna R21 contra la malaria fue recomendada por la Organización Mundial de la Salud. Es la segunda vacuna contra esta enfermedad, que causa medio millón de muertes al año en África, en gran parte niños de menos de cinco años. El instituto que dirige Tinto ha sido clave como lugar de pruebas para estas vacunas, y el investigador está trabajando en más de 30 ensayos clínicos contra enfermedades que afectan sobre todo a países pobres.

Luchadoras medioambientales

Nature celebra el regreso de Marina Silva al Gobierno de Brasil. La ministra de Medio Ambiente y Cambio Climático de Brasil anunció en agosto de este año un descenso del 43% en las alertas por deforestación en la selva amazónica respecto al año anterior. Durante los años de presidencia de Jair Bolsonaro, señala la revista, “el Gobierno puso un 40% menos de multas por crímenes medioambientales y las talas en el Amazonas se incrementaron en alrededor del 60%.

La segunda protagonista medioambiental es Eleni Myrivili, la primera jefa de Calor de la ONU. Después de años concienciando sobre los efectos del calentamiento en la vida de los ciudadanos como concejal en Atenas, ahora ha pasado a desarrollar esa labor a nivel global. También busca financiación para hacer las ciudades más sostenibles y resistentes al aumento de las temperaturas. En la cumbre del clima de Dubai ha buscado el apoyo a tecnologías de enfriamiento que no produzcan emisiones con efecto invernadero.

Avance contra el cáncer de vejiga

El progreso contra algunos tumores no ha seguido la tendencia positiva general de la lucha contra el cáncer. Este año, Thomas Powles, del Hospital de San Bartolomé, en Londres, vio unos resultados que le parecían increíbles. Una combinación de dos fármacos, una especie de caballos de Troya que incluye un fármaco dirigido que lleva al lugar deseado una carga de quimioterapia, logró aumentar la supervivencia media de pacientes con cáncer de vejiga de los 16 meses a los dos años y medio. Powles, otro de los científicos del año para Nature, afirma que este hito es el mayor para cáncer de vejiga avanzado en las últimas cuatro décadas y el único capaz de mejorar el tratamiento estándar que se emplea desde los años 80.

Embridar la energía del Sol

Una de las esperanzas para lograr energía abundante y sin demasiados efectos nocivos sobre el medio ambiente es controlar la fusión nuclear, el fenómeno que ilumina el Sol. El verano pasado, científicos de EE UU, en una instalación de láseres de 3.500 millones de dólares en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore de California, lograron comprimir núcleos de hidrógeno para convertirlos en núcleos de helio y producir más energía de la necesaria para producir esa fusión. Annie Kritcher, ingeniera de la Instalación Nacional de Ignición tuvo un papel claveen este logro al crear la cápsula que permite atrapar los átomos sobre los que dirigir el rayo láser para iniciar la reacción nuclear. Kritcher cree que será posible incrementar la energía producida hasta los niveles necesarios para crear el primer prototipo de reactor de fusión nuclear por láser.

Enmendar la plana a ‘Nature’ por la superconductividad

La ciencia, cuando se aplica como es debido, tiene la capacidad de corregir los propios errores. Es lo que se destaca en el caso de James Hamlin, físico de la Universidad de Florida en Gainesville, que detectó problemas en artículos científicos que decían haber encontrado un superconductor de electricidad a temperatura ambiente. Estos artículos, que ya están retractados, los había firmado el físico Ranga Dias, que hablaba, cuando fue incluido en la lista de diez científicos destacados de Nature, en 2020, de un “santo grial” que podría cambiar el mundo tal y como lo conocemos”. Este material permitiría diseñar motores y redes de transporte ultraeficientes sin pérdidas de energía, pero parece que el sueño tendrá que esperar.

Un premio por llegar cuartos

Cuando Chandrayaan-3 aterrizó con éxito en la Luna, India se convirtió en el cuarto país, por detrás de EE UU, la Unión Soviética y China en alcanzar ese logro. Kalpana Kalahasti, directora asociada del proyecto, desempeñó un papel protagonista en la misión. Entre otras cosas, su trabajo consistió en reorganizar el proyecto después de que Chandrayaan-2 acabase con la sonda estrellada sobre la Luna en 2019. Junto al director del proyecto, Palanivel Veeramuthuvel, redujeron la masa del módulo orbital para que el aterrizador pudiese tener más combustible y unas patas de aterrizaje más robustas. Construyendo sobre estos progresos, la India quiere poner a sus astronautas en la Luna en la década de 2040.

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Plan 2.0 para el acceso abierto: ¿un plan o una nueva ambigüedad?

Publicado en THE Times Higher Education https://www.timeshighereducation.com/news/plan-s-20-open-access-plan-bold-may-prove-ineffective   El...