viernes, 2 de agosto de 2024

¡Nuevo Monitoreo SciELO en DOAJ 2024!

 



             ¡Nuevo Monitoreo SciELO en DOAJ 2024!





¡Descubre las últimas tendencias y datos sobre las revistas SciELO en DOAJ!

Desde 2020, llevamos a cabo un estudio anual para analizar la presencia y evolución de las revistas SciELO en el Directorio de Revistas de Acceso Abierto (DOAJ). Este estudio es una herramienta crucial para editores de revistas, investigadores, bibliotecarios y gestores de información que buscan comprender la visibilidad y el impacto de las revistas de acceso abierto en el ámbito académico.

Descubre el estudio 2024

Fecha de publicación: 31 de julio 2024

Enlace al estudio completo: Accede al estudio aquí

Principales hallazgos: Información detallada sobre qué y cuántas revistas de SciELO están presentes en DOAJ, tendencias año tras año y análisis comparativos.





Este monitoreo es fundamental para:

- Investigadores: permite obtener información actualizada sobre revistas de alta calidad y acceso abierto.

- Instituciones académicas: es posible evaluar y seleccionar revistas para sus repositorios y bibliotecas digitales.

- Editores y gestores: facilita el estudio y comprensión de la dinámica y el impacto de las publicaciones en el panorama de acceso abierto.




Datos Relevantes del Monitoreo 2024

Número de revistas monitoreadas: 1654

Aumento en la presencia desde la edición 2023: 5.7% más registros

Nuevas incorporaciones destacadas: Top 3 compuesto por revistas de Brasil, Colombia y México




Contacto 

¡Conéctate con nosotros! Para obtener más información, participar en discusiones o colaborar en futuros estudios, no dudes en contactarnos a través de biblat_comite@dgb.unam.mx o visitar nuestra página web https://biblat.unam.mx/es/main 

jueves, 1 de agosto de 2024

Estamos perdiendo vastas franjas de nuestro pasado digital, y los derechos de autor nos impiden salvarlo

Publicado en Walled Culture
https://walledculture.org/we-are-losing-vast-swathes-of-our-digital-past-and-copyright-stops-us-saving-it/


Estamos perdiendo vastas franjas de nuestro pasado digital, y los derechos de autor nos impiden salvarlo


PUBLICADO EL

 5 DE JUNIO DE 2024


Es difícil imaginar el mundo sin Internet. Colectivamente, accedemos de forma rutinaria a miles de millones de páginas web sin pensar en ello. Pero a menudo damos por sentado que el material al que queremos acceder estará ahí, tanto ahora como en el futuro. Todos nos topamos de vez en cuando con el temido error «404 no encontrado», pero simplemente pasamos a otras páginas. 


Lo que tendemos a ignorar es cómo estos mensajes de error en línea son una señal de advertencia intermitente de que algo malo está ocurriendo en la World Wide Web. Así lo revela un nuevo informe del Pew Research Center, basado en el análisis de medio millón de páginas web:


Una cuarta parte de todas las páginas web que existieron en algún momento entre 2013 y 2023 ya no son accesibles, a partir de octubre de 2023. En la mayoría de los casos, esto se debe a que una página individual fue eliminada o suprimida en un sitio web que, por lo demás, funcionaba.


En el caso de los contenidos más antiguos, la tendencia es aún más marcada. Alrededor del 38% de las páginas web que existían en 2013 no están disponibles hoy en día, frente al 8% de las páginas que existían en 2023.


Este deterioro digital se produce a ritmos ligeramente diferentes según el material en línea:


  • El 23% de las páginas web de noticias contienen al menos un enlace roto, al igual que el 21% de las páginas web de sitios gubernamentales. Los sitios web de noticias con un alto nivel de tráfico y los que tienen menos tienen la misma probabilidad de contener enlaces rotos.


  • Las páginas de las administraciones locales (ayuntamientos) son especialmente propensas a tener enlaces rotos.


  • El 54% de las páginas de Wikipedia contienen al menos un enlace en su sección "Referencias" que apunta a una página que ya no existe.


Estas cifras demuestran que el problema del que hablábamos hace unas semanas -que el acceso al conocimiento académico está en peligro- es en realidad mucho más amplio y se aplica a casi todo lo que está en línea. Aunque las razones por las que desaparece el material varían mucho, el principal obstáculo para hacer frente a esa pérdida es el mismo en todos los campos. El control obsesivo del material por parte de la industria de los derechos de autor, y las leyes punitivas que pueden aplicarse incluso contra la infracción más trivial de los derechos de autor, significan que rara vez se hacen copias de seguridad rutinarias y múltiples de material en línea clave o histórico.


La principal excepción a esta regla es el excelente trabajo realizado por el Internet Archive, fundado por Brewster Kahle, cuya Fundación Kahle/Austin apoya este blog. En el momento de escribir estas líneas, el Archivo de Internet conserva copias de 866.000 millones de páginas web, muchas de ellas en múltiples versiones que reflejan sus cambios a lo largo del tiempo. Es un recurso único e inestimable.


También está siendo demandado por los editores por atreverse a compartir de forma controlada algunos de sus fondos. Es decir, el único baluarte contra la pérdida de vastas franjas de nuestra cultura digital está siendo atacado por una industria que es en gran parte culpable del problema que el Internet Archive intenta resolver. Es otra razón importante por la que debemos alejarnos del sistema de derechos de autor y anular el poder que tiene para destruir, en lugar de crear, nuestra cultura.


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We are losing vast swathes of our digital past, and copyright stops us saving it

BEYOND THE BRICKS/KNOWLEDGE/LIBRARIES/MEDIA/THOUGHTS

POSTED ON

 5 JUNE 2024


It is hard to imagine the world without the Web. Collectively, we routinely access billions of Web pages without thinking about it. But we often take it for granted that the material we want to access will be there, both now and in the future. We all hit the dreaded “404 not found” error from time to time, but merely pass on to other pages. What we tend to ignore is how these online error messages are a flashing warning signal that something bad is happening to the World Wide Web. Just how bad is revealed in a new report from the Pew Research Center, based on an examination of half a million Web pages, which found:

A quarter of all webpages that existed at one point between 2013 and 2023 are no longer accessible, as of October 2023. In most cases, this is because an individual page was deleted or removed on an otherwise functional website.

For older content, this trend is even starker. Some 38% of webpages that existed in 2013 are not available today, compared with 8% of pages that existed in 2023. 

This digital decay occurs at slightly different rates for different online material:

23% of news webpages contain at least one broken link, as do 21% of webpages from government sites. News sites with a high level of site traffic and those with less are about equally likely to contain broken links. Local-level government webpages (those belonging to city governments) are especially likely to have broken links.

54% of Wikipedia pages contain at least one link in their “References” section that points to a page that no longer exists. 

These figures show that the problem we discussed a few weeks ago – that access to academic knowledge is at risk – is in fact far wider, and applies to just about everything that is online. Although the reasons for material disappearing vary greatly, the key obstacle to addressing that loss is the same across all fields. The copyright industry’s obsessive control of material, and the punitive laws that can be deployed against even the most trivial copyright infringement, mean that routine and multiple backup copies of key or historic online material are rarely made.

The main exception to that rule is the sterling work carried out by the Internet Archive, which was founded by Brewster Kahle, whose Kahle/Austin Foundation supports this blog. At the time of writing the Internet Archive holds copies of an astonishing 866 billion Web pages, many in multiple versions that chart their changes over time. It is a unique and invaluable resource.  It is also being sued by publishers for daring to share in a controlled way some of its holdings. That is, the one bulwark against losing vast swathes of our digital culture is being attacked by an industry that is largely to blame for the problem the Internet Archive is trying to solve. It’s another important reason why we must move away from the copyright system, and nullify the power it has to destroy, rather than create, our culture.

miércoles, 31 de julio de 2024

VIDEO: Aplicaciones prácticas de las herramientas de Inteligencia Artificial en el Sector Editorial

 Aplicaciones prácticas de las herramientas de Inteligencia Artificial en el Sector Editorial


https://www.youtube.com/watch?v=EjdC8E5tuJA


Esta nueva edición del Foro de Innovación Editorial organizado por la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana. Este año abrimos las puertas con un experto en Inteligencia Artificial, Enrique Parrilla, reconocido en múltiples países y con amplio conocimiento en la materia. Acompáñanos a aprender más de está nueva tecnología y a saber cómo podemos implementarla en la Industria Editorial.




lunes, 29 de julio de 2024

Gracias a ChatGPT cualquiera puede escribir un artículo científico

Publicado en blog La Ciencia de la Mula Francis
https://francis.naukas.com/2024/07/28/gracias-a-chatgpt-cualquiera-puede-escribir-un-articulo-cientifico/



Gracias a ChatGPT cualquiera puede escribir un artículo científico 

Por Francisco R. Villatoro

28 julio, 2024



ChatGPT ha revolucionado la escritura de artículos científicos, hasta tal punto que cualquiera puede escribir un paper. No solo científicos que ya publicaban muchos artículos, como el famoso químico Rafael Luque Álvarez de Sotomayor (Universidad Rey Saúd, Riad, Arabia Saudita), que presume de publicar mucho más gracias a ChatGPT (ya tiene 48 artículos en 2024 y publicó 128 artículos en 2023, según Google Scholar). También personas con más cara que espalda que publican artículos escritos por ChatGPT, con pequeñas modificaciones de su propia mano. Un buen ejemplo es el Dr. Som Biswas (Universidad de Ciencias de la Salud de Tennessee (UTHSC), EEUU), que ha publicado 30 artículos sobre el uso de ChatGPT en diferentes áreas de la ciencia, todos ellos escritos por ChatGPT, todos. No lo digo yo, lo dice el propio autor en los agradecimientos («The author acknowledges this article was generated by ChatGPT. Editing was performed by the author» o algo similar). Me he enterado gracias a «Can anybody now write a scientific paper?» Publishing with Integrity, 27 Jun 2024 (recomiendo seguir la cuenta de Publishing with Integrity en X, @fake_journals); como no podía ser de otra forma, el autor anónimo de esta pieza afirma haber usado ChatGPT. Por cierto, Biswas eliminó su perfil de Google Scholar para que no se le vieran las vergüenzas (la figura es de la Wayback Machine), por algo será.

Como es obvio, la mayoría de las referencias citadas en estos artículos son producto de las alucinaciones de su autor, la inteligencia artificial ChatGPT. ¿Cómo han podido superar la revisión por pares? ¿Han pasado estos artículos por revisión por pares? ¿Cómo se han podido colar estos artículos en revistas de gran prestigio? Permíteme destacar algunos de los artículos de ChatGPT que firma este radiólogo especializado en pediatría. Ya tiene 446 citas (según Google Scholar) el artículo de Som Biswas, «ChatGPT and the Future of Medical Writing,» Radiology 307: e223312 (02 Feb 2023), doi: https://doi.org/10.1148/radiol.223312; la revista Radiology tiene un índice de impacto de 12.1 en el JCR 2023, siendo Q1 (2/204) en su categoría. El artículo más citado (480 citas) es Som S. Biswas, «Role of chat gpt in public health,» Annals of Biomedical Engineering 51: 868-869 (15 Mar 2023), doi: https://doi.org/10.1007/s10439-023-03172-7; dado el éxito en esta revista, que tiene un índice de impacto de 3.0 (JCR 2023), siendo Q3 (62/122), también ha publicado otros artículos, como Som S. Biswas, «Potential Use of Chat GPT in Global Warming,» Annals of Biomedical Engineering 51: 1126-1127 (01 Mar 2023), doi: https://doi.org/10.1007/s10439-023-03171-8, con 255 citas (por cierto, ¿qué tendrá que ver el cambio climático con la ingeniería biomédica?) y Som Biswas, «Passing is Great: Can ChatGPT Conduct USMLE Exams?» Annals of Biomedical Engineering 51: 1885-1886 (08 May 2023), doi: https://doi.org/10.1007/s10439-023-03224-y, con 11 citas. Y no te aburro más (si quieres hacerlo puedes bucear en más artículos).

Un caradura ha publicado basura que debería ser retirada (retractada). Y yo me pregunto ¿qué cara se le queda a los científicos que han publicado en dichas revistas científicas tras muchísimo esfuerzo? Por supuesto, me dirás que estos artículos de Som Biswas no son papers fetén, son comentarios y notas dirigidas al editor, que pasan por una revisión por pares laxa. Pero para la revista son artículos citables, que cuentan para su índice de impacto. Artículos que decoran el currículum vitae de Biswas (y el de ChatGPT), que podrían permitirle progresar en su carrera científica (aunque ChatGPT no necesita progresar mucho más, ya hay 5258 artículos con ChatGPT en su título según Scopus). ¿Conocerán los compañeros de Biswas y su director de departamento los artículos de ChatGPT que está publicando?

BRASIL: revistas depredadoras y ciencia de bajo impacto: cortar el problema de raíz

Publicado en Jornal da USP
https://jornal.usp.br/artigos/revistas-predatorias-e-ciencia-de-baixo-impacto-cortando-o-mal-pela-raiz/?fbclid=IwAR1jLp0MSw-3cUHTK7TWWmrDkveXM8IZJpz_tqEYhtEI3jTfwjx0Y4H4HzE  


Revistas depredadoras y ciencia de bajo impacto: cortar el problema de raíz


Por Nícolas Carlos Hoch, profesor del Instituto de Química de la USP, y Carlos Frederico Martins Menck, profesor del Instituto de Ciencias Biomédicas de la USP


https://jornal.usp.br/?p=733107


Publicado: 12/03/2024


El mundo académico está experimentando una revolución sin precedentes. Atrás quedaron los tiempos en que los investigadores enviaban gratuitamente un artículo científico a una revista científica y los editores de ésta seleccionaban cuidadosamente sólo el material que consideraban de mayor calidad para su publicación, ya que la revista corría con los gastos de producción e impresión. En este antiguo modelo, la calidad del material publicado y la "tradición" de la revista eran esenciales para que los editores pudieran vender suscripciones y recuperar su inversión en la producción del material publicado. El efecto secundario negativo de este sistema es que restringe el acceso a los artículos científicos (y, por tanto, al conocimiento) a quienes pagan las suscripciones, ya sean los propios investigadores o las bibliotecas universitarias. En Brasil, Capes paga cada año a grandes editoriales científicas para que las instituciones académicas del país puedan acceder a las publicaciones científicas a través del portal Periódicos Capes.


Hoy en día, con el loable avance del modelo de acceso abierto, se ha eliminado la necesidad de suscripciones y una proporción cada vez mayor de artículos científicos está disponible gratuitamente en Internet para que cualquiera pueda leerlos. Sin embargo, las revistas siguen incurriendo en costes por la producción y difusión de artículos científicos, y este coste ha pasado ahora del lector al autor del artículo. Científicos de todo el mundo pagan cantidades que pueden alcanzar la astronómica cifra de 10.000 dólares por cada artículo que publican, en concepto de los llamados Article Processing Charges (APCs). Sin embargo, pagar APCs por publicar artículos tiene efectos secundarios perjudiciales, que se subestimaron por completo en el diseño de este nuevo sistema. Uno de estos efectos es que cada artículo rechazado por la revista es una oportunidad perdida de cobrar APCs a los autores y cada artículo aceptado es un beneficio para el editor, independientemente de cuánta gente esté interesada en leer el material posteriormente. Como resultado, la revista científica tiene ahora menos responsabilidad por la calidad del material que publica, y el mercado de publicaciones científicas se ha disparado en todo el mundo. 


Algunos editores menos escrupulosos no tardaron en identificar el potencial económico de este cambio y aceleraron la producción de nuevas revistas científicas, claramente con intereses comerciales. Se crearon infraestructuras digitales para facilitar y acelerar los procedimientos de envío, revisión y aceptación de artículos, prescindiendo parcial o totalmente de la crucial etapa de revisión por pares. Por ejemplo, algunas revistas científicas (incluso en editoriales tradicionales) han creado la capacidad de publicar más de 10.000 artículos científicos de acceso abierto al año, generando fantásticos beneficios para los editores. Con prácticas editoriales poco éticas y el objetivo de lucrarse publicando artículos científicos en cantidad, estas editoriales y revistas, conocidas con el término "depredadoras", descalifican todo el sistema de publicaciones científicas. Cabe señalar que este beneficio se genera a expensas de los editores y revisores, que por lo general no reciben remuneración, y que a menudo se instrumentaliza a los investigadores para que recluten nuevos artículos para las revistas en forma de editores invitados para números especiales sobre un tema específico. Aunque las ediciones especiales legítimas tienen un importante valor académico, su reciente exceso de oferta demuestra el éxito comercial de esta estrategia.  


Pero entonces, ¿por qué los científicos se someten a pagar APC cada vez más caros, generando beneficios astronómicos para los editores y contaminando la literatura científica con artículos de menor calidad? Y aquí llegamos por fin al meollo del problema: porque tienen que hacerlo. El editor no es el único que "se beneficia" de la publicación de un artículo más, sino que el científico autor del artículo (y que paga el APC) necesita publicaciones para su progreso profesional. Cada artículo publicado ayuda al científico a progresar en su carrera, alcanzar un nuevo nivel de prestigio o conseguir financiación para un nuevo proyecto. Un elevado número de artículos publicados también interesa a las instituciones de investigación que se consideran prestigiosas.


Desgraciadamente, esto se debe a que es la métrica que los propios científicos utilizan para comparar la productividad entre investigadores e instituciones, determinando quién merece un ascenso o más financiación para su investigación. Como resultado, algunos autores no sólo no se preocupan de dónde publican sus trabajos, sino que además publican trabajos repetitivos, limitados en su originalidad, en los que lo que más importa es ser autor o coautor de un elevado número de artículos científicos, aunque su participación haya sido muy pequeña. En otras palabras, este interés mutuo por publicar artículos a cambio del pago de APCs, especialmente en un sistema indiscriminado de "publicado/pagado", puede constituir un grave problema ético que se está extendiendo por todo el mundo.  


Un síntoma cada vez más frecuente de esta presión descontrolada por las publicaciones es la existencia en algunos países de fábricas de artículos, que son empresas contratadas expresamente por científicos para falsificar artículos científicos utilizando datos totalmente inventados y publicar estos artículos falsos en revistas científicas por cuenta del contratante. Uno de los principales incentivos para este tipo de comportamiento es una política adoptada por el sistema sanitario chino, en la que la progresión profesional de los médicos está directamente vinculada a la publicación de artículos científicos.

Una vez hecho este diagnóstico de la situación, ¿qué podemos hacer para cambiar este escenario, especialmente aquí en Brasil? No hay una solución fácil. En nuestra opinión, las iniciativas para identificar y eliminar de la literatura científica los artículos con escasa o nula contribución científica, o para identificar las revistas depredadoras y disuadir a los científicos de enviar artículos a estas revistas, son intervenciones necesarias, pero sólo combaten el síntoma y no la raíz del problema. Mientras se incentive a los científicos a publicar cantidades cada vez mayores de artículos, habrá personas y servicios que encuentren la manera de "saciar" este deseo. 


Como tal, creemos que el foco debe estar en cambios en los procesos de evaluación de proyectos individuales (comparando investigadores) o instituciones (como universidades o programas de postgrado), de modo que la publicación de artículos de baja calidad en revistas con prácticas editoriales cuestionables deje de ser una ventaja. Los cambios en esta dirección ya están en marcha, con varias agencias de financiación científica (incluyendo Fapesp, Capes y CNPq) mejorando sus procedimientos de evaluación para promover algún tipo de distinción de un grupo selecto de los mejores trabajos que ese científico (o institución) ha producido, en detrimento de las métricas cuantitativas que sólo consideran el número total de artículos publicados. En la práctica, sin embargo, una evaluación cuidadosa de la calidad de estos "destacados" puede ser un proceso subjetivo y difícil de llevar a cabo a gran escala, y todavía no ha provocado un cambio significativo en la cultura de la comunidad científica, que sigue valorando los currículos con una producción más voluminosa en los procesos de evaluación. 


Nuestra propuesta es que los procesos de evaluación de las agencias de financiación (incluyendo CNPq, Capes y FAPs) eliminen o reduzcan significativamente las métricas que incentivan la cantidad de publicaciones. Esto se aplicaría a las evaluaciones de becas y subvenciones científicas, incluidas las becas de productividad del CNPq, y de instituciones, como las evaluaciones cuatrienales de los programas de posgrado de la Capes. Como reconocemos que la producción científica es la base de la difusión del conocimiento, la idea sería considerar sólo un número máximo de publicaciones por año por investigador evaluado, ignorando completamente cualquier excedente de producción. Por ejemplo, para la concesión de las ayudas a la productividad de la investigación del CNPq, la evaluación sólo tendría en cuenta un máximo de tres a cinco mejores artículos por año en los últimos diez años (para investigadores consolidados) o de uno a tres mejores trabajos por año en los últimos cinco años (para investigadores jóvenes). Del mismo modo, en la evaluación cuatrienal de los programas de postgrado por Capes, sólo se podría tener en cuenta un máximo de tres a cinco mejores artículos anuales por profesor. Naturalmente, cada comité de evaluación podría definir un límite anual de publicaciones más adecuado a la práctica de su área de conocimiento e incluso elegir qué parámetro se utilizará para determinar la calidad del artículo, como el número total de citas que ha recibido cada artículo, o el factor de impacto o Qualis de la revista en la que se ha publicado. En cualquier caso, la evaluación siempre tendría en cuenta únicamente un número predefinido (y limitado) de publicaciones por solicitante. 


Esperamos que este cambio en la forma de evaluar a los investigadores les disuada de producir un número muy elevado de artículos (¡algunos incluso publican una media de más de un artículo a la semana!) y puedan centrarse en sus proyectos de investigación para mejorar la calidad de sus publicaciones. De este modo, dejará de existir uno de los mayores estímulos para la producción de artículos de baja calidad, publicados a cuentagotas en revistas depredadoras.

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(Las opiniones expresadas en los artículos publicados en el Jornal da USP son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no reflejan las opiniones del periódico ni las posiciones institucionales de la Universidad de São Paulo. Acceda aquí a nuestros parámetros editoriales para artículos de opinión).


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Revistas predatórias e ciência de baixo impacto: cortando o mal pela raiz

Por Nícolas Carlos Hoch, professor do Instituto de Química da USP, e Carlos Frederico Martins Menck, professor do Instituto de Ciências Biomédicas da USP

  Publicado: 12/03/2024


O mundo acadêmico está vivendo uma revolução sem precedentes. Foi-se o tempo em que pesquisadores submetiam um artigo científico para uma revista científica de forma gratuita, e os editores da revista cuidadosamente selecionavam apenas o material que julgassem ser de maior qualidade para publicação, já que a revista arcaria com custos de produção e impressão. Nesse modelo antigo, a qualidade do material publicado e a “tradição” da revista eram essenciais para que editoras pudessem vender assinaturas e recuperar seu investimento na produção do material publicado. O efeito colateral negativo desse sistema é que ele restringe o acesso aos artigos científicos (e, portanto, ao conhecimento) para aqueles que pagam as assinaturas, sejam eles os próprios pesquisadores ou as bibliotecas das universidades. No Brasil, a Capes paga anualmente às grandes editoras científicas para que as instituições acadêmicas do País possam acessar publicações científicas pelo portal Periódicos Capes.  


Hoje, com o elogiável avanço do modelo open access (acesso aberto), a necessidade de assinatura foi removida e uma parcela cada vez maior dos artigos científicos está gratuitamente disponível na internet para qualquer pessoa ler. No entanto, revistas ainda incorrem em custos pela produção e disseminação de artigos científicos, e esse custo hoje migrou do leitor para o autor do artigo. Cientistas ao redor do mundo pagam valores que podem chegar a astronômicos US$ 10 mil para cada artigo que publicam, nos chamados Article Processing Charges (APCs). Entretanto, o pagamento de APCs para publicação de artigos tem efeitos colaterais nefastos, que foram completamente subdimensionados na concepção desse novo sistema. Um desses efeitos é que cada artigo rejeitado pela revista é uma oportunidade perdida de recolher APC dos autores e cada artigo aceito é lucro para a editora, independente de quantas pessoas se interessam por ler esse material posteriormente. Portanto, a revista científica passou a ter menor responsabilidade pela qualidade do material que publica, disparando o mercado de publicações científicas no mundo todo.   

Algumas editoras menos escrupulosas foram rápidas em identificar o potencial econômico dessa mudança e turbinaram a produção de novas revistas científicas, claramente com interesses comerciais. Infraestruturas digitais foram criadas para facilitar e acelerar os procedimentos de submissão, revisão e aceite de artigos, desprezando parcial ou totalmente a crucial etapa de revisão por pares. Por exemplo, algumas revistas científicas (mesmo em editoras tradicionais) criaram capacidade para publicar mais de 10 mil artigos científicos de acesso aberto por ano, gerando lucros fantásticos para as editoras. Com práticas editoriais pouco éticas e visando ao lucro pela publicação de artigos científicos em quantidade, essas editoras e revistas, conhecidas pelo termo “predatórias”, desqualificam todo o sistema de publicações científicas. Vale ressaltar que esse lucro é gerado às custas de editores e revisores geralmente não remunerados, e que pesquisadores muitas vezes são instrumentalizados para recrutar novos artigos para as revistas na forma de editores convidados para edições especiais sobre um tema específico. Apesar de edições especiais legítimas terem um valor acadêmico importante, seu superdimensionamento recente demonstra o sucesso comercial dessa estratégia.   

Mas então por que os cientistas se sujeitam a pagar APCs cada vez mais caros, gerando lucros astronômicos para as editoras e poluindo a literatura científica com artigos de mais baixa qualidade? E aqui nós finalmente chegamos ao cerne do problema: porque eles precisam. A editora não é a única que “lucra” com a publicação de mais um artigo, mas o cientista autor do artigo (e pagador do APC) necessita de publicações para sua progressão profissional. Cada artigo publicado ajuda o cientista a progredir na carreira, a alcançar um novo nível de prestígio ou a assegurar financiamento para um novo projeto. Um número alto de artigos publicados também interessa às instituições de pesquisa que se julgam prestigiadas com isso.

Infelizmente, isso ocorre porque essa é a métrica que os próprios cientistas usam para comparar a produtividade entre os pesquisadores e instituições, determinando quem merece uma promoção ou mais financiamento para suas pesquisas. Como resultado disso, alguns autores não só não se preocupam onde publicam seus trabalhos, como atuam de forma a publicar trabalhos repetitivos, limitados na sua originalidade, onde o que mais importa é ser autor ou coautor de um alto número de artigos científicos, mesmo que sua participação de fato tenha sido muito pequena. Ou seja, esse interesse mútuo na publicação de artigos em troca do pagamento de APCs, especialmente em um sistema “publicou/pagou” indiscriminado, pode constituir um problema ético grave, que vem se alastrando mundialmente.  

Um sintoma cada vez mais prevalente dessa pressão descontrolada por publicações é a existência, em alguns países, de paper mills (ou “usinas de artigos”), que são empresas contratadas por cientistas expressamente para forjar artigos científicos, usando dados completamente fabricados e publicar esses artigos falsos em revistas científicas em nome do contratante. Um dos principais incentivos a esse tipo de comportamento é uma política adotada pelo sistema de saúde chinês, em que a progressão de carreira de médicos é vinculada diretamente à publicação de artigos científicos.

Feito esse diagnóstico da situação, o que podemos fazer para mudar esse cenário, especialmente aqui no Brasil? Não existe solução fácil. Na nossa visão, iniciativas para identificar e remover da literatura científica aqueles artigos com pouca ou nenhuma contribuição científica, ou então identificar revistas predatórias e desencorajar cientistas a submeter artigos para esses periódicos, são intervenções necessárias, mas combatem apenas o sintoma e não a causa-raiz do problema. Enquanto houver incentivo ao cientista para publicar quantidades cada vez maiores de artigos, haverá pessoas e serviços encontrando formas de “saciar” esse desejo.    

Sendo assim, entendemos que o foco deve ser em mudanças nos processos de avaliação de projetos individuais (comparando pesquisadores) ou de instituições (como universidades ou programas de pós-graduação), de forma que a publicação de artigos de baixa qualidade em revistas com práticas editoriais questionáveis deixe de ser uma vantagem. Mudanças nesse sentido já estão em curso, com várias agências de fomento científico (incluindo Fapesp, Capes e CNPq) aperfeiçoando seus procedimentos de avaliação para promover algum tipo de destaque a um seleto grupo dos melhores trabalhos que aquele cientista (ou instituição) produziu, em detrimento de métricas quantitativas que consideram apenas os números totais de artigos publicados. Na prática, entretanto, uma avaliação criteriosa da qualidade desses “destaques” pode ser um processo subjetivo e difícil de ser realizado em escala, e ainda não trouxe uma mudança significativa na cultura da comunidade científica, que continua a valorizar currículos com produção mais volumosa em processos de avaliação. 

Nossa proposta é que os processos de avaliação das agências de fomento (incluindo CNPq, Capes e FAPs) eliminem ou reduzam significativamente as métricas que estimulam quantidade de publicações. Isso valeria para avaliações de auxílios científicos e bolsas, incluindo bolsas de produtividade CNPq, e instituições, como as avaliações quadrienais de programas de pós-graduação Capes. Como reconhecemos que produção científica é a base para divulgação do conhecimento, a ideia seria que se considere apenas um número máximo de publicações por ano por pesquisador avaliado, ignorando totalmente qualquer produção excedente. Por exemplo, para concessão de bolsas de produtividade em pesquisa CNPq, a avaliação ocorreria considerando apenas um máximo de três a cinco melhores artigos por ano nos últimos dez anos (para pesquisadores estabelecidos) ou de um a três melhores trabalhos por ano nos últimos cinco anos (para jovens pesquisadores). Da mesma forma, na avaliação quadrienal dos programas de pós-graduação pela Capes, poderiam ser considerados apenas um máximo de três a cinco melhores artigos por ano por docente. Naturalmente, cada comitê de avaliação poderia definir um limite anual de publicações mais adequado à prática de sua área do conhecimento e inclusive escolher qual parâmetro será utilizado para determinar a qualidade do artigo, como o número total de citações que cada artigo recebeu, ou o fator de impacto ou Qualis da revista em que foi publicado. De todo modo, a avaliação seria feita sempre considerando apenas um número predefinido (e limitado) de publicações por proponente.   

Esperamos que como resultado dessa mudança na forma com que pesquisadores são avaliados, estes serão desestimulados a produzir um número muito alto de artigos (alguns chegam a publicar uma média superior a um artigo por semana!), podendo se voltar a aprofundar seus projetos de pesquisa em busca de uma melhor qualidade de suas publicações. Como resultado, um dos maiores estímulos para a produção de artigos de baixa qualidade, publicados a toque-de-caixa em revistas predatórias, deixará de existir.

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(As opiniões expressas nos artigos publicados no Jornal da USP são de inteira responsabilidade de seus autores e não refletem opiniões do veículo nem posições institucionais da Universidade de São Paulo. Acesse aqui nossos parâmetros editoriais para artigos de opinião.)




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Una herramienta de Google permite detectar fácilmente la escritura generada por IA

Publicado en blog  Universo abierto https://universoabierto.org/2024/10/25/una-herramienta-de-google-permite-detectar-facilmente-la-escritur...