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lunes, 2 de junio de 2025

Publicación continua: Histórico y estatus en la colección SciELO México


 

Publicación continua 

Histórico y estatus en la colección SciELO México

                                          

1. Antecedentes y propósito 

¿Dónde y cuándo surgió?

La modalidad conocida como "Publicación Continua" surgió hace más de 20 años, aprovechando las ventajas tecnológicas que brinda la publicación digital (Santos & Postalli, 2024). No obstante, comenzó a difundirse más ampliamente alrededor de 2014, especialmente en la colección SciELO Brasil, tras una etapa de estudio y pruebas iniciales (SciELO, 2024).

En concreto, SciELO Brasil publicó la primera guía para la adopción de la Publicación Continua en 2016, con el objetivo claro de acelerar la comunicación científica, simplificar el proceso editorial, y asegurar una difusión inmediata y permanente de los artículos científicos aprobados (SciELO, 2016).

¿Cuál fue el motivo de su implementación?

La implementación de la Publicación Continua responde directamente a un desafío histórico en la comunicación científica: la lentitud y la falta de puntualidad en la publicación de artículos científicos. A pesar de las innovaciones tecnológicas, muchas revistas seguían atadas a modelos rígidos, resultando en largos períodos entre la aceptación y la publicación final de los artículos, retrasando la difusión del conocimiento (Santos & Postalli, 2024).

Las principales razones para adoptar la modalidad de Publicación Continua son:

  • Comunicación más rápida:
    Los artículos aprobados se publican inmediatamente, sin esperar a completar un número completo.

  • Mayor frecuencia y flexibilidad editorial:
    Los artículos no se acumulan y la gestión editorial es más ágil y sencilla.

  • Adaptación al entorno digital:
    Aprovechar plenamente las ventajas tecnológicas del medio digital para acelerar la interoperabilidad con bases de datos internacionales.

  • Reducción en tiempos de espera:
    Los autores reciben visibilidad inmediata, incrementando el impacto y potencial de citación.

En SciELO Brasil, este modelo pasó de ser una recomendación en 2017 a ser obligatorio para nuevas revistas desde 2020, y desde 2022 para todas las revistas de la colección. Además, desde 2024, se eliminó completamente la modalidad Ahead of Print debido a las dificultades operativas y limitaciones que presentaba (SciELO, 2024).

Fuentes consultadas:

2. Evolución de la modalidad ‘Publicación Continua’ en la colección SciELO México

Se presenta un panorama sobre la adopción del modelo de "Publicación Continua" en SciELO México desde 2016 hasta abril de 2025:

Situación en abril de 2025

Para abril de 2025, la colección SciELO México cuenta con un total de 256 revistas activas. De estas, 59 revistas ya operan bajo la modalidad de Publicación Continua, lo que representa aproximadamente el 23% del total. Esta cifra refleja un avance gradual, indicando un interés creciente en la adopción de este modelo editorial más ágil y flexible.





Histórico anual de adopción (2018-2025)

Desde la publicación en 2016 de la primera versión de la guía para publicación continua en SciELO, la adopción de esta modalidad por parte de las revistas mexicanas ha tenido un comportamiento variable a lo largo del tiempo, comenzando oficialmente su adopción en 2018:




Esta dinámica revela un crecimiento inicial considerable (especialmente entre 2018 y 2019) y un repunte en su adopción a partir de 2024.

Frecuencia según esquema de publicación (forma de agrupar fascículos)

Las 59 revistas que adoptan actualmente la Publicación Continua en SciELO México se distribuyen según tres tipos de esquemas principales:

  • Volumen único: publican artículos individuales de manera continua en un solo volumen anual, sin división en números. Esquema sugerido
  • Volumen y números: mantienen un volumen anual con división en múltiples números que permanecen abiertos para agregar artículos continuamente.
  • Solo números: abren y cierran números individuales secuencialmente a lo largo del año.


La mayoría de las revistas opta por el esquema de volumen único, probablemente debido a la simplicidad y facilidad operativa de esta modalidad en el entorno digital.

Implementación de la Publicación Continua por disciplinas

La adopción de la Publicación Continua varía considerablemente según la disciplina de las revistas. A continuación, se presentan los datos agrupados por áreas del conocimiento en abril de 2025:


Análisis comparativo de adopción por disciplina

Al analizar comparativamente la adopción relativa (es decir, proporción respecto al total de revistas de cada área), podemos destacar algunos hallazgos interesantes:

  • Ciencias Sociales Aplicadas: tiene el mayor número absoluto (27 revistas), aunque su tasa relativa de adopción es moderada (26%, 27 de 104 revistas).
  • Ciencias Biológicas: alto porcentaje relativo de adopción con 53.8% (7 de 13 revistas), indicando buena aceptación en áreas científicas experimentales.
  • Ciencias Agrícolas: con una adopción del 35.7% (5 de 14 revistas), esta disciplina también muestra una buena aceptación relativa.

En contraste, áreas con un alto número de revistas como Ciencias de la Salud muestran una adopción aún limitada (8.9%, 4 de 45 revistas), lo que señala una clara área de oportunidad para futuras acciones de fomento.

El salto hacia la Publicación Continua

La adopción de la Publicación Continua es una realidad consolidada en la comunicación científica internacional. SciELO Brasil, una de las colecciones líderes en la región, ha decidido que a partir de 2025 todas sus revistas transiten obligatoriamente hacia esta modalidad. De hecho, para finales de 2024, aproximadamente el 85% de sus 412 revistas ya operan bajo este esquema, reflejando claramente la preferencia de la comunidad académica por una comunicación científica más ágil y eficiente.

En SciELO México nos encontramos actualmente en proceso de reconfiguración de sus criterios editoriales para adoptar la Publicación Continua como el estándar preferente de su colección, alineándose con las mejores prácticas internacionales. Para apoyar este proceso, les invitamos a consultar la "Guía para la publicación de artículos de revistas indizadas en SciELO en la modalidad de Publicación Continua".

¿Tienen dudas o requieren asesoría puntual?
El equipo de SciELO México está disponible para apoyarles en cada etapa del proceso. Pueden comunicarse directamente con nosotros a través de los correos electrónicos:











miércoles, 28 de mayo de 2025

¿Una revista depredadora? Cómo la élite editorial convierte el vocabulario en un arma

Publicado en Research Information
https://www.researchinformation.info/analysis-opinion/predatory-journal-how-the-publishing-elite-weaponise-vocabulary/ 




¿Una revista depredadora? Cómo la élite editorial convierte el vocabulario en un arma


21 de mayo de 2025


El Prof. Emmanuel Andrès escribe que los actores establecidos utilizan este término para desacreditar a los recién llegados y preservar su territorio.


En la última década, un nuevo monstruo se ha colado en el mundo de la publicación académica: la revista depredadora.


Esta criatura se alimenta de la ambición de la comunidad investigadora, a la que atrae con la promesa de una publicación rápida y una revisión por pares que apenas deja rastro. Es peligroso, poco ético, incluso criminal, nos dicen. Un auténtico parásito científico.


Pero espere: ¿de qué estamos hablando exactamente? 


Cuanto más se analiza este debate, más claro resulta: «depredador» se ha convertido menos en un descriptor significativo que en una etiqueta conveniente, utilizada, a menudo agresivamente, por los actores establecidos para desacreditar a los recién llegados y preservar su territorio. Sí, las revistas depredadoras como las descritas anteriormente existen. Sin embargo, el problema al que nos enfrentamos ahora es que cada vez se confunden más -quizá intencionadamente- con las revistas legítimas no depredadoras. Aquellas que pretenden desafiar el modelo heredado de publicación académica con muros de pago.


El monstruo conveniente


El término «revista depredadora» se acuñó en un contexto específico: el auge de los modelos de acceso abierto, la proliferación de plataformas en línea y la interrupción de la edición tradicional. Jeffrey Beall, un bibliotecario académico bienintencionado, publicó una lista negra de editoriales cuestionables, que pronto se convirtió en una herramienta para trazar los límites de la ciencia «legítima». En 2017, después de mucho debate, él mismo retiró la lista, tras lo cual no se han realizado actualizaciones. Aun así, hoy en día se siguen utilizando copias desfasadas de la Lista de Beall como punto de referencia. 


Desde entonces, el término se ha utilizado como un arma. Sin garantías procesales, sin derecho de réplica, sólo con un hierro de marcar. Si se califica a una revista de «depredadora», se puede descartar por completo. No es necesario evaluar su calidad editorial, su proceso de revisión por pares, su estado de indexación o su tasa de rechazo. Basta con sospechar.


¿La ironía? Hoy en día, muchas revistas «depredadoras» están indexadas en PubMed, Web of Science o DOAJ; declaran sus factores de impacto, aplican la revisión por pares y siguen las directrices del Comité de Ética en las Publicaciones (COPE). Sin embargo, algunas siguen siendo objeto de acusaciones, no por sus defectos, sino por atreverse a trastocar el ancien régime.


Un ejemplo: Journal of Clinical Medicine


Tomemos como ejemplo la revista Journal of Clinical Medicine (J. Clin. Med.), de la que soy editor jefe desde 2018, publicada por MDPI. La revista está indexada en las principales bases de datos, tiene un factor de impacto respetable (>3), cuenta con un sólido proceso de revisión y publica miles de artículos revisados por pares anualmente. Es miembro de la COPE, participa en la OASPA, el ICMJE y otros marcos éticos, mantiene una política editorial transparente y divulga las tasas de rechazo y los plazos de revisión por pares.


También cuenta con un consejo editorial internacional, un comité de ética y un mecanismo formal de corrección posterior a la publicación. Sin embargo, a menudo se la incluye en el grupo de las «depredadoras». ¿Por qué? Porque publica rápido. Porque acepta contribuciones de regiones infrarrepresentadas. Porque no pretende ser un club de caballeros para unos pocos elegidos.   


La respetabilidad como monopolio


Seamos claros: las estafas académicas existen. Hay revistas verdaderamente fraudulentas, con direcciones falsas, consejos editoriales inventados y sin una verdadera revisión por pares. Pero, ¿debemos pretender que el extremo opuesto -algunas revistas tradicionales que cobran más de 10.000 dólares por el acceso abierto y recurren a revisores no remunerados- es un modelo de virtud?


Hay que preguntarse: si una revista de bajo coste ofrece una rápida revisión por pares, procesos transparentes y está ampliamente indexada, y aun así se la califica de «depredadora», ¿es por su ética? ¿O porque amenaza un ecosistema cerrado?


La palabra «depredador» se ha convertido en un dispositivo de control. Una palabra de higiene social. Preserva los privilegios de los que tenían los medios, el tiempo y las redes para publicar en revistas con una cola de dos años. Deslegitima a los recién llegados, especialmente a los que proceden de instituciones con escasa financiación, del Sur Global o de universidades que no son de élite.


¿Quién teme al acceso abierto? 


Quizá el verdadero problema no sea el fraude, sino el acceso. El pecado de las llamadas revistas depredadoras no es la mala calidad, sino la accesibilidad. Es la asequibilidad. Es la rapidez. Y en la mente de algunos guardianes, estos rasgos son descalificadores. Porque si cualquiera puede publicar, ¿qué pasa con el prestigio?


Debemos reconocer que la publicación científica no es sólo una meritocracia, sino una economía simbólica. Una en la que la jerarquía importa. Una en la que quién publica dónde es moneda de cambio. En este contexto, el término «depredador» no es neutro. Es una herramienta económica y política.


No se trata de una defensa ingenua de la mala ciencia. Las revistas basura existen y hay que denunciarlas. Pero una sospecha generalizada hacia todas las revistas de acceso abierto, de revisión rápida y nativas digitales -especialmente las que se publican fuera de la anglosfera- es una pereza intelectual que ya no nos podemos permitir. 


Antes de tachar una revista de «depredadora», pregúntese:


  ¿Está indexada en bases de datos reconocidas?

  ¿Es miembro de COPE?

  ¿Es verificable mediante el recurso Think.Check.Submit?

  ¿Divulga su política editorial y de revisión por pares?

  ¿Tiene una estructura de tarifas transparente?

  ¿Sus artículos son visibles, citables y corregidos cuando es necesario?


Si la respuesta es afirmativa, tal vez la revista no sea un depredador. Tal vez sólo sea un extraño. Y en el estratificado mundo de la publicación académica, eso a veces es peor. 


En conclusión: leamos antes de juzgar


Entonces, ¿debe publicar en una revista depredadora? Por supuesto que no. Pero, ¿debería confiar en las voces más ruidosas de esta caza de brujas? En absoluto.


Al fin y al cabo, un sistema verdaderamente depredador es aquel que se beneficia del control de acceso, monopoliza el prestigio y castiga la visibilidad que llega sin permiso. Tal vez el verdadero depredador sea el que llama a los demás por ese nombre.


El Profesor Emmanuel Andrès es Catedrático de Medicina Interna en el Hospital Universitario de Estrasburgo (Francia). Es redactor jefe de la Revista de Medicina Clínica.


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Predatory journal? How the publishing elite weaponise vocabulary

21 May 2025


The term is used by established actors to discredit newcomers and preserve their turf, writes Prof. Emmanuel Andrès

Over the past decade, a new monster has crept into the world of scholarly publishing: the predatory journal.

Lurking beneath suspicious emails, crouched behind over-polished websites and generic editorial boards, this creature feeds on the ambition of the research community, luring them with promises of fast publication and peer review so quick it barely leaves a trace. It’s dangerous, unethical, even criminal, we’re told. A true scientific parasite.

But wait: what are we talking about, exactly? 

The more one looks into this debate, the clearer it becomes: “predatory” has become less a meaningful descriptor than a convenient label – used, often aggressively, by established actors to discredit newcomers and preserve their turf. Yes, predatory journals as described above do exist. However, the issue we now face is that these are increasingly – perhaps intentionally – conflated with legitimate, non-predatory journals. Those that seek to challenge the legacy, paywalled model of academic publishing

The convenient monster

The term “predatory journal” was coined in a specific context: the rise of open-access models, the proliferation of online platforms, and the disruption of legacy publishing. Jeffrey Beall, a well-meaning academic librarian, published a blacklist of questionable publishers, which soon became a tool for drawing the boundaries of “legitimate” science. In 2017, after much debate, he removed the list himself, after which no updates have been made. Yet, outdated copies of Beall’s List continue to be used as a point of reference today.  

Since then, the term has been wielded like a weapon. No due process, no right of reply – just a branding iron. Label a journal “predatory,” and you can dismiss it entirely. No need to assess its editorial quality, its peer-review process, its indexing status, or its rejection rate. Suspicion alone is sufficient.

The irony? Many “predatory” journals today are indexed in PubMed, Web of Science, or DOAJ; they declare their impact factors, enforce peer review, and follow Committee on Publication Ethics (COPE) guidelines. Yet some still face accusations – not for their flaws, but for daring to disrupt the ancien régime.

Case in point: Journal of Clinical Medicine

Take the Journal of Clinical Medicine (J. Clin. Med.), of which I have been Editor-in-Chief since 2018, published by MDPI. The journal is indexed in major databases, has a respectable impact factor (>3), has a robust review process, and publishes thousands of peer-reviewed articles annually. It is a member of the COPE, participates in OASPA, ICMJE, and other ethical frameworks, maintains a transparent editorial policy, and discloses rejection rates and peer-review timelines.

It also has an international editorial board, an ethics committee, and a formal post-publication correction mechanism. And yet it is often lumped into the “predatory” pile. Why? Because it publishes quickly. Because it accepts submissions from under-represented regions. Because it doesn’t pretend to be a gentlemen’s club for a select few.   

Respectability as a monopoly

Let us be clear: academic scams do exist. There are truly fraudulent journals, with fake addresses, fabricated editorial boards, and no real peer review. But must we pretend that the opposite extreme – some legacy journals charging more than $10,000 for open access while relying on unpaid reviewers – is a model of virtue?

One must ask: if a lower-cost journal offers rapid peer review, transparent processes, and is widely indexed – yet is still called “predatory” – is it because of its ethics? Or because it threatens a closed ecosystem?

The word “predatory” has become a gatekeeping device. A word that performs social hygiene. It preserves the privileges of those who had the means, time, and networks to publish in journals with a two-year queue. It delegitimises the newcomers, especially those from underfunded institutions, the Global South, or non-elite universities.

Who’s afraid of open access?  

The real issue, perhaps, is not fraud, but access. The sin of so-called predatory journals is not poor quality – it is accessibility. It is affordability. It is speed. And in the minds of some gatekeepers, these traits are disqualifying. Because if anyone can publish, what becomes of the prestige?

We must recognise that scientific publishing is not only a meritocracy – it is a symbolic economy. One in which hierarchy matters. One where who publishes where is a currency. In this context, the term “predatory” is not neutral. It is an economic and political tool.

This is not a naïve defence of bad science. Junk journals exist, and they should be called out. But a blanket suspicion toward all open-access, fast-review, digitally native journals – especially those run outside the Anglosphere – is an intellectual laziness we can no longer afford. 

Before dismissing a journal as “predatory,” ask:

  •   Is it indexed in recognised databases?

  •   Is it a member of COPE?

  •   Is it verifiable using the Think.Check.Submit resource?

  •   Does it disclose its editorial and peer-review policies?

  •   Does it have a transparent fee structure?

  •   Are its articles visible, citable, and corrected when needed?

If the answer is yes, then maybe the journal is not a predator. Maybe it’s just an outsider. And in the stratified world of academic publishing, that’s sometimes worse.  

In conclusion: let’s read before we judge

So, should you publish in a predatory journal? Absolutely not. But should you trust the loudest voices in this witch hunt? Also absolutely not.

In the end, a truly predatory system is one that profits from gatekeeping, monopolises prestige, and punishes visibility that comes without permission. Perhaps the real predator is the one calling others by that name.

Prof. Emmanuel Andrès is Professor of Internal Medicine at the University Hospital of Strasbourg in France. He is Editor-in-Chief at the Journal of Clinical Medicine.



MÉXICO: se reactiva la política oficial enfocada en las revistas de investigación a través de la nueva SECIHTI

Publicado por la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovacion - SECIHTI https://secihti.mx/sala-de-prensa/secihti-instala-g...