viernes, 30 de junio de 2023

Adiós a los APC: un grupo de trabajo creado por cOAlition S, Jisc y PLOS para identificar modelos que permitan una participación más equitativa en el intercambio de conocimientos

Publicado en blog Universo abierto
https://universoabierto.org/2023/06/29/adios-a-los-apc-un-grupo-de-trabajo-convocado-por-coalition-s-jisc-y-plos-para-identificar-modelos-que-permitan-una-participacion-equitativa-en-el-intercambio-de-conocimientos/



Adiós a los APC: un grupo de trabajo creado por cOAlition S, Jisc y PLOS para identificar modelos que permitan una participación más equitativa en el intercambio de conocimientos.

«Moving away from APCs: a multi-stakeholder working group convened by cOAlition S, Jisc and PLOS | Plan S». Accedido 29 de junio de 2023. https://www.coalition-s.org/moving-away-from-apcs/.

Ver en PLoS

COAlition S, en asociación con Jisc y PLOS, ha creado «Moving Away From APCs» un grupo de trabajo con diferentes intereses con el objetivo de identificar modelos de negocio y arreglos que permitan una participación equitativa en el intercambio de conocimientos. El grupo de trabajo estará compuesto por un máximo de doce personas y representará a los tres principales actores involucrados en la comunicación académica: financiadores, instituciones/consorcios de bibliotecas y editoriales.

¿Qué se desea conseguir?

El objetivo principal de este grupo de trabajo será desarrollar un modelo o varios modelos que permitan una participación equitativa en el intercambio de conocimientos, superando el modelo de pago por unidad (como los cargos por publicación de acceso abierto) y explorando cómo los fondos proporcionados por los financiadores de la investigación pueden apoyar de manera efectiva un ecosistema de publicación que no dependa de estos cargos. También se buscará abordar las posibles consecuencias no deseadas de los flujos de financiación de publicaciones que se invierten en subvenciones individuales y promover prácticas de Ciencia Abierta.

El texto resalta la necesidad de cambiar el enfoque actual centrado en los cargos por publicación y que el artículo sea el principal resultado de la investigación, y propone replantear los modelos de publicación y los sistemas de incentivos en la comunicación académica. Se enfatiza que las partes interesadas, como los financiadores, las editoriales y las instituciones/consorcios de bibliotecas, deben asumir un papel activo en impulsar el cambio hacia modelos de publicación nuevos y más equitativos, que no se basen en los pagos por unidad.

También se analizan los desafíos actuales del sistema de comunicación académica, como los altos costos asociados con los cargos por publicación, el enfoque excesivo en el factor de impacto de las revistas y la falta de acceso equitativo a las investigaciones. Se destaca la necesidad de diseñar modelos alternativos que promuevan la Ciencia Abierta y la participación equitativa en el intercambio de conocimientos. El grupo de trabajo tiene la intención para favorecer el desarrollo de un modelo o modelos que permitan una participación equitativa en el intercambio de conocimientos superando los modelos de pago por unidad promoviendo prácticas de Ciencia Abierta.

viernes, 23 de junio de 2023

El neoliberalismo destruye la innovación científica

Publicado en Jacobin
https://jacobinlat.com/2023/06/10/el-neoliberalismo-destruye-la-innovacion-cientifica/




El neoliberalismo destruye la innovación científica

TRADUCCIÓN: FLORENCIA OROZ

En las últimas décadas, los científicos han realizado cada vez menos avances innovadores. La culpa la tiene el modelo académico, cada vez más competitivo y basado en métricas, que desalienta la creatividad y la asunción de riesgos.

Cuando pienso en ciencia «disruptiva», recuerdo al primer científico pionero que vi: el difunto premio Nobel Oliver Smithies. En la presentación que le escuché, reflexionó sobre su vida y aconsejó a jóvenes científicos sobre sus carreras. «Muy a menudo las ideas para investigar surgen de nuestras experiencias o recuerdos», dijo. «Solo hace falta un momento para que surja la idea, pero a veces hace falta toda una vida para demostrar que funciona».

Smithies pensaba que era importante perseguir pacientemente las grandes ideas, aunque eso supusiera largos periodos de baja productividad. El consejo era estupendo, pero seguirlo hoy sería probablemente un suicidio profesional.

Smithies se doctoró en un tema que no interesaba a nadie. Inventó una máquina, el osmómetro, un aparato para medir la concentración de partículas en una solución, que nadie acabó utilizando. La publicación de su tesis apenas fue citada por otros científicos. Pero para Smithies, este momento de científico en formación fue crucial: adquirió independencia y aprendió a investigar correctamente.

Tras su tesis, decidió cambiar totalmente de rumbo y estudiar la insulina. Su investigación fracasó en gran medida a la hora de aportar nuevos conocimientos, pero en sus proyectos paralelos hizo su primer descubrimiento «disruptivo». A partir de las observaciones que hizo viendo a su madre lavar la ropa cuando era niño, Smithies desarrolló geles de almidón para la purificación de proteínas. Estos geles serían la base de uno de los métodos más transformadores de la biología molecular: el Western blot. En la actualidad, los Western blots se realizan con regularidad en laboratorios de todo el mundo y suelen ser el paso previo para muchas incursiones en nuevas investigaciones científicas.

Aunque es difícil pensar en una contribución más digna, Smithies nunca ganó el Premio Nobel por el Western blot. En cambio, recibió el premio por otra cosa, después de volver a cambiar de campo. Smithies recibió el Nobel por el primer enfoque exitoso de la selección de genes en ratones.

Según un estudio reciente, los descubrimientos disruptivos como los de Smithies han disminuido drásticamente en las últimas décadas. Los artículos y patentes disruptivos se definen como publicaciones que cambian la dirección de un campo, redefinen la ciencia ya existente y tienen el potencial de transformar nuestra comprensión del mundo, incluido lo que se enseña en los cursos de introducción a la ciencia en todo el mundo. Los datos de los autores son convincentes: tales disrupciones en la ciencia han experimentado un descenso constante y pronunciado en las últimas décadas.

Cuando la ciencia aún era disruptiva

Por qué la ciencia es cada vez menos disruptiva? La reciente publicación de Michael Park, Erin Leahey y Russell J. Funk en Nature suscitó un animado debate en la comunidad científica. Muchos creen que es una característica inherente al campo que los hallazgos más disruptivos se produzcan en el momento de la concepción de nuevas áreas de estudio: avances «al alcance de la mano». Pero los autores sostienen que tales hipótesis no explican adecuadamente sus observaciones. En su lugar, sugieren varios problemas sistémicos que pueden explicar el declive de la capacidad disruptiva, como el hecho de centrarse en la cantidad de publicaciones en lugar de en la calidad.

En mi opinión, los principales problemas que conducen al declive de la «ciencia disruptiva» son estructurales. El principal es el carácter cada vez más competitivo y basado en métricas del mundo académico. Aunque este sistema pretende ofrecer criterios objetivos de mérito científico, en realidad resta la libertad necesaria para la ciencia disruptiva e incentiva a los investigadores a aumentar sus «puntuaciones de éxito» en lugar de centrarse en la ciencia innovadora.

Hoy en día, una carrera como la que describe Smithies es impensable. Los científicos no cambian el enfoque de su investigación. Más bien, tienden a ser cada vez más estrechos en su investigación, algo que Park et al. cuantifican. También es casi imposible tener una carrera científica sin publicar artículos importantes a cada paso del camino.

Publicar o perecer¿Por qué los científicos de hoy en día evitan tomarse la libertad que Smithies consideró tan crucial para su propia carrera? La razón por la que es tan raro que los científicos se tomen un año sabático o cambien de campo es sencilla: están atrapados en un sistema de competencia brutal. Si te tomas un descanso o no publicas durante un tiempo, estás fuera.

En un elegante artículo, la socióloga francesa Christine Musselin muestra cómo la competencia llegó a estructurar la ciencia académica. La competencia entre universidades por el estatus se convierte en una rivalidad alimentada por el Estado como «organizador de la competencia».

Al principio, el Instituto Nacional de Salud (NIH) concedía financiación sobre todo a centros o proyectos comunes («subvenciones P01»). En la década de 1970, este sistema de financiación fue rápidamente sustituido por subvenciones para investigadores individuales concedidas en concursos cada vez más estandarizados («subvenciones R01»). Mediante el mecanismo de una «tasa de costes indirectos», parte del dinero que los investigadores individuales reciben de estas subvenciones va a parar a sus universidades. De este modo, la financiación federal de las universidades pasó a depender de los buenos resultados que obtuvieran sus investigadores en los concursos para obtener subvenciones federales.

En teoría, las contiendas entre científicos no tienen por qué ser algo malo. Como dice Musselin, la competencia existía en la ciencia incluso cuando era más disruptiva. Lo que cambió fue la naturaleza de esta competición entre científicos. En la búsqueda de medidas que las universidades y el Estado puedan utilizar para clasificar a sus competidores, estas instituciones buscan métricas objetivas de la calidad de los investigadores. Es este intento de «objetivar al genio» lo que acaba erosionando la ciencia disruptiva.

Estas métricas se basan en las publicaciones de los investigadores. Algunas mediciones, como el Índice H, miden la frecuencia con la que las publicaciones de un científico son citadas por otros científicos. Otras, como el «factor de impacto», utilizan como indicador el registro de citas de las revistas en las que publica el científico. El valor «objetivado» de los investigadores no solo ha servido para las clasificaciones universitarias, sino que también ha llegado a determinar la distribución de las subvenciones federales y los puestos de profesorado.

A primera vista, el sistema parece una forma elegante de abordar un problema que probablemente era aún peor en el pasado: si atribuimos puntuaciones objetivas de calidad a los científicos y las utilizamos, por ejemplo, para distribuir los puestos de profesor, dependemos menos de decisiones subjetivas, que pueden permitir el nepotismo y los prejuicios individuales para determinar quién avanza. Pero el descenso medido de la ciencia disruptiva sugiere que el sistema no funciona realmente como se pretende. Al contrario, crea incentivos que son veneno para la investigación innovadora.

El «laboratorio productivo»Una vez que una carrera depende de un sistema de puntuación, los investigadores tratarán de optimizar sus puntuaciones. En lugar de una competición por hacer la mejor ciencia, los científicos cazan «puntos de impacto».

¿Cómo se llega a ser el mejor puntuado? En primer lugar, se obtiene una mejor puntuación cuando se aumenta la producción de artículos. La forma más fácil de aumentar esa producción es contratar a personas cuyo trabajo y capacidad intelectual le permitan producir más artículos por los que obtendrá reconocimiento.

El incentivo para los profesores es claro: consiga el mayor número posible de trabajadores subordinados y tendrá más publicaciones. Cierta característica del sistema de publicación garantiza que contratar a más aprendices nunca sea perjudicial: la división entre «primer» y «último» autor. Los profesores obtienen su moneda por ser últimos autores (el último nombre en la lista de personas que publican el artículo), mientras que los trabajadores reciben créditos de primer autor. Para los investigadores, «último autor» significa «esta persona es el cerebro del estudio», y «primer autor» significa «esta persona hizo el trabajo práctico».

El ejemplo de Smithies demuestra que los científicos disruptivos necesitan libertad para plantearse cuestiones por curiosidad. Smithies tenía esa libertad porque sus profesores, en todas las etapas de su carrera, le veían como a un compañero y no como a un empleado. En los laboratorios modernos con profesores que adoptan plenamente el modelo de competencia en el mundo académico, los jóvenes investigadores son empleados, no compañeros.

Como sugiere un comentario reciente en el debate en torno a la ciencia disruptiva, los jóvenes científicos se centran hoy en día en un «enfoque ejecutivo y basado en los resultados» en lugar de dedicarse a la investigación creativa impulsada por la curiosidad. En mi opinión, este cambio en la formación de los jóvenes investigadores no se debe a estilos de enseñanza erróneos. Por el contrario, es la consecuencia lógica de la transformación de la relación profesor-formando, alimentada por el actual esquema de competencia en la ciencia.

Productividad y especializaciónEl énfasis en la «productividad de la investigación» no solo determina la forma de actuar de los científicos senior, sino que también restringe fundamentalmente a los científicos junior. Estas restricciones son más evidentes en el punto de transición entre aprendiz y profesor.

Para ser profesor, hay que conseguir «becas de inicio». En Estados Unidos, la principal beca inicial en ciencias biológicas es la K99 de los NIH. Para recibir una beca K99, tienes que demostrar tu productividad. Y tu productividad se demuestra con publicaciones a lo largo del tiempo.

Para medir esta productividad, necesitas un plazo de tiempo determinado. Los científicos noveles solo pueden solicitar una beca K99 durante los tres primeros años y medio de su posdoctorado. Durante este tiempo, los científicos tienen que demostrar su productividad con artículos como primeros autores.

Pero los distintos tipos de investigación no son racionalmente comparables de este modo. Digamos que hay dos investigadores: uno es un biólogo computacional que utiliza datos preexistentes para su investigación y el otro investigador estudia el efecto del envejecimiento del sistema inmunitario y debe realizar sus propios experimentos. El biólogo computacional no tiene problemas para publicar en tres años y medio. Pero para el investigador centrado en el envejecimiento, cada experimento le lleva un año. A menos que tengan mucha suerte, no hay forma de que puedan publicar a tiempo.

Debería ser obvio que las limitaciones de tiempo como las impuestas por la necesidad de ganar subvenciones de inicio seleccionan un determinado tipo de investigación. El investigador interesado en el envejecimiento probablemente tendrá que elegir entre proseguir su investigación impulsada por la curiosidad y arriesgar su carrera, o perseguir un proyecto que sea «factible» para publicar más artículos rápidamente. Por desgracia, la ciencia más fácilmente publicable es probablemente la menos perturbadora. La probabilidad de publicar es mayor si se sigue la investigación de su supervisor y se estudian cuestiones que arrojan resultados predecibles.

Las restricciones impuestas a los investigadores por la «viabilidad» y la «productividad» no se limitan a las subvenciones iniciales: los NIH enumeran explícitamente la «viabilidad» como uno de los criterios clave en la evaluación de todas las subvenciones. Detrás de esta decisión se esconde una valoración de la «productividad» por encima de la «creatividad» en la estructura competitiva del mundo académico.

El corsé neoliberalLos incentivos que se derivan del modelo competitivo del mundo académico moderno limitan la libertad de los investigadores de un modo que suprime la ciencia disruptiva. Pero, ¿cómo podemos deshacerlo? Un primer paso es entender por qué el mundo académico se transformó de esta manera en primer lugar. Y en el centro de esta transformación está la neoliberalización de la ciencia.

El punto de vista imperante del capitalismo neoliberal dice que una competencia (supuestamente) meritocrática es la mejor manera de estructurar la sociedad y maximizar el crecimiento económico. La objetivación del valor de la investigación es una forma del fenómeno más amplio de la mercantilización en constante expansión bajo el capitalismo; la transformación de los aprendices en manos de alquiler es un ejemplo de la alienación descrita por Karl Marx, en la que los trabajadores son separados de los frutos de su propio trabajo y de su control sobre el proceso productivo. Y detrás de los métodos actuales de evaluación de la «viabilidad» de la investigación científica, podemos encontrar las mismas prácticas que despliegan las instituciones financieras para el «análisis de riesgo» de las inversiones.

Enfrentarse a una catástrofe climática y a una crisis en la distribución de la riqueza debería hacernos repensar este enfoque de la organización de la vida social. Pero para la ciencia, el problema es evidente: la estructura de un mercado competitivo no favorece en primer lugar una buena investigación.

En primer lugar, la objetivación de la exploración y la innovación científicas de la forma que exige el capitalismo no favorece los avances científicos, porque la mayoría de los descubrimientos revolucionarios, por su naturaleza, son impredecibles. Por ejemplo, cuando Francis Mojica empezó a estudiar patrones repetitivos en el ADN de las bacterias, a nadie le importó. Las grandes revistas se negaron a publicar sus hallazgos. Hoy sabemos que ese trabajo fue, de hecho, la base de quizá el mayor descubrimiento de la biología moderna: las tijeras genéticas CRISPR/Cas9, que están revolucionando la biología molecular y las ciencias de la vida.

En segundo lugar, la transformación de la relación mentor-aprendiz de igual a igual en jefe-trabajador asalariado tampoco tiene mucho sentido para el mundo académico a gran escala: los aprendices de hoy son los profesores de mañana. Suprimir la autonomía y la creatividad de los aprendices convirtiéndolos en trabajadores asalariados es perjudicial para la futura generación de profesores, que entonces habrán perdido su capacidad de pensar creativamente y habrán sido entrenados para tomar opciones menos arriesgadas.

Por último, si aceptamos que los avances son impredecibles, debemos comprender que la buena ciencia nunca puede «cuantificarse» como un producto. La ciencia más disruptiva requiere probablemente mucho más tiempo que otras investigaciones. También requiere asumir grandes riesgos: por ejemplo, que los científicos decidan cambiar de campo o estudiar algo totalmente nuevo. Si seguimos midiendo la calidad de la investigación como «productividad predecible» y distribuimos los recursos y los puestos en consecuencia, nos perderemos mucha ciencia disruptiva.

Recuperar la disrupción limitando la competenciaPara recuperar la ciencia disruptiva, tenemos que limitar el esquema de competencia que, en última instancia, ha mermado nuestra capacidad para llevar a cabo una investigación impulsada por la curiosidad. Un primer paso podría ser reforzar la financiación garantizada de las instituciones y reducir los recursos que hay que adquirir en los concursos de subvenciones, especialmente para los jóvenes investigadores.

Además, habría que reducir drásticamente los intentos de «puntuar» el valor de los investigadores a través de su historial de publicaciones. En su lugar, debemos aceptar el hecho de que el valor científico no puede cuantificarse. Por tanto, las decisiones sobre los puestos del profesorado deben basarse en gran medida en juicios cualitativos. Para evitar el nepotismo y la discriminación injusta, deberíamos aumentar radicalmente la participación democrática en la toma de decisiones institucionales. La contratación de profesores, por ejemplo, podría ser votada por todo el profesorado, e incluso por los posdoctorales.

Por último, debemos invertir la reciente transformación de la relación mentor-aprendiz. Los límites a la composición de los grupos de investigación podrían ayudar en este sentido, ya que la mayoría de las estructuras «explotadoras» se caracterizan por un gran número de posdocs altamente cualificados que permanecen durante mucho tiempo bajo el control de un único profesor. Y los sindicatos de estudiantes de postgrado y postdoctorales son esenciales para empoderar a los becarios y hacer oír sus preocupaciones de una forma que el sistema actual no permite.

No se predijo que el trabajo de Kati Kariko sobre las vacunas de ARNm tuviera algún valor. Como consecuencia, casi se vio obligada a abandonar el mundo académico porque no pudo conseguir financiación ni un puesto de profesora titular. Según un artículo del New York Times, Kariko «necesitaba subvenciones para llevar a cabo ideas que parecían descabelladas y extravagantes. No las consiguió, a pesar de que se premiaron investigaciones más mundanas».

Su trabajo, por supuesto, acabaría siendo la base de las vacunas COVID-19 que salvan vidas. Reformando la ciencia para volver a poner en el centro la investigación impulsada por la curiosidad, podemos asegurarnos de no perdernos más descubrimientos importantes como el suyo.

Principios básicos para la escritura de manuscritos científicos

Disponible en Zenodo: https://zenodo.org/record/8046632


Junio 16, 2023

Principios básicos para la escritura de manuscritos científicos

 Daniel Torres-Salinas Nicolás Robinson-García Wenceslao Arroyo-Machado

Daniel Torres Salinas nos desvelará el enigma que es el artículo científico, llevándonos paso a paso por una radiografía completa del mismo. Vamos a investigar cada componente de un artículo y a adquirir conocimientos sobre cómo ordenar las secciones, párrafos y frases. 

Nicolás Robinson García se enfocará en los pilares fundamentales de la redacción de textos científicos. Nicolás nos brindará valiosos consejos y técnicas para plasmar nuestras ideas de manera clara y precisa, mejorando la calidad de nuestros escritos científicos.

Wenceslao Arroyo Machado se concentrará en un componente crucial en la retórica científica: los gráficos y las tablas. Este módulo te ofrecerá pautas y sugerencias para crear representaciones visuales efectivas de tus datos científicos. 










Las revistas científicas rehuyen publicar resultados negativos ya que no son artículos "impactantes"

 Publicado en El Español

https://www.elespanol.com/enclave-ods/opinion/20230610/ciencia-negativo-dia-laboratorios/770302965_13.html



OPINIÓN CONCIENCIA SOSTENIBLE
La ciencia en negativo: el día a día de los laboratorios


A finales del siglo pasado, mientras obtenía el visado y me despedía de las amistades de entonces –por aquello de irme a los Estados Unidos a completar mi formación postdoctoral–, una idea cobraba fuerza entre mis proyectos: crear una revista científica donde solo se publicarán resultados negativos.

Negative –nombre en inglés del proyecto editorial–, recibiría, revisaría y publicaría aquellos experimentos que demostraran la invalidez de una teoría, el fallo de una hipótesis, la no implicación de una molécula en el mecanismo que explica alguna enfermedad o la inutilidad de una técnica para un uso determinado. En otras palabras, se haría eco del día a día de los científicos.

Mi entusiasmo me llevó a implicar económicamente a amigos no relacionados con la ciencia, ellos veían lógico que existiera un espacio editorial para esos experimentos que no tendrán un titular rimbombante en diarios generalistas. Sin embargo, cuando trasladé mi idea a varios colegas de la profesión, sus caras largas me hicieron dudar de Negative.

Cada uno esgrimía un motivo diferente, mas todos convergían en lo mismo: nadie quiere ver ligado su nombre a un resultado negativo.

Pero volvamos al tema principal: la no publicación de los resultados negativos.

Pensemos en lo siguiente: un laboratorio de Boston se afana en demostrar que la explicación del fenómeno A se debe a la aparición del factor B. Los datos preliminares llevan a pensar que esa, y no otra, será la respuesta. Sin embargo, luego de muchos experimentos, varios meses –por no hablar de años–, dinero y recursos humanos invertidos se arriba a la conclusión de que B no tiene nada que ver con el fenómeno A.

¿Qué ocurriría con estos datos generados en Boston?

La lógica nos llevaría a pensar que se deben publicar para que la comunidad científica tenga conocimiento de la no implicación de B en A y, de esta sencilla manera, quienes estén trabajando en lo mismo valoren abortar sus proyectos y buscar otras alternativas.

¿Cuál es la realidad?

Muy probablemente un laboratorio en Madrid esté empeñado en demostrar el “crucial” papel que juega el factor B en la generación del fenómeno A. Recordemos que muchos datos preliminares llevaron a los bostonianos a seguir ese camino, cosa que también se les ocurrió hacer a los madrileños. El laboratorio español quizá tenga menos recursos y más trabas burocráticas para desarrollar el proyecto, lo cual le llevará a emplear más tiempo en la no muy útil empresa.

Con suerte, algún miembro del equipo español hará migas con uno de los de Boston y, durante un café en un congreso, se enterará del fiasco. De esta manera se podrá reconducir la investigación en Madrid e incluso puede que se establezca una colaboración entre ambos equipos.

Al final, uno de los dos laboratorios –en el mejor de los casos, los dos juntos–publicarán que C y D son los factores que desencadenan el fenómeno A. Quizás alguna figura suplementaria –esas que no están en primera plana del artículo científico– muestre que B no tiene nada que ver con A y de esta manera salga a la luz el revés original, pero esto no es siempre así.

Aunque cueste creerlo, esto es muy frecuente en la investigación científica; algo que nos hace perder tiempo y recursos.

¿Por qué no publicamos los resultados negativos?

El primer escollo está en las propias revistas científicas, todas quieren titulares que llevan a pensar en soluciones y futuro. Un resultado negativo es difícilmente “vendible” en cualquier publicación especializada. Es cierto que han existido ejemplos puntuales, pero generalmente endulzados con alternativas positivas.

Los científicos queremos aparecer en las revistas de gran impacto y estas quieren mantener su lustre para que los científicos nos empeñemos en publicar en ellas. Es decir, las revistas buscan artículos impactantes, aquellos que serán muy citados y nosotros, los científicos, seguimos el juego, preparamos esos impresionantes artículos con resultados positivos y reproducibles. Después de todo, es cierto que un resultado negativo es valioso, pero no es citable.

Por ejemplo, un artículo diría: “Hemos obtenido una eficiencia extraordinaria en la purificación del factor X usando la técnica Z”. El artículo en cuestión será muy citado por todos aquellos que luego usen la técnica Z para realizar la misma purificación del factor X. En cambio, el artículo que se centre en decir que “las técnicas L, H, I, J y K no funcionan para purificar el factor X”, no será citado. Eso sí, la comunidad científica se dará por enterada y buscará otra técnica para purificar X; algo que sería muy útil.

Por otra parte, tal y como comenté al principio, está el propio ego del científico que no quiere ser recordado por un resultado que contradice su propia hipótesis. ¡Somos seres humanos, no lo olvides!

¿Cuál sería la solución?

Por supuesto que dar difusión a los reveses, y no estoy hablando de fórums de discusión donde se comentan las desventuras del día a día, me refiero a artículos sólidos donde encontremos los fiascos de la ciencia. Esto nos podría acercar al éxito buscando otros derroteros. Después de todo, Negative sigue siendo una buena idea. 

jueves, 22 de junio de 2023

LIBRO: Women in the History of Science. A sourcebook

Disponible en: https://www.uclpress.co.uk/products/211143



Women in the History of Science
A sourcebook
Edited by Hannah Wills, Sadie Harrison, Erika Jones, Rebecca Martin, and Farrah Lawrence-Mackey



Women in the History of Science brings together primary sources that highlight women’s involvement in scientific knowledge production around the world. Drawing on texts, images and objects, each primary source is accompanied by an explanatory text, questions to prompt discussion, and a bibliography to aid further research. Arranged by time period, covering 1200 BCE to the twenty-first century, and across 12 inclusive and far-reaching themes, this book is an invaluable companion to students and lecturers alike in exploring women’s history in the fields of science, technology, mathematics, medicine and culture.

While women are too often excluded from traditional narratives of the history of science, this book centres on the voices and experiences of women across a range of domains of knowledge. By questioning our understanding of what science is, where it happens, and who produces scientific knowledge, this book is an aid to liberating the curriculum within schools and universities.
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Format: Open Access PDF

53 colour illustrations

Copyright: © 2023

ISBN: 9781800084155

Publication: March 06, 2023

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Hannah Wills is Honorary Research Associate at the Department of Science and Technology Studies, UCL.

Sadie Harrison is Honorary Research Associate at the Department of Science and Technology Studies, UCL.

Erika Lynn Jones is Curator of Navigation and Oceanography at Royal Museums, Greenwich.

Farrah Lawrence-Mackey received her PhD in History and Philosophy of Science from UCL.

Rebecca Martin is Research Fellow in the Centre for History in Public Health at the London School of Hygiene and Tropical Medicine (LSHTM).

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Table of Contents

List of figures
List of contributors
Preface
Acknowledgements
A note on pronouns

Introduction

Part I: Ancient ways of knowing (1200 BCE−900 CE)

1 Tappūtī-Bēlet-Ekallim (fl. 1200 BCE): A cuneiform tablet on Middle Assyrian perfumery (c. 1200 BCE)
Eduardo A. Escobar (he/him)

2 Circe: An extract from Homer’s Odyssey (c. 900−800 BCE)
Andrew Gregory (he/him)

3 Anonymous: Dialogue of the philosophers and Cleopatra (c. 600-700 CE)
Vincenzo Carlotta (he/him) 

4 The Southern Moche group: A ceramic vessel from coastal Peru (c. 200−900 CE)
Esme Loukota (she/her)

5 Hypatia of Alexandria (c. 350−415 CE): Letter from Synesius of Cyrene to Paeonius (c. 355−415 CE)
Aiste Celkyte (she/her) 

Part II: Materials and manuscripts (900−1600 CE)

6 Ku‘ayba bt. Sa‘d al-Aslamiyya (fl. 620 CE): An extract from Kitab al-tabaqat al-kubra (Book of the Great Generations) (c. 600-900 CE)
Shazia Jagot (she/her) 

7 Mariam al-Ijli al-Asturlabi (c. tenth century CE): An extract from Fihrist Al-Nadim (Index) (c. 998 CE)
Shazia Jagot (she/her) 

8 Josian: Extracts from the Middle English Romance Bevis of Hampton (c. 1300 CE)
Hannah Bower (she/her)

9 Mary, Queen of Scots (1542−1587 CE), Elizabeth Talbot (1527−1587 CE) and members of the Queen’s household: The Oxburgh Hangings (1569−1585 CE)

Sarah Cawthorne (she/her)

Part III: Producing knowledge (16001700)

10 Margaret Cavendish, Duchess of Newcastle (1623–1673): Observations upon Experimental Philosophy, The Blazing World, and Poems and Fancies (1668)
Liza Blake (she/her)

11 Mrs Mary Chantrell (fl. 1690): Book of receipts (1690−1693)

Lucy J. Havard (she/her) 

12 Sati-un-Nisa (d. 1646): Ma’asir-ul-Umara (Biography of the Notables) (1780) and photographs of the Mausoleum Saheli Burj (Female Companion’s Monument) (2020)
Mariam Sabri (they/them) and Anurag Advani (he/him) 

13 Marie Crous (fl. 1641): Extracts from two of her mathematical works, the Advis de Marie Crous (1636) and Abbrégé recherché de Marie Crous (1641)
Giovanna Cifoletti (she/her) and Jean-Marie Coquard (he/him) 

Part IV: Art, gender and knowledge (1700s)

14 Maria Sibylla Merian (1647−1717): Extract from Metamorphosis Insectorum Surinamensium (The Metamorphosis of Insects in Surinam) (1705)

Tamara Caulkins (she/her) 

15 Anna Morandi Manzolini (1714−1774): Self-portrait in wax (1755)

Corinne Doria (she/her) 

16 Margaret Cavendish Holles Harley Bentinck (1715−1785): Frontispiece to A Catalogue of the Portland Museum (1786)

Sadie Harrison (she/her) 

17 Marie-Anne Paulze-Lavoisier (1758−1836): Illustration in a scientific text (c. 1790)

Francesca Antonelli (she/her) 

Part V: Societies and networks of science (16601850s)

18 Josefa Amar y Borbón (1749−1833): An extract from Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres (Discourse on women’s physical and moral education) (1790)

Mónica Bolufer Peruga (she/her) 

19 Ekaterina Romanova Dashkova (1744−1810): An extract from Memoirs of the Princess Daschkaw, Lady of Honour to Catherine II (1840)

Simon Werrett (he/him) 

20 Caroline Lucretia Herschel (1750−1848): An extract from Memoir and Correspondence of Caroline Herschel (1876)

Mascha Hansen (she/her) 

21 Lady Jane Davy (c. 1780−1855): As described in two extracts from her contemporaries (1812 and 1815)

Frank A. J. L. James (he/him) 

22 The Junta de Damas de Honor y Mérito (Committee of Ladies of Honour and Merit): Children’s parchments in the Madrid Foundling House (1802)
Elena Serrano (she/her) 

Part VI: Maps, scientific travel and colonialism (1800s)

23 Women travellers in Africa: Map by Friedrich Welwitsch (c. 1853–1860)
Sara Albuquerque (she/her) and Silvia Figueirôa (she/her)

24 Martha Luise Sophie Bielenstein (1861−1938): Map of ‘The Latvian Language Area’ (1892)

Catherine Gibson (she/her)

25 Thomasina Ross (fl. 1850s): Title page of Alexander von Humboldt’s Personal Narrative of Travels (1852−1853)

Alison Martin (she/her)

26 Elizabeth Cabot Agassiz (1822−1907): The Hassler expedition (1871−1872)

Erika Jones (she/her)

Part VII: Representations of the natural world (1800s)

27 Margaret Meen (fl. 1775−1824), Sarah Anne Drake (1803−1857), and Marianne North (1830−1890): Three botanical illustrations from women with connections to the Royal Botanic Gardens, Kew

Julia Buckley (she/her) 

28 Eleanor Ormerod (1828−1901): Entomological specimens presented to the Museum of Economic Botany at Kew Gardens (1875−1880)

Caroline Cornish (she/her) 

29 Emina María Jackson y Zaragoza (1858–?): Illustration of Diospyros embryopteris in the third edition of Manuel Blanco’s Flora de Filipinas (Flora of the Philippines) (1877–1883)
Kathleen Cruz Gutierrez (she/her/siya) 

30 Sally Paul (fl. 1860s): Captain Campbell Hardy’s ‘Indian Remedy for Smallpox’, Teranaki Herald (1872)
Farrah Lawrence-Mackey (she/her) 

Part VIII: Women and Geology – A Case Study (1823-1919)

31 Mary Anning (1799−1847): Letters from Anning to Sir Henry Bunbury (1823)

Ross MacFarlane (he/him) 

32 Etheldred Benett (1775−1845): Preface to Catalogue of the Organic Remains of the County of Wiltshire (1831)

Susan Pickford (she/her) 

33 Gertrude Lilian Elles (1872−1960): Geological hammers

Sandra Freshney (she/her) 

Part IX: Education, access and agency (18501905)

34 Ada King, Countess of Lovelace (1815−1852): Anonymous obituary published in The Examiner (1852)

Hannah Wills (she/her) 

35 Mary Seacole (1805−1881): Extract from Seacole’s autobiography Wonderful Adventures of Mrs Seacole in Many Lands (1857)

Marie Allitt (she/her) 

36 Sarah Emily Davies (1830−1921): A letter to Barbara Leigh Smith Bodichon (1873)

Rebecca Martin (she/her) 

37 Dr Laura Esther Rodríguez Dulanto (1872−1919): Introductory passage to her medical surgery doctoral dissertation, Perú (1900)

José Ragas (he/him) and Camila Rodríguez-Birke (she/her) 

38 Anna Fischer-Dückelmann (1856−1917): Extract from Woman as Family Doctor (1905)

Izel Demirbas (she/her) 

Part X: Women in the scientific sorkforce (18901950)

39 Rural Portuguese Women: Image of silkworm sorting using the Pasteur Method (1890−1900)

Isabel Zilhão (she/her)

40 Funü zazhi, 婦女雜誌 (The Ladies’ Journal): Three illustrations from the magazine (c. 1915−1931)

Hsiang-fu Huang (he/him) 

41 ‘Women Engineers in the Field of Radio Telegraphy’: Extract from The Woman Engineer (1922)
Elizabeth Bruton (she/her), Graeme Gooday (he/him) and Anne Locker (she/her)

42 Women demonstrating electrical appliances: Public demonstration of Appliance Utilities, Barcelona (1934)
Jordi Ferran Boleda (he/him) 

43 Women in Portuguese Archaeology: A photograph of the Vila Nova de São Pedro excavation team (early 1950s)
Ana Cristina Martins (she/her) 

Part XI: Women and the institutions of science (19101950)

44 Elsie Wakefield (1886−1972): Photograph of a fungi foray in Epping Forest, England (c. 1910)

Katherine Harrington (she/her)

45 Caroline Eustis Seely (1887−1961): A letter to the American Mathematical Society (1922)

Ellen Abrams (she/her) 

46 Anna Tumarkin (1875−1951): A translation of an excerpt from her Methoden der Psychologischen Forschung (Methods of Psychological Inquiry) (1929)

Stefan Reiners-Selbach (he/him) 

47 Kathleen Lonsdale (1903−1971): A letter to Hubert Peet, editor of The Friend magazine (1945)

Ash Arcadian (he/him) 

48 Rosalind Franklin (1920−1958): ‘Photograph 51’ and a 50 pence piece marking the centenary of her birth

Frank A. J. L. James (he/him) 

Part XII Embodied female experiences of science (1965present)

49 Margaret ‘Peggy’ Ann Lucas (b. 1947): 2013 interview with Spaceflight Insider about the Tektite II mission (1970)
Antony Adler (he/him) 

50 Unnamed female monkey: Image of monkeys in a breeding programme for polio vaccine testing (1978−2005)

Anne van Veen (she/her)

51 Unnamed working-class woman: Handwritten family recipe (1980s)
Catherine Price (she/her)

52 Stephanie Shirley (b. 1933), Janet Thomson (b. 1942), Sue Vine (fl. 1960s), and Charlotte Armah (b. 1970): Extracts from ‘An Oral History of British Science’ transcripts (2009–2015)
Sally Horrocks (she/her), Thomas Lean (he/him) and Paul Merchant (he/him)

Epilogue: Going forward and liberating the curriculum

 Index

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Plan 2.0 para el acceso abierto: ¿un plan o una nueva ambigüedad?

Publicado en THE Times Higher Education https://www.timeshighereducation.com/news/plan-s-20-open-access-plan-bold-may-prove-ineffective   El...