jueves, 2 de junio de 2022

La efervescencia de las preprints

Publicado en Blok de Bid

La efervescencia de las preprints

Remedios Melero
Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA)
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

Puebla, Iratxe; Polka, Jessica; Rieger, Oya Y. (2022). Preprints: their evolving role in science communication. ATG LLC (Media). VII, 74 p. Disponible en: <https://doi.org/10.3998/mpub.12412508>. [Consulta: 29/05/2022]. 

El libro se divide en nueve capítulos con una extensa bibliografía al final de la obra. El primero comienza haciendo un recorrido histórico del surgimiento de los servidores de preprints y de su uso como alternativa a una rápida difusión de los avances científicos. A pesar de existir actualmente numerosos servidores de preprints, esta monografía se centra en BioaRxivArXivResearch Square y SSRN

En 1991, Paul Ginsparg creó el repositorio de preprints Arxiv a través de una lista de distribución que pasó al web en 1993. El SSRN se creó en 1994 para facilitar la distribución de trabajos antes de su publicación formal, y en 1997 se creó Repec con el objetivo de mejorar la comunicación científica en economía. Sin embargo, en disciplinas de ciencias de la vida no tuvieron éxito hasta 2013, año en el que se crearon el PeeJ Preprints y el Bioarxiv, y fue en 2016 cuando ASAPbio contribuyó a coordinar y aunar esfuerzos para la adopción de las preprints en materias de ciencias de la vida.

Algunas agencias financiadoras también han apostado y adoptado políticas que instan al uso de preprints como evidencia de su producción científica (como NIH, Wellcome Trust, Simons Foundation o el Medical Research Council). El auge del fenómeno preprints ha llegado también a servidores a nivel nacional y regional como AfricArXiv o el IndiaRxiv. El éxito de las preprints también ha alcanzado al mundo editorial como alternativa al envío tradicional. Así, Research Square, asociado a revistas de Springer Nature, alcanzó 100.000 preprints en tres años.

La adopción de la cultura preprint varía según disciplinas y existe una correlación directa con comunidades que practican la ciencia abierta. Con la pandemia de la COVID-19, las preprints han jugado un papel muy importante al acelerar los avances en la prevención del virus, lo que ha comportado que la cultura y uso de las preprints haya aumentado y se haya popularizado entre comunidades que antes no participaban. Estas publicaciones no solo aceleran la comunicación de resultados, sino que dan a los autores la libertad de difundir sus trabajos rápidamente y adelantar su publicación mucho antes que por las vías «tradicionales». 

Además de la rapidez, las preprints ofrecen otras ventajas: 

  • el acceso abierto y gratuito,
     
  • la constancia de la productividad científica,
     
  • la comunicación de resultados difíciles de publicar tradicionalmente, como por ejemplo, los resultados negativos o no concluyentes,
     
  • el establecimiento de la prioridad de los descubrimientos, los avances, y la visibilidad, no solo de los trabajos sino del equipo de trabajo,
     
  • la retroalimentación de la comunidad científica a través de foros abiertos para comentar el avance de los resultados, 
     
  • la prevención, también, de ensayos no eficaces que ya se han hecho previamente, de manera que se reducen los esfuerzos en duplicados. 

También existen reticencias al uso y depósito de las preprints, entre las cuales el miedo a ser copiado o aprovecharlas para publicar antes resultados similares. Sin embargo, no hay evidencia de que esto sea una práctica habitual. Además, el depósito en un repositorio da un sello de inclusión que avala la primicia. 

Otros opinan que las preprints pueden difundir trabajos de baja calidad o incluso ofrecer información fraudulenta, sin embargo, esto no es exclusivo de las preprints, ya que existen casos en revistas evaluadas por pares que han sido posteriormente denunciados y retractados por errores, o malas prácticas.

Otro tema es si la revista acepta trabajos previamente depositados como preprints, aunque en el caso de las revistas de ciencias de la vida, la mayoría lo permiten. El papel de las redes sociales en la difusión de estas publicaciones es bastante relevante dado que los propios autores las utilizan para publicitar sus avances. Los servidores de preprints también cuentan con sus canales para incorporar comentarios y la discusión pública de los mismos. También existen plataformas que permiten, de forma externa, revisar las preprints entre ellas (PubPeer, PREreview y Peerage). Otra posibilidad que ofrecen es la creación de las overlay journals, revistas que coordinan la revisión y proceso editorial a partir de las preprints depositadas en repositorios. 

El libro acaba con un capítulo de conclusiones y cuestiones abiertas, como la sobrecarga de información, consecuencia de la emergencia de las preprints; los recursos humanos y tecnológicos que harán falta para soportar este crecimiento y garantizar la preservación de los contenidos; el modelo de negocio sostenible que se debe diseñar; el papel que van a jugar las preprints en el ecosistema de la comunicación científica y en qué forma se pueden incorporar al ciclo de la publicación académica; y cómo establecer el control de calidad.

Desde mi punto de vista las preprints han demostrado, sobre todo durante la pandemia de la COVID-19, ser un fenómeno de aceleración de la comunicación y de los avances en investigación a pesar de que ya existían con anterioridad numerosos servidores de preprints. El efecto de la disciplina y los hábitos de los investigadores son clave para que su desarrollo y preservación se consoliden como una alternativa a nuevos modelos de comunicación y nuevos sistemas de evaluación. 

miércoles, 1 de junio de 2022

Asia University Rankings 2022 | Times Higher Education (THE)

Publicado en Times Higher Education (THE)
https://www.timeshighereducation.com/world-university-rankings/2022/regional-ranking?&utm_source=newsletter&utm_medium=email&utm_campaign=rankings_newsletter&mc_cid=4378ee7e2b&mc_eid=d622713526#!/page/0/length/25/sort_by/rank/sort_order/asc/cols/stats


JUNIO 2022                                
                               
Hoy hemos publicado nuestro 
 Asia University Rankings 2022  , que revela las mejores instituciones de este continente tan diverso y dinámico.

Los resultados revelan que las universidades de Arabia Saudí están mejorando rápidamente, pero China sigue dominando la parte alta de la tabla. Mientras tanto, los principales sistemas de enseñanza superior de la región siguen centrándose en gran medida en las ciencias.

Gran parte de los comentarios sobre la enseñanza superior asiática se centran en su ascenso (y se han producido algunos avances fenomenales), pero un área que quizás no ha estado aún a la altura de las expectativas a corto plazo es su progreso en la captación de estudiantes internacionales. Es un tema que exploramos en nuestro análisis principal, y un académico sugiere que podrían pasar 20 años antes de que veamos un aumento significativo en la movilidad de la educación superior intraasiática.

Los líderes universitarios y los expertos de la región también discuten algunos de los principales problemas que tienen en mente, desde el declive demográfico en Japón y la falta de calidad constante en la ASEAN hasta la ampliación del acceso en Tailandia y la aplicación de la Política Nacional de Educación de la India.

En otras noticias, publicaremos la segunda edición de nuestra clasificación de universidades árabes en otoño, y hemos respondido a sus preguntas sobre la tabla regional.

- Ellie Bothwell, editora de la clasificación
ellie.bothwell@timeshighereducation.com



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JUNE 2022                                
                               

Today we have published our Asia University Rankings 2022, revealing the top institutions across the diverse and dynamic continent.

The results reveal that Saudi Arabian universities are improving fast, but China continues to dominate the top of the table. Meanwhile, the region’s major higher education systems remain largely focused on the sciences.

Much commentary on Asian higher education is centered on its rise (and there have been some phenomenal developments), but one area that perhaps has not yet lived up to high expectations in the short term is its progress on international student recruitment. It is an issue we explore in our main analysis, with one scholar suggesting that it might be 20 years before we see any significant increase in intra-Asian higher education mobility.

University leaders and experts in the region also discuss some of the major issues on their minds, from demographic decline in Japan and a lack of consistent quality in Asean to widening access in Thailand and implementing India’s National Education Policy.

In other news, we’ll be publishing the second edition of our Arab University Rankings in the autumn, and we’ve answered your questions about the regional table.

– Ellie Bothwell, rankings editor
ellie.bothwell@timeshighereducation.com

Publicaciones académicas y autos eléctricos: un comentario sobre “The big idea: should we get rid of the academic paper?”

Publicado en blog SciELO en Perspectiva
https://blog.scielo.org/es/2022/04/18/publicaciones-academicas-y-autos-electricos-un-comentario/#.YpeJ1-zMKUk


Publicaciones académicas y autos eléctricos: un comentario sobre “The big idea: should we get rid of the academic paper?”


Por Glenn Hampson, Director Ejecutivo del Science Communication Institute (SCI) y Director del programa Open Scholarship Initiative (OSI)

Un artículo reciente publicado en The Guardian titulado The big idea: should we get rid of the academic paper?1 argumenta que debido a que la publicación académica es una práctica antigua y tiene fallas, debería ser reemplazada por algo más “moderno”. Este argumento básico ha estado animando gran parte del movimiento de reforma en la reforma editorial académica durante décadas: que debido a que ahora tenemos Internet, todas las formas de comunicación más antiguas deben ser obsoletas.

Parte de este argumento parece razonable, por supuesto. ¿Por qué seguir conduciendo coches de gasolina si en su lugar podemos conducir coches eléctricos? ¿Por qué leer libros en papel cuando podemos leerlos en una pantalla?

Pero la mayor parte de este argumento simplemente revela una falta de comprensión profunda acerca de la publicación académica (esto no pretende ofender al autor, porque como entienden los lectores de este sitio web, la publicación académica es en realidad un tema muy complicado). Entonces, por ejemplo, por supuesto que el proceso de publicación académica tiene fallas, como señala este artículo, pero también es esencial para la investigación y extremadamente efectivo para identificar un buen trabajo y garantizar que el mal trabajo se mantenga al margen. Eso es por diseño, no por accidente.

La revisión editorial, la revisión por pares, los formatos de presentación, las redes de aseguramiento de la calidad como SciELO y más, han evolucionado durante décadas y siglos para hacer posible que los investigadores compartan su trabajo con sus pares y el público de manera que protejan y promuevan la calidad. Las retractaciones ocurren como en cualquier producto escrito, pero son extremadamente raras como porcentaje del total de artículos publicados cada año. La exageración ocurre, pero generalmente más en función de la promoción de los medios que del artículo en sí.

Y todo el proceso está mejorando cada vez más. Cada vez se incluyen más datos en los artículos; se están desarrollando más opciones de revisión por pares; se están desarrollando más opciones de acceso abierto; se están desarrollando y probando en el mercado enfoques editoriales más novedosos; nos estamos volviendo más conscientes del sesgo y estamos trabajando en formas de reducirlo; somos conscientes de los problemas del factor de impacto y estamos discutiendo cómo abordarlos; y, en general, la comunidad de partes interesadas de la publicación académica debate constantemente cómo mejorar todo el sistema, desde los costos hasta el acceso a la evaluación y más. Caracterizar este sistema como “estático” es simplemente desinformar.

También está demasiado simplificado. Es el mismo tipo de simplificación que a menudo escuchamos que la solución de publicación “x” funcionará para todos en todas partes. Cuando realmente comprende el sistema, las soluciones como “todos deberían pagar por publicar con APCs (article processing charges)” o “todos deberíamos seguir el Plan S” rápidamente comienzan a desmoronarse. Es como la observación del coche eléctrico. Me encantaría tener uno: por favor, cómpremelo (en realidad, nuestro hogar necesitará tres, gracias).

Entonces, en lugar de descubrir cómo reinventar la rueda sin el conocimiento adecuado, sigamos trabajando juntos para aprender más sobre lo que funciona y lo que no funciona, lo que se necesita y lo que no. Y mientras tanto, vamos a quitarnos el sombrero ante las publicaciones académicas y las numerosas organizaciones y expertos que se necesitan para mantener en funcionamiento este complejo e importante sistema. Hay tantas oportunidades de cambio y mejora.

Yo, por mi parte, seguiré escuchando todas las opiniones, incluso las que afirman que deberíamos quemar todo el sistema y empezar de nuevo. Pero creo que las opiniones más importantes son las que los verdaderos expertos tienen para ofrecer: nuestros investigadores, editores, editoriales, bibliotecarios, administradores de datos y otros que realmente trabajan en publicaciones académicas y entienden cómo funciona, qué necesita, cómo funciona. puede cambiar, y cómo se puede sostener este cambio. No puedo esperar a ver qué se le ocurre a esta comunidad en los próximos años.


Sobre Glenn Hampson

Glenn Hampson es el fundador y director ejecutivo del Science Communication Institute y director del programa Open Scholarship Initiative (OSI, un proyecto SCI). En ambas capacidades, Glenn es un orador frecuente sobre temas de comunicación académica y acceso abierto. Antes de SCI y OSI, Glenn se desempeñó como gerente senior de proyectos para el Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson, director de comunicaciones para un centro de investigación de la Universidad de Washington, presidente de Castle Pacific Publishing Company, editor gerente y webmaster de la International Finance Corporation del World Bank Group, editor asociado de Riverside Publishing Company y representante de campo de un miembro del Congreso de los Estados Unidos. Glenn tiene títulos en administración pública, historia y astronomía, es miembro de varias juntas y es autor de varios libros. Vive en Seattle con su esposa e hijo, donde entrena béisbol juvenil y es voluntario en las escuelas y la comunidad.

 

Nota

1. RITCHIE, S. The big idea: should we get rid of the scientific paper? [online]. The Guardian. April 11, 2022 [viewed 18 April 2022]. Available from: https://www.theguardian.com/books/2022/apr/11/the-big-idea-should-we-get-rid-of-the-scientific-paper

Referencia

RITCHIE, S. The big idea: should we get rid of the scientific paper? [online]. The Guardian. April 11, 2022 [viewed 18 April 2022]. Available from: https://www.theguardian.com/books/2022/apr/11/the-big-idea-should-we-get-rid-of-the-scientific-paper

 

Traducido del original en inglés por Ernesto Spinak.


martes, 31 de mayo de 2022

La persistencia de las brechas de género en el sistema científico español: análisis de las áreas de ciencia y tecnología

Publicado en Blok de Bid

https://www.ub.edu/blokdebid/es/node/1204 

La persistencia de las brechas de género en el sistema científico español: análisis de las áreas de ciencia y tecnología

Anna Villarroya
Facultat d’Informació i Mitjans Audiovisuals
Universitat de Barcelona (UB)


Análisis de la presencia de mujeres en la producción científica española 2014-2018 (2022). Madrid: Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, FECYT. 26 p. Disponible en: <https://www.fecyt.es/es/publicacion/analisis-de-la-presencia-de-mujeres-en-la-produccion-cientifica-espanola-2014-2018>. [Consulta: 20/05/2022].


El estudio Análisis de la presencia de mujeres en la producción científica española 2014-2018 promovido por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) aporta un nuevo prisma de análisis a los estudios existentes en torno a las desigualdades de género que se dan en el ámbito de la producción científica. En este sentido, el estudio analiza las características, el impacto y la visibilidad internacional de la producción científica en donde intervienen investigadores de instituciones españolas. Para ello, se han analizado un total de 304.165 documentos de investigadores e investigadoras de instituciones españolas publicados entre el año 2014 y 2018 en revistas indexadas en WOS (Web of Science), y se ha comparado la producción científica en la que participan mujeres respecto a aquella en la que no están presentes.

De los más de tres cientos mil documentos en solo un 47,8 % de los casos (145.276 documentos) se pudo identificar el sexo del investigador/a, siendo el 42,7 % de estos investigadores, mujeres (62.046). 

Por lo que se refiere a las características de estas publicaciones, la comparativa a lo largo del período 2014-2018 muestra cómo las mujeres participaron en menos del 50 % de los documentos analizados (el 47,7 %; 145.046 documentos) y que la tendencia, aun siendo leve, fue negativa a lo largo de los cinco años analizados, pasando del 48 % al 47,1 %. El análisis también pone de relieve la existencia de diferencias temáticas en cuanto al número de documentos publicados (productividad científica). Así, se observa un mayor número de documentos en el que participan mujeres en las áreas de ciencias medioambientales; ciencia de los materiales; bioquímica y biología molecular; ciencia de los alimentos; física-química; química; farmacología y farmacia y neurociencias. También se incluyen datos sobre liderazgo en las publicaciones científicas, mostrando un claro desequilibrio en los lugares más importantes del sistema científico: solo el 20,5 % de publicaciones fueron lideradas por mujeres a lo largo del período 2014-2018 frente al 50,4 % lideradas por hombres de instituciones españolas. Los datos también corroboran estudios previos en el sentido de que cuando el liderazgo recae en una mujer participan más mujeres en el equipo de investigación. Así, hay un 43 % de publicaciones lideradas por mujeres en el que intervienen mujeres de una institución española; este porcentaje baja al 35 %, cuando quien lidera es un hombre.

En cuanto al impacto de la producción científica, si bien es cierto que el porcentaje de documentos citados en el que intervienen mujeres (89,5 % en 2018) es ligeramente superior al porcentaje de la producción en el que no están presentes (87,6 %), el número de citas por documento es menor que en los que no participan, si bien esta diferencia se recorta a medida que avanza el quinquenio, igualándose en 2018. El estudio también muestra cómo el 12,3 % de las publicaciones en las que participan mujeres estaban entre las más citadas del mundo en el año 2018, dato muy similar al porcentaje de las publicaciones en el que no intervienen. En cuanto al impacto de las revistas, los datos muestran cómo, a lo largo de todo el período, el 55 % de los documentos en el que participaron mujeres se publican en las revistas más relevantes a nivel internacional, es decir, aquellas que se encuentran en el primer cuartil (25 %) de su categoría, dato ligeramente superior al porcentaje de la producción científica en el que no intervienen. No obstante, habría que añadir a este estudio inicial el análisis de las posiciones de autoría que ocupan las mujeres para tener una imagen más precisa de las brechas de género que se producen en la producción científica.

Respecto a la visibilidad internacional, se observa cómo la colaboración científica internacional es substancialmente inferior en los documentos en los que participan mujeres, aunque se observa una evolución positiva a lo largo del período analizado. Estos resultados coinciden con los de otros estudios y de otros sectores en los que se muestra la menor movilidad internacional de las mujeres, en parte motivada por las dificultades de conciliación personal, familiar y profesional (Faucha y Balasch, 2022). En este indicador se observan, también, diferencias relevantes por disciplinas temáticas, con una mayor colaboración internacional (con porcentajes superiores al 60 %) en física aplicada, ciencias de las plantas y biología celular. 

A modo de resumen, el estudio presentado ofrece, pues, una radiografía de los sesgos de género que todavía persisten en el sistema científico español. A partir de una recopilación de los principales indicadores de evaluación científica utilizados en el Estado español, el estudio muestra los desequilibrios hacia las mujeres que se producen en las áreas CTEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), especialmente en las ingenierías y la tecnología. El estudio abre la puerta a futuros desarrollos como pueden ser la inclusión de otras áreas, como las ciencias sociales y las humanidades, en las que los sesgos de género también están muy presentes; la consideración de otras variables que inciden en la trayectoria científica, además del sexo, y que interseccionan con esta como es la edad, así como la evolución que se ha producido desde 2018 hasta la actualidad. Hay que destacar, también, la llamada que se hace en las conclusiones del estudio sobre la necesidad de que editores de revistas y propietarios de las bases de datos de referencias internacionales añadan un campo obligatorio en donde se indique el sexo de los autores de una publicación de manera que se facilite el análisis de la producción científica desde una perspectiva de género.

El estudio reseñado abre la puerta a reflexionar en torno a las desigualdades que el actual sistema de evaluación de la actividad científica basado en la visibilidad de los estudios o los indicadores bibliométricos de las publicaciones científicas suponen para la carrera científica de las mujeres. De ahí la necesidad, cada vez más urgente, de explorar nuevas vías en la línea de lo estipulado en la Declaración de San Francisco sobre la evaluación de la investigación (DORA), del 2013, o el Manifiesto de Leiden, de 2015 que reclaman cambios en los sistemas de evaluación. Tal y como se recoge en el dossier del Observatori Social de la Fundació «la Caixa» (2022: Recerca…) dedicado a la investigación y la innovación, en los últimos años, organizaciones de diferentes campos académicos y regiones del mundo han empezado a reformar sus procesos de evaluación y probar nuevas prácticas, como por ejemplo el uso de formatos narrativos a los currículums, la valoración de acciones vinculadas al avance de la ciencia abierta, las referencias a la pluridisciplinariedad, la evaluación por pares y la atención a la relevancia y al impacto local y social de las aportaciones (Delgado-López-Cózar, E., Ràfols, I.; Abadal, 2021). Cabe esperar que estos nuevos sistemas de evaluación incorporen la perspectiva de género y pongan fin a las desigualdades que provocan los sistemas tradicionales de evaluación de la actividad científica. Todo ello requiere también, pues, de un cambio estructural en las instituciones académicas y centros de investigación que incluya una visión estratégica, con la creación de redes y alianzas y mejoras en la comunicación y la información, entre otros instrumentos (Ferguson y Mergaert, 2022).

Referencias

Delgado-López-Cózar, Emilio; Ràfols, Ismael; Abadal, Ernest (2021): «Letter: a call for a radical change in research evaluation in Spain». Profesional de la información, vol.  30, n.º 3. 6 p. 

Faucha, Mireia; Balasch, Marcel (2022). Dones i ciència a Barcelona: una anàlisi qualitativa dels factors que incideixen en la trajectòria de les investigadores. Barcelona: Ajuntament de Barcelona. 73 p.

Ferguson, Lucy; Mergaert, Lut (2022) Resistances to structural change in gender equality. 17 p. 

Recerca i innovació a Espanya i Portugal (2022). Palma: Observatori Social de la Fundació «la Caixa». 51 p. (Dossier; 11). 

¿Es el artículo científico un fósil que ya debe ser eliminado por lento y sesgado a los resultados positivos?

Publicado en The Guardian
https://www.theguardian.com/books/2022/apr/11/the-big-idea-should-we-get-rid-of-the-scientific-paper?s=08 


La gran idea: ¿debemos eliminar el artículo científico?

Como formato es lento, fomenta la exageración y es difícil de corregir. Una revisión radical de la publicación podría mejorar la ciencia

¿Cuándo fue la última vez que vio un artículo científico? Uno físico, quiero decir. Un viejo académico de mi anterior departamento universitario solía guardar todas sus revistas científicas en cajas de cereales recicladas. Al entrar en su despacho, te recibía una pared de gallos de Kellogg's, ocupando estante tras estante, en paquetes que contenían varios números de Journal of Experimental Psychology, Psychophysiology, Journal of Neuropsychology y similares. Era un espectáculo extraño, pero tenía su razón de ser: si no mantenías tus revistas organizadas, ¿cómo podías esperar encontrar el artículo concreto que buscabas?

La época de las cajas de cereales ya pasó: ahora tenemos Internet. Después de haber sido impresa en papel desde que se inauguró la primera revista científica en 1665, la inmensa mayoría de las investigaciones se presentan, revisan y leen en línea. Durante la pandemia, a menudo se devoraba en las redes sociales, una parte esencial del desarrollo de la historia de Covid-19. Los ejemplares impresos de las revistas se ven cada vez más como curiosidades, o no se ven en absoluto.

Pero aunque Internet ha transformado la forma en que leemos, el sistema general de publicación de la ciencia sigue siendo prácticamente el mismo. Seguimos teniendo artículos científicos; seguimos enviándolos a los revisores; seguimos teniendo editores que dan el visto bueno o no a la publicación de un artículo en su revista.

Este sistema conlleva grandes problemas. El principal es el sesgo de publicación: es más probable que los revisores y editores den una buena nota a un artículo científico y lo publiquen en su revista si presenta resultados positivos o interesantes. Por ello, los científicos hacen todo lo posible por dar bombo a sus estudios, apoyarse en sus análisis para obtener "mejores" resultados y, a veces, incluso cometer fraudes para impresionar a esos importantes guardianes. Esto distorsiona drásticamente nuestra visión de lo que realmente ocurrió.

Hay algunas soluciones posibles que cambian el funcionamiento de las revistas. Tal vez la decisión de publicar podría basarse únicamente en la metodología de un estudio, en lugar de en sus resultados (esto ya está ocurriendo en cierta medida en algunas revistas). Tal vez los científicos podrían publicar todas sus investigaciones por defecto, y las revistas se encargarían de comisariar, en lugar de decidir, qué resultados salen al mundo. Pero tal vez podríamos ir un paso más allá y deshacernos por completo de los artículos científicos.

Los científicos están obsesionados con los artículos, en concreto, con tener más artículos publicados bajo su nombre, ampliando la crucial sección de "publicaciones" de su CV. Así que puede parecer una barbaridad sugerir que podríamos prescindir de ellos. Pero esa obsesión es el problema. Paradójicamente, el estatus sagrado de un artículo publicado y revisado por pares hace más difícil que el contenido de esos artículos sea correcto.

Pensemos en la desordenada realidad de la investigación científica. Los estudios casi siempre arrojan cifras extrañas e inesperadas que complican cualquier interpretación sencilla. Pero un artículo tradicional -con el recuento de palabras y todo- te obliga a simplificar las cosas. Si lo que se persigue es el gran objetivo de un artículo publicado, la tentación de limar algunos de los bordes irregulares de los resultados está siempre presente, para ayudar a "contar una historia mejor". Muchos científicos admiten, en las encuestas, que hacen precisamente eso: convertir sus resultados en artículos inequívocos y de aspecto atractivo, pero distorsionando la ciencia en el camino.

Y considere las correcciones. Sabemos que los artículos científicos suelen contener errores. Un algoritmo que analizó miles de artículos de psicología descubrió que, en el peor de los casos, más del 50% tenía un error estadístico específico, y más del 15% tenía un error lo suficientemente grave como para anular los resultados. En el caso de los artículos, la corrección de este tipo de errores es una tarea ardua: hay que escribir a la revista, llamar la atención del ocupado editor y conseguir que publique un nuevo y breve artículo que detalle formalmente la corrección. Muchos científicos que solicitan correcciones se encuentran con que las revistas les dan largas o las ignoran. Imagínese el número de errores que pueblan la literatura científica y que no han sido corregidos porque hacerlo es demasiado complicado. 

Por último, consideremos los datos. Antes, compartir los datos brutos que formaban la base de un artículo con los lectores de ese artículo era más o menos imposible. Ahora puede hacerse con unos pocos clics, subiendo los datos a un repositorio abierto. Y sin embargo, actuamos como si viviéramos en el mundo de antaño: los artículos casi nunca llevan los datos adjuntos, lo que impide a los revisores y lectores ver la imagen completa.

La solución a todos estos problemas es la misma que la respuesta a "¿Cómo organizo mis revistas si no uso cajas de cereales?" Usar Internet. Podemos convertir los diarios en minisitios web (a veces llamados "cuadernos") que informan abiertamente de los resultados de un determinado estudio. De este modo, no sólo se puede ver todo el proceso, desde los datos hasta el análisis y la redacción (el conjunto de datos se incluiría en el sitio web junto con todo el código estadístico utilizado para analizarlo, y cualquiera podría reproducir el análisis completo y comprobar que obtiene las mismas cifras), sino que cualquier corrección podría realizarse de forma rápida y eficaz, con la fecha y la hora de todas las actualizaciones registradas públicamente.

Esto supondría una gran mejora con respecto a la situación actual, en la que el análisis y la redacción de los artículos se realizan en privado y los científicos deciden a su antojo si hacen públicos sus resultados. Por supuesto, arrojar luz sobre todo el proceso podría revelar ambigüedades o contradicciones difíciles de explicar en los resultados, pero así es la ciencia en realidad. También hay otras ventajas potenciales de esta forma de publicar la ciencia con alta tecnología: por ejemplo, si se realizara un estudio a largo plazo sobre el clima o el desarrollo infantil, sería muy fácil añadir nuevos datos a medida que fueran apareciendo. 

Hay barreras para grandes cambios como éste. Algunos tienen que ver con las habilidades: es fácil escribir un documento de Word con tus resultados y enviarlo a una revista, como hacemos ahora; es más difícil hacer un sitio web de cuaderno que entrelace los datos, el código y la interpretación. Y lo que es más importante, ¿cómo funcionaría la revisión por pares en este escenario? Se ha sugerido que los científicos podrían contratar a "equipos rojos" -personas cuyo trabajo es detectar agujeros en sus hallazgos- para que indaguen en los sitios de sus cuadernos y los prueben hasta destruirlos. Pero quién pagaría, y cómo funcionaría exactamente el sistema, es objeto de debate.

Hemos avanzado de forma asombrosa en muchas áreas de la ciencia y, sin embargo, seguimos atascados en el viejo y defectuoso modelo de publicación de la investigación. De hecho, incluso el nombre de "paper" nos remite a una época pasada. Algunos campos de la ciencia ya se están moviendo en la dirección que he descrito aquí, utilizando cuadernos en línea en lugar de revistas, documentos vivos en lugar de fósiles vivos. Es hora de que el resto de la ciencia siga su ejemplo.

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The big idea: should we get rid of the scientific paper?

As a format it’s slow, encourages hype, and is difficult to correct. A radical overhaul of publishing could make science better

When was the last time you saw a scientific paper? A physical one, I mean. An older academic in my previous university department used to keep all his scientific journals in recycled cornflakes boxes. On entering his office, you’d be greeted by a wall of Kellogg’s roosters, occupying shelf upon shelf, on packets containing various issues of Journal of Experimental Psychology, Psychophysiology, Journal of Neuropsychology, and the like. It was an odd sight, but there was method to it: if you didn’t keep your journals organised, how could you be expected to find the particular paper you were looking for?

The time for cornflakes boxes has passed: now we have the internet. Having been printed on paper since the very first scientific journal was inaugurated in 1665, the overwhelming majority of research is now submitted, reviewed and read online. During the pandemic, it was often devoured on social media, an essential part of the unfolding story of Covid-19. Hard copies of journals are increasingly viewed as curiosities – or not viewed at all. 

But although the internet has transformed the way we read it, the overall system for how we publish science remains largely unchanged. We still have scientific papers; we still send them off to peer reviewers; we still have editors who give the ultimate thumbs up or down as to whether a paper is published in their journal.

This system comes with big problems. Chief among them is the issue of publication bias: reviewers and editors are more likely to give a scientific paper a good write-up and publish it in their journal if it reports positive or exciting results. So scientists go to great lengths to hype up their studies, lean on their analyses so they produce “better” results, and sometimes even commit fraud in order to impress those all-important gatekeepers. This drastically distorts our view of what really went on.

There are some possible fixes that change the way journals work. Maybe the decision to publish could be made based only on the methodology of a study, rather than on its results (this is already happening to a modest extent in a few journals). Maybe scientists could just publish all their research by default, and journals would curate, rather than decide, which results get out into the world. But maybe we could go a step further, and get rid of scientific papers altogether. 

Scientists are obsessed with papers – specifically, with having more papers published under their name, extending the crucial “publications” section of their CV. So it might sound outrageous to suggest we could do without them. But that obsession is the problem. Paradoxically, the sacred status of a published, peer-reviewed paper makes it harder to get the contents of those papers right.

Consider the messy reality of scientific research. Studies almost always throw up weird, unexpected numbers that complicate any simple interpretation. But a traditional paper – word count and all – pretty well forces you to dumb things down. If what you’re working towards is a big, milestone goal of a published paper, the temptation is ever-present to file away a few of the jagged edges of your results, to help “tell a better story”. Many scientists admit, in surveys, to doing just that – making their results into unambiguous, attractive-looking papers, but distorting the science along the way.


And consider corrections. We know that scientific papers regularly contain errors. One algorithm that ran through thousands of psychology papers found that, at worst, more than 50% had one specific statistical error, and more than 15% had an error serious enough to overturn the results. With papers, correcting this kind of mistake is a slog: you have to write in to the journal, get the attention of the busy editor, and get them to issue a new, short paper that formally details the correction. Many scientists who request corrections find themselves stonewalled or otherwise ignored by journals. Imagine the number of errors that litter the scientific literature that haven’t been corrected because to do so is just too much hassle

Finally, consider data. Back in the day, sharing the raw data that formed the basis of a paper with that paper’s readers was more or less impossible. Now it can be done in a few clicks, by uploading the data to an open repository. And yet, we act as if we live in the world of yesteryear: papers still hardly ever have the data attached, preventing reviewers and readers from seeing the full picture.

The solution to all these problems is the same as the answer to “How do I organise my journals if I don’t use cornflakes boxes?” Use the internet. We can change papers into mini-websites (sometimes called “notebooks”) that openly report the results of a given study. Not only does this give everyone a view of the full process from data to analysis to write-up – the dataset would be appended to the website along with all the statistical code used to analyse it, and anyone could reproduce the full analysis and check they get the same numbers – but any corrections could be made swiftly and efficiently, with the date and time of all updates publicly logged.

This would be a major improvement on the status quo, where the analysis and writing of papers goes on entirely in private, with scientists then choosing on a whim whether to make their results public. Sure, throwing sunlight on the whole process might reveal ambiguities or hard-to-explain contradictions in the results – but that’s how science really is. There are also other potential benefits of this hi-tech way of publishing science: for example, if you were running a long-term study on the climate or on child development, it would be a breeze to add in new data as it appears. 

There are barriers to big changes like this. Some are to do with skills: it’s easy to write a Word document with your results and send it in to a journal, as we do now; it’s harder to make a notebook website that weaves together the data, code and interpretation. More importantly, how would peer review operate in this scenario? It’s been suggested that scientists could hire “red teams” – people whose job is to pick holes in your findings – to dig into their notebook sites and test them to destruction. But who would pay, and exactly how the system would work, is up for debate.

We’ve made astonishing progress in so many areas of science, and yet we’re still stuck with the old, flawed model of publishing research. Indeed, even the name “paper” harkens back to a bygone age. Some fields of science are already moving in the direction I’ve described here, using online notebooks instead of journals – living documents instead of living fossils. It’s time for the rest of science to follow suit.


REINO UNIDO vs Springer: rechaza acuerdo "transformativo"... que incluye APC de € 9,500 por artículo

Publicado en THE Times Higher Education

https://www.timeshighereducation.com/news/uk-rejects-inexplicable-price-hike-nature-journals?fbclid=IwAR2qMVAhbgWca8jy2wGwHtWgmuW5Y23JjwddiYjuL4xSmaS8de3QaBFnfnw 


El Reino Unido rechaza la "inexplicable" subida de precios de las revistas de Nature


Las universidades buscan un importante ahorro tras la victoria de Elsevier


24 de mayo de 2022

Jack Grove

Twitter: @jgro_the


Las universidades británicas se enfrentan a un nuevo impasse con una de las principales editoriales académicas tras rechazar una propuesta que les habría hecho pagar casi un millón de libras más al año por leer y publicar en las revistas de Nature.


En un momento en el que el sector británico desea realizar "ahorros significativos", ya que este año expiran los acuerdos con varias editoriales importantes, el grupo de contenidos que actúa en nombre de Universities UK (UUK) ha rechazado una propuesta de lectura y publicación para 35 revistas de la marca Nature "debido al coste", según un correo electrónico interno visto por Times Higher Education.


La propuesta obligaría a los suscriptores a pagar a Springer Nature 940.000 libras adicionales a las tarifas de suscripción de 2022 -un aumento del 19%-, mientras que seguiría requiriendo un acuerdo separado para Nature Review y los títulos de la marca Palgrave.


La decisión del grupo de estrategia de negociación de contenidos de la UUK de rechazar "unánimemente" la propuesta de la editorial se produce mientras continúan las negociaciones con otras dos grandes editoriales, Wiley y Taylor & Francis, y se prevé que los tres acuerdos existentes se renegocien a finales de diciembre.


La estrategia sigue a las largas conversaciones con Elsevier, la mayor editorial académica del mundo, que finalmente concluyeron en un acuerdo de acceso abierto de tres años anunciado en marzo que permitirá tanto la publicación de acceso abierto ilimitado como el acceso a revistas de pago por lo que fue descrito por Jisc, que dirigió las negociaciones en nombre de UUK, como una "reducción significativa del gasto institucional actual".


Phil Sykes, director de bibliotecas, museos y galerías de la Universidad de Liverpool, que ha participado en anteriores rondas de negociación a nivel nacional con editoriales internacionales, se mostró sorprendido de que Springer Nature "se enfrente a las universidades de esta manera".


"Es inexplicable", dijo el Sr. Sykes, ex presidente de Research Libraries UK, quien reflexionó que Springer Nature "debe haber visto el resultado de las negociaciones con Elsevier". "¿En qué universo posible las universidades que han logrado una reducción de precios del 15%, y un acuerdo completo de lectura y publicación, con la mayor editorial científica del mundo, de repente deciden que se conforman con un aumento del 19% de Springer?", dijo el Sr. Sykes. 


Dados los recientes esfuerzos de las universidades por mitigar la pérdida de acceso a las revistas de las grandes editoriales, principalmente mediante préstamos interuniversitarios, la "amenaza subyacente que permitía a las editoriales explotar a las universidades simplemente ha desaparecido", añadió.


"Springer tiene que despertar a las nuevas realidades para evitar no sólo un resultado desastroso para ellos en el Reino Unido, sino un precedente que será profundamente perjudicial para su negocio global", dijo Sykes.


El actual impasse se produce tras la decisión de Jisc de excluir el título estrella Nature, así como las revistas de investigación Nature y los títulos de Palgrave, de su lista de "revistas transformadoras" que cumplen con los requisitos de la UK Research and Innovation (UKRI), lo que de hecho impide a los investigadores radicados en el Reino Unido utilizar los fondos del consejo de investigación para pagar los gastos de procesamiento de sus artículos. En el caso de Nature, se trata de 8.290 libras (9.500 euros) por artículo.


Sin embargo, Springer Nature ha insistido en que existe una "vía de cumplimiento" limitada en el tiempo en la que los investigadores pueden depositar un manuscrito o una versión de registro aceptada por el autor que permita utilizar los fondos del UKRI.


Esta solución estará vigente hasta finales de diciembre, cuando se espera que se haya acordado un nuevo acuerdo con Springer Nature.


La editorial dijo que las conversaciones con Jisc "siguen siendo cooperativas" y que ambas partes estaban "trabajando juntas para llegar a un acuerdo".


Jisc dijo que estaba buscando un acuerdo para los títulos de Nature y Palgrave "que cumpla con los requisitos del sector". "Aunque la última propuesta fue rechazada, seguimos trabajando con Springer Nature para lograr un resultado aceptable en las negociaciones", dijo.


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UK rejects ‘inexplicable’ price hike for Nature journals

Universities seeking significant savings after Elsevier victory

May 24, 2022

Jack Grove

Twitter: @jgro_the


UK universities face another stand-off with a major academic publisher after rejecting a proposal that would have seen them pay nearly £1 million extra annually to read and publish in Nature journals.

With the UK sector keen to make “significant savings” as several big publisher deals expire this year, the content group acting on behalf of Universities UK (UUK) has rejected a read-and-publish proposal for 35 Nature-branded journals “due to cost”, according to an internal email seen by Times Higher Education.

The proposal would require subscribers to pay Springer Nature an extra £940,000 on top of 2022 subscription fees – a 19 per cent increase – while still requiring a separate agreement for Nature Review and Palgrave-branded titles. 

The decision by UUK’s content negotiation strategy group to “unanimously” reject the publisher’s proposal comes as negotiations with two other large publishers – Wiley and Taylor & Francis – continue, with all three existing deals set to be renegotiated by late December.

The strategy follows lengthy talks with Elsevier, the world’s biggest academic publisher, which eventually concluded in a three-year open access deal announced in March that will allow both unlimited open access publishing and access to paywalled journals for what was described by Jisc, which led negotiations on behalf of UUK, as a “significant reduction on current institutional spend”.

Phil Sykes, director of libraries, museums and galleries at the University of Liverpool, who has been involved in previous national-level negotiating rounds with international publishers, said he was surprised to see Springer Nature “picking a fight with universities in this way”.

“It is inexplicable,” said Mr Sykes, a former chair of Research Libraries UK, who reflected that Springer Nature “must have seen the outcome of the Elsevier negotiations”. “In what possible universe would universities who have achieved a 15 per cent price decrease, and a full read-and-publish deal, with the biggest science publisher in the world, suddenly decide that they are content with a 19 per cent increase from Springer?” said Mr Sykes. 

Given recent efforts by universities to mitigate the loss of access to journals run by big publishers, chiefly via inter-university loans, the “underlying threat that used to enable publishers to exploit universities has simply gone”, he added.

“Springer need to wake up to the new realities to avoid not only a disastrous outcome for them in the UK, but a precedent that will be deeply damaging to their global business,” said Mr Sykes.

The current impasse follows the decision by Jisc to exclude the marquee title Nature, as well as Nature research journals and Palgrave titles, from its list of “transformative journals” compliant with UK Research and Innovation (UKRI) requirements, in effect barring UK-based researchers from using research council funds to pay for their article processing charges. In the case of Nature, that is £8,290 (€9,500) per paper.

However, Springer Nature has insisted that a time-limited “compliant route” is available in which researchers can deposit an author-accepted manuscript or version of record that would allow UKRI funds to be used.

This solution will run until the end of December, when it is hoped that a new Springer Nature deal may have been agreed.

The publisher said that discussions with Jisc “continue to be cooperative” and that both sides were “working together towards an agreement”.

Jisc said it was seeking a deal for the Nature and Palgrave titles “that meets the sector’s requirements”. “Whilst the latest proposal was rejected, we continue to work with Springer Nature to achieve an acceptable outcome to the negotiations,” it said.



SUECIA y NORUEGA: frenan digitalización en centros educativos y regresan a la escritura a mano

Publicado en  Huffington Post https://www.huffingtonpost.es/life/hijos/nuevos-estudios-piden-copiar-noruega-suecia-volver-escribir-antano-ay...