Publicado en dpl news
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San Pablo. Durante el ABES Summit 2025, el debate sobre los desdoblamientos de la geopolítica digital y de la era tecnopolar, descrita por la disputa global por datos, energía e infraestructura como eje del poder contemporáneo, cuestionó el papel de Brasil en todo esto que, aun reconociendo su potencial, sigue rezagado frente a las oportunidades.
La ingeniera Maria Veloso resaltó que la disputa dejó la diplomacia y migró hacia la infraestructura, al señalar que la soberanía en el siglo XXI dependerá de quién gobierne los flujos energéticos, digitales y ecológicos. Para ella, Brasil necesita comprender sus “fortalezas conectivas” y actuar sobre ellas. “Quien gobierna datos, energía e hiperinteligencias redibuja el planeta, y Brasil todavía espera para redibujar su lugar”, observó.
La urgencia de reposicionar al país en este tablero también fue defendida por Leonardo Barreto, quien señaló la necesidad de una política comercial y tecnológica capaz de transitar entre los polos de influencia de Estados Unidos y China. Según él, Brasil vive una “fase cognitiva”: entiende el fenómeno, pero aún no sabe cómo reaccionar.
“Necesitamos involucrar a la sociedad, al Congreso y al sector privado en una estrategia nacional de digitalización. Sin eso, seguiremos observando desde fuera una carrera que ya comenzó”, afirmó.
La idea fue reforzada por Daniel Parente, gerente de transformación digital de ApexBrasil, quien presentó el sector de software como un ejemplo de potencial subaprovechado: el país tiene más de 200 empresas exportadoras y un portafolio diverso (desde agritech hasta fintech y govtech), pero aún carece de una cultura de internacionalización. “El mercado externo también es para nosotros. Falta que el empresariado brasileño se vea como actor global”, completó.
Él reforzó el carácter estratégico de las alianzas internacionales y de la diplomacia digital. “Es ilusorio pensar que Brasil va a competir de inmediato con las grandes potencias en IA o semiconductores. Necesitamos asociarnos con naciones y empresas que nos impulsen”, dijo.
En el campo económico, el profesor Alberto Pfeifer, del Insper, llamó la atención sobre el costo de la vacilación. Recordó que el país acumula 200,000 millones de dólares de déficit en la balanza de servicios en cinco años, una cuarta parte de ellos ligados a tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC). Para él, el sector es el único (y el más descuidado) capaz de alterar la inserción internacional de Brasil.
“No tenemos tiempo para formar toda una generación de ingenieros. Es necesario atraer capital humano y empresas de punta ahora, y crear centros de excelencia que formen a los próximos”, alertó. Pfeifer ve la soberanía tecnológica como un desafío doble: reducir la dependencia externa y transformar las ventajas ambientales y energéticas en poder económico concreto.
Entre diagnósticos y advertencias, el panel coincidió en un punto: Brasil comprende el nuevo mapa del poder, pero aún no ha trazado su propia ruta. El país, que podría ocupar una posición estratégica en la intersección entre lo digital y lo verde, sigue al margen de la disputa por infraestructura e innovación. Como sintetizó Maria Veloso, “no gobernar lo digital y lo ambiental es renunciar al propio metabolismo del planeta”.
Jornalista, trabalhou na cobertura de diversos temas como educação, cultura e tecnologia. Atualmente escreve sobre políticas públicas, regulação e os mercados de telecomunicações e tecnologia com foco no Brasil.