Disponible en: http://librosoa.unam.mx/handle/123456789/2560
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Noticias sobre publicación, comunicación, evaluación y política científica y tecnológica
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Una exención impulsaría la fabricación de vacunas y aceleraría la respuesta a la pandemia en los países más pobres, que de otro modo tendrían que esperar años, dijeron en una carta conjunta a Biden, enviada a organizaciones de noticias el miércoles.
"El presidente Biden ha dicho que nadie está a salvo hasta que todo el mundo esté a salvo, y ahora, con el G7 por delante, hay una oportunidad sin precedentes para proporcionar el liderazgo que sólo Estados Unidos puede ofrecer", dijo el ex primer ministro británico Gordon Brown, en referencia a una próxima reunión de los países más ricos del mundo.
En la carta se pide a Biden que respalde una propuesta de Sudáfrica e India en la Organización Mundial del Comercio que eximiría temporalmente de normas de propiedad intelectual a vacunas y tratamientos contra el Covid-19.
En ella se afirma que, según el ritmo actual de producción de vacunas, la mayoría de los países pobres tendrán que esperar al menos hasta 2024 para lograr la inmunización masiva contra el Covid-19.
"Las nuevas mutaciones del virus seguirán costando vidas y poniendo en peligro nuestra economía mundial interconectada hasta que todo el mundo, en todas partes, tenga acceso a una vacuna segura y eficaz", señaló el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz.
Otros firmantes son Francois Hollande, Mary Robinson, Fernando Henrique Cardoso, Juan Manuel Santos y Ellen Johnson Sirleaf -ex presidentes de Francia, Irlanda, Brasil, Colombia y Liberia-, además de la ex primera ministra de Nueva Zelanda, Helen Clark.
La carta fue coordinada por la People's Vaccine Alliance, una coalición de más de 50 organizaciones de desarrollo.
La "soberanía analógica" ya no es suficiente: los países deben encontrar un nuevo pacto con el poder digital
John Thornhill
La tecnología se ha vuelto geopolítica. Estados Unidos ha bloqueado las exportaciones de semiconductores a China. A su vez, China ha intentado limitar el acceso de Estados Unidos a los minerales de tierras raras, cruciales para la fabricación de muchos productos tecnológicos.
Varios países han prohibido a la empresa china Huawei el funcionamiento de sus redes de telecomunicaciones 5G. La India también ha prohibido la aplicación de redes sociales virales TikTok, de propiedad china, tras los enfrentamientos fronterizos entre ambos países. Por su parte, el gobierno británico está investigando la propuesta de adquisición de Arm, el diseñador de chips, por parte de Nvidia, por motivos de seguridad nacional.
Para algunos economistas especializados en comercio, educados en la pintoresca idea de que los seres humanos son actores racionales, estos acontecimientos han sido una especie de shock.
"Desde una perspectiva económica clásica, esta escalada tiene poco sentido", afirman Daniel García-Macia y Rishi Goyal, del FMI. Los sumos sacerdotes de la globalización, al parecer, siguen predicando que el libre comercio es una bendición económica, que fomenta un mayor crecimiento, menores costes y una especialización productiva. Sin embargo, como añaden García-Macia y Goyal, estas intervenciones tienen sentido si se miran desde otra perspectiva: la seguridad.
Las interconexiones de la era digital han difuminado las distinciones entre las cuestiones económicas y de seguridad. Las empresas tecnológicas dominantes son a la vez motores de crecimiento económico y canales de riesgos para la seguridad. También disfrutan de beneficios desmesurados, de la penetración en el mercado mundial y de la capacidad de establecer normas industriales. Por lo tanto, las políticas comerciales e industriales se ven fácilmente secuestradas por prioridades geopolíticas y de seguridad más amplias. "Las guerras tecnológicas se están convirtiendo en las nuevas guerras comerciales", escriben García-Macia y Goyal.
En el pasado, muchos países han bloqueado las importaciones para proteger a los campeones nacionales y sus beneficios, a menudo monopolísticos. Lo que hace que las últimas disputas tecnológicas sean inusuales, y desconcertantes, es que los actores dominantes están intentando bloquear también las exportaciones de terceros países.
El desacoplamiento de las economías estadounidense y china y la fragmentación de Internet, la llamada splinternet, amenazan con enredar al resto del mundo. Los demás países tendrán que encontrar la manera de preservar el libre comercio en el mayor número posible de ámbitos y acordar normas comunes para proteger la ciberseguridad.
Lo más ambicioso es que los dos autores piden un nuevo conjunto de instituciones al estilo de Bretton Woods, los sucesores digitales del FMI y el Banco Mundial que dieron forma a la economía mundial después de la segunda guerra mundial. Pero eso nunca va a funcionar en ausencia del liderazgo de Estados Unidos. De forma más modesta, también proponen la creación de un consejo de estabilidad digital global, al estilo del Consejo de Estabilidad Financiera, que vigile los riesgos para la ciberseguridad.
Algunos estrategas sostienen que deberíamos aceptar la vuelta a un orden mundial neo-westfaliano en el que Estados Unidos y China definan y controlen sus propias esferas de influencia, como ocurrió entre las grandes potencias europeas tras la Paz de Westfalia de 1648 que puso fin a la Guerra de los Treinta Años. Pero Luciano Floridi, profesor del Instituto de Internet de Oxford que ha escrito ampliamente sobre la soberanía digital, dice que esto sería malinterpretar la naturaleza del poder en el siglo XXI. "La era moderna ha terminado", me dice. "Ya no es 'mi lugar, mis reglas'. Es el adiós a Westfalia".
La soberanía analógica tradicional, como él la llama -que controla el territorio, los recursos y las personas- sigue siendo una función necesaria de los Estados modernos, pero ahora es insuficiente. También debe llegar a un acuerdo con el poder digital, que controla los datos, los programas informáticos, las normas y los protocolos, y que está en su mayoría en manos de las empresas tecnológicas mundiales.
Como dijo el representante demócrata David Cicilline en sus audiencias antimonopolio en el Congreso de Estados Unidos el año pasado, las grandes empresas tecnológicas pueden influir en la vida de millones de personas de forma duradera y han asumido los poderes de un "gobierno privado".
Floridi sostiene que los gobiernos analógicos aún tienen el poder de moldear la soberanía digital para sus propios fines y sugiere que la UE se asocie con países democráticos afines como el Reino Unido, Japón, Canadá e Israel.
La UE ya tomó la delantera en 2018 al adoptar el Reglamento General de Protección de Datos, que ha definido de hecho las normas mundiales de uso de datos. Esta semana, la UE también ha presentado planes para ser pionera en la legislación que regule el uso de la inteligencia artificial.
Está claro que Estados Unidos y China se ven cada vez más arrastrados a una lucha titánica por la supremacía. El resto del mundo debe averiguar rápidamente cómo proteger sus propios intereses económicos y hacer valer sus propios valores si no quiere ser pisoteado en esa lucha.
Publicado en blog Universo Abierto
Sebastián Rivera Mir. Edición latinoamericana. CLACSO, 2021
El libro rastrea los principales desafíos del mundo editorial a partir de nociones como librerías, editoriales y lectores con el objetivo de comprender las imbricaciones entre cultura, política y mercado en nuestro continente.
Profesor Titular de Metodologías de la Investigación y Documentación, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja
Vicerrector de Investigación, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja
En el año 2008, un bibliotecario de la Universidad de Colorado en Denver (EE. UU.), Jeffrey Beall, bautizaba un fenómeno emergente como “revistas depredadoras”. Estas publicaciones fraudulentas, antítesis de la calidad científica, se han multiplicado en los últimos años como consecuencia negativa de la digitalización y, más específicamente, de los modelos de acceso abierto en los que los autores de los artículos asumen los costes de edición. Este sistema se conoce como “vía dorada”, no solo para las revistas que imponen esta práctica, sino también para algunos de los autores.
El principal defecto de las revistas depredadoras es que apenas realizan procesos de revisión de los manuscritos que reciben, lo que acelera el proceso. De modo eufemístico, ellas mismas presumen de su rapidez en la publicación. Por supuesto, aceptan la mayor parte de los documentos que reciben para alcanzar su principal objetivo: cobrar a los autores.
Los autores han de mostrar satisfacción y, por lo tanto, no sufren rechazos ni modificaciones (en realidad, mejoras) de los originales. Estos deben obtener resultados en un corto plazo para saciar las exigencias de las autoridades académicas. Por ejemplo, para obtener acreditaciones, sexenios o justificar la financiación de proyectos.
El resultado es que los trabajos que publican estas revistas carecen de la validación de la comunidad científica y sus resultados son poco fiables. En áreas como la de biomedicina pueden tener incluso repercusiones fatales.
Estas revistas son difícilmente detectables a simple vista porque utilizan la estrategia del camuflaje. Tienen títulos muy similares a los de las revistas referentes y todas presentan un numeroso equipo de científicos, aunque su contribución sea decorativa o incluso ignoren que forman parte de tales comités.
Igualmente, se anuncian como indexadas en un gran número de bases de datos científicas, aunque en su mayoría sea falso o se trate de bases de datos que no realizan procesos selectivos. Incluso se han creado productos de evaluación para las revistas depredadoras donde, por supuesto, todas obtienen excelentes calificaciones. Sencillamente estamos ante un fraude.
En el año 2013, John Bohannon realizó un experimento significativo: envió un artículo falso (cargado de lugares comunes, con bibliografía falsa y un tema absurdo) a decenas de revistas en acceso abierto en la que los autores deben hacerse cargo de los costes de edición del artículo. El artículo lo aceptó una amplia mayoría de estas revistas sin apenas revisión.
Esto validó las sospechas de quienes pensaban que estas revisas no eran rigurosas con sus procesos de evaluación. Este experimento hizo que el directorio internacional de revistas en acceso abierto (DOAJ), que tenía indexadas a muchas de estas revistas fraudulentas, redefiniera sus políticas de inclusión. Miles de ellas resultaron expulsadas.
¿Cómo detectar revistas fraudulenta?El problema práctico se presenta a los investigadores que desean publicar los resultados de sus trabajos y envían sus originales a una de estas revistas, que es como tirarlos a un pozo sin fondo. ¿Cómo evitar ser un incauto?
Los datos que hacen sospechar que una revista es fraudulenta son los siguientes:
Su juventud. Han surgido con el abaratamiento de costes que suponen las revistas 100 % digitales, por lo que no tienen las décadas o incluso siglos de historia de otras como The Lancet o Nature.
Sus títulos suelen ser genéricos. Son una imitación de las revistas de mayor prestigio del área.
En muchos casos se editan en países de la periferia científica, como Egipto y Nigeria.
Suplen sus carencias, como la indexación de bases de datos o la falta de indicadores de impacto, mediante el cálculo de indicadores propios.
Tienen una política agresiva para captar al investigador incauto (cliente ideal) mediante el envío personalizado de correos.
El principal aspecto que debe alertar al autor es que la revista contacte con él, asegure unos tiempos de publicación sospechosamente rápidos y cobre a sus autores por publicar: a mayor número de trabajos mayores ingresos.
Esto no significa que todas las revistas que cargan los costes de publicación a los autores sean fraudulentas. Hay algunas, como Plos One, que tienen reconocidos unos procesos de validación muy rigurosos, pero son una muy reducida minoría. Se tiene constancia de la existencia de más de 17 000 revistas depredadoras, que se han convertido en una epidemia.
Una nueva moda: las revistas secuestradorasUna modalidad muy agresiva de revistas depredadoras son las “revistas secuestradoras”. Estas se hacen pasar por revistas consolidadas, crean sus propias webs y se ponen en contacto con los autores, solicitan manuscritos y dinero. Si el autor despistado se da cuenta a mitad del proceso de que está siendo timado y decide parar el proceso de publicación suele recibir amenazas de denuncia.
Un reciente ejemplo real: la revista secuestradora pedía a un autor casi 8 000 dólares por no publicar su trabajo (cuando el autor se dio cuenta del timo y quiso retirarlo del proceso de evaluación). Amenazaba con demandas internacionales en caso de no pagar.
La realidad es que las revistas depredadoras de primera generación, aquellas que no estaban en productos científicos, apenas tenían y tienen repercusión en el estado de la ciencia. Como mucho hacen pasar vergüenza a los autores y sus instituciones y conllevan una pérdida económica de fondos.
La segunda generación: fraude dentro de la indexaciónTrece años después de la aparición del fenómeno, el fraude ha seguido caminos más sofisticados. Existen revistas depredadoras indexadas en bases de datos científicas como Web of Science o Scopus. El peligro es que esto provoca que empiecen a ser utilizadas en muchos países, como España, para valorar las carreras académicas de los investigadores.
Las revistas depredadoras han evolucionado. Se han sofisticado, en parte gracias a los beneficios obtenidos. Han pasado de publicar unos pocos trabajos a miles. Se han convertido en mega-journals, es decir, en “megadepredadoras”.
Otra modalidad sofisticada es que las propias empresas editoras promuevan revistas que ponen en manos de académicos honrados y prestigiosos. Estos logran ponerlas en valor, obtienen su indexación y, entonces, comienza su calvario. Se les comienza a exigir que incrementen números y artículos a tal ritmo que los procesos de selección no pueden llevarse a cabo con rigor. Si hay resistencia se suele acabar en despido o dimisión de los miembros del equipo editorial. Pero, para entonces, el barco ya está botado con todas las normas de calidad vivas.
Normalmente estas megadepredadoras están especializadas en un ámbito concreto, pero también publican sobre cualquier temática y con procesos de revisión rápidos y superficiales. Sus precios se multiplican al entrar en las bases de datos referentes y se elevan conforme mejora la posición de las revistas en los rankings, en una lógica poco científica. Su estrategia de atracción sigue siendo la clásica de las depredadoras de primera generación: invitar a los autores a publicar artículos.
La sofisticación ha incorporado una nueva modalidad: se juega con la vanidad y se ofrece a cualquier autor (con prestigio y sin prestigio) la dirección de números monográficos. Son estos líderes quienes realizan la tarea de marketing más tediosa: la de buscar autores que piquen para pagar por publicar unas aportaciones a las que se ofrece, ya de inicio, bastante seguridad sobre su publicación (antes de escribirlas). Los improvisados editores de monográficos, comerciales voluntarios de la revista reciben como beneficios la publicación gratuita de artículos o, al menos, grandes descuentos. Además estas editoriales también blanquean sus nombres obteniendo convenios con universidades por los que estos centros obtienen descuentos económicos y las editoriales ven respaldado su negocio. El investigador deja de sospechar cuando ve que su propia universidad tiene un convenio con editoriales sospechosas.
Por qué es mala idea publicar en una revista depredadoraEl investigador debe obrar muy cautelosamente a la hora de elegir revista, publicar en una revista fraudulenta es un desprestigio que pone de manifiesto que:
El investigador desconoce el ámbito donde se mueve.
El esfuerzo no va con él, pues opta por una vía rápida para conseguir la publicación.
Es un mal gestor de fondos públicos, pues se suele pagar el coste de los artículos con dinero asignado a proyectos. En otras palabras, realiza una malversación que podría ser perseguida.
En algunos casos, el investigador que manda sus manuscritos no es propiamente un estafado, sino un cómplice de la estafa. Los estafados son las agencias de evaluación, las instituciones que asumen los costes de publicación y los colegas que, evitando estas prácticas, compiten en procesos selectivos contra estos currículos hinchados de forma artificial y fraudulenta.
Publicado en revista ARBOR. Ciencia, pensamiento, cultura
En este artículo ofrecemos una visión sobre los nuevos escenarios que enfrenta la ciencia abierta en un contexto marcado por desafíos micro y macro estructurales que la pandemia de COVID-19 ha puesto de manifiesto. En primer lugar, se describen las políticas en el ámbito del acceso abierto, punta de lanza de la ciencia abierta y las resistencias que todavía encuentran estas prácticas. Se analiza, también, la participación de diferentes actores en los procesos de construcción de conocimiento científico, a través de prácticas de investigación participativa y ciencia ciudadana, así como en la creciente preeminencia de los datos. Se discuten, además, las principales tensiones estructurales que aparecen en los procesos de apertura analizando la construcción de políticas públicas sobre ciencia abierta. A modo de cierre, se introduce una reflexión sobre la situación actual en la que la epidemia del coronavirus está mostrando el rol cada vez más central que las prácticas abiertas tienen y tendrán en nuestra sociedad.
Publicado en THE Times Higher Education https://www.timeshighereducation.com/news/corrupting-chatgpt-use-polarises-peer-reviewers Quemadlo...