domingo, 20 de julio de 2025

SciELO-Argentina festeja su 20° aniversario

 



20º aniversario de SciELO Argentina

Durante este mes SciELO Argentina se encuentra cumpliendo el 20º aniversario de su puesta en línea y desde la actual coordinación nacional queremos agradecer el trabajo de todas las personas que hicieron posible llegar a este momento: los directivos del CAICYT y coordinadores que nos precedieron, las y los colegas que formaron parte del equipo y a todos los equipos editoriales de las revistas que forman parte de nuestra colección.

Un poco de historia

En julio de 2005, SciELO Argentina fue puesta en línea como una biblioteca electrónica que abarca una colección de revistas científicas seleccionadas coordinada por el Centro Argentino de Información Científica y Tecnológica CAICYT-CONICET. Su recorrido para lograr esa puesta en línea se remonta a 1999. Fue durante la gestión del Dr. Tito Suter que se dio el puntapié inicial a la presencia de SciELO en Argentina, en el marco del Primer Seminario Nacional de Edición Científica organizado por el CAICYT[1].

El proyecto SciELO fue expuesto a los asistentes por Abel Packer y Mariana Rocha Biojone, representantes de SciELO Brasil y BIREME. Al respecto, en la minuta del seminario se lee:

“En el debate que siguió a esta presentación se reconocieron por una parte las virtudes de SCIELO y se admitió que inexorablemente las revistas científicas tenían que considerar en los próximos años la opción electrónica. Si en toda América Latina se adoptara esta metodología, se contaría con un importante repertorio de revistas con una forma de acceso homogéneo y posibilidades de estudios estadísticos globales para la región”. (CAICYT, 1999: 112)

El impulso dado en esa primera presentación fue tomando forma durante el periodo dirigido por la Licenciada Cecilia Mabragaña[2], en el que se llevaron a cabo muchas de las acciones que posibilitaron la concreción del proyecto durante la siguiente gestión, dirigida por el Prof. Mario Albornoz[3].

Entre las actividades más destacadas de esa época, se pueden mencionar la compra e instalación de un servidor (que fue compartido con otros institutos del edificio) y la conectividad por fibra óptica, la selección y evaluación de las primeras revistas que integrarían la colección y, fundamentalmente, la presentación en mayo de 2001 del proyecto integral al CONICET.

También en 2001, se aprobó por resolución del Directorio de CONICET[4], la creación del portal de revistas electrónicas SciELO Argentina como sistema de revistas científicas electrónicas a texto completo y con acceso abierto, libre y gratuito encargando al CAICYT la coordinación del proyecto.

Sin embargo, el hecho que se considera formalmente iniciador del proyecto es la realización del Primer Taller de Metodología SciELO, entre el 2 y el 6 de diciembre del año 2002, que contó con dos capacitadores de BIREME y el apoyo de CONICET y la Organización Panamericana de la Salud OPS-OMS. Participaron del mismo, personal profesional y técnico del CAICYT y un representante por cada revista seleccionada para iniciar la colección.

La selección de revistas fue solucionada gracias a la previa creación del Núcleo Básico de Revistas Científicas de CONICET en 1999 con el fin de agrupar al conjunto de publicaciones científicas y tecnológicas argentinas de excelencia, en los distintos campos del conocimiento.

El portal SciELO Argentina comenzó a operar a mediados de julio del año 2005[5], dentro de las colecciones en desarrollo de la Red SciELO. Dicha colección contaba al momento de su inauguración con 5 títulos de revistas[6], con un total de 18 números y 226 artículos.

Desde el comienzo se buscó mantener el contacto permanente entre la Coordinación nacional y los editores y equipos de las revistas que ya formaban parte o buscaban poder ingresar a SciELO, es así que a medida que la colección progresaba se realizaron numerosos talleres para la adopción de la metodología por parte de las publicaciones al igual que presentaciones y exposiciones en jornadas y encuentros dentro del ámbito de la bibliotecología y la edición científica.

En octubre de 2006, luego de ajustes de criterios y evaluaciones, la Coordinación de la Red consideró que el portal SciELO Argentina estaba listo para dejar de ser una iniciativa en desarrollo y obtuvo la certificación para operar regularmente como sitio oficial. En ese momento la colección contaba con 18 títulos de revistas.

2006 – Coord. Lautaro Matas, Rosario Sagasti Carina Gordillo y Alberto Apollaro

La implantación de este modelo de publicación logró en su momento que muchas revistas accedieran por primera vez no solo a su versión electrónica, sino a un sistema en red que le brindaba visibilidad y medios para la evaluación a través de indicadores.

2013 – Coord. Ana María Álvarez Laje, Mariana Vallejos, Emiliano Martini y Danisa Dos Santos

SciELO Argentina cuenta desde el principio con la excelencia en calidad que le otorga el respaldo del Núcleo Básico de Revistas Científicas del CONICET, tanto en su evaluación de criterios formales de calidad editorial como de calidad académica y científica. Asimismo, las revistas integrantes de la colección SciELO Argentina son consideradas de nivel 1 según la Resolución 2249/14 de CONICET.

SciELO hoy

Actualmente el equipo SciELO Argentina está conformado por tres integrantes en total y la colección de revistas asciende a 131 títulos vigentes.


Emiliano Martini, Romina De Bernardi y Carina Gordillo

SciELO ha jugado un rol muy importante en la difusión del movimiento de acceso abierto que se manifiesta en la adhesión por parte de las revistas al mismo. Asimismo, a pesar del surgimiento de otros sistemas y portales con el transcurrir de los años, se sigue valorando muy positivamente la importancia de pertenecer a la red.

En el sitio SciELO Argentina se pueden ver los Requisitos de Ingreso y Permanencia en SciELO Argentina accediendo desde el enlace Evaluación de revistas en la pantalla principal vigentes a la fecha.

Distribución de cantidad de revistas SciELO por áreas temáticas

En los últimos años SciELO Argentina viene trabajando en pos de lograr la adopción de las prácticas de la ciencia abierta por parte de las revistas que forman parte de su colección, en especial el alineamiento de la Ciencia Abierta con IDEIA, Impacto, Diversidad, Equidad, Inclusión y Accesibilidad.

Por último, queremos compartir con nuestra comunidad que formamos parte del Comité Consultivo de la Red SciELO (desde el 1 de julio del corriente año y hasta el 30 de junio de 2026) junto a las coordinaciones de Brasil, España, México y Sudáfrica.

Notas:

[1] Buenos Aires, 26 y 27 de julio de 1999.
[2] Directora del CAICYT durante el periodo 1999-2004.
[3] Director del CAICYT durante el periodo 2004-2008.
[4] Res. CONICET Nro. 1486 del 22 de mayo de 2001.
[5] Técnicamente las primeras revistas fueron accesibles desde el 25 de agosto del 2004 en el Portal SciELO (http://scielo-ar.bvs.br, enlace que ya no existe), operando el sitio en fase experimental.
[6] Biocell, Medicina (Buenos Aires), Revista de la Asociación Geológica Argentina, Latin American Applied Research y Ameghiniana – revista de la Asociación Paleontológica Argentina.

Autora: Carina Gordillo
Revisión: Carolina De Volder

jueves, 10 de julio de 2025

COAR lanza el Directorio Internacional de Repositorios (IRD)

Publicado en blog Universo abierto
https://universoabierto.org/2025/07/10/coar-lanza-el-directorio-internacional-de-repositorios-ird/ 





International Repository Directory, IRD

https://ird.coar-repositories.org/browser?lang=en

La Confederación de Repositorios de Acceso Abierto (COAR) ha lanzado el Directorio Internacional de Repositorios (International Repository Directory, IRD), una herramienta global que proporciona información actualizada y fiable sobre los repositorios académicos de acceso abierto de todo el mundo. El objetivo del IRD es ofrecer una fuente autorizada que permita conocer de forma estandarizada las características de cada repositorio, tales como su plataforma tecnológica, alcance temático, ubicación geográfica, institución afiliada y funcionalidades disponibles.

El directorio cuenta actualmente con más de 7.500 registros, de los cuales aproximadamente 700 han sido verificados. La información se obtiene y actualiza mediante un modelo de curaduría distribuida, en el que organizaciones nacionales o regionales —denominadas “Responsables”— se encargan de supervisar y mantener la calidad de los datos de los repositorios de sus respectivos países o regiones. Estas organizaciones pueden designar curadores que actualicen la información manualmente o de manera automatizada.

La plataforma tecnológica del IRD ha sido desarrollada por Antleaf y funciona como una infraestructura centralizada, pero gestionada colaborativamente. Todo el software es de código abierto con licencia MIT, y los datos están disponibles bajo la licencia CC0, lo que permite su reutilización sin restricciones. Esta iniciativa refuerza el compromiso de COAR con el desarrollo de una red global de repositorios más interconectada, transparente y sostenible.


miércoles, 9 de julio de 2025

U.S.A.: Los Institutos Nacionales de Salud impondrán límites al cobro de APCs

Publicado en National Institutes of Health
https://www.nih.gov/news-events/news-releases/nih-crack-down-excessive-publisher-fees-publicly-funded-research 




martes, 8 de julio de 2025


Los NIH tomarán medidas enérgicas contra las tarifas excesivas que cobran los editores por la investigación financiada con fondos públicos


Como parte de su compromiso permanente con la transparencia científica y la administración responsable del dinero de los contribuyentes, los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) han anunciado hoy sus planes para aplicar una nueva política que limitará el importe que los editores pueden cobrar a los científicos financiados por los NIH por hacer públicos los resultados de sus investigaciones. Esta iniciativa refleja un esfuerzo más amplio por restablecer la confianza de los ciudadanos en la salud pública promoviendo una comunicación científica abierta, honesta y transparente.


«La creación de un entorno de investigación abierto, honesto y transparente es un elemento clave para restablecer la confianza del público en la salud pública», declaró el Dr. Jay Bhattacharya, Director de los NIH.


«Esta reforma hará que la ciencia sea accesible no sólo al público, sino también a la comunidad científica en general, al tiempo que pondrá fin a los incentivos perversos que no benefician a los contribuyentes.»


El panorama actual de la publicación académica presenta retos cada vez mayores. Algunas de las principales editoriales cobran hasta 13.000 dólares por artículo para el acceso abierto inmediato, al tiempo que perciben sustanciosas cuotas de suscripción de organismos gubernamentales. Por ejemplo, un grupo editorial recibe al parecer más de 2 millones de dólares anuales en concepto de cuotas de suscripción de los NIH, además de decenas de millones más en concepto de gastos exclusivos de procesamiento de artículos (APC). En última instancia, estos costes gravan a los contribuyentes que ya han financiado la investigación subyacente.


Para hacer frente a este desequilibrio, los NIH introducirán un límite en los costes de publicación permitidos a partir del Año Fiscal (FY) 2026, garantizando que las tasas de publicación sigan siendo razonables en todo el ecosistema de investigación. El objetivo de esta política es frenar los APC excesivos y garantizar la amplia difusión de los resultados de la investigación sin barreras financieras innecesarias.


El panorama actual de la publicación académica presenta retos cada vez mayores. Algunas de las principales editoriales cobran hasta 13.000 dólares por artículo para el acceso abierto inmediato, al tiempo que perciben sustanciosas cuotas de suscripción de organismos gubernamentales. Por ejemplo, un grupo editorial recibe al parecer más de 2 millones de dólares anuales en concepto de cuotas de suscripción de los NIH, además de decenas de millones más en concepto de gastos exclusivos de procesamiento de artículos (APC). En última instancia, estos costes gravan a los contribuyentes que ya han financiado la investigación subyacente.


Para hacer frente a este desequilibrio, los NIH introducirán un límite en los costes de publicación permitidos a partir del Año Fiscal (FY) 2026, garantizando que las tasas de publicación sigan siendo razonables en todo el ecosistema de investigación. El objetivo de esta política es frenar los APC excesivos y garantizar la amplia difusión de los resultados de la investigación sin barreras financieras innecesarias.


Esta reforma se basa en el compromiso de larga data de los NIH con la ciencia abierta y el acceso público, como demuestran iniciativas como:


La Política de Acceso Público de los NIH, que garantiza que las publicaciones revisadas por pares resultantes de la financiación de los NIH se pongan a disposición del público de forma gratuita y sin embargo.

La Política de Gestión e Intercambio de Datos de los NIH, que promueve el intercambio oportuno de datos científicos independientemente de su estado de publicación.

Las Herramientas de Información en Línea de la Cartera de Investigación de los NIH (RePORT), que proporcionan información pública sobre las actividades, gastos y resultados de la investigación financiada por los NIH.

La Política de Acceso Intramuros de los NIH, que fomenta un uso más amplio de las tecnologías desarrolladas por los NIH mediante estrategias de concesión de licencias que mejoran el acceso público y de los pacientes.



«Esta política supone un paso decisivo para proteger la integridad del sistema de publicaciones científicas y garantizar al mismo tiempo que las inversiones públicas en investigación aporten el máximo beneficio público», declaró el Dr. Bhattacharya.


Acerca de los Institutos Nacionales de Salud (NIH): Los NIH, la agencia de investigación médica del país, incluyen 27 institutos y centros y forman parte del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos. Los NIH son la principal agencia federal que lleva a cabo y apoya la investigación médica básica, clínica y traslacional, e investigan las causas, los tratamientos y las curas de enfermedades comunes y raras. Para más información sobre los NIH y sus programas, visite www.nih.gov 


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Tuesday, July 8, 2025

NIH to crack down on excessive publisher fees for publicly funded research

As part of its ongoing commitment to scientific transparency and responsible stewardship of taxpayer dollars, the National Institutes of Health (NIH) today announced plans to implement a new policy that will cap how much publishers can charge NIH-supported scientists to make their research findings publicly accessible. This initiative reflects a broader effort to restore public trust in public health by promoting open, honest, and transparent scientific communication.

“Creating an open, honest, and transparent research atmosphere is a key part of restoring public trust in public health,” said NIH Director Dr. Jay Bhattacharya. “This reform will make science accessible not only to the public but also to the broader scientific community, while ending perverse incentives that don’t benefit taxpayers.”  

The current landscape of scholarly publishing presents growing challenges. Some major publishers charge as much as $13,000 per article for immediate open access, while also collecting substantial subscription fees from government agencies. For example, one publishing group reportedly receives more than $2 million annually in subscription fees from NIH, in addition to tens of millions more through exclusive article processing charges (APCs). These costs ultimately burden taxpayers who have already funded the underlying research.

To address this imbalance, NIH will introduce a cap on allowable publication costs starting in Fiscal Year (FY) 2026, ensuring that publication fees remain reasonable across the research ecosystem. The policy aims to curb excessive APCs and ensure the broad dissemination of research findings without unnecessary financial barriers.  

This reform builds on NIH’s long-standing commitment to open science and public access, as demonstrated by initiatives such as:

  • The NIH Public Access Policy, which ensures that peer-reviewed publications resulting from NIH funding are made freely available to the public without embargo.

  • The NIH Data Management and Sharing Policy, which promotes the timely sharing of scientific data regardless of publication status.

  • The NIH Research Portfolio Online Reporting Tools (RePORT), which provide public insight into NIH-funded research activities, expenditures, and results.

  • The NIH Intramural Access Policy, which encourages broader use of NIH-developed technologies through licensing strategies that enhance patient and public access.

“This policy marks a critical step in protecting the integrity of the scientific publishing system while ensuring that public investments in research deliver maximum public benefit,” Dr. Bhattacharya said.

About the National Institutes of Health (NIH): NIH, the nation's medical research agency, includes 27 Institutes and Centers and is a component of the U.S. Department of Health and Human Services. NIH is the primary federal agency conducting and supporting basic, clinical, and translational medical research, and is investigating the causes, treatments, and cures for both common and rare diseases. For more information about NIH and its programs, visit www.nih.gov.

martes, 8 de julio de 2025

A «publicar o perecer», ¿hay que añadir «IA o morir»?

Publicado en THE Times Higher Education
https://www.timeshighereducation.com/opinion/publish-or-perish-do-we-need-add-ai-or-die?fbclid=IwY2xjawLKi0FleHRuA2FlbQIxMQBicmlkETFrZWJUQThjckdGUVBTTXFqAR4qBavY0bp-AGVXobudm-zud1_2XuwtH13TPES_toFv0kHtaAN40Hxa9nf0nQ_aem_TjDGzobbHeKpf4ETYeH15g



A «publicar o perecer», ¿hay que añadir «IA o morir»?

La revolución de la cointeligencia está cambiando silenciosamente el significado de la excelencia académica y quién puede alcanzarla, afirma Jakub Drábik

28 de mayo de 2025

Jakub Drábik


Muchos centroeuropeos están familiarizados con un sentimiento particular. Surge cuando, al escuchar a un académico británico o estadounidense en una conferencia o seminario, te das cuenta de que, por muchos libros que leas o por muy sólidas que sean tus ideas, nunca hablarás o escribirás en inglés con tanto estilo o seguridad como ellos.

Su dominio nativo de la lengua franca del mundo académico, su educación de élite y su inmersión temprana en las normas académicas les confieren una especie de ventaja estructural con la que los demás aprenden a convivir, pero que rara vez pueden superar.


O eso creía.


Últimamente he estado experimentando con la IA generativa, no para externalizar mi pensamiento, sino para perfeccionar mi forma de comunicarlo. ¿El resultado? Mi escritura es ahora más rápida, clara y precisa. Es una sensación extraña: Sigo siendo yo, pero con una especie de exoesqueleto intelectual.


Sin embargo, mi experiencia -que seguramente dista mucho de ser única- plantea una pregunta incómoda: ¿la regla de oro de la supervivencia académica -publicar o perecer- se ha complementado ahora con otra: AI o morir?


No quiero decir que la IA vaya a sustituir a los académicos (al menos, espero que no lo haga). Pero podría cambiar radicalmente el aspecto de la excelencia académica, cómo se consigue y quién alcanza el máximo nivel. Y eso merece un análisis más detenido.


Uno de los cambios más visibles de las herramientas de inteligencia conjunta es la silenciosa redistribución del trabajo cognitivo. Tareas que antes exigían un esfuerzo minucioso -redactar frases incómodas, traducir ideas al inglés académico, redactar esquemas- ahora pueden semiautomatizarse. La claridad y la velocidad ya no dependen únicamente de la habilidad personal o de la fluidez lingüística, sino de la fluidez con la que se puede dirigir y dar forma a los resultados de grandes modelos lingüísticos. Y si lo que hoy llamamos «excelencia» es, en parte, la capacidad de producir textos limpios y persuasivos de forma eficiente, entonces la excelencia puede llegar a compartirse de forma más equitativa.


Sin embargo, el impacto de la IA en la equidad tiene sus límites. Los académicos de instituciones con pocos recursos pueden tener dificultades para acceder a los mismos beneficios. Lo mismo puede ocurrir con los que trabajan en lenguas que no están bien adaptadas a los modelos convencionales de IA. Y los que carecen de conocimientos técnicos o se sienten molestos por la ausencia de normas claras para el uso de la IA también pueden quedarse atrás.


En cuanto a esas normas, todo el mundo parece estar de acuerdo en que el autor debe seguir siendo responsable del contenido, independientemente del grado de implicación de la IA. Pero no hay consenso sobre cómo integrar estas herramientas en el proceso de escritura o cómo -o incluso si- reconocer su contribución.


En mi opinión, la alfabetización en IA no debería tratarse como un complemento técnico, sino como una competencia académica básica, al mismo nivel que la alfabetización informacional o la evaluación de fuentes. Algunas universidades, sobre todo en el Reino Unido y Estados Unidos, ya lo han aceptado y han creado programas de alfabetización en IA para ayudar a los colegas más cautos o abrumados a ponerse al nivel de los primeros en adoptarla (a menudo se cita la iniciativa de la Universidad Estatal de Arizona).


Pero otras instituciones, sobre todo de Europa Central y Oriental, siguen dudando y siguen considerando que el uso de la IA es sospechoso o incluso poco ético. Algunas revistas y comités de ética también se han mostrado cautos. Y en medio de tanta incertidumbre, la política no oficial ha pasado a ser la siguiente: utilícela si quiere, pero no hable demasiado alto de ella; al menos, no en las reuniones.


Pero si aceptamos, como debemos, que el uso de la IA es inevitable, tenemos que lidiar con la cuestión fundamental de qué, exactamente, sigue siendo «nuestro» en el trabajo que producimos cuando la redacción, la estructura e incluso parte del andamiaje intelectual se genera conjuntamente con la IA.


Como han argumentado filósofos de la tecnología como Shannon Vallor o David J. Gunkel, el conocimiento coproducido desafía el marco profundamente individualista de la autoría sobre el que descansa el prestigio académico. Puede que también tengamos que replantearnos los conceptos de originalidad e incluso de contribución intelectual.


Centrarlos en la síntesis, el juicio y la dirección podría tener sentido, pero no tengo respuestas. De hecho, ni siquiera estoy seguro de entender del todo el terreno en el que nos estamos adentrando. Pero si no mantenemos los ojos abiertos y no nos ocupamos de las implicaciones de hacia dónde vamos -éticas, pedagógicas e institucionales-, puede que nos encontremos con que no sólo ha cambiado la distribución, sino el significado mismo de la excelencia académica, mientras nosotros seguimos discutiendo sobre si debería hacerlo.


Jakub Drábik es profesor de Historia en la Universidad Angloamericana de Praga e investigador principal en el Instituto de Historia de la Academia Eslovaca de Ciencias.



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To ‘publish or perish’, do we need to add ‘AI or die’?The co-intelligence revolution is quietly reshaping what academic excellence means – and who can attain it, says Jakub Drábik

May 28, 2025

Jakub Drábik


There’s a particular sinking feeling that many Central Europeans are no doubt familiar with. It arises when, listening to a British or American scholar at a conference or seminar, you realise that no matter how many books you read or how solid your ideas are, you will never speak or write as stylishly or confidently in English as they do.

Native fluency in academia’s lingua franca, elite education and early immersion in academic norms give them a kind of structural advantage – one that others learn to live with but can rarely overcome.  

Or so I thought.

Lately, I’ve been experimenting with generative AI – not to outsource my thinking but to sharpen how I communicate it. The result? My writing has become faster, clearer and more precise. It’s a strange feeling: I’m still me, but with a kind of intellectual exoskeleton.

My experience – which is surely far from unique – raises an uncomfortable question, however: has the golden rule of academic survival – publish or perish – now been supplemented by another – AI or die?  

I don’t mean that AI will replace scholars (at least, I hope it won’t). But it could fundamentally reshape what academic excellence looks like, how it’s achieved, and who gets to perform at the top level. And that deserves a closer look.

One of the most visible changes brought by co-intelligence tools is the quiet redistribution of cognitive labour. Tasks that once demanded painstaking effort – rewording awkward phrases, translating ideas into academic English, drafting outlines – can now be semi-automated. Clarity and speed are no longer tied solely to personal skill or linguistic fluency but to how fluently you can direct and shape the output of large language models. And if what we currently call “excellence” is in part the ability to produce clean, persuasive texts efficiently, then excellence potentially stands to be more equitably shared. 

There are limits to AI’s impact on equity, however. Scholars in under-resourced institutions may struggle to access the same benefits. So may those working in languages not well supported by mainstream AI models. And those who lack technical proficiency or who are disturbed about the absence of clear norms for AI use may also be left behind.

Regarding those norms, everyone seems to agree that the author must remain responsible for the content, regardless of how much AI was involved. But there is no consensus about how to integrate these tools into the writing process or how – or even whether – to acknowledge their contribution.  

In my view, AI literacy should be treated not as a technical add-on but as a core academic competency – on a par with information literacy or source evaluation. Some universities, particularly in the UK and US, have already accepted that and have established AI literacy programmes to help more cautious or overwhelmed colleagues catch up with the early adopters – Arizona State University’s initiative is often cited.

But other institutions, particularly in Central and Eastern Europe, remain hesitant, still seeing AI use as suspect or even unethical. Some journals and ethics boards have also been cautious. And amid such uncertainty, the unofficial policy has become: use it if you want to, but don’t talk about it too loudly – at least, not in meetings.

But if we accept, as we must, that AI usage is inevitable, we must grapple with the fundamental question of what, exactly, is still “ours” in the work we produce when the wording, structure and even some of the intellectual scaffolding is co-generated with AI.  

As philosophers of technology, such as Shannon Vallor or David J. Gunkel, have argued, co-produced knowledge challenges the deeply individualistic framework of authorship on which academic prestige rests. We may also need to rethink the concepts of originality and even intellectual contribution.

Centring them on synthesis, judgement and direction might make sense, but I don’t have answers. In fact, I’m not even sure I fully understand the terrain we’re entering. But if we fail to keep our eyes open and engage with the implications of where we are going – ethical, pedagogical and institutional – we may find that not just the distribution but the very meaning of academic excellence has already shifted, while we are still arguing over whether it should.

Jakub Drábik is lecturer in history at the Anglo-American University in Prague and senior research fellow in the Institute of History at the Slovak Academy of Sciences.






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8 principios de la edición académica

Publicado en I nternational Science Council https://es.council.science/blog/research-publishers-eight-principles/?utm_source=ISC&utm_med...