Publicado en The Conversation
https://theconversation.com/intentando-mejorar-el-sistema-actual-de-las-publicaciones-cientificas-habra-que-leerse-los-articulos-236000
La ciencia que no se cuenta, no cuenta. Esta frase recoge uno de los
principales objetivos que perseguimos quienes nos dedicamos a la
investigación científica: contar lo que descubrimos, explicar lo que
entendemos y lo que no, compartir avances y fracasos. Todo ello lo
hacemos a través de las publicaciones científicas, es decir, a través
de artículos que aparecen publicados en alguna de las muchas
revistas especializadas disponibles.
Para que se publiquen deben pasar el filtro de calidad que
representa la evaluación entre pares: la revisión altruista,
no remunerada, realizada por otros científicos del campo en cuestión,
que no está exenta de problemas. De hecho, cualquier investigador
que haya intentado explicar cómo funciona nuestro sistema de
publicaciones científicas a personas ajenas al mundo de la investigación
se habrá encontrado con caras de asombro, sorpresa, incomprensión
y hasta de mofa.
Hubo un tiempo en el que los investigadores mandábamos los artículos
a las revistas para que, en el mejor de los casos, si tenían la calidad
suficiente, se publicaran. Las editoriales basaban su modelo de negocio
en la venta de suscripciones a bibliotecas institucionales
o a investigadores individuales, que pagaban por acceder a la
lectura de dichos artículos (incluso los artículos propios, de los cuales
eran autores).
El sistema era claramente muy injusto: todas aquellas instituciones
que no podían adquirir la subscripción a las revistas, y los
investigadores que tampoco podía hacerlo por su cuenta, quedaban
desvalidos, sin posibilidad de seguir de cerca los avances científicos.
Las agencias que financian la investigación con dinero público y las
fundaciones filantrópicas llegaron a la conclusión de que el acceso
por pago a los artículos iba en contra de la difusión de la ciencia que
propugnaban y obligaron a los investigadores a publicar sus resultados
en abierto, para hacerlos accesibles a todo el mundo.
Fue el inicio de la llamada ciencia abierta, una estupenda iniciativa que,
sin embargo, se tornó de nuevo en contra de los investigadores cuando, rápidamente, las editoriales acomodaron su modelo de negocio a
las nuevas reglas y trasladaron directamente al investigador el pago
de la apertura de sus publicaciones. Es decir, el autor paga ahora
por publicar sus resultados en abierto, para que puedan ser leídos
por todos los demás, tengan o no tengan subscripciones a la revista.
Y de nuevo aparece la injusticia: no todos los investigadores tienen la
capacidad de poder abonar las cantidades que las editoriales piden
para publicar en abierto. El precio puede llegar a ser de varios
miles de dólares, en función de la fama o calidad que se le
presupone a la revista, a partir de la magnificación de determinados
índices bibliométricos, como el factor de impacto, convertidos en
símbolos de excelencia y promovidos por las agencias financiadoras,
que se han acostumbrado a catalogar a los investigadores por
dónde publican y por el número de publicaciones, y no
necesariamente por el contenido de lo que publican.
Una derivada, quizá inesperada, de todo lo anterior fue la aparición
de nuevos grupos editoriales y miles de revistas que facilitaban
la publicación en abierto de los resultados aportados por los
investigadores, con unos filtros de revisión más relajados,
pero siempre tras el pago de la correspondiente cuota por publicar
en esas revistas, globalmente denominadas como revistas y editoriales depredadoras. Un modelo de negocio imbatible, extraordinariamente
lucrativo, con porcentajes de beneficios de dos cifras, superiores
a los de cualquier otra empresa de cualquier otro sector.
Descrito así, el paisaje de las publicaciones científicas parece
desolador y decepcionante. Los investigadores nos vemos atrapados
entre la demanda de las agencias financiadoras de publicar en abierto
y la necesidad de abonar cantidades considerables a las revistas
para acomodar esa demanda de ciencia abierta.
¿Existen alternativas a esta situación kafkiana? Afortunadamente,
han surgido varias iniciativas para contrarrestar o promover la
ciencia abierta de verdad, una que permita publicar resultados
revisados por pares de forma gratuita y, a la vez, permita leerlos
también gratuitamente. Es la estrategia llamada diamante.
Durante la pandemia de covid-19 se popularizó en las ciencias de
la vida y de la salud un sistema de ciencia abierta, iniciado hace años
por los físicos, que permite compartir los resultados de una investigación antes de ser evaluados por una revista (o mientras lo están siendo). Son los llamados repositorios de prepublicaciones o pre-prints, como bioRxiv.
Los pre-prints permiten acceder a los resultados de un trabajo
inmediatamente, sin pago por los autores ni por los lectores.
Naturalmente, con la prudencia debida, al tratarse de trabajos
todavía no evaluados, pero que sin embargo sí se pueden comentar
entre la comunidad científica. Estas publicaciones determinan la
fecha de prioridad de hallazgos y descubrimientos.
Otras soluciones pasan por la publicación en revistas financiadas por
las propias instituciones (sociedades científicas, instituciones
de investigación, agencias que financian las investigaciones…).
Aquí de nuevo se trataría de repositorios o revistas institucionales
en las que los autores podrían publicar, tras la revisión por pares,
sin abonar ninguna tasa y cuyos artículos podrían leerse igualmente
sin mediar ningún pago.
La Comisión Europea lanzó la revista Open Research Europe
precisamente con estas premisas, para facilitar la publicación de
los resultados de proyectos financiados por la propia Comisión,
de los programas Horizon 2020, Horizon Europe o ERC, entre otros.
En España, el CSIC, a través de DIGITAL.CSIC, ha lanzado
una revista de psicología experimental cuyos costes de publicación
son sufragados por la sociedad científica que promueve esta revista
y por el propio repositorio institucional.
Y en la misma línea, un grupo de filósofos, hartos de luchar contra
los grandes grupos editoriales, han promovido una revista abierta,
Open Library of Humanities, soportada por diversas instituciones,
en la que no hay que pagar para publicar ni para leer los artículos.
El éxito de estas y otras iniciativas de ciencia abierta de verdad,
con estrategia diamante, dependerá de la credibilidad que les
demos desde la comunidad científica y, sobre todo, del crédito
que les otorguen las agencias que financian la investigación.
investigadora
El acuerdo por la reforma de la evaluación de la actividad investigadora, promovido por Science Europe y apoyado por
la Comisión Europea, publicado en julio de 2022, pretende
superar el sistema actual de evaluación de la ciencia,
esencialmente cautivo de las métricas bibliográficas que identifican
las revistas, como los factores de impacto.
Para lograrlo propone evaluar el impacto de los resultados de la
investigación de forma más amplia, aplicando criterios no solo
cuantitativos sino también cualitativos. Y recoge iniciativas anteriores como DORA y el manifiesto de Leiden.
Si prospera, para evaluar un artículo científico ya no bastará
con saber en qué revista ha sido publicado: habrá que leerse
el artículo para apreciar el impacto de la investigación que describe.
Habrá que leerse el artículo. Quédense con esta idea.
Leer más: Revistas depredadoras: el negocio fraudulento del siglo
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