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viernes, 23 de junio de 2023

El neoliberalismo destruye la innovación científica

Publicado en Jacobin
https://jacobinlat.com/2023/06/10/el-neoliberalismo-destruye-la-innovacion-cientifica/




El neoliberalismo destruye la innovación científica

TRADUCCIÓN: FLORENCIA OROZ

En las últimas décadas, los científicos han realizado cada vez menos avances innovadores. La culpa la tiene el modelo académico, cada vez más competitivo y basado en métricas, que desalienta la creatividad y la asunción de riesgos.

Cuando pienso en ciencia «disruptiva», recuerdo al primer científico pionero que vi: el difunto premio Nobel Oliver Smithies. En la presentación que le escuché, reflexionó sobre su vida y aconsejó a jóvenes científicos sobre sus carreras. «Muy a menudo las ideas para investigar surgen de nuestras experiencias o recuerdos», dijo. «Solo hace falta un momento para que surja la idea, pero a veces hace falta toda una vida para demostrar que funciona».

Smithies pensaba que era importante perseguir pacientemente las grandes ideas, aunque eso supusiera largos periodos de baja productividad. El consejo era estupendo, pero seguirlo hoy sería probablemente un suicidio profesional.

Smithies se doctoró en un tema que no interesaba a nadie. Inventó una máquina, el osmómetro, un aparato para medir la concentración de partículas en una solución, que nadie acabó utilizando. La publicación de su tesis apenas fue citada por otros científicos. Pero para Smithies, este momento de científico en formación fue crucial: adquirió independencia y aprendió a investigar correctamente.

Tras su tesis, decidió cambiar totalmente de rumbo y estudiar la insulina. Su investigación fracasó en gran medida a la hora de aportar nuevos conocimientos, pero en sus proyectos paralelos hizo su primer descubrimiento «disruptivo». A partir de las observaciones que hizo viendo a su madre lavar la ropa cuando era niño, Smithies desarrolló geles de almidón para la purificación de proteínas. Estos geles serían la base de uno de los métodos más transformadores de la biología molecular: el Western blot. En la actualidad, los Western blots se realizan con regularidad en laboratorios de todo el mundo y suelen ser el paso previo para muchas incursiones en nuevas investigaciones científicas.

Aunque es difícil pensar en una contribución más digna, Smithies nunca ganó el Premio Nobel por el Western blot. En cambio, recibió el premio por otra cosa, después de volver a cambiar de campo. Smithies recibió el Nobel por el primer enfoque exitoso de la selección de genes en ratones.

Según un estudio reciente, los descubrimientos disruptivos como los de Smithies han disminuido drásticamente en las últimas décadas. Los artículos y patentes disruptivos se definen como publicaciones que cambian la dirección de un campo, redefinen la ciencia ya existente y tienen el potencial de transformar nuestra comprensión del mundo, incluido lo que se enseña en los cursos de introducción a la ciencia en todo el mundo. Los datos de los autores son convincentes: tales disrupciones en la ciencia han experimentado un descenso constante y pronunciado en las últimas décadas.

Cuando la ciencia aún era disruptiva

Por qué la ciencia es cada vez menos disruptiva? La reciente publicación de Michael Park, Erin Leahey y Russell J. Funk en Nature suscitó un animado debate en la comunidad científica. Muchos creen que es una característica inherente al campo que los hallazgos más disruptivos se produzcan en el momento de la concepción de nuevas áreas de estudio: avances «al alcance de la mano». Pero los autores sostienen que tales hipótesis no explican adecuadamente sus observaciones. En su lugar, sugieren varios problemas sistémicos que pueden explicar el declive de la capacidad disruptiva, como el hecho de centrarse en la cantidad de publicaciones en lugar de en la calidad.

En mi opinión, los principales problemas que conducen al declive de la «ciencia disruptiva» son estructurales. El principal es el carácter cada vez más competitivo y basado en métricas del mundo académico. Aunque este sistema pretende ofrecer criterios objetivos de mérito científico, en realidad resta la libertad necesaria para la ciencia disruptiva e incentiva a los investigadores a aumentar sus «puntuaciones de éxito» en lugar de centrarse en la ciencia innovadora.

Hoy en día, una carrera como la que describe Smithies es impensable. Los científicos no cambian el enfoque de su investigación. Más bien, tienden a ser cada vez más estrechos en su investigación, algo que Park et al. cuantifican. También es casi imposible tener una carrera científica sin publicar artículos importantes a cada paso del camino.

Publicar o perecer¿Por qué los científicos de hoy en día evitan tomarse la libertad que Smithies consideró tan crucial para su propia carrera? La razón por la que es tan raro que los científicos se tomen un año sabático o cambien de campo es sencilla: están atrapados en un sistema de competencia brutal. Si te tomas un descanso o no publicas durante un tiempo, estás fuera.

En un elegante artículo, la socióloga francesa Christine Musselin muestra cómo la competencia llegó a estructurar la ciencia académica. La competencia entre universidades por el estatus se convierte en una rivalidad alimentada por el Estado como «organizador de la competencia».

Al principio, el Instituto Nacional de Salud (NIH) concedía financiación sobre todo a centros o proyectos comunes («subvenciones P01»). En la década de 1970, este sistema de financiación fue rápidamente sustituido por subvenciones para investigadores individuales concedidas en concursos cada vez más estandarizados («subvenciones R01»). Mediante el mecanismo de una «tasa de costes indirectos», parte del dinero que los investigadores individuales reciben de estas subvenciones va a parar a sus universidades. De este modo, la financiación federal de las universidades pasó a depender de los buenos resultados que obtuvieran sus investigadores en los concursos para obtener subvenciones federales.

En teoría, las contiendas entre científicos no tienen por qué ser algo malo. Como dice Musselin, la competencia existía en la ciencia incluso cuando era más disruptiva. Lo que cambió fue la naturaleza de esta competición entre científicos. En la búsqueda de medidas que las universidades y el Estado puedan utilizar para clasificar a sus competidores, estas instituciones buscan métricas objetivas de la calidad de los investigadores. Es este intento de «objetivar al genio» lo que acaba erosionando la ciencia disruptiva.

Estas métricas se basan en las publicaciones de los investigadores. Algunas mediciones, como el Índice H, miden la frecuencia con la que las publicaciones de un científico son citadas por otros científicos. Otras, como el «factor de impacto», utilizan como indicador el registro de citas de las revistas en las que publica el científico. El valor «objetivado» de los investigadores no solo ha servido para las clasificaciones universitarias, sino que también ha llegado a determinar la distribución de las subvenciones federales y los puestos de profesorado.

A primera vista, el sistema parece una forma elegante de abordar un problema que probablemente era aún peor en el pasado: si atribuimos puntuaciones objetivas de calidad a los científicos y las utilizamos, por ejemplo, para distribuir los puestos de profesor, dependemos menos de decisiones subjetivas, que pueden permitir el nepotismo y los prejuicios individuales para determinar quién avanza. Pero el descenso medido de la ciencia disruptiva sugiere que el sistema no funciona realmente como se pretende. Al contrario, crea incentivos que son veneno para la investigación innovadora.

El «laboratorio productivo»Una vez que una carrera depende de un sistema de puntuación, los investigadores tratarán de optimizar sus puntuaciones. En lugar de una competición por hacer la mejor ciencia, los científicos cazan «puntos de impacto».

¿Cómo se llega a ser el mejor puntuado? En primer lugar, se obtiene una mejor puntuación cuando se aumenta la producción de artículos. La forma más fácil de aumentar esa producción es contratar a personas cuyo trabajo y capacidad intelectual le permitan producir más artículos por los que obtendrá reconocimiento.

El incentivo para los profesores es claro: consiga el mayor número posible de trabajadores subordinados y tendrá más publicaciones. Cierta característica del sistema de publicación garantiza que contratar a más aprendices nunca sea perjudicial: la división entre «primer» y «último» autor. Los profesores obtienen su moneda por ser últimos autores (el último nombre en la lista de personas que publican el artículo), mientras que los trabajadores reciben créditos de primer autor. Para los investigadores, «último autor» significa «esta persona es el cerebro del estudio», y «primer autor» significa «esta persona hizo el trabajo práctico».

El ejemplo de Smithies demuestra que los científicos disruptivos necesitan libertad para plantearse cuestiones por curiosidad. Smithies tenía esa libertad porque sus profesores, en todas las etapas de su carrera, le veían como a un compañero y no como a un empleado. En los laboratorios modernos con profesores que adoptan plenamente el modelo de competencia en el mundo académico, los jóvenes investigadores son empleados, no compañeros.

Como sugiere un comentario reciente en el debate en torno a la ciencia disruptiva, los jóvenes científicos se centran hoy en día en un «enfoque ejecutivo y basado en los resultados» en lugar de dedicarse a la investigación creativa impulsada por la curiosidad. En mi opinión, este cambio en la formación de los jóvenes investigadores no se debe a estilos de enseñanza erróneos. Por el contrario, es la consecuencia lógica de la transformación de la relación profesor-formando, alimentada por el actual esquema de competencia en la ciencia.

Productividad y especializaciónEl énfasis en la «productividad de la investigación» no solo determina la forma de actuar de los científicos senior, sino que también restringe fundamentalmente a los científicos junior. Estas restricciones son más evidentes en el punto de transición entre aprendiz y profesor.

Para ser profesor, hay que conseguir «becas de inicio». En Estados Unidos, la principal beca inicial en ciencias biológicas es la K99 de los NIH. Para recibir una beca K99, tienes que demostrar tu productividad. Y tu productividad se demuestra con publicaciones a lo largo del tiempo.

Para medir esta productividad, necesitas un plazo de tiempo determinado. Los científicos noveles solo pueden solicitar una beca K99 durante los tres primeros años y medio de su posdoctorado. Durante este tiempo, los científicos tienen que demostrar su productividad con artículos como primeros autores.

Pero los distintos tipos de investigación no son racionalmente comparables de este modo. Digamos que hay dos investigadores: uno es un biólogo computacional que utiliza datos preexistentes para su investigación y el otro investigador estudia el efecto del envejecimiento del sistema inmunitario y debe realizar sus propios experimentos. El biólogo computacional no tiene problemas para publicar en tres años y medio. Pero para el investigador centrado en el envejecimiento, cada experimento le lleva un año. A menos que tengan mucha suerte, no hay forma de que puedan publicar a tiempo.

Debería ser obvio que las limitaciones de tiempo como las impuestas por la necesidad de ganar subvenciones de inicio seleccionan un determinado tipo de investigación. El investigador interesado en el envejecimiento probablemente tendrá que elegir entre proseguir su investigación impulsada por la curiosidad y arriesgar su carrera, o perseguir un proyecto que sea «factible» para publicar más artículos rápidamente. Por desgracia, la ciencia más fácilmente publicable es probablemente la menos perturbadora. La probabilidad de publicar es mayor si se sigue la investigación de su supervisor y se estudian cuestiones que arrojan resultados predecibles.

Las restricciones impuestas a los investigadores por la «viabilidad» y la «productividad» no se limitan a las subvenciones iniciales: los NIH enumeran explícitamente la «viabilidad» como uno de los criterios clave en la evaluación de todas las subvenciones. Detrás de esta decisión se esconde una valoración de la «productividad» por encima de la «creatividad» en la estructura competitiva del mundo académico.

El corsé neoliberalLos incentivos que se derivan del modelo competitivo del mundo académico moderno limitan la libertad de los investigadores de un modo que suprime la ciencia disruptiva. Pero, ¿cómo podemos deshacerlo? Un primer paso es entender por qué el mundo académico se transformó de esta manera en primer lugar. Y en el centro de esta transformación está la neoliberalización de la ciencia.

El punto de vista imperante del capitalismo neoliberal dice que una competencia (supuestamente) meritocrática es la mejor manera de estructurar la sociedad y maximizar el crecimiento económico. La objetivación del valor de la investigación es una forma del fenómeno más amplio de la mercantilización en constante expansión bajo el capitalismo; la transformación de los aprendices en manos de alquiler es un ejemplo de la alienación descrita por Karl Marx, en la que los trabajadores son separados de los frutos de su propio trabajo y de su control sobre el proceso productivo. Y detrás de los métodos actuales de evaluación de la «viabilidad» de la investigación científica, podemos encontrar las mismas prácticas que despliegan las instituciones financieras para el «análisis de riesgo» de las inversiones.

Enfrentarse a una catástrofe climática y a una crisis en la distribución de la riqueza debería hacernos repensar este enfoque de la organización de la vida social. Pero para la ciencia, el problema es evidente: la estructura de un mercado competitivo no favorece en primer lugar una buena investigación.

En primer lugar, la objetivación de la exploración y la innovación científicas de la forma que exige el capitalismo no favorece los avances científicos, porque la mayoría de los descubrimientos revolucionarios, por su naturaleza, son impredecibles. Por ejemplo, cuando Francis Mojica empezó a estudiar patrones repetitivos en el ADN de las bacterias, a nadie le importó. Las grandes revistas se negaron a publicar sus hallazgos. Hoy sabemos que ese trabajo fue, de hecho, la base de quizá el mayor descubrimiento de la biología moderna: las tijeras genéticas CRISPR/Cas9, que están revolucionando la biología molecular y las ciencias de la vida.

En segundo lugar, la transformación de la relación mentor-aprendiz de igual a igual en jefe-trabajador asalariado tampoco tiene mucho sentido para el mundo académico a gran escala: los aprendices de hoy son los profesores de mañana. Suprimir la autonomía y la creatividad de los aprendices convirtiéndolos en trabajadores asalariados es perjudicial para la futura generación de profesores, que entonces habrán perdido su capacidad de pensar creativamente y habrán sido entrenados para tomar opciones menos arriesgadas.

Por último, si aceptamos que los avances son impredecibles, debemos comprender que la buena ciencia nunca puede «cuantificarse» como un producto. La ciencia más disruptiva requiere probablemente mucho más tiempo que otras investigaciones. También requiere asumir grandes riesgos: por ejemplo, que los científicos decidan cambiar de campo o estudiar algo totalmente nuevo. Si seguimos midiendo la calidad de la investigación como «productividad predecible» y distribuimos los recursos y los puestos en consecuencia, nos perderemos mucha ciencia disruptiva.

Recuperar la disrupción limitando la competenciaPara recuperar la ciencia disruptiva, tenemos que limitar el esquema de competencia que, en última instancia, ha mermado nuestra capacidad para llevar a cabo una investigación impulsada por la curiosidad. Un primer paso podría ser reforzar la financiación garantizada de las instituciones y reducir los recursos que hay que adquirir en los concursos de subvenciones, especialmente para los jóvenes investigadores.

Además, habría que reducir drásticamente los intentos de «puntuar» el valor de los investigadores a través de su historial de publicaciones. En su lugar, debemos aceptar el hecho de que el valor científico no puede cuantificarse. Por tanto, las decisiones sobre los puestos del profesorado deben basarse en gran medida en juicios cualitativos. Para evitar el nepotismo y la discriminación injusta, deberíamos aumentar radicalmente la participación democrática en la toma de decisiones institucionales. La contratación de profesores, por ejemplo, podría ser votada por todo el profesorado, e incluso por los posdoctorales.

Por último, debemos invertir la reciente transformación de la relación mentor-aprendiz. Los límites a la composición de los grupos de investigación podrían ayudar en este sentido, ya que la mayoría de las estructuras «explotadoras» se caracterizan por un gran número de posdocs altamente cualificados que permanecen durante mucho tiempo bajo el control de un único profesor. Y los sindicatos de estudiantes de postgrado y postdoctorales son esenciales para empoderar a los becarios y hacer oír sus preocupaciones de una forma que el sistema actual no permite.

No se predijo que el trabajo de Kati Kariko sobre las vacunas de ARNm tuviera algún valor. Como consecuencia, casi se vio obligada a abandonar el mundo académico porque no pudo conseguir financiación ni un puesto de profesora titular. Según un artículo del New York Times, Kariko «necesitaba subvenciones para llevar a cabo ideas que parecían descabelladas y extravagantes. No las consiguió, a pesar de que se premiaron investigaciones más mundanas».

Su trabajo, por supuesto, acabaría siendo la base de las vacunas COVID-19 que salvan vidas. Reformando la ciencia para volver a poner en el centro la investigación impulsada por la curiosidad, podemos asegurarnos de no perdernos más descubrimientos importantes como el suyo.

lunes, 9 de enero de 2023

CHILE comienza a revertir baja inversión en ciencia y tecnología

 Publicado en SciDevNet

https://www.scidev.net/america-latina/news/chile-comienza-a-revertir-baja-inversion-en-ciencia-y-tecnologia/?utm_source=SciDev.Net&utm_medium=email&utm_campaign=13711232_2023-01-09%20Weekly%20Email%20Digest%20-%20Am%C3%A9rica%20Latina%20y%20el%20Caribe%20Template.%20For%20no%20topic%20preferences&dm_i=1SCG,85VNK,665LFG,XGDMP,1


03/01/23

Chile comienza a revertir baja inversión en ciencia y tecnología

De un vistazo
  • Presupuesto 2023 de CyT es de US$ 88 millones, un aumento de 9,6 por ciento respecto al año anterior
  • Inversión del sector venía en descenso desde fines de la pasada década
  • Mayores partidas irán a formación de capital humano, desarrollo institucional y difusión del conocimiento

[SANTIAGO] Cuando Gabriel Boric asumió la Presidencia de la República de Chile, en marzo pasado, dejó en claro su intención de elevar la inversión en ciencia, tecnología e innovación (CTI) del país de 0,34 por ciento a 1 por ciento del PIB al término de su mandato de cuatro años.

Este año, como punto de partida para alcanzar ese objetivo inyectará 76 mil millones de pesos (alrededor de US$ 88 millones) al presupuesto público del sector para 2023, lo que representa un incremento de 9,6 por ciento respecto del año previo.

De ellos al menos 53 mil millones irán directamente al ministerio del ramo mientras que el resto se repartirá en proyectos relacionados con los ministerios de Energía y Economía, confirmaron fuentes a las que SciDev.Net tuvo acceso.

De esta forma, de un total de casi $514 mil millones (US$ 595 millones) al que asciende el presupuesto 2023 del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, las mayores partidas se destinarán a formación de capital humano avanzado (18,94 por ciento), desarrollo de la institucionalidad sectorial (5,38%) y vinculación con el medio y difusión del conocimiento (5,19%).

“Este aumento de inversión en ciencia y tecnología es histórico. Es la clara señal de que, para este gobierno, es imprescindible dar un salto en estas materias y poner ahí no solamente intenciones y buena voluntad”, destaca a SciDev.Net la ministra de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e innovación Silvia Diaz.

Detalla que por ejemplo gran parte del incremento se destinará al financiamiento del programa Fondo de Innovación, Ciencia y Tecnología (FICYT). “Eso significa poner el foco en determinados proyectos e investigaciones de gran impacto”, dice.

Adelanta que “con este presupuesto podremos participar de manera activa en el impulso del modelo de desarrollo productivo sostenible, con foco en instituciones públicas estratégicas que nos den la capacidad y la mejora suficiente para fortalecer su innovación”.

Para la presidenta de la Academia de Ciencias, la bióloga Cecilia Hidalgo, se trata de una señal positiva si se considera que el gasto público en ciencia ha venido experimentando disminuciones casi sucesivas desde fines de la década pasada. “Cualquier aumento es bienvenido porque no podemos seguir con las bajas anteriores” dice la científica.

lván Suazo, Vicerrector de Investigación y Doctorados de la Universidad Autónoma de Chile, una de las cinco universidades privadas del país con mayor número de alumnos, reconoce que el aumento del presupuesto va en la dirección correcta, pero es insuficiente.

“Todavía estamos por debajo de países como Cuba o Venezuela, incluso bajo el promedio de América Latina que está en 0,56 por ciento, y muy lejos del promedio de la OCDE que está en 2,78 por ciento”, precisa.

Baja inversión, pero alta calidad

No obstante, Cecilia Hidalgo reconoce que se ha producido una inusual situación: “Si uno mira la inversión de todos los países de la OCDE, Chile está junto con México y Colombia con menos del 0,5 por ciento, y si se observa el número de científicos por cada mil habitantes que trabajan también estamos muy por abajo”, señala.

“Pero si uno mira el impacto de las publicaciones chilenas en un período de varios años, Chile está casi en el promedio de la OCDE y si tomamos el impacto dividido por la inversión salimos del promedio de todos los países por lejos. Estamos generando ciencia muy buena con muy poca inversión”, destaca.

Esto significaría que no necesariamente una baja inversión en ciencia trae como consecuencia mala ciencia, pero en este caso los resultados son producto de mucho esfuerzo.

Para el director del programa de bachillerato de la facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, Jorge Babul, más allá del monto que es necesario inyectar, también hay que hacer un trabajo en la formación de los investigadores.

“No veo un plan de desarrollo para la formación de científicos, donde tiene que haber un puente entre la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) y las universidades del país. Hoy tres universidades se llevan la mayor parte de los fondos de investigación y de los becarios, pese a que hay varias otras universidades estatales que también están haciendo ciencia”, critica.

En Chile actualmente existen 56 instituciones de estudios superiores que se dividen en dos categorías: las llamadas «universidades tradicionales», integradas por 18 universidades públicas y 9 universidades particulares creadas antes de 1980; y 27 universidades privadas creadas después de ese año. El Gobierno de Boric ha puesto énfasis en que priorizará la educación pública.

Suazo prefiere mayor amplitud en la distribución de los recursos, es decir que no se omita a los planteles privados. “La ciencia es competitiva y se debe privilegiar el financiamiento de los mejores proyectos, que agreguen valor a la matriz productiva, que generen más conocimiento y esto tiene poco que ver con la naturaleza jurídica de las instituciones que producen este desarrollo”.

Para el académico, “el crecimiento necesariamente pasa por una mayor inversión privada en innovación e investigación, “y eso no se está haciendo”.

“El gobierno se comprometió a subir a 0,7 por ciento del PIB la inversión estatal al final de su periodo y hacer esfuerzos para que el sector privado ponga el otro 0,3 por ciento, pero no sabemos cómo lo va a hacer”.
Cecilia Hidalgo, presidenta de la Academia de Ciencias de Chile

Mientras no se incorpore de manera sistemática a la inversión privada en investigación e innovación no vamos a poder crecer de manera significativa, subraya, y destaca que el proyecto de reforma tributaria va en el sentido correcto.

“La propuesta, que actualmente se debate en la Cámara de Diputados, busca incorporar un 2 por ciento del crédito tributario para la inversión en investigación y desarrollo. Si eso se aprueba va a significar un verdadero cambio en la matriz de inversión en ciencia”, asegura.

Cecilia Hidalgo es escéptica respecto de la participación de los privados. “El gobierno se comprometió a subir a 0,7 por ciento del PIB la inversión estatal al final de su periodo y hacer esfuerzos para que el sector privado ponga el otro 0,3 por ciento, pero no sabemos cómo lo va a hacer”, indica.

“¿Cómo convencemos [al sector privado] de que lo ponga cuando históricamente ha sido súper renuente a aportar a la ciencia, tecnología e innovación? Están cómodos, no se imaginan para qué se necesita más inversión, más innovación en ciencia, sobre todo la ciencia básica que no les interesa para nada”, concluye.

Este artículo fue producido por la edición de América Latina y el Caribe de SciDev.Net

martes, 25 de octubre de 2022

OCDE destaca innovación en universidades latinoamericanas

Publicado en SciDevNet
https://www.scidev.net/america-latina/news/ocde-destaca-innovacion-en-universidades-latinoamericanas/?utm_source=SciDev.Net&utm_medium=email&utm_campaign=13556755_2022-10-24%20Weekly%20Email%20Digest%20-%20Am%C3%A9rica%20Latina%20y%20el%20Caribe%20Template.%20For%20no%20topic%20preferences&dm_i=1SCG,82KGJ,665LFG,X164U,1



OCDE destaca innovación en universidades latinoamericanas

21/10/22

De un vistazo
  • Documento regional de la OCDE analizó universidades de la región por su perfil emprendedor e innovadoras
  • También analizó su papel en la respuesta que supieron dar durante la pandemia
  • Las instituciones pertenecen a México, Colombia, Chile, Brasil, Argentina y Uruguay

Once Instituciones de Educación Superior (IES) de seis países de América Latina fueron destacadas en un análisis regional por sus ecosistemas de innovación activos y por la respuesta que supieron dar durante la pandemia por COVID-19.

El documento sobre “Universidades Emprendedoras e Innovadoras de América Latina” fue elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Santander y su presentación tuvo lugar en la Universidad de São Paulo (Brasil).

En él se exponen casos de éxito de centros privados y públicos, en particular del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey y la Universidad Aráhuac, de México; la Pontificia Universidad Javeriana, la Universidad Nacional de Colombia (sede Manizales) y la Universidad Icesi, de Colombia; la Universidad Adolfo Ibáñez y la Pontificia Universidad de Católica, de Chile; la Universidad de São Paulo y la de São Carlos, de Brasil; la Universidad Empresarial Siglo 21, de Argentina y la Universidad Tecnológica (UTEC) de Uruguay.

“Muchas (de estas universidades) son sede de aceleradores, incubadoras, centros de emprendimiento e innovación abierta a partes externas interesadas, como empresarios y pymes. Además, aprovechan su estrategia multicampus para amplificar su impacto y compromiso. La multilocalidad les permite conectarse con una variedad más amplia de actores, incluidos los gobiernos locales y comunidades de negocios”, se expone en la revisión.

En cuanto a la respuesta de estas universidades a la pandemia, el informe detalla que las unidades dedicadas al emprendimiento, como incubadoras universitarias, aceleradoras u otros organismos, “desempeñan un papel fundamental en el diseño y la implementación de actividades extracurriculares”. A modo de ejemplo exponen el caso de la Universidad Javeriana, de Colombia, en la que cada semestre, unos 200 estudiantes de pregrado hacen uso de las “fábricas de diseño”.

Estas fábricas “han estado involucradas en actividades relacionadas con la respuesta al COVID-19, como el diseño de ventiladores, la creación de prototipos o incluso patentes”, agrega el informe.

“(La cultura de innovación) se logra a partir de procesos formativos en los que se ilustra cómo puede un profesor o estudiante, a partir de los resultados de una actividad investigativa, o con las capacidades adquiridas en su proceso académico, plantear soluciones a problemas reales”. Fanny Almario, directora de Innovación de la Pontificia Universidad Javeriana

Sobre la Pontificia Universidad Javeriana, especifican que su Centro de Emprendimiento lidera las actividades en esta materia y brinda oportunidades de desarrollo para estudiantes universitarios.

Según Fanny Almario, directora de Innovación de la Javeriana, las universidades juegan un rol importante no solo en los procesos formativos, sino incorporando valor agregado a la investigación dentro de sus campus. Dice que el conocimiento fruto de la investigación básica, social y de otras áreas debe transitar la ruta de la transferencia para llegar a diferentes sectores de la sociedad con soluciones que impacten positivamente.

“El primer mecanismo para lograr estos procesos de apropiación y transferencia de conocimiento en las instituciones de educación superior es una cultura hacia la innovación y el emprendimiento. Esta cultura se logra a partir de procesos formativos en los que se ilustra cómo puede un profesor o estudiante, a partir de los resultados de una actividad investigativa, o con las capacidades adquiridas en su proceso académico, plantear soluciones a problemas reales”, continúa Almario.

Por su parte, Ana Carolina Martínez, directora del Centro de Desarrollo para el Espíritu Empresarial de la Universidad Icesi, considera que las constantes transformaciones que vive el contexto global invitan a las universidades a repensar sus modelos de operación e interacción con la sociedad.

“Hoy las universidades estamos llamadas a ser activas en los ecosistemas de emprendimiento e innovación, no solo entregando a la sociedad personas capaces de crear nuevas empresas (los emprendedores) o capaces de generar nuevas oportunidades de negocio o innovación en empresas existentes (los intraemprendedores), sino también a ser más activos en el intercambio de conocimiento”, dice Martínez.

Y prosigue: “Esto incluye, entre muchas acciones, mayor articulación con el sector empresarial y gubernamental para impulsar la creación de empresas con alto valor tecnológico, lograr el licenciamiento de nuevas tecnologías, atraer y formar científicos con visión y capacidades emprendedoras, de forma que las universidades contribuyamos de una manera más clara y decidida al desarrollo social y económico”.

Finalmente, María Piedad Villaveces, directora ejecutiva en comisión de la Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia (Avanciencia), afirma que el rol de la universidad “en el fomento al emprendimiento se centra en promover que no se limite a la comercialización de mercancías, sino que se desarrolle basado en el valor agregado generado desde la aplicación de nuevo conocimiento”, dice Villaveces.

Según ella, las universidades deben fomentar emprendimientos donde se conecten con investigadores, emprendedores y empresas, marcando una diferencia en el mercado.

“Esto se logra gracias a la innovación que junto al emprendedor sean capaces de agregarle a los productos o servicios que comercialicen. Este proceso innovador tiene más probabilidad de darse en la medida en que exista un sistema de transferencia de conocimiento que articule y sincronice a los sectores académico y productivo”, apunta.

Este artículo fue producido por la edición de América Latina y el Caribe de SciDev.Net

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jueves, 25 de marzo de 2021

Métricas para la evaluación de la innovación [Boletín OCTI no. 10 marzo-abril 2021]

Disponible el BoletínOCTI número 10: "Métricas para la evaluación de la innovación" del Observatorio Científico, Tecnológico y de Innovación OCTI

Descargado en: http://www.octi.cu/wp-content/uploads/2020/02/boletin_octi_10.pdf







Plan 2.0 para el acceso abierto: ¿un plan o una nueva ambigüedad?

Publicado en THE Times Higher Education https://www.timeshighereducation.com/news/plan-s-20-open-access-plan-bold-may-prove-ineffective   El...