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domingo, 21 de enero de 2024

Hay una sobreproducción de artículos científicos, la comunidad dice que no son buenas noticias

Publicado en WIRED
https://es.wired.com/articulos/hay-una-sobreproduccion-de-articulos-cientificos-la-comunidad-dice-que-no-son-buenas-noticias


Hay una sobreproducción de artículos científicos, la comunidad dice que no son buenas noticias
El aumento de “autores extremadamente productivos” no refleja una era dorada de la ciencia, sino una tendencia a sobreestimar el volumen de publicación.

16 de diciembre de 2023

En una década, el número de investigadores que publican más de 60 artículos en un año se cuadriplicó. La proliferación de estudios en campos como la medicina clínica y la aplicación de tecnologías podría no ser una señal positiva, sino el reflejo de un sesgo económico incentivado por naciones y universidades.

Una investigación liderada por John P.A. Ioannidis, profesor de la Universidad de Stanford, Estados Unidos, expuso los patrones del comportamiento editorial científico de los últimos 20 años. Los resultados almacenados en el servidor de prepublicaciones bioRxiv mostraron los países con mayor número de autores extremadamente productivos.

Tailandia, Arabia Saudita, España, India, Italia, Rusia, Pakistán y Corea del Sur fueron los países que tuvieron un mayor aumento de autores prolíficos en menos de seis años. Mientras tanto, la agricultura, pesca y silvicultura fueron los campos que robustecieron su cartera de investigaciones. La aparición de "superescritores" es notable, señala Ioannidis. Solo en 2022, 1,266 autores publicaron el equivalente a un artículo cada cinco días, considerando los fines de semana. En 2016, solo hubo 387 personas igual de prolíficas.

Escribir a destajo sobre ciencia

El caso de Tailandia y Arabia Saudita intriga a la comunidad científica. El reporte señala que el país asiático pasó de tener un autor extremadamente productivo a 19, mientras que la nación del Medio Oriente actualmente cuenta con 69 escritores, cuando partió de seis. Algunos científicos ya tienen a sus principales sospechosos para explicar la ola de artículos de ciencia.

David Harding, químico de la Universidad de Suranaree, Tailandia, opina en entrevista para Nature que el repunte se debe al actual sistema de financiación del país. La nación favorece a grandes equipos multidisciplinarios en lugar de becar a científicos de manera individual. Tailandia incentiva las investigaciones colectivas en un intento para mejorar su productividad, afirma Harding.

Por otro lado, el país clasifica y establece niveles de prestigio en sus universidades en función del número de publicaciones que tienen en revistas especializadas. Las escuelas también incentivan a su estudiantes con premios en efectivo si logran posicionar sus avances en los ojos de la comunidad científica internacional. El artículo de Nature especifica que un autor de ciencia podría ganar hasta un millón de baht, o 28,000 dólares anuales, si se convierte en un escritor extremadamente productivo.

No se tiene que ir tan lejos para palpar el peso de la sobrepublicación. Cuatro científicos de distintas partes del mundo, entre ellos el español Pablo Gómez Barreiro, realizaron una evaluación de artículos indexados en Scopus y Web of Science. En su trabajo The strain on scientific publishing, concluyeron que en 2022 hubo un incremento de documentación oficial de hasta 47% más en comparación al 2016.

“Observamos una inflación generalizada año tras año de los factores de impacto de las revistas que coincide con esta tensión, lo que corre el riesgo de confundir las señales de calidad. Un crecimiento tan exponencial no puede sostenerse”, concluye el trabajo de Gómez Barreiro.

El volumen, una métrica que debe ser irrelevante

El reporte de Stanford sobre comportamiento de la agenda editorial científica no infiere malas prácticas o intenciones deshonestas por parte de los autores analizados. No obstante, los responsables sugieren que es buen momento para cuestionar la importancia del parámetro de número de publicaciones por persona, por nación o por universidad. El volumen de publicación debería ignorarse para los futuros incentivos monetarios, afirma John P.A. Ioannidis.

La inteligencia artificial generativa se ha puesto al servicio de la ciencia. Modelos de Lenguaje Extenso como GPT-4 permiten el análisis de bases de datos con un clic y ahorran trabajo a los científicos. La IA demostró que puede ahorrar tiempo cuando se trata de la publicación de resultados. También se comprobó que puede ser usada para falsear datos, si el escritor así se lo solicita. Un reciente experimento confirmó que se pueden simular bases de datos de salud con el fin de sesgar un resultado falso o hacerlo pasar como verdadero.


viernes, 23 de junio de 2023

El neoliberalismo destruye la innovación científica

Publicado en Jacobin
https://jacobinlat.com/2023/06/10/el-neoliberalismo-destruye-la-innovacion-cientifica/




El neoliberalismo destruye la innovación científica

TRADUCCIÓN: FLORENCIA OROZ

En las últimas décadas, los científicos han realizado cada vez menos avances innovadores. La culpa la tiene el modelo académico, cada vez más competitivo y basado en métricas, que desalienta la creatividad y la asunción de riesgos.

Cuando pienso en ciencia «disruptiva», recuerdo al primer científico pionero que vi: el difunto premio Nobel Oliver Smithies. En la presentación que le escuché, reflexionó sobre su vida y aconsejó a jóvenes científicos sobre sus carreras. «Muy a menudo las ideas para investigar surgen de nuestras experiencias o recuerdos», dijo. «Solo hace falta un momento para que surja la idea, pero a veces hace falta toda una vida para demostrar que funciona».

Smithies pensaba que era importante perseguir pacientemente las grandes ideas, aunque eso supusiera largos periodos de baja productividad. El consejo era estupendo, pero seguirlo hoy sería probablemente un suicidio profesional.

Smithies se doctoró en un tema que no interesaba a nadie. Inventó una máquina, el osmómetro, un aparato para medir la concentración de partículas en una solución, que nadie acabó utilizando. La publicación de su tesis apenas fue citada por otros científicos. Pero para Smithies, este momento de científico en formación fue crucial: adquirió independencia y aprendió a investigar correctamente.

Tras su tesis, decidió cambiar totalmente de rumbo y estudiar la insulina. Su investigación fracasó en gran medida a la hora de aportar nuevos conocimientos, pero en sus proyectos paralelos hizo su primer descubrimiento «disruptivo». A partir de las observaciones que hizo viendo a su madre lavar la ropa cuando era niño, Smithies desarrolló geles de almidón para la purificación de proteínas. Estos geles serían la base de uno de los métodos más transformadores de la biología molecular: el Western blot. En la actualidad, los Western blots se realizan con regularidad en laboratorios de todo el mundo y suelen ser el paso previo para muchas incursiones en nuevas investigaciones científicas.

Aunque es difícil pensar en una contribución más digna, Smithies nunca ganó el Premio Nobel por el Western blot. En cambio, recibió el premio por otra cosa, después de volver a cambiar de campo. Smithies recibió el Nobel por el primer enfoque exitoso de la selección de genes en ratones.

Según un estudio reciente, los descubrimientos disruptivos como los de Smithies han disminuido drásticamente en las últimas décadas. Los artículos y patentes disruptivos se definen como publicaciones que cambian la dirección de un campo, redefinen la ciencia ya existente y tienen el potencial de transformar nuestra comprensión del mundo, incluido lo que se enseña en los cursos de introducción a la ciencia en todo el mundo. Los datos de los autores son convincentes: tales disrupciones en la ciencia han experimentado un descenso constante y pronunciado en las últimas décadas.

Cuando la ciencia aún era disruptiva

Por qué la ciencia es cada vez menos disruptiva? La reciente publicación de Michael Park, Erin Leahey y Russell J. Funk en Nature suscitó un animado debate en la comunidad científica. Muchos creen que es una característica inherente al campo que los hallazgos más disruptivos se produzcan en el momento de la concepción de nuevas áreas de estudio: avances «al alcance de la mano». Pero los autores sostienen que tales hipótesis no explican adecuadamente sus observaciones. En su lugar, sugieren varios problemas sistémicos que pueden explicar el declive de la capacidad disruptiva, como el hecho de centrarse en la cantidad de publicaciones en lugar de en la calidad.

En mi opinión, los principales problemas que conducen al declive de la «ciencia disruptiva» son estructurales. El principal es el carácter cada vez más competitivo y basado en métricas del mundo académico. Aunque este sistema pretende ofrecer criterios objetivos de mérito científico, en realidad resta la libertad necesaria para la ciencia disruptiva e incentiva a los investigadores a aumentar sus «puntuaciones de éxito» en lugar de centrarse en la ciencia innovadora.

Hoy en día, una carrera como la que describe Smithies es impensable. Los científicos no cambian el enfoque de su investigación. Más bien, tienden a ser cada vez más estrechos en su investigación, algo que Park et al. cuantifican. También es casi imposible tener una carrera científica sin publicar artículos importantes a cada paso del camino.

Publicar o perecer¿Por qué los científicos de hoy en día evitan tomarse la libertad que Smithies consideró tan crucial para su propia carrera? La razón por la que es tan raro que los científicos se tomen un año sabático o cambien de campo es sencilla: están atrapados en un sistema de competencia brutal. Si te tomas un descanso o no publicas durante un tiempo, estás fuera.

En un elegante artículo, la socióloga francesa Christine Musselin muestra cómo la competencia llegó a estructurar la ciencia académica. La competencia entre universidades por el estatus se convierte en una rivalidad alimentada por el Estado como «organizador de la competencia».

Al principio, el Instituto Nacional de Salud (NIH) concedía financiación sobre todo a centros o proyectos comunes («subvenciones P01»). En la década de 1970, este sistema de financiación fue rápidamente sustituido por subvenciones para investigadores individuales concedidas en concursos cada vez más estandarizados («subvenciones R01»). Mediante el mecanismo de una «tasa de costes indirectos», parte del dinero que los investigadores individuales reciben de estas subvenciones va a parar a sus universidades. De este modo, la financiación federal de las universidades pasó a depender de los buenos resultados que obtuvieran sus investigadores en los concursos para obtener subvenciones federales.

En teoría, las contiendas entre científicos no tienen por qué ser algo malo. Como dice Musselin, la competencia existía en la ciencia incluso cuando era más disruptiva. Lo que cambió fue la naturaleza de esta competición entre científicos. En la búsqueda de medidas que las universidades y el Estado puedan utilizar para clasificar a sus competidores, estas instituciones buscan métricas objetivas de la calidad de los investigadores. Es este intento de «objetivar al genio» lo que acaba erosionando la ciencia disruptiva.

Estas métricas se basan en las publicaciones de los investigadores. Algunas mediciones, como el Índice H, miden la frecuencia con la que las publicaciones de un científico son citadas por otros científicos. Otras, como el «factor de impacto», utilizan como indicador el registro de citas de las revistas en las que publica el científico. El valor «objetivado» de los investigadores no solo ha servido para las clasificaciones universitarias, sino que también ha llegado a determinar la distribución de las subvenciones federales y los puestos de profesorado.

A primera vista, el sistema parece una forma elegante de abordar un problema que probablemente era aún peor en el pasado: si atribuimos puntuaciones objetivas de calidad a los científicos y las utilizamos, por ejemplo, para distribuir los puestos de profesor, dependemos menos de decisiones subjetivas, que pueden permitir el nepotismo y los prejuicios individuales para determinar quién avanza. Pero el descenso medido de la ciencia disruptiva sugiere que el sistema no funciona realmente como se pretende. Al contrario, crea incentivos que son veneno para la investigación innovadora.

El «laboratorio productivo»Una vez que una carrera depende de un sistema de puntuación, los investigadores tratarán de optimizar sus puntuaciones. En lugar de una competición por hacer la mejor ciencia, los científicos cazan «puntos de impacto».

¿Cómo se llega a ser el mejor puntuado? En primer lugar, se obtiene una mejor puntuación cuando se aumenta la producción de artículos. La forma más fácil de aumentar esa producción es contratar a personas cuyo trabajo y capacidad intelectual le permitan producir más artículos por los que obtendrá reconocimiento.

El incentivo para los profesores es claro: consiga el mayor número posible de trabajadores subordinados y tendrá más publicaciones. Cierta característica del sistema de publicación garantiza que contratar a más aprendices nunca sea perjudicial: la división entre «primer» y «último» autor. Los profesores obtienen su moneda por ser últimos autores (el último nombre en la lista de personas que publican el artículo), mientras que los trabajadores reciben créditos de primer autor. Para los investigadores, «último autor» significa «esta persona es el cerebro del estudio», y «primer autor» significa «esta persona hizo el trabajo práctico».

El ejemplo de Smithies demuestra que los científicos disruptivos necesitan libertad para plantearse cuestiones por curiosidad. Smithies tenía esa libertad porque sus profesores, en todas las etapas de su carrera, le veían como a un compañero y no como a un empleado. En los laboratorios modernos con profesores que adoptan plenamente el modelo de competencia en el mundo académico, los jóvenes investigadores son empleados, no compañeros.

Como sugiere un comentario reciente en el debate en torno a la ciencia disruptiva, los jóvenes científicos se centran hoy en día en un «enfoque ejecutivo y basado en los resultados» en lugar de dedicarse a la investigación creativa impulsada por la curiosidad. En mi opinión, este cambio en la formación de los jóvenes investigadores no se debe a estilos de enseñanza erróneos. Por el contrario, es la consecuencia lógica de la transformación de la relación profesor-formando, alimentada por el actual esquema de competencia en la ciencia.

Productividad y especializaciónEl énfasis en la «productividad de la investigación» no solo determina la forma de actuar de los científicos senior, sino que también restringe fundamentalmente a los científicos junior. Estas restricciones son más evidentes en el punto de transición entre aprendiz y profesor.

Para ser profesor, hay que conseguir «becas de inicio». En Estados Unidos, la principal beca inicial en ciencias biológicas es la K99 de los NIH. Para recibir una beca K99, tienes que demostrar tu productividad. Y tu productividad se demuestra con publicaciones a lo largo del tiempo.

Para medir esta productividad, necesitas un plazo de tiempo determinado. Los científicos noveles solo pueden solicitar una beca K99 durante los tres primeros años y medio de su posdoctorado. Durante este tiempo, los científicos tienen que demostrar su productividad con artículos como primeros autores.

Pero los distintos tipos de investigación no son racionalmente comparables de este modo. Digamos que hay dos investigadores: uno es un biólogo computacional que utiliza datos preexistentes para su investigación y el otro investigador estudia el efecto del envejecimiento del sistema inmunitario y debe realizar sus propios experimentos. El biólogo computacional no tiene problemas para publicar en tres años y medio. Pero para el investigador centrado en el envejecimiento, cada experimento le lleva un año. A menos que tengan mucha suerte, no hay forma de que puedan publicar a tiempo.

Debería ser obvio que las limitaciones de tiempo como las impuestas por la necesidad de ganar subvenciones de inicio seleccionan un determinado tipo de investigación. El investigador interesado en el envejecimiento probablemente tendrá que elegir entre proseguir su investigación impulsada por la curiosidad y arriesgar su carrera, o perseguir un proyecto que sea «factible» para publicar más artículos rápidamente. Por desgracia, la ciencia más fácilmente publicable es probablemente la menos perturbadora. La probabilidad de publicar es mayor si se sigue la investigación de su supervisor y se estudian cuestiones que arrojan resultados predecibles.

Las restricciones impuestas a los investigadores por la «viabilidad» y la «productividad» no se limitan a las subvenciones iniciales: los NIH enumeran explícitamente la «viabilidad» como uno de los criterios clave en la evaluación de todas las subvenciones. Detrás de esta decisión se esconde una valoración de la «productividad» por encima de la «creatividad» en la estructura competitiva del mundo académico.

El corsé neoliberalLos incentivos que se derivan del modelo competitivo del mundo académico moderno limitan la libertad de los investigadores de un modo que suprime la ciencia disruptiva. Pero, ¿cómo podemos deshacerlo? Un primer paso es entender por qué el mundo académico se transformó de esta manera en primer lugar. Y en el centro de esta transformación está la neoliberalización de la ciencia.

El punto de vista imperante del capitalismo neoliberal dice que una competencia (supuestamente) meritocrática es la mejor manera de estructurar la sociedad y maximizar el crecimiento económico. La objetivación del valor de la investigación es una forma del fenómeno más amplio de la mercantilización en constante expansión bajo el capitalismo; la transformación de los aprendices en manos de alquiler es un ejemplo de la alienación descrita por Karl Marx, en la que los trabajadores son separados de los frutos de su propio trabajo y de su control sobre el proceso productivo. Y detrás de los métodos actuales de evaluación de la «viabilidad» de la investigación científica, podemos encontrar las mismas prácticas que despliegan las instituciones financieras para el «análisis de riesgo» de las inversiones.

Enfrentarse a una catástrofe climática y a una crisis en la distribución de la riqueza debería hacernos repensar este enfoque de la organización de la vida social. Pero para la ciencia, el problema es evidente: la estructura de un mercado competitivo no favorece en primer lugar una buena investigación.

En primer lugar, la objetivación de la exploración y la innovación científicas de la forma que exige el capitalismo no favorece los avances científicos, porque la mayoría de los descubrimientos revolucionarios, por su naturaleza, son impredecibles. Por ejemplo, cuando Francis Mojica empezó a estudiar patrones repetitivos en el ADN de las bacterias, a nadie le importó. Las grandes revistas se negaron a publicar sus hallazgos. Hoy sabemos que ese trabajo fue, de hecho, la base de quizá el mayor descubrimiento de la biología moderna: las tijeras genéticas CRISPR/Cas9, que están revolucionando la biología molecular y las ciencias de la vida.

En segundo lugar, la transformación de la relación mentor-aprendiz de igual a igual en jefe-trabajador asalariado tampoco tiene mucho sentido para el mundo académico a gran escala: los aprendices de hoy son los profesores de mañana. Suprimir la autonomía y la creatividad de los aprendices convirtiéndolos en trabajadores asalariados es perjudicial para la futura generación de profesores, que entonces habrán perdido su capacidad de pensar creativamente y habrán sido entrenados para tomar opciones menos arriesgadas.

Por último, si aceptamos que los avances son impredecibles, debemos comprender que la buena ciencia nunca puede «cuantificarse» como un producto. La ciencia más disruptiva requiere probablemente mucho más tiempo que otras investigaciones. También requiere asumir grandes riesgos: por ejemplo, que los científicos decidan cambiar de campo o estudiar algo totalmente nuevo. Si seguimos midiendo la calidad de la investigación como «productividad predecible» y distribuimos los recursos y los puestos en consecuencia, nos perderemos mucha ciencia disruptiva.

Recuperar la disrupción limitando la competenciaPara recuperar la ciencia disruptiva, tenemos que limitar el esquema de competencia que, en última instancia, ha mermado nuestra capacidad para llevar a cabo una investigación impulsada por la curiosidad. Un primer paso podría ser reforzar la financiación garantizada de las instituciones y reducir los recursos que hay que adquirir en los concursos de subvenciones, especialmente para los jóvenes investigadores.

Además, habría que reducir drásticamente los intentos de «puntuar» el valor de los investigadores a través de su historial de publicaciones. En su lugar, debemos aceptar el hecho de que el valor científico no puede cuantificarse. Por tanto, las decisiones sobre los puestos del profesorado deben basarse en gran medida en juicios cualitativos. Para evitar el nepotismo y la discriminación injusta, deberíamos aumentar radicalmente la participación democrática en la toma de decisiones institucionales. La contratación de profesores, por ejemplo, podría ser votada por todo el profesorado, e incluso por los posdoctorales.

Por último, debemos invertir la reciente transformación de la relación mentor-aprendiz. Los límites a la composición de los grupos de investigación podrían ayudar en este sentido, ya que la mayoría de las estructuras «explotadoras» se caracterizan por un gran número de posdocs altamente cualificados que permanecen durante mucho tiempo bajo el control de un único profesor. Y los sindicatos de estudiantes de postgrado y postdoctorales son esenciales para empoderar a los becarios y hacer oír sus preocupaciones de una forma que el sistema actual no permite.

No se predijo que el trabajo de Kati Kariko sobre las vacunas de ARNm tuviera algún valor. Como consecuencia, casi se vio obligada a abandonar el mundo académico porque no pudo conseguir financiación ni un puesto de profesora titular. Según un artículo del New York Times, Kariko «necesitaba subvenciones para llevar a cabo ideas que parecían descabelladas y extravagantes. No las consiguió, a pesar de que se premiaron investigaciones más mundanas».

Su trabajo, por supuesto, acabaría siendo la base de las vacunas COVID-19 que salvan vidas. Reformando la ciencia para volver a poner en el centro la investigación impulsada por la curiosidad, podemos asegurarnos de no perdernos más descubrimientos importantes como el suyo.

jueves, 1 de junio de 2023

CHINA desbanca a USA como principal productor de estudios de ciencias naturales de alta calidad

Publicado en Chemistry World
https://www.chemistryworld.com/news/china-displaces-us-as-top-publisher-of-high-quality-natural-science-studies/4017492.article?utm_source=cw_weekly&utm_medium=email&utm_campaign=cw_newsletters 


China desbanca a EE.UU. como principal productor de estudios de ciencias naturales de alta calidad


POR REBECCA TRAGER

25 DE MAYO DE 2023


China ha desbancado a EE.UU. como principal contribuyente mundial a la investigación en ciencias naturales publicada en las 82 revistas de investigación de alta calidad de las que hace seguimiento Nature Index. Como recuento fraccionario de afiliaciones de autores en estas publicaciones, los investigadores de China tuvieron una cuota de más de 19.300 de enero a diciembre de 2022, frente a los cerca de 17.600 de los estadounidenses. La cuota de China en las publicaciones de investigación mundiales ha aumentado significativamente desde que se introdujo el Índice Nature en 2014, y se convirtió en el primer país en ciencias físicas y química en 2021.


El año pasado, un nuevo análisis basado en la base de datos Web of Science mostró que China superó a Estados Unidos como principal productor mundial de la investigación científica de mayor impacto. Se demostró que en 2019 China había superado a EE.UU. en participación en los principales estudios científicos, después de haber superado a la UE en esta medida en 2015. Mientras tanto, China ya había superado a Estados Unidos en términos de número total mundial de artículos científicos y de ingeniería en 2018. Ya en diciembre de 2019, el ranking Nature Index reveló que China había superado a Estados Unidos para convertirse en el mayor productor de investigación química de alta calidad.


Más recientemente, en marzo de 2023, el Instituto Australiano de Política Estratégica publicó un informe en el que advertía de que China tiene una "asombrosa ventaja" sobre Estados Unidos y otras naciones en investigación de alto impacto en la mayoría de las tecnologías críticas y emergentes. La organización descubrió que, en el caso de algunas tecnologías, las diez instituciones de investigación más importantes del mundo tienen su sede en China y, en conjunto, generan nueve veces más artículos de investigación de alto impacto que el segundo país, que suele ser Estados Unidos.


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China displaces US as top publisher of high-quality natural science studies


BY REBECCA TRAGER

25 MAY 2023


China has supplanted the US as the world’s top contributor to natural science research published in the 82 high-quality research journals that the Nature Index tracks. As a fractional count of author affiliations in these publications, researchers from China had a share of more than 19,300 from January to December 2022, compared with about 17,600 for those from the US. China’s share of global research publications has increased significantly since the Nature Index was introduced in 2014, and became the top country in the physical sciences and chemistry in 2021.

Last year, new analysis based on the Web of Science database showed that China surpassed the US as the world’s leading producer of the highest-impact scientific research. It showed that in 2019 China had overtaken the US in participation in top scientific studies, after passing the EU by this measure in 2015. Meanwhile, China had already trumped the US in terms of total global number of scientific and engineering articles in 2018. Back in December 2019, the Nature Index ranking revealed that China had overtaken the US to become the biggest producer of high quality chemistry research.

More recently, in March 2023, the Australian Strategic Policy Institute issued a report warning that China has a ‘stunning lead’ over the US and other nations in high-impact research across most critical and emerging technologies. The organisation found that for some technologies the world’s top 10 leading research institutions are all based in China and are collectively generating nine times more high-impact research papers than the second-ranked country, which is most often the US.


jueves, 18 de agosto de 2022

COLOMBIA: así se ven los científicos colombianos en comparación con los Nobel

Publicado en la Silla Vacía



ASÍ SE VEN LOS CIENTÍFICOS COLOMBIANOS EN COMPARACIÓN CON LOS NOBEL

Agosto 12, 2022

En medio de la discusión sobre cuál debe ser la política de ciencia a la que le apueste el gobierno Petro y de la expectativa por la designación de la o el nuevo ministro, una investigación de Julián D. Cortés, profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario, y de Daniel Andrade, físico de la Universidad Nacional, titulada: “The Colombian scientific elite—Science mapping and a comparison with Nobel Prize laureates using a composite citation indicator”, arroja luces sobre cómo están los científicos colombianos en comparación con los científicos en el mundo. 

Para ello tomaron la muestra de los ganadores durante los últimos 30 años del premio Alejandro Ángel Escobar —premio AAE— en física y ciencias naturales, ciencias sociales y humanidades, y ciencias ambientales y desarrollo sostenible. 

Este premio llamado por algunos el “Nobel colombiano”, fue creado en 1955 y se inspiró en la experiencia de la Fundación Nobel y la Rockefeller. No se limita, en todo caso, al reconocimiento de publicaciones académicas en revistas, sino también incluye el trabajo de instituciones como el Ideam, el Instituto Humboldt, el Centro de Memoria Histórica, e incluso tesis de estudiantes de maestría y doctorado. 

Los investigadores tomaron solo a los 41 ganadores del premio AAE que tienen un perfil creado en Scopus, la base de datos que almacena artículos académicos (“papers”) publicados en revistas científicas en todo el mundo, y los compararon con 41 premios Nobel del mismo período, en todas sus áreas (física, química, fisiología y medicina, y ciencias económicas), que también tuvieran perfil en Scopus.

La investigación no abarca la producción científica que no está en Scopus, como la de ciencias sociales y humanidades que está en libros que no se indexan ahí. Tampoco cubre otros tipos de impacto del conocimiento, como la conversación en redes o foros.

Estas son cinco conclusiones de la investigación que toma una foto de la producción científica colombiana de élite, a través de la bibliometría, que es la disciplina que estudia la producción científica.

1. Como en el mundo, en Colombia también hay subrepresentación de científicas

La fundación Alejandro Ángel Escobar ha sido dirigida solo por mujeres desde que se creó, empezando por María Restrepo, la primera directora y esposa de Alejandro Ángel Escobar, y durante décadas por Camila Botero, politóloga de los Andes y quién le dio un gran impulso a la fundación hasta poco antes de morir. La directora actual es Verónica Hernández.

Sin embargo, solo el 25 por ciento de los 87 ganadores de los últimos 30 años han sido mujeres y la mayoría de sus investigaciones han sido en ciencias sociales y humanidades (11.4 por ciento). Las investigaciones de los hombres, en cambio, en su mayoría han sido en física y ciencias naturales (32.2 por ciento). 

La silla académica 1.png

“Ese pareto se puede encontrar a nivel mundial”, dice Cortés. “Aunque incluso el premio AAE está muchísimo mejor que el Nobel, al que solo han accedido un dos por ciento de mujeres”, agrega. Entre 2004 y 2019 lo ganaron 10 mujeres. Que es la misma cifra de ganadoras de los primeros 100 años de historia del Nobel. 

De casi 17 mil investigadores inscritos en el sistema de Cvlac, que maneja MinCiencias para tener sistematizados los perfiles de los investigadores colombianos que participan en las convocatorias de financiación de proyectos, a 2021 solo el 38 por ciento eran mujeres. De nuevo, es un problema global: según datos de Unesco de 2019, menos del 30 por ciento son trabajadoras de la ciencia. 

“Un estudio analizó la trayectoria de 1.5 millones de investigadoras durante 60 años y encontró que muchas de ellas abandonaron su carrera por motivos relacionados con la distribución tradicional de los roles de género, como cuando se convirtieron en madres”, cuenta Cortés. 

2. La producción científica de algunos colombianos no está lejos de la de los Nobel

Solo dos colombianos han sido premiados con el Nobel: Gabriel García Márquez (literatura) y Juan Manuel Santos (Paz).

Por otro lado, la diferencia en el volumen de publicaciones entre los AAE y los Nobel es muy grande: los 41 investigadores colombianos de la muestra han indexado en total en Scopus 1195 artículos académicos, mientras las de los 41 Nobel suman 5.889.

Y no hay muchos trabajos de coautoría entre AAE y un Nobel. Cortés y Andrade solo encontraron dos casos: el de Nubia Muñoz que ha sido coautora de Godfrey Hounsfield, premio Nobel de medicina, y el de Juan Camilo Cárdenas que ha sido coautor de Elinor Ostrom, primera mujer Nobel de economía. 

Pese a lo anterior, al comparar entre sí la investigación de los 82 investigadores seleccionados (AAE y Nobel) teniendo en cuenta otros criterios más allá de la cantidad de publicaciones, la distancia no es tan grande.

¿Cuál fue el ejercicio que hicieron? consideraron la productividad y citas de las investigadores, pero teniendo en cuenta su liderazgo (cuando son autores individuales; primeros autores; o últimos autores); también el número de autores con los que realizaron las investigaciones (no es lo mismo realizar una investigación solo que con otros 8 coautores); y la intersección entre impacto y productividad (un investigador que publique poco pero se cite mucho, tiene mayor desempeño que uno que publique mucho pero que no sea citado), explica Cortés.

Para ello se basaron en un “indicador de citas compuesto” desarrollado por el científico de la investigación John Ioannidis. Ese indicador “Ci” hace una intersección entre trabajos publicados, autoría individual o colectiva, y número de veces que las publicaciones fueron citadas. Con base en esto Cortés y Andrade construyeron un top 50 de ganadores del Nobel y ganadores del AAE. 

Dentro del top 50 de los 82 investigadores analizados hay muchos ganadores del premio AAE. La colombiana Nubia Múñoz, que descubrió que el virus del papiloma humano es la causa del cáncer de cérvix o cuello uterino, nominada al Nobel de Medicina en 2008, está en el top 10 por encima de muchos premios Nobel, dice Cortés. 

Germán Poveda, ganador varias veces del AAE y reconocido por su trabajo en variabilidad climática y sus impactos sociales, ambientales y económicos, incluyendo la transmisión de enfermedades tropicales, está en el puesto 25. “Es un resultado contrario a la idea de que los investigadores colombianos están en el sótano y los premios Nobel están en la terraza del edificio del conocimiento. Muchos científicos colombianos están cerca del penthouse”, anota Cortés.

Acá la tabla completa: 

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3. La tasa de productividad de los científicos colombianos ha ido en aumento

La investigación encontró que, en estos 30 años, los ganadores del premio AAE han publicado más artículos académicos (la cifra ha crecido en promedio 2.97% al año) con respecto a la producción científica que había antes en el país. Mientras que los Nobel, que ya tenían una producción alta, se han mantenido prácticamente estables (un -2.14% en promedio al año).

Una de las explicaciones es que desde hace cuatro décadas las instituciones de Norteamérica y Europa donde los Nobel históricamente han investigado (Harvard, Berkeley, Stanford) ya tenían redes de investigación muy fuertes y productivas, por lo que hoy no ha habido un cambio drástico en la cantidad de producción científica.

Al mismo tiempo, hace cuatro décadas las redes y centros de investigación en universidades colombianas (U. Nacional, Andes, Javeriana, U. de Antioquia) eran mucho más débiles, por lo que comparado con 2022 ha habido un crecimiento en la investigación producida. Si bien está muy por debajo del promedio de los países en desarrollo que es de 18 por ciento. 

4. Donde más interacción hay entre el Norte y el Sur global es en la investigación en física y ciencias naturales

“Las redes de coautoría a nivel de autores e instituciones, permiten mapear el capital social (a quién conocen), cultural (con quién comparten conocimiento y competencias), y financiero (con quién comparten recursos para financiar jóvenes investigadores, equipos, laboratorios, entre otros)”, dice Cortés.

Analizando las organizaciones a las que están vinculados los coautores de las publicaciones de la muestra, él y Andrade establecieron qué tan densa es la interacción entre instituciones nacionales entre sí, y entre éstas y las extranjeras. Y cuáles son las organizaciones que más relaciones tienen en cada uno de los campos: física y ciencias naturales. Ciencias sociales y humanidades. Y medio ambiente y sostenibilidad.

El campo de investigación donde hay una mayor densidad de redes sociales o de interacción en la producción de conocimiento es en el de física y ciencias naturales. Una mayor densidad significa que dos instituciones cualesquiera necesitan el contacto con tres instituciones más en el medio para conectarse y hacer un trabajo colaborativo:

“No es sorprendente —dice Cortés—. Hay una mayor productividad en ciencias naturales por las formas de producción del conocimiento, la colaboración entre instituciones, la disponibilidad de recursos. La tendencia de lo que se ha llamado la gran ciencia son proyectos globales, en los que pueden estar involucrados 5 mil investigadores en todo el mundo, como los que hacen desarrollos en física de partículas de altas energías promovidos por el Centro de Investigaciones Nucleares de Europa”.

“Hay una fuerte tendencia en estos campos a buscar consensos dentro de la comunidad científica”, agrega.

Cinco universidades colombianas están en el top 10 de las instituciones con más interacciones con otras instituciones. La principal es la Universidad de Antioquia a la que pertenecen ganadores del AAE como Iván Darío Vélez y Luis Fernando García. A partir de su trabajo en colaboración con otros investigadores han aumentado las interacciones de esa universidad con otras universidades y grupos de investigación. 

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Dentro del top 10 también hay universidades internacionales como Harvard o la Universidad de Colorado, e instituciones internacionales como el Institut Catalá D’ Oncologia y el International Agency for Research on Cancer a a los que ha estado vinculada la colombiana Nubia Múñoz.

En las ciencias de medio ambiente y desarrollo sostenible la principal generadora de interacciones en Colombia es la Universidad Nacional a la que están vinculados ganadores del AAE como Germán Poveda y Óscar José Mesa.  

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En el de las ciencias sociales y humanidades la mayor interacción se da a través de la Universidad de Los Andes a la que está vinculado Carl Langebaek, también premio AAE.

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Asociado a lo anterior, en Ciencias sociales donde más publicaron los investigadores de la muestra fue en la Revista de Estudios Sociales de la Universidad de Los Andes.

En física y ciencias naturales fue en Physical Review A- Atomic Molecular and Optical Physics de la American Physical Society. Y en medio ambiente y sostenibilidad en la Biotropica de la editorial Wiley.

Según Cortés es común que en ciencias sociales los investigadores publiquen sobre todo libros o capítulos de libros en revistas locales. Mientras en los otros campos es común publicar en revistas internacionales. 

5. La producción científica colombiana tiene un énfasis en lo local

Cortés y Andrade analizaron las áreas de investigación en que los ganadores del premio AAE han trabajado más. Construyeron una red con las palabras claves de los títulos de las investigaciones por las que fueron galardonados y revisaron si había una coincidencia de temas entre ellos. En todas las categorías: física y ciencias naturales, ciencias sociales y humanidades y medio ambiente y sostenibilidad, la palabra más frecuente es Colombia. Esto quiere decir que hay un énfasis en los problemas locales o en particularidades del país. 

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En lo que respecta a ciencias naturales y física, la mayoría (31 por ciento) de investigaciones se ha basado en prevención de enfermedades, tratamientos genéticos y enfermedades como el Alzheimer y el Parkinson. 

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En ciencias ambientales y desarrollo sostenible el énfasis (39%) está sobre la conservación de reservas naturales del país. Y en la identificación y protección de la biodiversidad en el Amazonas.

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Por último, en ciencias sociales la mayoría de trabajos (27 por ciento) se enfocan en la historia y el desarrollo de las comunidades indígenas. Y en los movimientos políticos y sociales teniendo en cuenta las diferencias de los territorios. 



 

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Publicado en THE Times Higher Education https://www.timeshighereducation.com/news/plan-s-20-open-access-plan-bold-may-prove-ineffective   El...