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martes, 1 de abril de 2025

U.S.A.: la Universidad de Columbia capitula

 Publicado en sinpermiso




La Universidad de Columbia capitula. Dossier


¿Merece todavía Columbia el nombre de universidad?

Rashid Khalidi

No se trató nunca de eliminar el antisemitismo. Siempre se trató de silenciar a Palestina. Eso es lo que siempre se pretendió conseguir amordazando a los estudiantes que protestaban, y amordazando ahora al profesorado. Mientras que los partidarios de la matanza israelí-norteamericana en Gaza pueden haberse sentido ofendidos por sus protestas, un gran número de los estudiantes cuyos derechos de libertad de expresión se han infringido mediante castigos draconianos eran judíos.

Muchos de los miembros del profesorado que están a punto de verse privados de la libertad académica y de gobierno de sus escuelas, y a los que quizás se despida, son judíos, y, de hecho, algunos son israelíes. Si realmente se tratara de discriminación, la universidad habría tomado medidas contra el incesante acoso a estudiantes y profesores palestinos, árabes y musulmanes, y a sus aliados y simpatizantes, en lugar de respaldarlo y permitirlo.

Se trató siempre de proteger las monstruosas y transparentes mentiras de que la guerra genocida israelí-norteamericana de 17 meses contra todo el pueblo palestino era solo una guerra contra Hamás, o que cualquier cosa que se hiciera el 7 de octubre de 2023 justifica las matanzas en serie de al menos 50.000 personas en Gaza, la mayoría de ellas mujeres, niños y ancianos, y la limpieza étnica del pueblo de Palestina en su patria. Estas mentiras, generadas por Israel y sus propiciadores, que impregnan nuestro sistema político y a nuestras élites adineradas, las repitieron incesantemente las administraciones de Biden y Trump, el New York Times y Fox News, y ahora las sanciona oficialmente una universidad que fue antaño grande.

Estas mentiras tienen sus raíces en un racismo flagrante. Frantz Fanon escribió que el maniqueísmo del colonizador a veces «llega a su conclusión lógica y deshumaniza al nativo, o para hablar claro, lo convierte en animal». De hecho, el ministro israelí de Defensa, Yoav Gallant, calificó en octubre de 2023 de «animales humanos» a los palestinos. Benjamin Netanyahu dijo de ellos: «No les llamo animales humanos porque sería insultar a los animales». En esta guerra colonial, a través de esta lente, las vidas palestinas, al igual que otras vidas morenas y negras, se convierten en una masa sin valor, sin rostro y deshumanizada, mientras que se elevan, se aprecian y se lloran individualmente otras vidas.

Deberíamos aferrarnos a estos pensamientos tanto como podamos, porque en el mundo distópico en el que hemos entrado, la simple mención de la raza y el racismo son, o pronto serán, violaciones de la perversa lectura actual de la ley federal. Una vez que los quislings que dirigen la Universidad de Columbia hayan puesto en práctica los decretos de sus amos en Washington y en el consejo de administración, una vez que se hayan extendido estos decretos a otras universidades amenazadas, será realmente peligroso enseñar e incluso citar a Fanon, como lo será la mera mención de la raza y el racismo, por no hablar del género, la discapacidad y muchas otras cosas. Nos estamos acercando a la situación de las universidades chilenas bajo Pinochet, en las que, por orden de un gobierno autoritario, se prohibieron ideas y libros, se expulsó y se detuvo a estudiantes, hubo departamentos ocupados, y profesores y personal despedidos.

No debemos lamentar en qué se ha convertido Columbia, pues por muy grande que haya sido, nada de esto resulta totalmente nuevo. Antes de las expulsiones y suspensiones actuales, Columbia expulsó una vez en su historia a un estudiante por protestar de forma no violenta: en 1936 por protestar contra el ofrecimiento de una tribuna a los nazis. En 1953, su presidente firmó una carta en la que declaraba a los comunistas no aptos para enseñar. Los administradores de Columbia despidieron a dos profesores por oponerse a la Primera Guerra Mundial por motivos pacifistas, mientras que se detuvo y se encarceló a estudiantes objetores de conciencia.

Durante mucho tiempo, Columbia ha sido dirigida más como el vasto y rico imperio empresarial e inmobiliario que es, que como una institución educativa. Es un lugar donde los fideicomisarios, los donantes y las poderosas escuelas profesionales dictan su política, y no el resto de su profesorado. En la primavera de 2024, dos tercios del claustro de profesores de Artes y Ciencias votaron en contra de otorgar su confianza a una presidenta que cedió a la presión externa, arrojó ó a su claustro a los pies de los caballos y llamó a la policía de Nueva York por primera vez desde 1968. Su sucesor la ha superado, adornando aún más las ya ricas tradiciones represivas de Columbia con una servil obediencia a los dictados del gobierno, promovidos y secundados con entusiasmo por desvergonzados colaboradores en el seno de la universidad.

Después de la capitulación del viernes, Columbia apenas merece el nombre de universidad, ya que su enseñanza y saber académico sobre Oriente Medio, y enseguida sobre muchas otras cosas, pronto serán objeto de examen por parte de un «vicerrector de pedagogía inclusiva», en realidad un vicerrector de propaganda israelí. Los partidarios de Israel, enfurecidos porque los estudios sobre Palestina hayan encontrado un lugar en Columbia, la denominaron en su día el «Bir Zeit del Hudson». Pero si sigue mereciendo el nombre de universidad, debería llamarse el Vichy del Hudson.

The Guardian, 25 de marzo de 2025

 

El gobierno de los EE.UU. manda una nota de rescate a la Universidad de Columbia

Sheldon Pollock

Como un capo de la mafia, el Gobierno amenaza con cortarle dos dedos a la Universidad: la libertad académica y el gobierno del profesorado

El pasado 15 de marzo, la Universidad de Columbia recibió lo que sólo puede describirse como la carta más peligrosa de la historia de la educación superior en los Estados Unidos. El remitente era el gobierno de los Estados Unidos. Como si de una nota de rescate se tratara, la misiva gubernamental insiste en que Columbia cumpla con una lista de exigencias de la administración Trump para tener siquiera una oportunidad de recuperar los 400 millones de dólares en fondos federales para la investigación científica que el Gobierno canceló el 7 de marzo.

Curiosamente, uno de los objetivos específicos identificados en la carta era el departamento de Columbia de Estudios de Oriente Medio, Asia Meridional y África (Mesaas), un pequeño departamento de humanidades dedicado al estudio de las lenguas, las culturas y la historia de esas regiones. El Gobierno exigió que se pusiera el departamento de Mesaas bajo «administración judicial» -básicamente, que la universidad se hiciera cargo de él- como condición previa para proseguir las negociaciones.

La batalla contra el autoritarismo que se está imponiendo en Washington parece girar hoy en parte en torno al destino de Mesaas.

¿Por qué Mesaas?

La campaña de Trump para destruir la independencia de la educación superior estadounidense comenzó cuando una obscura agencia federal, la Administración de Servicios Generales (GSA), en colaboración con los Departamentos de Salud y Servicios Humanos y de Educación, coordinó la extraordinaria medida de rescindir 400 millones de dólares en fondos federales para la investigación científica en Columbia, ya que Columbia «ha fracasado en lo fundamental a la hora de proteger a los estudiantes y profesores norteamericanos de la violencia y el acoso antisemitas».

Tras amenazar a otras 60 universidades con el mismo destino, el 13 de marzo el Gobierno envió su nota de rescate sólo a Columbia. Sus condiciones debían cumplirse en un plazo de siete días, y no a cambio de la liberación de los fondos, sino simplemente como «condiciones previas». A continuación, se presentarían otras exigencias para una «negociación formal», que no sería una verdadera negociación, porque la GSA seguiría reteniendo el dinero de la universidad, como un mafioso.

Las condiciones previas se refieren principalmente a la vigilancia de las protestas estudiantiles en el campus. Es probable que su imposición viole tanto la ley federal como la Constitución estadounidense, como ha dejado claro el claustro de profesores de Derecho de Columbia. Pero en un movimiento sorprendente e igualmente ilegal, el Gobierno se hacía con otro rehén en su carta: Mesaas. Durante un periodo de cinco años, Columbia debe poner académicamente bajo administración externa al departamento. A la universidad se le dio el mismo ultimátum de siete días para que especificara «un plan completo, con fechas concretas de entrega» para aplicar dicha administración.

Se trata de un intento sin precedentes de hacerse con el control de personas e ideas en una universidad norteamericana. En ocasiones, las universidades se ven obligadas a poner un departamento académico bajo administración externa, normalmente cuando se rompe el autogobierno del departamento. Normalmente, la administración nombra como director a un miembro de otro departamento durante un curso académico. El autogobierno actual de Mesaas es excelente, y no ha habido problemas en todos los años en los que yo he presidido el departamento.

Que el propio gobierno de los Estados Unidos intervenga directamente en el gobierno de la facultad -especificando el periodo extraordinario de cinco años, y con «metas que satisfacer» de cuyo cumplimiento podría depender la futura financiación de toda la universidad- no tiene precedentes en la historia de la enseñanza superior norteamericanas.

¿Por qué ha escogido señaladamente el Gobierno a este departamento?

La respuesta está clara: porque su profesorado no ha expresado un apoyo firme al Estado de Israel en su labor académica. El gobierno de los Estados Unidos se ha quedado prácticamente solo en el mundo en su inquebrantable apoyo ideológico y financiero a la violencia del Estado de Israel contra el pueblo de Palestina. Recientemente ha proporcionado el consentimiento, la justificación y las armas para la destrucción de Gaza por parte de Israel (esta misma semana se ha relanzado la destrucción, con la condena de todo el mundo, pero no de Washington, que fue el único que dio su apoyo).

Por el contrario, la investigación académica de destacados especialistas en el campo de los estudios sobre Oriente Medio, entre ellos los de Mesaas, ha reflexionado profundamente sobre la complejidad de la situación y ha cuestionado desde hace tiempo las versiones de la historia y las ideas raciales que alimentan las acciones de Israel. Los profesores de Mesaas formulan preguntas difíciles, pero totalmente legítimas, sobre Israel, y eso quiere prohibirlo nuestro gobierno.

El departamento de Mesaas no ha desempeñado papel alguno en la organización de las protestas estudiantiles en favor de Gaza. Pero Washington ha decidido que, además de dictar cómo debe gobernar una universidad la protesta política, debe controlar cómo gobierna la universidad la investigación académica - intensificando un amplio ataque a la investigación sobre Oriente Medio en todas las universidades norteamericana.

Con sus exigencias para hacerse esencialmente con el control de Mesaas, el gobierno federal está socavando dos principios fundamentales de la universidad estadounidense: el derecho de los departamentos académicos a autogobernarse y la libertad de los miembros del profesorado a expresar sus opiniones sin temor, lo mismo como autoridades en su campo de investigación que a título particular.

Columbia debe decidir antes del jueves 20 de marzo cómo responder a esta nota de rescate, en la que el Gobierno amenaza con cortarle dos dedos a la universidad: la libertad académica y el gobierno del claustro profesoral. Si la administración de Columbia capitula, eso marcará el comienzo de su propia destrucción y la de la universidad norteamericana como tal, precisamente lo que ha pedido el American Enterprise Institute, que proporcionó el modelo para la nota.

Los tribunales han parado hasta ahora más de cuarenta iniciativas de la Administración, aunque sigue sin estar claro si va a obedecer el jefe de la mafia. Sin embargo, mientras tengamos un sistema judicial funcional, la respuesta de Columbia a Trump sólo puede ser: nos vemos en los tribunales.

The Guardian, 19 de de marzo de 2025

 

¿Y si investigamos a Columbia por ser antipalestina?

Peter Beinart

Así que la Universidad de Columbia ha capitulado esencialmente ante las demandas de la administración Trump, lo cual tiene implicaciones para el futuro de Columbia y otras universidades norteamericanas que serán de muy largo alcance. Todavía no conocemos todas las repercusiones.

Pero creo que es importante entender que, aunque Donald Trump esté haciendo esto porque quiere domesticar y paralizar las universidades, sólo porque podrían ser centros de resistencia y pensamiento crítico contra su gobierno autoritario, de la misma manera que quiere paralizar y domesticar los medios de comunicación independientes, o los bufetes de abogados que podrían demandarlo, o el Departamento de Justicia, que podría ser independiente de su control, todas estas cosas, aunque esa es claramente la motivación de Trump, así como su capacidad de utilizar el antisemitismo con eficacia, se basan en el hecho de que hay un discurso sobre el antisemitismo que lleva existiendo desde mucho antes del 7 de octubre, pero que luego se ha intensificado desde la matanza del 7 de octubre, y que ha sido respaldado por muchos, muchos miembros del Partido Demócrata y les hace cómplices, por lo tanto, de esto.

Creo que lo fundamental que tenemos que entender sobre lo que es erróneo en este discurso del antisemitismo, lo que ha contribuido a traernos hasta aquí, no es que esté mal estar que nos preocupe mucho el antisemitismo. Por supuesto, deberíamos preocuparnos mucho el antisemitismo. El problema es que cuando se habla de antisemitismo en el contexto del conflicto entre Israel y Palestina, en el que hay dos grupos nacionales, hay que acompañarlo de un debate sobre el fanatismo antipalestino. Hablar de antisemitismo en el contexto de Israel-Palestina es algo fundamentalmente distinto, en ese sentido, de hablar de ello en el contexto del nacionalismo blanco o de algún otro episodio histórico.

En este caso, la cuestión es: ¿cómo tratamos a la gente de forma justa y equitativa? ¿La discriminamos por su postura en esta relación entre judíos israelíes y palestinos?

Pero, naturalmente, también hay que hacerse una pregunta sobre el otro grupo, sobre los palestinos, si es que pensamos que los palestinos son personas que merecen el mismo trato que los judíos, ¿no? Y en ese caso, si nos imaginamos que el debate sobre el antisemitismo ha de ponerse a la par con el debate sobre el fanatismo antipalestino, creo que la discusión sobre el antisemitismo tendría que ser radicalmente diferente. Porque cuando uno se pregunta si los estudiantes judíos se sienten incómodos o hasta inseguros cuando oyen lemas como «Palestina será libre desde el río hasta el mar» o «globalizar la intifada», también habría que preguntarse cómo se sienten los estudiantes palestinos cuando oyen lemas como «Estoy con las Fuerzas de Defensa de Israel» o «Israel tiene derecho a defenderse», ¿no?

Y cuando nos preguntamos por el acoso, ¿hay estudiantes judíos que son literalmente objeto de acoso por llevar kipa u otras cosas? Deberíamos también preguntarnos si no hay estudiantes palestinos que sean objeto de acoso por llevar kufiya. Pues sospecho que, si hay estudiantes judíos, lamentablemente, que van por el campus de Columbia u otros campus, y a los que les gritan porque llevan kipa, o llevan una estrella de David o lo que sea, creo que es una suposición bastante aceptable que también haya estudiantes palestinos a los que llaman «terroristas» o todo tipo de cosas desagradables, cierto, si llevan kufiya.

Si pensamos en las normas que regulan las protestas, una de las cosas que Trump quiere hacer, pero que estas universidades han venido haciendo desde el 7 de octubre, es tomar verdaderamente medidas drásticas acerca de las reglas de la protesta. Tendríamos que preguntarnos, no solo si Estudiantes por la Justicia en Palestina está violando estas nuevas y muy onerosas reglas sobre protestas, sino si los grupos proisraelíes las violan.  Si tenemos grupos de trabajo para investigar el antisemitismo, también hacen falta grupos de trabajo, no sólo sobre islamofobia, sino también sobre la intolerancia antipalestina, lo cual es algo diferente a la islamofobia. La mayoría de los musulmanes no son palestinos, y no todos los palestinos son musulmanes. Y si nos imagináramos un mundo en el que hacemos todas esas cosas, en el que nos preguntáramos «¿hay intolerancia hacia los palestinos?» al mismo tiempo que nos preguntáramos «¿hay intolerancia hacia los judíos?», entonces, de hecho, todo el debate sobre el antisemitismo sería completamente diferente.

Porque si tuviéramos que admitir que empezar por censurar una frase como «globalizar la Intifada» podría significar también que tuviéramos que censurar una frase como «yo apoyo a las FDI», tendríamos que arriesgarnos a crear un grupo de trabajo sobre actitudes antipalestinas formado por muchos profesores palestinos y pensar en lo que podrían recomendar en términos de cambios en la universidad, por supuesto.

O bien, si tuviéramos que aplicar estas normas sobre protestas por igual y empezáramos a pensar en la forma en que eso afectaría a los derechos de protesta de los estudiantes proisraelíes, entonces, de repente, desaparecería de hecho buena parte de la presión que se está ejerciendo sobre lo que las universidades deberían hacer, ¿verdad? Porque la gente se daría cuenta casi de inmediato de que, si se aplicara igualmente en el caso de los palestinos, se empezaría a infringir esos derechos en formas que serían realmente problemáticas. Obligaría a la gente a empezar a pensar en la importancia de la libertad de expresión, incluida la libertad de expresión que incomoda a la gente.

La única razón por la que la gente siente esta presión para ser tan draconianos en lo que toca a la libertad académica, al derecho a la protesta, es precisamente porque nadie imagina que estos principios puedan aplicarse a estudiantes acusados de intolerancia antipalestina. Y, por supuesto, eso se debe a que no tenemos lenguaje para referirnos a la intolerancia antipalestina en el debate político norteamericano dominante, pues se asume sencillamente que hay que tratar a los palestinos como inferiores. No hay ninguna expectativa de que se les trate con equidad en Palestina e Israel, donde la gran mayoría de los miembros del Parlamento apoyan la idea de un Estado basado en la supremacía legal judía. Y del mismo modo, no hay ninguna expectativa sobre esto en los Estados Unidos, ¿verdad? 

Pero si existiera esa expectativa, entonces todo lo que ha sucedido con el debate sobre el antisemitismo y la forma en que ahora se está utilizando para aplastar realmente la libertad académica y la independencia de las universidades, sencillamente no podría darse como se está dando. Sólo por el hecho de que los palestinos no cuentan en este debate es por lo que tenemos este género de discusión sobre el antisemitismo que nos ha llevado a acabar en este lugar tan desastroso.

The Beinart Notebook, 24 de marzo de 2025

 
historiador palestino-norteamericano de Oriente Próximo, ha sido catedrático Edward Said de Estudios Árabes Modernos en la Universidad de Columbia. Fue editor del Journal of Palestine Studies desde 2002 hasta 2020, cuando pasó a ser coeditor. Es autor de varios libros, entre ellos “The Hundred Years' War on Palestine” y “Palestinian Identity: The Construction of Modern National Consciousness”. Ha sido presidente de la Asociación de Estudios de Oriente Medio y ha impartido clases en la Universidad Libanesa, la Universidad Americana de Beirut, la Universidad de Georgetown y la Universidad de Chicago.
 
es profesor emérito de la cátedra Arvind Raghunathan de estudios sudasiáticos en la Universidad de Columbia y ex director del departamento de Mesaas. No desempeña actualmente ninguna función en la administración del departamento ni de la Universidad y escribe únicamente a título personal.
 
periodista colaborador de The New York Times, The New York Review of Books, The Daily Beast, Haaretz o CNN, fue director de la revista The New Republic. Profesor de la Escuela de Periodismo Craig Newmark de la City University de Nueva York y director de la revista digital Jewish Currents, ha pasado de comentarista liberal judío a manifestarse como agudo crítico de Israel y el credo sionista.
Fuente:
The Guardian, 19 y 25 de marzo de 2025; The Beinart Notebook, 24 de marzo de 2025


miércoles, 26 de marzo de 2025

«Manifiesto de científicos contra el rearme» : Firmas en apoyo a campaña de científicos contra del rearme de la Unión Europea

Publicado en sinpermiso
https://sinpermiso.info/textos/los-cientificos-se-unen-en-contra-del-rearme-de-la-ue






Los científicos se unen en contra del rearme de la UE


Los científicos se unen para expresar su oposición a la reciente propuesta de rearme de la Unión Europea. Han publicado un «Manifiesto de científicos contra el rearme» y hacen un llamamiento a científicos, ingenieros, profesionales de la medicina, matemáticos, personal académico y comunidad científica en general a que apoyen su postura.

Como científicos –implicados muchos de nosotros en campos en los que se desarrolla tecnología militar-, como intelectuales, como ciudadanos conscientes de los riesgos globales actuales, creemos que es hoy obligación moral y cívica de cualquier persona de buena voluntad alzar su voz contra el llamamiento a una militarización europea, e instar al diálogo, la tolerancia y la diplomacia.  Una brusca militarización no preserva la paz; conduce a la guerra.

Nuestros dirigentes políticos dicen estar dispuestos a luchar por defender aquellos supuestos valores occidentales que consideran están en riesgo; ¿están dispuestos a defender el valor universal de la vida humana? Los conflictos en el mundo van en aumento. Según las Naciones Unidas (2023), una cuarta parte de la humanidad vive en zonas afectadas por conflictos armados. La guerra entre Rusia y Ucrania, subsidiada por los países de la OTAN con la justificación de «defender los principios», está dejando tras de sí un saldo estimado de un millón de víctimas. El riesgo de genocidio de los palestinos por parte del ejército israelí respaldado por el Occidente global lo ha reconocido el Tribunal Internacional de Justicia.  En África se están desarrollando guerras brutales, como en Sudán, o en la República Democrática del Congo, alimentadas por los intereses que codician los recursos minerales de África. El Reloj del Juicio Final [Doomsday Clock] del Bulletin of the Atomic Scientists, que cuantifica los riesgos de una catástrofe nuclear mundial, nunca ha registrado un riesgo tan alto como el de hoy.

Amedrentada por el ataque ruso a Ucrania y por el reciente reacomodo de los Estados Unidos, Europa se siente marginada y teme que corran peligro su paz y su prosperidad. Los políticos reaccionan de forma miope con un llamamiento a movilizar, a escala continental, una colosal cantidad de recursos para producir más herramientas de muerte y destrucción.  El 4 de marzo de 2025, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dio a conocer el «Plan Rearmar Europa», declarando que «Europa está preparada y es capaz de actuar con la rapidez y la ambición necesarias. (…) Estamos en una era de rearme. Y Europa está preparada para aumentar masivamente su gasto en defensa».  La industria militar, que cuenta con ingentes recursos y una poderosa influencia sobre los políticos y los medios de comunicación, echa leña al fuego de un relato abiertamente beligerante. El «miedo a Rusia» se agita como un coco, ignorando convenientemente que Rusia tiene un PIB inferior al de Italia. Los políticos afirman, de forma totalmente injustificada, que Rusia tiene objetivos expansionistas en lo que toca a Europa, que suponen una amenaza para Berlín, París y Varsovia, cuando acaba de demostrar que ni siquiera es capaz de tomar su antiguo satélite, Kiev. La propaganda de guerra se alimenta siempre instigando un miedo exagerado. Con diplomacia, Europa puede volver a su coexistencia pacífica y a la colaboración con Rusia que el maldito asunto ucraniano ha trastornado.

La idea de que la paz depende de dominar a los demás bandos sólo conduce a la escalada, y la escalada conduce a la guerra.  La Guerra Fría no se convirtió en guerra «caliente» y los políticos juiciosos de ambos bandos fueron capaces de superar sus fuertes divergencias ideológicas y sus respectivas «cuestiones de principio» y acordar una drástica reducción equilibrada de sus respectivos armamentos nucleares. Los tratados nucleares START entre Estados Unidos y la Unión Soviética condujeron a la destrucción del 80% del arsenal nuclear del planeta.  Científicos e intelectuales de ambos bandos desempeñaron un reconocido papel a la hora de empujar a los políticos a una desescalada racional. En 1955, Bertrand Russell, Premio Nobel de Literatura y uno de los filósofos y matemáticos y más destacados del siglo XX, y Albert Einstein, Premio Nobel de Física, firmaron un influyente manifiesto, y la Conferencia de Pugwash, inspirada en el mismo, reunió a científicos de ambos bandos, que presionaron en favor de una desescalada.  Cuando en 1959 se le pidió a Russell que dejara un mensaje para la posteridad, respondió: «En este mundo, cada vez más interconectado, tenemos que aprender a tolerarnos unos a otros, tenemos que aprender a soportar que algunas personas digan cosas que no nos gustan. Sólo así podremos vivir juntos. Pero si queremos vivir juntos, y no morir juntos, debemos aprender un tipo de caridad y un tipo de tolerancia, que resulta absolutamente vital para la continuación de la vida humana en este planeta». Debemos aferrarnos a esta sabia herencia intelectual.

Los grandes conflictos se han visto siempre precedidos de inversiones militares masivas. Desde 2009, el gasto militar mundial ha alcanzado cada año niveles récord sin precedentes, y en 2024 el gasto alcanzará un máximo histórico de 2443.000 millones de dólares. El «Plan Rearm Europe» compromete a Europa a invertir 800.000 millones de euros en gastos militares. Tanto el actual Presidente de los Estados Unidos como el de Rusia han declarado recientemente que están dispuestos a iniciar conversaciones para normalizar relaciones y lograr una reducción militar equilibrada. El presidente de China ha hecho repetidos llamamientos a la desescalada y a pasar de una mentalidad de enfrentamiento a una mentalidad de colaboración en la que salgan todos ganando. Esta es la dirección a seguir. Y ahora Europa se prepara para la guerra, con una nueva planificación de gastos militares nunca vista desde la Segunda Guerra Mundial.  ¿Está dispuesta Europa a hacer sonar las espadas porque se siente excluida?

La humanidad se enfrenta a tremendos desafíos globales: el cambio climático, la hambruna en el Sur global, la mayor desigualdad económica de la historia, los riesgos crecientes de pandemias, la guerra nuclear.  Lo último que necesitamos hoy es que el Viejo Continente pase de ser un faro de estabilidad y paz a convertirse en un nuevo señor de la guerra.

Si vis pacem para pacem: Si quieres la paz, construye la paz, no la guerra.

Pinchar aquí para sumarse al Manifiesto

Firmantes: (pinchar aquí)


 
uno de los más importantes físicos teóricos europeos, especialista en gravedad cuántica, es asimismo un conocido escritor y divulgador científico, frecuente colaborador de diarios italianos como Il Sole 24 Ore y La Repubblica.
 
físico cuántico, es profesor de las universidades de Viena y Ginebra.

miércoles, 15 de enero de 2025

U.S.A. desaconseja aplicar para becas de estudio en RUSIA

Publicado en El Economista
https://www.eleconomista.com.mx/internacionales/eu-pide-ciudadanos-mexico-cuidado-oportunidades-estudio-trabajo-rusia-20250113-741810.html 


Geopolítica

EU pide a sus ciudadanos en México tener cuidado con oportunidades de estudio y de trabajo en Rusia

La embajada de Rusia en México le contestó a la representación estadounidense que, ante la transición hacia un mundo multipolar, nunca es tarde para ampliar horizontes.

Por: Perla Pineda

lunes 13 de enero de 2025

Ante la posibilidad de obtener becas para estudiar en Rusia o formar parte de programas de trabajo el Departamento de Estado de Estados Unidos, a través de la embajada en nuestro país, exhortó a los ciudadanos estadounidenses a corroborar y revisar los detalles de cada programa para evitar ser reclutados en actividades alternativas en la industria de defensa rusa.

El Departamento de Estado citó que de acuerdo con información de medios de comunicación ciudadanos de terceros países han llegado a Rusia con falsas promesas y han sido obligados a trabajar en la industria de defensa, y en algunos casos, a luchar en la guerra contra Ucrania.

“Invitamos a todos los futuros estudiantes a los que se les ofrezcan oportunidades estudio en Rusia que revisen detenidamente los detalles de la beca o programa de trabajo y estudio para el que han sido reclutados, a fin de asegurarse de que el programa es legítimo y de que el trabajo y/o estudio realizado coincide con la información anunciada”, emitió el Departamento de Estado.

La embajada de Estados Unidos en nuestro país hizo referencia a una convocatoria emitida desde las redes sociales de la embajada de Rusia en México donde se invita a los estudiantes a inscribirse, entre el 14 de octubre del 2024 al próximo 15 de enero, para recibir becas del gobierno ruso para el año 2025-2026.

“La beca incluye: los estudios gratuitos durante todo el período de estudios en una de las universidades rusas. La participación en la convocatoria se realiza completamente de forma virtual a través de registración en la plataforma electrónica http://education-in-russia.com hasta el 15 de enero”, dice la publicación actualizada el pasado 8 de enero.

Estados Unidos también reiteró que sigue vigente una alerta de viaje nivel 4 sobre viajes a ese país ya que existe un riesgo continuo de detención “injusta” de ciudadanos estadounidenses por parte de las autoridades rusas.

Rusia responde

En cuanto a la mención, la embajada de Rusia en México solo se limitó a recordar que el programa también está abierto para los estadounidenses.

“Agradecemos a la Embajada de los Estados Unidos en México por su interés en nuestro programa de becas. En esta era de transición hacia un mundo multipolar, nunca es tarde para ampliar horizontes y venir a estudiar a Rusia”, destacó la representación rusa en sus redes sociales.

domingo, 8 de diciembre de 2024

ISRAEL: La Universidad Hebrea de Jerusalén y la producción de tecnología militar

Publicado en La Jornada
https://www.jornada.com.mx/2024/12/02/opinion/016a1pol




La Universidad Hebrea de Jerusalén y la producción de tecnología militar

Claudio Albertani*

En días pasados, el Colectivo de Estudiantes contra el Genocidio en Palestina logró que la institución en donde estudian, El Colegio de México, suspendiera el acuerdo de Vinculación Académica y Colaboración que tenía con la Universidad Hebrea de Jerusalén. En respuesta, el lunes 25 de noviembre, un grupo de académicos, artistas, literatos y políticos publicó un desplegado en la prensa mexicana para rechazar la decisión del Colmex, bajo el supuesto de que se adhiere a una narrativa unilateral y atenta contra la libertad de pensar, disentir y cuestionar.

“La academia –agregan– está obligada a escuchar y analizar distintos puntos de vista, a fin de fomentar el pensamiento crítico”. Conjuntamente acusan a la institución de enmudecer el diálogo israelo-palestino que se lleva a cabo en las aulas.

A una primera lectura, la petición parece razonable: efectivamente las universidades deberían producir pensamiento crítico. Y además: ¿quién en su sano juicio se opone al debate y al diálogo?

El problema es que ahora mismo el Estado de Israel está siendo cuestionado a nivel internacional por cometer un genocidio en contra del pueblo palestino –más de 43 mil víctimas, en su mayoría mujeres y niños en poco menos de 14 meses– e implementar un sistema de apartheid parecido al que existió en Sudáfrica hasta 1994. Además, el Estado judío viola sistemáticamente todos y cada uno de los tratados internacionales e incluso las treguas que pacta.

De manera que la pregunta pertinente es: ¿qué papel juegan la Universidad Hebrea y las instituciones de educación superior, en dicho sistema? Si los respetables firmantes del documento se hubiesen dado a la tarea de consultar al respecto, no digo las múltiples fuentes palestinas que desestiman, sino de que la producción de los académicos disidentes de Israel se hubieran enterado de cosas muy desagradables.

En Towers of Ivory and Steel: How Israeli Universities Deny Palestinian Freedom (Torres de marfil y acero: cómo las universidades israelíes niegan la libertad palestina), Maya Wind señala que las instituciones académicas de Israel, más que pensamiento crítico, producen conocimientos para justificar y desarrollar las políticas coloniales del Estado sionista. Las universidades son más que cómplices, son parte integrante de la maquinaria de guerra y funcionan como laboratorios al servicio del ejército y de la policía. Wind sabe de lo que habla: creció en Jerusalén y, al cumplir los 18 años, se negó a alistarse en el ejército, por lo cual fue sentenciada a 40 días de prisión militar. Desde entonces es una activista pro derechos humanos y se ha dedicado a estudiar el militarismo israelí y sus repercusiones en el sistema educativo del Estado judío.

En su libro, la Universidad Hebrea es citada 102 veces como ejemplo de sometimiento de la academia a las necesidades militares. Desde su creación en 1918 ha sido parte integral de la construcción y el mantenimiento del Estado sionista a través de la implementación de tecnologías bélicas de ocupación y limpieza étnica. Durante la guerra de 1947-1948, ayudó a sostener el Haganá (la organización paramilitar de autodefensa judía durante el mandato británico) y otras milicias con el objetivo de implementar la expulsión masiva de palestinos. Sus profesores y estudiantes desarrollaron y fabricaron armas, a la vez que sus equipos y conocimientos técnicos eran puestos al servicio de las milicias judías.

Fue asimismo un pilar de la ingeniería demográfica regional implementando, entre otros estudios, excavaciones arqueológicas que justifican el control militar y los asentamientos de los colonos. Es el caso, asevera Wind, de las excavaciones en las laderas del Monte del Templo y más tarde en el nuevo barrio judío en Jerusalén que fueron cuestionadas porque destruyeron monumentos pertenecientes a la cultura árabe con el objetivo de ocultar la historia islámica temprana de la ciudad.

Los estudios orientales han sido también una prioridad estratégica de la Universidad Hebrea desde sus inicios, extendiéndose más allá de las aulas. El orientalismo, decía Edward Said, es el sistema de producción de conocimiento a través del cual opera el poder de los imperios europeo y americano. De manera que muchos de los estudiosos de esta disciplina se han movido con agilidad entre la academia y los sistemas de seguridad.

Otra disciplina, la criminología, se ha desarrollado y ampliado durante la ocupación del territorio palestino, en particular mediante la colaboración de la Universidad Hebrea con la policía y la Agencia de Seguridad de Israel ( Shin Bet). Sus criminólogos han desempeñado un papel fundamental en el funcionamiento de los aparatos de seguridad con investigaciones, recomendaciones de políticas y formación académica personalizada. El Instituto de Criminología es el departamento de referencia de la policía israelí, y ofrece una carrera especialmente destinada a los agentes encargados de hacer cumplir la ley, cuyo objetivo es convertir los conocimientos académicos en prácticas más eficaces en el terreno.

Hoy, la Universidad Hebrea se considera una extensión del ejército israelí y utiliza abiertamente sus planes de estudio para entrenar a los militares. Yissum, la empresa comercializadora de la institución, es líder mundial en producción de seguridad interior experimentándola directamente en el campo de batalla. Uno de sus principales clientes, el gobierno de Estados Unidos, invierte millones de dólares cada año para sostener dicha investigación antiterrorista y la adquisición de tecnologías.

¿Y qué decir del supuesto diálogo israelo-palestino en las aulas universitarias? Habría que preguntárselo a Nadera Shalhoub-Kevorkian, docente de criminología en la Universidad Hebrea, autora de un importante estudio sobre la niñez palestina, quien fuera suspendida –aunque luego readmitida– por haber firmado una petición que denuncia el genocidio en Gaza y la ocupación de los territorios palestinos desde 1948. Wind también cita la experiencia de un grupo de estudiantes, integrado principalmente por palestinos, que en 2014 organizó una charla contra el reclutamiento militar de ciudadanos palestinos drusos. La administración se negó a conceder el permiso, arguyendo que era ilegal celebrar una conferencia que llamaba a la desobediencia civil. Dos semanas después, los estudiantes organizaron una protesta pacífica contra un nuevo proyecto de ley que proponía ampliar el reclutamiento a los palestinos-cristianos. En respuesta, la administración de la universidad llamó a la policía que hirió a varios estudiantes y detuvo a otros.

En conclusión, bienvenida la decisión de El Colegio de México. A diferencia de la UNAM, que también tiene convenios con universidades de Israel, pero ha descartado cancelarlos, la institución fundada en 1940 por Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas se suma a la campaña internacional Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS), impulsada por organizaciones de defensas de los derechos humanos que en todo el mundo luchan por poner fin al genocidio y a la ocupación de los territorios palestinos.

*Historiador italiano

 
 

miércoles, 4 de diciembre de 2024

MÉXICO-ISRAEL-PALESTINA: Docentes de UPN, Colmex, UNAM y UAM exhortan a un "boicot académico"

Publicado en La Jornada
https://www.jornada.com.mx/noticia/2024/12/03/politica/docentes-de-upn-colmex-unam-y-uam-exhortan-a-un-boicot-academico-9347





Docentes de UPN, Colmex, UNAM y UAM exhortan a un "boicot académico"


Alexia Villaseñor
3 de diciembre de 2024 

Poco más de mil 500 académicos pertenecientes a diversas universidades del país, entre ellas El Colegio de México (Colmex), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), hicieron un llamado a un boicot académico contra el genocidio en Gaza, pues la academia no es neutral, ni las universidades ni ningún otro espacio educativo pueden ni deben permanecer neutrales ante la injusticia.

En un desplegado, tras los más de 400 días del conflicto armado entre Israel y Hamas, cuya consecuencia principal es el genocidio en la franja de Gaza, destacaron que es la gente de a pie a nivel mundial la que ha pedido la liberación del pueblo palestino, que es sin duda, el movimiento de solidaridad en contra del genocidio más importante del siglo XXI.

Denunciaron que las universidades en Israel han respaldado de múltiples maneras los crímenes de lesa humanidad del gobierno israelí, entre ellas la Universidad Hebrea de Jerusalén (UHJ), que participa en programas de formación de élite en las Fuerzas de Defensa Israelí y en servicios de inteligencia y policía.

Señalaron que muchas instituciones académicas mundiales han roto relaciones con dichas universidades, entre ellas El Colegio de México, el Centro de Investigación y Docencia Económicas, la Universidad de Barcelona y la Université Libre de Bruxelles.

Como agrupación académica refrendaron su apoyo al Colmex y nos tomamos la libertad de difundir su argumentación, que es una ruta ejemplar para el resto de los espacios de investigación del país. El Colegio de México recibió críticas por la suspensión de sus relaciones académicas con la UHJ.

Reiteraron el llamado al sector universitario y educativo en México y en el mundo a estar organizados para impulsar el boicot, fomentar el genuino debate y sumar esfuerzos para expulsar a Israel de la ONU y ayudar en el proceso de verdad, justicia y reparación de daños.

El 5 de noviembre, la Comisión revisora del Acuerdo del Colmex, que nació de la petición estudiantil para que el colegio se posicionara respecto a la violencia de Israel a la comunidad Palestina, pidió la suspensión o cancelación del acuerdo académico entre la Universidad Hebrea de Jerusalén y el Colmex.

Después de seis sesiones, que iniciaron en septiembre, la comisión determinó: en las circunstancias actuales, las colaboraciones de la UHJ con el ejército israelí perfilan una situación incompatible con propósitos éticos de nuestra institución.

La presidencia del Colmex emitió dos días después de la recomendación un anuncio a sus estudiantes donde confirma la suspensión del convenio de manera indefinida con la UHJ.



lunes, 18 de noviembre de 2024

¿Ha muerto la globalización? ¿Y qué significaría esto para las universidades?

Publicado en THE Times Higher Education
https://www.timeshighereducation.com/depth/globalisation-dead-and-what-would-mean-universities


¿Ha muerto la globalización? ¿Y qué significaría esto para las universidades?


La guerra en Ucrania puede remodelar la internacionalización universitaria, pero la mayoría de los académicos no esperan un golpe de gracia


23 de marzo de 2022


John Ross

Twitter: @JohnRoss49


La invasión rusa de Ucrania ha extinguido muchos de sus lazos académicos y científicos transfronterizos para los próximos años, y algunos comentaristas dicen que los impactos se extenderán mucho más allá de la antigua Unión Soviética, completando un retroceso mundial de la globalización que comenzó con el Brexit y la presidencia de Trump y se aceleró durante la pandemia.  


Los columnistas de prensa han advertido de que la enseñanza superior y la investigación se verán envueltas en un tira y afloja mundial, ya que el resurgimiento de la Guerra Fría enfrenta a los aliados occidentales con un bloque chino-ruso y muchas naciones dan prioridad a la «soberanía económica» frente a la interdependencia mutua.  


La disociación ya es evidente en las finanzas: Rusia ha creado sus propios sistemas de pago con tarjeta y de transferencias financieras años antes de que sus bancos fueran excluidos del sistema mundial de transacciones financieras Swift en marzo.


En tecnología, países y regiones buscan la autosuficiencia en la fabricación de chips semiconductores y eligen entre las redes 5G rivales chinas y las respaldadas por Estados Unidos. Los países occidentales han desalentado o prohibido la importación de equipos de telecomunicaciones chinos, mientras que Estados Unidos ha prohibido a los grupos de supercomputación chinos obtener tecnología estadounidense.


El deseo de Europa de desentenderse de la energía rusa quedó al descubierto cuando Alemania detuvo la certificación del gasoducto Nord Stream 2. En medicina, las autoridades occidentales han tardado en reconocer las vacunas orientales Covid-19, como la rusa Sputnik V, la india Covaxin y la china CanSino. A pesar de competir por los mercados de vacunas, China y Rusia han cooperado en ensayos y producción.


Algunos sospechan que el conflicto ucraniano y las respuestas que suscitó han exacerbado estas fisuras geopolíticas. «Podemos decidir que el momento definitivo en que murió la globalización fue cuando China, India y Sudáfrica se abstuvieron en la votación de las Naciones Unidas que condenaba la invasión de Putin», escribe el periodista británico Robert Peston. 


¿Qué podría significar la muerte de la globalización para la enseñanza superior? ¿Podrían agotarse los flujos transfronterizos de conocimientos y estudiantes, ya que las naciones dependen de las actividades académicas de sus propias instituciones y de las de sus vecinos afines? ¿Podrían las tendencias mundiales socavar una de las principales misiones de las universidades -preparar o reciclar a los trabajadores para la economía del conocimiento- a medida que la fabricación y la producción de alimentos vuelven a llevarse a cabo en las propias empresas y las naciones desarrolladas recurren más a sus propios ciudadanos para realizar trabajos manuales y repetitivos?


Los académicos afirmaron que la guerra plantea cuestiones importantes sobre la internacionalización, pero la mayoría se mostraron escépticos ante la posibilidad de que la cooperación mundial haya llegado a su fin, especialmente en el caso de las universidades y la investigación. «La globalización en el ámbito de la enseñanza superior ha llegado para quedarse», declaró Philip Altbach, del Centro de Enseñanza Superior Internacional del Boston College.  


«Puede que haya algunos contratiempos y que se produzcan algunos cambios económicos más amplios, pero la globalización de la ciencia y la economía del conocimiento están lo suficientemente arraigadas como para no ir a ninguna parte».


El profesor Altbach afirmó que las relaciones de Estados Unidos con la ciencia, el mundo académico y las universidades rusas tardarán «mucho tiempo» en reanudarse, «si es que alguna vez lo hacen», mientras que la movilidad de los estudiantes hacia Rusia se limitará a los antiguos países soviéticos. Pero es poco probable que estas pautas se extiendan a China, a menos que Pekín empiece a suministrar dinero o armas a Moscú.


Afirmó que las matriculaciones chinas en los principales países occidentales habían estado disminuyendo antes de Covid, en parte debido al «rápido deterioro de las relaciones», pero las solicitudes de posgrado estaban «funcionando razonablemente bien» y encuestas recientes indicaban que el interés chino por los estudios en el extranjero seguía siendo fuerte. «Es probable que esa tendencia [a la baja] continúe, pero no en gran medida», afirmó el profesor Altbach.


«Los países emisores y receptores de estudiantes cambian de vez en cuando, por todo tipo de razones geopolíticas y de otro tipo, incluidas las políticas de inmigración. Irán fue en su momento un país emisor muy importante y ya no lo es. India había bajado un poco y ahora ha vuelto a subir».


El profesor Altbach afirmó que los estudiantes de doctorado chinos tienden a permanecer en EE.UU. después de graduarse. En su opinión, la coautoría internacional de trabajos de investigación «seguirá siendo bastante fuerte», a pesar de «baches» como la desaparición de la colaboración con Rusia.


James Laurenceson, director del Instituto de Relaciones Australia-China de la Universidad Tecnológica de Sydney, afirmó que «todo estaría perdido» si China ofreciera ayuda militar a Rusia o hiciera caso omiso de las sanciones occidentales. «Pero no considero probable ninguna de las dos cosas, y mientras así sea, a Estados Unidos le costaría reunir una coalición para empezar a golpear a China con contramedidas», afirmó.


«La mayoría de los países, sobre todo los de Asia-Pacífico, no se apresuran a enfrentarse a su principal socio comercial y a la realidad económica y estratégica dominante en la región. En mi opinión, China está más interesada en la globalización que en el aislacionismo. Una amplia desvinculación tecnológica de Occidente sería desastrosa para sus perspectivas de crecimiento a largo plazo».


El profesor Laurenceson afirmó que el hecho de que Pekín no condenara la invasión de Ucrania estaba «lejos de ser un respaldo rotundo». China no es Rusia. Esta idea de que de alguna manera China y Rusia están alineadas en su perspectiva es fundamentalmente errónea».  

En su opinión, la invasión podría marcar el final de una globalización «sin trabas». «Pero aún queda margen para que continúe muchísima globalización. Ha habido problemas de colaboración en investigación con China. La cuestión es si Ucrania contribuirá a ello. No creo que sea así. ¿Estarían los padres chinos menos interesados en enviar a sus hijos a Australia por lo que está ocurriendo en Ucrania?».

En un artículo de opinión publicado por The Washington Post, el embajador chino Qin Gang rechazó las sugerencias de que su país había «consentido o apoyado tácitamente» la guerra. "Había más de 6.000 ciudadanos chinos en Ucrania. China es el mayor socio comercial tanto de Rusia como de Ucrania, y el mayor importador de crudo y gas natural del mundo. El conflicto entre Rusia y Ucrania no beneficia a China».

No obstante, el ex analista de inteligencia y diplomático Rory Medcalf afirmó que el conflicto impulsaría a las instituciones occidentales a reexaminar sus vínculos con China. «Las universidades de las democracias de todo el mundo harían bien en considerar su exposición a China y cuál sería su posición en caso de guerra con China», declaró el profesor Medcalf, que dirige la Escuela de Seguridad Nacional de la Universidad Nacional de Australia.

«Si China lanzara un ataque violento contra Taiwán y entrara en guerra con Estados Unidos, es probable que los lazos económicos con China se interrumpieran en muchos países. Los vínculos académicos y de investigación formarían parte de esta ruptura mucho mayor, no sólo por motivos morales y políticos, sino porque China ha construido gran parte de su capacidad de seguridad a partir de la investigación de doble uso con Occidente».

El profesor Medcalf afirmó que es improbable que el mundo vuelva a la «globalización fácil» de las últimas dos o tres décadas. «Esto no es el fin de la internacionalización, pero lo que estamos perdiendo ahora es la globalización. Al igual que con la gobernanza de Internet, vamos a ver ecosistemas cada vez más diferentes coexistiendo: autoritarios por un lado y democracias por otro. No veo que las presiones geopolíticas vayan a remitir, al menos en la próxima década, y es muy probable que empeoren».

Añadió que las universidades que trataran de abrirse paso entre estos ecosistemas se enfrentarían a «mucha más complejidad, desconfianza e intervención estatal». Las instituciones australianas, por ejemplo, tendrían que navegar por los regímenes de información de la Ley de Relaciones Exteriores, el Esquema de Transparencia de Influencia Extranjera, la Ley de Espionaje e Interferencia Extranjera de 2018 y potencialmente otra legislación. «Para muchas relaciones de investigación, la posición por defecto va a ser [que] es demasiado difícil intentarlo».

Pero el profesor Medcalf afirmó que algunas formas de colaboración internacional podrían intensificarse, por ejemplo, entre los miembros del pacto de seguridad Aukus, formado por Australia, Gran Bretaña y Estados Unidos. «Es bastante probable que haya incentivos del gobierno y la industria para que las universidades de esos países colaboren mucho más estrechamente en la investigación de tecnologías sensibles».

Gerry Postiglione, coordinador del Consorcio para la Investigación en Educación Superior en Asia de la Universidad de Hong Kong, afirmó que la colaboración también podría intensificarse más allá de las líneas divisorias. "Si China avanza en ciencia y tecnología... es posible que más estudiantes occidentales vayan allí.

«Es demasiado pronto para saber cómo va a evolucionar esto. El futuro es la empresa más arriesgada en la que meterse. Las cosas suceden rápido o despacio, dependiendo de los millones de factores que afectan a la economía, la política o las relaciones militares».

El profesor Postiglione está de acuerdo en que las universidades se enfrentarán a más controles impuestos por el gobierno en torno a la seguridad nacional. «Pero aún queda mucho margen fuera de eso, y otro factor en juego es que la mayoría de los países están de acuerdo con el cambio climático. Todos los países se dan cuenta de que las soluciones al cambio climático, la mitigación de la pobreza, las energías alternativas o las pandemias se encuentran mejor de forma conjunta. No veo que la globalización de la enseñanza superior vaya a ralentizarse».  


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Is globalisation dead? And what would this mean for universities?

War in Ukraine may reshape university internationalisation, but most academics do not expect a knockout blow

March 23, 2022

John Ross

Twitter: @JohnRoss49


Russia’s invasion of Ukraine has extinguished many of its cross-border academic and scientific ties for years to come, and some commentators say the impacts will stretch well beyond the former Soviet Union, completing a worldwide retreat from globalisation that began with Brexit and the Trump presidency and accelerated during the pandemic.  

Newspaper columnists have warned that higher education and research will become embroiled in a global circling of the wagons, as a resurgent Cold War pits Western allies against a China-Russia bloc and many nations prioritise “economic sovereignty” over mutual interdependence.  

Decoupling is already evident in finance, with Russia creating its own card payment and financial transfer systems years before its banks were banned from the Swift global financial transaction scheme in March.

In technology, countries and regions are pursuing self-sufficiency in the manufacture of semiconductor chips and choosing between rival Chinese and US-backed 5G networks. Western countries have discouraged or banned the importation of Chinese telecommunication equipment, while the US has barred Chinese supercomputing groups from obtaining American technology. 

Europe’s desire to wean itself off Russian energy was laid bare when Germany halted certification of the Nord Stream 2 gas pipeline. In medicine, Western authorities have been slow to recognise eastern Covid-19 vaccines such as Russia’s Sputnik V, India’s Covaxin and China’s CanSino. Despite competing for vaccine markets, China and Russia have cooperated in trials and production.

Such geopolitical fault lines have been exacerbated by the Ukraine conflict and the responses it elicited, some suspect. “We may decide that the definitive moment globalisation died was when China, India and South Africa all abstained on the United Nations vote condemning Putin’s invasion,” writes British journalist Robert Peston.  

What could the death of globalisation mean for higher education? Could the cross-border flows of knowledge and students dry up, as nations rely on scholarly pursuits in their own institutions and those of like-minded neighbours? Could global trends undermine a core mission of universities – preparing or retraining workers for the knowledge economy – as manufacturing and food production is brought back in-house, and developed nations lean more on their own people for manual and repetitive labour?

Academics said that the war raises important questions about internationalisation, but most were sceptical that global cooperation has had its day – particularly for universities and research. “Globalisation in the higher ed area is here to stay,” declared Philip Altbach, of Boston College’s Center for International Higher Education. 

“There may be some hiccups and there might be some broader changes economically, but the globalisation of science and the knowledge economy are sufficiently entrenched that they are not going anywhere.”

Professor Altbach said it would take a “very long time” for US relations with Russian science, academics and universities to return, “if ever”, while student mobility into Russia would be confined to former Soviet countries. But these patterns were unlikely to extend to China, unless Beijing started supplying Moscow with money or arms. 

He said that Chinese enrolments in major Western countries had been declining before Covid, partly because of “rapidly deteriorating relations”, but postgraduate applications were “doing reasonably well” and recent surveys indicated that Chinese interest in overseas study remained strong. “That [downward] trend is likely going to continue, but not in a big way,” Professor Altbach said.

“[Student] sending and receiving countries change from time to time, for all kinds of geopolitical and other reasons [including] immigration policies. Iran was at one point a very major sending country and isn’t any more. India was somewhat down and is now back up.”  

Professor Altbach said Chinese doctoral students tended to remain in the US after graduating. He said international co-authorship of research papers would “remain quite strong”, notwithstanding “blips” like the demise of collaboration with Russia.

James Laurenceson, director of the Australia-China Relations Institute at the University of Technology Sydney, said “all bets would be off” if China offered Russia military assistance or blatantly disregarded Western sanctions. “But I consider neither likely, and as long as that’s the case, the US would struggle to rally a coalition to start hitting China with countermeasures,” he said.  

“Most countries, certainly those in the Asia-Pacific, aren’t rushing to confront their major trading partner and the dominant economic and strategic reality in the region. My sense of China’s assessment is that its interests overwhelmingly lie with globalisation rather than isolationism. A broad technology decoupling from the West would be disastrous for its long-run growth prospects.”

Professor Laurenceson said Beijing’s failure to condemn the Ukraine invasion was “far from a full-throated backing. China is not Russia. This idea that somehow China and Russia are aligned in their outlook is just fundamentally wrong.”  

He said that the invasion could mark the end of “unfettered” globalisation. “But that still leaves scope for an awful lot of globalisation to continue. There have been issues of research collaboration with China. The question is whether Ukraine dramatically adds to that. I just don’t think it does. Would Chinese parents be less interested in sending their children to Australia because of what’s happening in Ukraine?”

In an op-ed published by The Washington Post, Chinese ambassador Qin Gang rejected suggestions that his country had “acquiesced to or tacitly supported” the war. “There were more than 6,000 Chinese citizens in Ukraine. China is the biggest trading partner of both Russia and Ukraine, and the largest importer of crude oil and natural gas in the world. Conflict between Russia and Ukraine does no good for China.”   

Nevertheless, former intelligence analyst and diplomat Rory Medcalf said that the conflict would prompt Western institutions to re-examine their China links. “Universities in democracies around the world would be well advised to consider their China exposure, and what would be their position in the event of a China war,” said Professor Medcalf, who heads the National Security College at the Australian National University.

“If China were to launch a violent assault on Taiwan, and potentially find itself at war with the US, it is likely that economic ties with China would shut down across many nations. Academic and research links would be part of this much larger rupture – not just on moral and political grounds, but because China has built much of its security capability from dual-use research with the West.”  

Professor Medcalf said the world was unlikely to return to the “easy globalisation” of the past two or three decades. “This is not an end to internationalisation, but what we’re losing now is globalisation. Just as with internet governance, we’re going to see increasingly different ecosystems existing side by side – authoritarians on one side and democracies on the other. I don’t see the geopolitical pressures easing, at least for the next decade, and they’re quite likely to get worse.”

Universities that tried to straddle these ecosystems faced “a lot more complexity, mistrust and state intervention”, he added. Australian institutions, for example, would need to navigate the reporting regimes of the Foreign Relations Act, the Foreign Influence Transparency Scheme, the 2018 Espionage and Foreign Interference Act and potentially other legislation. “For many research relationships, the default position is going to be [that] it’s too difficult to try.”  

But Professor Medcalf said that some forms of international collaboration could intensify – for example, among members of the Aukus security pact of Australia, Britain and the US. “It’s quite likely that there will be incentives from government and industry for universities in those countries to work much more closely on sensitive technology research.”

Gerry Postiglione, coordinator of the Consortium for Higher Education Research in Asia at the University of Hong Kong, said collaboration could also intensify across the fault lines. “If China races ahead in science and technology…you may find more students from the West going there.  

“It’s too early to say how this is going to shake out. The future is the riskiest venture to get into. Things happen fast or slow, depending upon the millions of factors that affect the economy, politics or military relations.”

Professor Postiglione agreed that universities would face more government-imposed controls around national security. “But there’s still a lot of room outside that, and another factor at play is that most countries are on board regarding climate change. All countries realise that solutions to climate change, poverty alleviation, alternative energies or pandemics are best [found] in conjunction. I don’t see higher education globalisation slowing down.”  

International education expert Louise Nicol said graduate employment outcomes, not geopolitical ruptures, would have the biggest impact on student flows.

“I don’t see any change to the thirst to go overseas and study if you can afford it – and, if finance can be made available, even if you can’t afford it,” said Ms Nicol, founder of the Kuala Lumpur-based Asia Careers Group consultancy. “But I do I see a backlash from students when they can’t get jobs.”

Ms Nicol said that the Ukraine conflict and China’s zero-Covid policy would both affect student flows, at least temporarily. “Students aren’t going to go and study in Russia for a while, quite rightly, and at present they still can’t get into China.

“But in the wake of the Ukraine crisis, I see more young Russians going overseas to study. And as soon as China’s borders open, I see a huge influx of people going there to study – and a huge outpouring of Chinese studying elsewhere.”

University of Melbourne human geographer Craig Jeffrey said India’s failure to condemn the invasion was broadly consistent with its decades-long non-aligned stance, and would be perceived that way. There was “no way” that Western institutions would refuse Indian students because of their government’s stance on Ukraine.

Professor Jeffrey said that the conflict could harm India’s economy by raising the price of oil and squeezing the availability of core food grains and fertiliser stock, of which both Ukraine and Russia were important suppliers. The crisis could also jeopardise the flow of Indian students to Russia, but it would not stem Delhi’s broader commitment to globalisation – particularly in higher education.

“The Indian government has made a major effort to make India an attractive place for its top students, attract students from other parts of the world and potentially open foreign branches of the Indian Institutes of Technology. They’re eager to learn from other countries about how to internationalise.” Negotiations are already under way to host IIT outposts in the UK.

Conceptualisations of globalisation can be simplistic, Professor Jeffrey said, with developments like the withdrawal of McDonald’s from Russia given unwarranted significance. “You could say 1990 to 2022 was the era of globalisation because the Golden Arches were in Moscow, but that’s a pretty lazy way of thinking.”

john.ross@timeshighereducation.com



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Poder e ideología en la catalogación bibliotecaria

  Publicado en The Scholarly Kitchen https://scholarlykitchen.sspnet.org/2025/03/25/guest-post-classification-as-colonization-the-hidden-pol...