lunes, 24 de julio de 2023

Cómo conducir la transformación digital en las editoriales académicas iberoamericanas: una guía de recomendaciones

Publicado en Blok de Bid
https://www.ub.edu/blokdebid/es/node/1289




Cómo conducir la transformación digital en las editoriales académicas iberoamericanas: una guía de recomendaciones

 
Lluís Agustí Mié, 12/07/2023

    Lluís Agustí
    Facultat d’Informació i Mitjans Audiovisuals
    Universitat de Barcelona (UB)


    Giménez Toledo, Elea; Arco Blanco, Ana del (2022). Digitalización de editoriales académicas: políticas científicas e investigación. Granada: Comares. 91 p. Disponible en: <https://www.comares.com/libro/digitalizacion-de-editoriales-academicas_141611/>. [Consulta 30/06/2023].  

    El panorama de la edición académica iberoamericana está formado por un conjunto de pequeñas y medianas editoriales universitarias, de instituciones públicas y privadas, que suelen publicar libros impresos en tiradas cortas, especializados sobre todo en ciencias sociales y humanidades. Estas obras acostumbran a ser concebidas y producidas por investigadores de la región y han sido escritas en castellano o portugués, lenguas consideradas secundarias en el mundo de la comunicación científica. 

    Toda esta producción sirve, evidentemente, para la transferencia de resultados en la región de origen, pero no tanto para el descubrimiento ni la internacionalización de la ciencia que se produce, ni tampoco para la validación de su calidad.

    Este estado de cosas no es de ahora y viene de lejos. La edición académica iberoamericana se ha encontrado confrontada tradicionalmente a una serie de debilidades y problemas estructurales, como el de contar con una cadena de valor del libro en la que fallan dos de los eslabones fundamentales: una distribución eficaz y eficiente, y una red de puntos de venta final suficientemente abundante y especializada. Tampoco no ha ayudado el hecho de articularse todo ello en casi una veintena de mercados nacionales, en ocasiones poco permeables, que determinan espacios de distribución insuficientemente interconectados, tal y como pasa también con el mercado de las editoriales comerciales.

    Ante este panorama, se presenta en cierta manera una oportunidad bajo la forma de un reto de cambio tecnológico y de modelo de negocio que puede ser al mismo tiempo una posible solución: la transformación digital de estas editoriales académicas. Convertir la producción tradicional de los libros académicos en obras digitales complejas, buscables y en abierto. Es evidente que cada vez es menor el recorrido de las monografías académicas por las librerías tradicionales, pero todavía no es bastante definido ni funcional un modelo de negocio alternativo o complementario en la red. Una forma de distribución de lo impreso que se apaga, se extingue, y la nueva distribución digital que no acaba de concretarse.

    Para revertir esta situación de decrecimiento en la circulación de la monografía impresa, hay que proponer alternativas de difusión a partir de la red que convivan y sean complementarias, no excluyentes, con la distribución en papel y con los sistemas propios y consolidados de las entidades editoras. Y esto es urgente y necesario dado que desde hace dos décadas y cada vez de manera más acentuada, el descubrimiento por parte del lector de las últimas investigaciones no se produce para encontrar las obras impresas en el circuito de la librería, sino que se produce a partir de la consulta de los buscadores generalistas y académicos. Aquellas monografías que no estén digitalizadas no son visibles, de alguna manera, no existen.

    Superar estas debilidades resulta bastante complejo, el conjunto es heterogéneo, son muchas pequeñas instituciones y entidades académicas dispersas y con inercias no exclusivas de la región, como por ejemplo, una reverencia icónica por el libro impreso por parte de editores y de autores. 

    En cualquier caso, y tal y como afirma Elea Giménez Toledo en Digitalización de editoriales académicas, esta transformación es urgente y crítica. En ocasiones, las instituciones y entidades editoras no tienen la infraestructura necesaria para la labor editorial, una tarea compleja que va desde la revisión y la preparación de los originales, la producción propiamente dicha y la distribución, la difusión y la comercialización correctas y necesarias. Esto vale especialmente para las ediciones digitales que, además de los conocimientos editoriales tradicionales requieren infraestructura (ordenadores y software) y técnicas (edición de metadatos y protocolos de interoperabilidad, pero también marketing digital) propios y exclusivos de la edición electrónica. 

    Es necesario superar las políticas institucionales y locales, nacionales, los espacios de distribución y mercado nacionales cerrados, y esto sin perder, no obstante, las bondades de la transferencia de ciencia próxima y quizás sin tener que recorrer al inglés como lengua franca, manteniendo el castellano y el portugués que siguen facilitando el acceso a la ciencia para las comunidades más próximas. 

    Es necesaria una transformación digital para las editoriales académicas, una transformación que sea integral y no solo tecnológica, que lo sea en su visión más general, en sus políticas de edición vinculada a la ciencia abierta, con la introducción de la revisión en abierto en los procesos editoriales, en consonancia con las infraestructuras de información científica y de acuerdo con las nuevas coordenadas de la evaluación científica. Y que, encima, sea económicamente sostenible.

    Por ello es tan importante que aparezca esta guía completa y en abierto que pretende resolver buena parte de las cuestiones relativas a la digitalización de las editoriales académicas, en especial las iberoamericanas, sea cual sea su dimensión. Desde los aspectos más generales como son la visibilidad de estas editoriales en el sistema de información científica, las políticas estatales e internacionales, los aspectos puramente tecnológicos que les afectan, como la accesibilidad y la interoperabilidad, o los criterios de evaluación de la propia ciencia y las editoriales.

    Las autoras de Digitalización de editoriales académicas son especialistas reconocidas, Elea Giménez Toledo es científica titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España y directora del Grupo de investigación sobre Libro Académico (ILIA). Doctora y licenciada en Documentación por la Universidad Carlos III de Madrid. Desde 2020, es directora del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC. Es miembro del Management Committee de la Acción COST de la Unión Europea. 

    Ana del Arco Blanco es abogada especializada en propiedad intelectual y asesoramiento a industrias culturales en Gómez de Mercado Abogados de Madrid y coautora de diversas obras especializadas en estos ámbitos: Edición académica y difusión, Comares, 2019; El archivo de internet: Depósito legal de las publicaciones electrónicas tras el Real Decreto 635/2015, de 10 de junio, Comares, 2016.

    Aunque la propuesta se hace desde España y muy en consonancia con las políticas y directivas europeas y españolas (Horizon Europe, Plan S, Pla Estatal de Investigación Científica y Técnica y de Innovación (PEICTI) y la modificación de la Ley de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación), incluso puede confundirse o pensar que tienen más que ver con el mundo de las revistas científicas, la voluntad es que sea de utilidad para cualquier editorial o investigador iberoamericano.

    Las instrucciones de la primera parte de la guía son obra de Giménez Toledo y pasan por saber producir técnicamente los libros digitales, automatizar el proceso de edición, incluir necesariamente los diversos estándares de metadatos para que todos los actores puedan recuperar las obras producidas (buscadores, librerías, bibliotecas, bases de datos y plataformas académicas), prever la preservación digital y garantizar una accesibilidad permanente en la red, disponer de unas evidencias de uso a partir de nuevos sistemas de métricas académicas, poner en relieve el papel del marketing digital y del autor en la visibilidad de la obra y, finalmente, explorar las posibilidades que abre la inteligencia artificial en el futuro más inmediato de la edición electrónica.

    En efecto, hay que saber producir técnicamente libros digitales consultables en todo tipo de dispositivos electrónicos, buscables en todos los buscadores de información científica. Se comentan así los formatos más comunes (PDF y ePUB) y otros de menor difusión, pero se mencionan de forma especial los lenguajes de marcado, con una preferencia para el XML, muy por delante del HTML, por sus cualidades, en especial por la estructura y recuperación que ofrecen la posibilidad de múltiples formatos derivados y garantizan una gran visibilidad al contenido. En la obra se apunta que la adopción del XML supone alguna cosa más que adaptar un lenguaje más completo, también supone un cambio de ideología donde tiene más importancia el contenido (el capítulo, la parte, la obra) que el objeto libro, un contenido que acaba por ser susceptible de tener más usos que el de la monografía académica. Hasta el presente, hay editoriales que han convertido en PDF sus obras y han estado colgadas en abierto, pero no responden a una serie de características técnicas, no son recuperables y, por lo tanto, no existen para el público potencialmente interesado.

    Es imprescindible automatizar el proceso de edición, la edición digital supone una serie de cambios no solo tecnológicos ante la impresión analógica, como por ejemplo la adaptación de gestores de contenidos como ejes de la planificación y organización de los flujos de trabajo.

    Hay que entender la naturaleza de los metadatos del libro electrónico, de su inclusión –más que necesaria– imprescindible. En tota la cadena de valor del libro, los metadatos son la herramienta que pondrá el producto en exposición, que lo hará buscable, que hará que sea descubierto por los lectores. Los estándares de los metadatos, sin entrar en detalle, pueden ser de tipo comercial, como ONIX; temáticos, como THEMA; o generalistas en los protocolos de recogida de datos, como OAI PMH. Sin esta médula del libro electrónico, la obra no se conocerá, no se descubrirá. Y si en el modelo impreso, las librerías y las bibliotecas son el punto final, en este nuevo escenario también entran buscadores generalistas y académicos, las bases de datos especializadas y las plataformas académicas.

    También, resulta necesario prever la preservación digital y garantir una accesibilidad permanente, en un ámbito donde la propia materialidad de las obras y su alojamiento no está garantizado de manera física. Los usos de sistemas como el DOI (Digital Object Identifier) y de entidades como Crossref son actualmente esenciales, también de los identificadores clásicos del mundo del libro.

    En este recorrido del libro en la red, se tiene la posibilidad de disponer de unas nuevas evidencias de uso a partir de nuevos sistemas de métricas académicas, parecidos al del mundo de la revista científica, pero no solo. En esta visibilidad de la obra académica electrónica juegan un papel clave el marketing digital y el autor, a partir de todos los canales de distribución y venta, y de las redes sociales.

    La segunda parte de la guía, obra de Ana del Arco Blanco, se dedica a los aspectos jurídicos y no es menos interesante por las implicaciones que suponen, paralelas a las técnicas. Esta es también una lista de comprobación donde se recorren todos los aspectos jurídicos que una editorial académica debe tener en cuenta a la hora de operar en acceso abierto o en acceso restringido.

    Cuestiones tan importantes como la aplicación correcta de las leyes de propiedad intelectual en el mundo de la edición digital, la definición clara de los titulares de los derechos de las obras, el uso de las licencias Creative Commons, las políticas sobre acceso abierto con especial referencia al caso español, la comercialización de libros descatalogados y el de las llamadas obras huérfanas, esto es, las obras que están sujetas a derechos de propiedad intelectual pero cuyos titulares no pueden ser localizados o identificados, las obras de dominio público y aquellas que teniendo un autoría tienen necesidad de un contrato... 

    Cierra la obra una breve lista de preguntas más frecuentes sobre las publicaciones digitales en acceso abierto y restringido, no solo académicas, con sus respuestas.

    Si en alguna cuestión se podría decir que faltaría abundar sería en las cuestiones de viabilidad económica de estas editoriales, y auténtico talón de Aquiles. Habría que reflexionar y dar las pistas a seguir de la misma manera, seria y segura, pero probablemente este no era el objetivo de las autoras o hubiera sido necesaria una tercera parte, tan importante como las dos primeras.

    En cualquier caso, una guía seria en forma de reflexión por puntos y al mismo tiempo divulgativa, auténtica lista de comprobación que cualquier editor/a, autor/a o bibliotecario/a hará bien en tener a mano y revisar.

    De lectura recomendada.


    Hacer ciencia en inglés tiene un alto coste para los hablantes no nativos: “Tienes 12 veces más barreras”

    Publicado en elDiario.es
    https://www.eldiario.es/sociedad/ciencia-ingles-alto-coste-hablantes-no-nativos-tienes-12-veces-barreras_1_10378436.html



    Hacer ciencia en inglés tiene un alto coste para los hablantes no nativos: “Tienes 12 veces más barreras”

    • Los investigadores cuya lengua materna no es el inglés tardan el doble en preparar sus trabajos y tienen 2,5 veces más probabilidades de ser rechazados

    Antonio Martínez Ron

    18 de julio de 2023 
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    Que el inglés se ha convertido en la lengua franca de la ciencia es algo conocido y aceptado, pero tiene unos costes en desigualdad que no son tan evidentes. En un trabajo publicado en la revista PLOS Biology, un equipo liderado por el investigador de la Universidad de Queensland Tatsuya Amano pone el dedo en la llaga y cuantifica el precio que pagan los científicos que no son nativos de esta lengua. 

    Mediante encuestas realizadas a 908 científicos ambientales de ocho países, los autores han comparado la cantidad de esfuerzo que emplean los investigadores para realizar diversas actividades en inglés. La conclusión es que los hablantes no nativos necesitan hasta el doble de tiempo para leer y escribir documentos y preparar presentaciones. En cuanto a los artículos científicos, los investigadores cuya lengua madre no es el inglés tienen 2,5 veces más probabilidades de ser rechazados y 12,5 veces más probabilidades de recibir una solicitud de revisión, simplemente debido al inglés escrito.

    Muchos de ellos, incide el estudio, también dejan de asistir y presentar en conferencias internacionales porque no se sienten cómodos comunicándose en inglés. El propio Amano confiesa haberse sorprendido con los resultados. “Como hablante de inglés no nativo, he experimentado esas luchas de primera mano y sabía que eran problemas comunes entre nosotros los hablantes de inglés no nativos”, asegura, “pero no me di cuenta de cómo de grande era cada obstáculo individual en comparación con los hablantes de inglés nativos”. 

    El estudio actual es una continuación, a mayor escala, de un trabajo que había realizado la investigadora Valeria Ramírez Castañeda en 2020 en Colombia. “Ahora no solo hemos preguntado a investigadores que hablan español”, explica a elDiario.es. “Además de Bolivia y España, han participado científicos de Bangladesh, Ucrania, Inglaterra, Nigeria, Japón y Nepal”. “Somos el 95% de la población del mundo la que no habla en inglés”, subraya.

    Fuente de desigualdad 

    Aunque el trabajo se circunscribe a las ciencias ambientales, el problema se extiende a todos los campos de la investigación académica, donde esta circunstancia es una fuente de desigualdades que empobrece los resultados. Los autores subrayan que estas desventajas afectan de forma desproporcionada a quienes están en una etapa temprana de su carrera y proceden de países de bajos ingresos. A su juicio, no podremos lograr una participación justa en la ciencia para los hablantes no nativos de inglés, ni esperar contribuciones a la ciencia de aquellos cuyo primer idioma sea otro, si no cambiamos esta dinámica. Para ello proponen varias posibles soluciones, que van desde la ayuda de supervisores a los estudiantes y apoyo financiero para superar las barreras del idioma.

    “Hasta la fecha, hablar inglés con fluidez ha sido un boleto para ingresar al mundo académico”, dice Amano. “Debemos abandonar este viejo sistema. Cualquier persona en cualquier parte del mundo debería poder participar en la ciencia y contribuir a acumular el conocimiento de la humanidad”. “Lo que vemos es una enorme desigualdad, los no nativos tenemos como 12 veces más barreras que una persona nativa”, apunta Juan David González Trujillo, también coautor del trabajo. “Por más que te esfuerces, por más que estudies, sientes que eres un impostor, que no tienes el nivel para lograr comunicar lo que quieres decir”.

    Jugar “fuera de casa”

    El responsable de la cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU), Juan Ignacio Pérez Iglesias, encuentra las conclusiones muy razonables y cree que “el filtro lingüístico reduce la diversidad cultural de quienes hacen la investigación y la calidad se ve afectada por una presencia excesiva de investigadores de cultura anglosajona”. También considera que los autores han olvidado recoger otros efectos. “Como el sesgo que predispone a pensar que una persona es inferior intelectualmente porque no habla bien inglés o lo habla con acento”, señala. “Es una barrera que hay que superar, porque es un sesgo muy profundo”. 

    En un artículo reciente en The Conversation, la profesora de la UNED Raquel Fernández calificaba esta situación como “violencia lingüística”. Una violencia, argumentaba, que se ejerce “al exhortar a las investigadoras e investigadores de todo el mundo, y de todas las áreas, incluidas las Humanidades, a realizar su trayectoria académica en lengua inglesa si quieren competir con éxito en el sistema de evaluación del que depende su trabajo”. El coordinador del programa de Doctorado de Ciencias Sociales de la Facultad de Comunicación y Documentación de la Universidad de Granada (UGR), Evaristo Jiménez-Contreras, tiene una metáfora futbolística que explica muy bien la situación.“Nosotros somos el equipo que siempre juega fuera de casa”, asegura. “Yo estudié inglés toda mi vida y nunca llegué a dominarlo. Si tengo que dar una conferencia en inglés, voy con las dos manos atadas a la espalda”, confiesa.  

    Joaquín Sevilla Moroder, director de la cátedra de divulgación del conocimiento y cultura científica de la Universidad Pública de Navarra (UPNA), elogia el esfuerzo de los autores del trabajo por cuantificar una sensación que se tiene entre los científicos. “Creo que en todas las revisiones de papers que me han hecho me decían que hay que mejorar el inglés, y te sienta muy mal”, reconoce. En muchas universidades y centros de investigación existen servicios de traducción, explica Sevilla, y últimamente muchos están utilizando inteligencias artificiales generativas para pulir sus textos. “En los últimos dos hemos utilizado ChatGPT para la última revisión gramatical”, reconoce.

    Para los expertos, el sistema de valoración de las publicaciones, como el de la ANECA, favorece que se publique en revistas de alto impacto. “Con el coste asociado de que hay que hacerlo en inglés para llegar a una comunidad más amplia”, admite Jiménez-Contreras. “Si quien financia la investigación utiliza el baremo de impacto y publicaciones tal como funciona hoy, nunca será posible revertir la tendencia”, observa Antonio Calvo Roy, periodista científico y ex presidente de la Asociación Española de Comunicación Científica. “Hacer el cambio es muy complicado, lo que de nuevo supone que introducir cambios no esté muy incentivado”.

    “El problema es tan grande”, observa María Jesús Santesmases, profesora de investigación del Instituto de Filosofía, del CSIC (CCHS), “que este trabajo se publica exclusivamente en inglés”. Pero no es una contradicción, advierte, “porque sus autores están sometidos a las mismas reglas del juego que toda la comunidad”. Bajo su punto de vista, la comunidad científica está cautiva por la política científica transnacional que atribuye autoridad solamente a quienes cumplen esas reglas. “Y esto por supuesto que empobrece la ciencia y el impacto que las investigaciones que se llevan a cabo tienen en la comunidad donde se desarrollan”.

    En España existen diferentes iniciativas para conseguir que el español siga teniendo presencia en el campo de la investigación y que los profesionales estén actualizados. ¿Cómo se consigue esto? “Una manera es apoyar las revistas profesionales dirigidas a un público que prefiere leer en español”, afirma Jiménez-Contreras. Es el caso de la revista MEDES (www.medes.com), que tiene entre sus objetivos facilitar que parte de los médicos, que son poco dados a leer papers en inglés, se mantengan al día.

    “Hay que crear estructuras, hay que prestigiar el uso del español en la ciencia, crear un estado de opinión según el cual la calidad de las revistas en español, y su impacto, sea equivalente a las revistas en inglés”, coincide Calvo Roy. “Por eso es tan importante que haya ensayo y divulgación científica en la lengua propia”, añade Pérez Iglesias, “porque es la forma de cultivar la supervivencia de esos conceptos y de neutralizar ese posible empobrecimiento”.

    Una solución, propone Valeria Ramírez, es obligar a las revistas a publicar traducciones de los artículos y ponerlas en lugar visible. “También hay jornadas de conferencias, como Evolution 2023, en las que se permite a los ponentes hablar en el idioma en que se sienten cómodos y luego se les subtitula”, apunta. “Lo que necesitamos es un cambio de chip, no solo de las editoriales, sino también de las personas que hacen y leen ciencia, dejar de pensar que solo eres válido en ciencia si publicas en inglés”, asegura González Trujillo. 

    No tiene sentido, apuntan ambos, que si publicas un trabajo sobre el futuro de la Amazonía no se pueda leer en español y portugués, que es la lengua de las comunidades afectadas. “Si haces ciencia en un país que habla otro idioma, tradúcelo”, reclama Valeria Ramírez. “Las personas que sí tienen inglés como primera lengua deben saber que tenernos en cuenta no es un favor que nos hacen, sino algo esencial para entender todas las observaciones”, concluye. “Porque no es poquita cosa incluir al mundo en la participación de la ciencia”.

    Fomentar la lengua propia

    A pesar de los inconvenientes, el uso de una lengua común tiene sus ventajas. “Aunque nos perjudique por un lado, por otro tampoco es tan malo”, comenta Jiménez-Contreras. “Porque además de inglés no puedes aprender chino, ruso, alemán…”. La solución más realista para amortiguar la situación pasa por mantener vías que faciliten la comunicación de la ciencia los diferentes idiomas. Aunque está a mucha distancia, el español es la segunda lengua en todos los ámbitos, tanto en Ciencias, como Ciencias Sociales y Humanidades. “Ahora bien”, matiza el experto, “la distancia con el Inglés es sideral. En el campo de las ciencias el español representa el 1 %”.


    El escabroso sistema de la publicación científica

    Publicado en La Voz
    https://www.lavoz.com.ar/numero-cero/el-escabroso-sistema-de-la-publicacion-cientifica/


    El escabroso sistema de la publicación científica

    En ciencias, la presión por “publicar o perecer” es creciente,
    así como el interés económico de empresas editoriales.
    Una realidad que enfrenta la paradoja del enorme número
    de publicaciones.


    Roberto Rovasio

    domingo, 23 de julio de 202300:01

    Los ancianos de la prehistoria relataban sus saberes alrededor de la hoguera, luego los grabarían en piedra o en pergamino, después los difundirían en ateneos, academias o ágoras, hasta su estampado en nacientes libros.

    En tiempos remotos, la comunicación académica ‒inherente al método científico‒ inició con mensajes en la République des Lettres, luego mediante pioneras sociedades científicas como la Accademia Nazionale dei Lincei de Roma en 1603, y finalmente con medios gráficos como el Journal des Sçavans de París y el Philosophical Transactions de Londres en 1665.

    Los científicos no siempre escribieron en lenguaje claro, a veces para escapar de censores e inquisidores. Pero luego del oscuro medioevo, los nuevos conocimientos se publicitaron buscando apoyo para las ideas y mecenas que las sostuvieran.

    En 1752, Philosophical Transactions comenzó a supervisar sus artículos científicos y la redundancia de descubrimientos en trabajos sobre el mismo tema llevaron a disputas de prioridad que impusieron la cita de referencias bibliográficas sobre la materia publicada.

    La evaluación por pares (peer review) recién se generalizó en el siglo 20, cuando se avanzó rápido en la organización de los artículos, normas de publicación y procesos de edición, tutelados por la tecnología. Pronto, grandes empresas editoriales se convirtieron en guardianes fácticos de la ciencia. Desde allí, buena o mala, es historia reciente.

    PUBLICACIONES DE CALIDAD O NEGOCIOS

    Un axioma de la ciencia moderna establece que publicar resultados de investigaciones cumple con postulados esenciales del quehacer científico, permitiendo informar y confirmar (o no) un hallazgo o descubrimiento.

    En ciencias, la presión por “publicar o perecer” (publish or perish) es creciente, así como el interés económico de empresas editoriales. Una realidad que enfrenta la paradoja del enorme número de publicaciones, lo que excede la capacidad de leerlas. Como consecuencia, muchos científicos subestiman la literatura anterior a las publicaciones de los últimos años.

    En el recurrente tema de la publicación científica ‒encorsetado en el vigente neoliberalismo‒, muchas editoriales científicas tradicionales se transformaron en empresas oligopólicas, con dudosas normas de selección, exacerbada bibliometría y renovados “índices de calidad” que presionan al investigador a publicar “como sea”, más que a responder preguntas inteligentes con enfoques originales. Una carrera contrarreloj para llegar, frecuentemente, a ninguna parte.

    En la región latinoamericana, consecuente con el Primer Mundo, se instaló en estudiantes, profesores y funcionarios que la única opción del científico “exitoso” es publicar en NatureCell o Science. No obstante, pocos satisfacen el glamour del “club editorial internacional”, aun pagando más de U$S 10 mil de “costo por procesar el manuscrito”.

    Como señaló el premio nobel Randy Schekman: “Los exclusivos y lujosos journals privilegian artículos impactantes más que la buena ciencia, y los gobiernos ofrecen incentivos monetarios que distorsionan la ciencia, así como la promesa de beneficios distorsionan el sistema financiero”. Y reiterando las fake news científicas, se crean burbujas en temas de moda, desalentando trabajos sobre problemas básicos de la sociedad.

    LA HUMILLADA PUBLICACIÓN CIENTÍFICA

    El escenario de la comunicación científica global se basa en tres pilares:


    1. El manejo político de Vannevar Bush (1890-1974), hábil administrador estadounidense, supervisor de investigación y desarrollo militar.
    2. La negociación de Robert Maxwell (1923-1991), turbio y fraudulento empresario del imperio editorial Pergamon Press.
    3. La habilidad para operar datos de Eugene Garfield (1925-2017), fundador del Instituto de Información Científica, creador del Current Contents y el Science Citation Index (hoy Web of Science), para automatizar y acelerar la búsqueda de información, e inventor del Impact Factor como sistema para evaluar (cuantificar) publicaciones.

    Maxwell fue pionero al percibir la rentabilidad de la publicación científica, convenció a editores y llevó las seis revistas editadas por Pergamon en 1951 a más de 700 en los años 1980.

    El primer paso de Garfield fue construir una base de datos con referencias de 600 revistas científicas en 1963, que duplicó en tres años y definió el concepto académico de “buena reputación en revistas internacionales”.

    Quizás no fue intención de Garfield que las universidades, académicos, editores y científicos usaran el Science Citation Index para competir ‒él mismo hizo su autocrítica poco antes de morir‒, pero su método permitió clasificar artículos, revistas (y científicos) en función del Factor de Impacto. Había creado una herramienta para el peligroso juego académico e institucional que modeló el actual escenario de la investigación estratificada y desigual.

    Hoy existen más de 100 mil revistas académicas en el planeta, dominadas por cuatro empresas multinacionales: Springer Nature, Elsevier, Wiley-Blackwell y Taylor and Francis, con dos mil revistas cada una, más del 70% de ciencias sociales y del 50% de ciencias naturales.

    En los años 1990, la tecnología digital prometió igualdad, democratización y abaratamiento en publicaciones científicas. Una falacia seguida por un modelo económico de mercado y máxima ganancia empresarial. Las “marcas” de revistas de elite se convirtieron en herramientas de marketing, y donde antes había un The Lancet, ahora hay 22 revistas con la marca Lancet.

    La expansión de Springer-Nature significó un aumento a 30 revistas con Nature en su título. Además, la selección de artículos de una marca “madre” permite enviar artículos no aceptados a otras revistas de la misma marca. Algo así como segundas y terceras marcas del supermercado.

    El modelo actual de publicación científica empresarial necesita un crecimiento constante, conocida táctica neoliberal de “huir hacia adelante”, ya sea publicando más en cada volumen, editando más números especiales o lanzando más revistas. Al mismo tiempo, los comités editoriales, antes ocupados por prestigiosos científicos de carrera, fueron colonizados por administradores de empresas y por especialistas en marketing. Y las editoriales que no entran en ese juego sucumben.

    ¿QUÉ QUEDA PARA EL JOVEN APRENDIZ DE CIENTÍFICO?

    Para el novato protocientífico, la exigencia de aceleración y productividad se convierte en estrategias de supervivencia, presionado hasta el “canibalismo académico”, mientras las universidades compiten por estudiantes, lo incitan a publicar con incentivos monetarios y condicionan su promoción, tergiversando la práctica basada en la genuina calidad del trabajo.

    La actual estratificación del sistema científico y el acelerado ciclo de publicación impone al investigador en formación publicar rápido y privilegiar el calendario al cuaderno de experimentos, para mantenerse visibles, acceder a posiciones y ganar promociones. Una opción es comprar autorías o acceder a medios que ayuden al proceso, y la reciente aplicación de inteligencia artificial Chat-GPT ya es vista como solución.

    Pero la cantidad de artículos retractados (retirados luego de ser publicados, por errores groseros, fraude o plagio) aumenta en forma alarmante, con sus autores atrapados en la “carrera armamentista” de integridad y tecnología.

    EN EL SUR GLOBAL

    La desigualdad en la representación geográfica de revistas científicas ‒señalada hace más de 50 años‒ hoy se fortalece por el modelo de negocios editoriales, y pese al llamado para descolonizar publicaciones en “acceso abierto” y promover la “bibliodiversidad”, el mercantilismo editorial ensombrece las publicaciones académicas del Sur Global. Así, de las 2.200 revistas publicadas en África subsahariana, sólo el 7,5% están indexadas en Web of Science.

    No es mejor el panorama en el Caribe y el Sur Americano, mostrando hasta qué punto esos índices invisibilizan el conocimiento de la investigación del Tercer Mundo.

    Lejos de ayudar a descolonizar el ecosistema editorial, el modelo de “ciencia abierta” se incorporó al dominio de editoriales comerciales, convirtiéndose en un espacio politizado y disputado. Al mismo tiempo, margina a los investigadores que trabajan en sistemas de investigación con escasos recursos e incorporan la aceleración y el productivismo como estrategias de supervivencia en la periferia académica.

    Como contrapeso, América latina ofrece un sólido sistema editorial regional, en portugués y en español, con la base de datos SciELO, de infraestructura editorial y propiedad comunitaria.

    A 60 años de Garfield lanzando su medición por Impact Factor y más de 70 años desde que Maxwell fundó Pergamon, la industria de revistas científicas se muestra muy rentable, con “trenzas” comerciales entre índices de calidad y editores en una economía de mercado que mide la reputación científica y el estatus académico de los investigadores mediante dudosas clasificaciones e índices de calidad.

    Fenómeno ampliado por la digitalización, el poder de cómputo y la inversión financiera, para beneficio exclusivo de las redes editoriales euronorteamericanas.

    * Profesor Emérito (UNC); investigador Principal (Conicet) jubilado; comunicador científico (UNC)

    viernes, 21 de julio de 2023

    CHINA vs USA: patentes en 12 tecnologías críticas

    Publicado en Sputnik
    https://sputniknews.lat/20230719/revelan-que-eeuu-va-a-la-zaga-de-china-en-12-tecnologias-criticas-y-la-diferencia-sigue-aumentando-1141703322.html



    Revelan que EEUU va a la zaga de China en 12 tecnologías críticas, y la diferencia sigue aumentando

    El rápido crecimiento tecnológico de China supone una amenaza para la base industrial de defensa de EEUU, cuyo índice de patentes se ha estancado en los últimos años, reveló un estudio de la empresa de investigación Govini.

    El informe detalla casi 200.000 millones de dólares de gasto público estadounidense en tecnologías clave en el año fiscal 2022, pero advierte de que Pekín sigue superando a Washington. Los 12 ámbitos de tecnologías críticas en las que se observa esta supremacía son:

    1. Biotecnología
    2. Supercomputación e interfaces de usuario
    3. Modernización nuclear
    4. Tecnología espacial
    5. Inteligencia artificial/Aprendizaje automático y autonomía
    6. Comunicaciones avanzadas
    7. Fabricación avanzada
    8. Hipersónicos
    9. Microelectrónica
    10. Energía renovable
    11. Materiales avanzados
    12. Energía dirigida

    Govini descubrió que en 2022, en cada subsegmento de tecnología crítica, China adelantó a EEUU en patentes concedidas. Además, desde 2018, el número total de patentes del país asiático ha aumentado constantemente y ahora se encuentra en su tasa más alta. Mientras tanto, se indica que el nivel de patentes de EEUU en todos los subsegmentos de tecnología crítica, con la excepción de la modernización nuclear, ha disminuido en los últimos años.

    "Las patentes son un indicador adelantado del dominio tecnológico en el futuro. Son la semilla para hacer nuevos descubrimientos que te colocan en la cima de la cadena alimentaria competitiva. Eso es lo que más me asusta porque China lo está haciendo mucho mejor que nosotros en cuanto al número total de patentes", comentó el exsubsecretario de Defensa que ahora es presidente de Govini, Bob Work, citado por Defense News.

    Además, el estudio mostró que algunos contratistas estadounidenses centrados en tecnologías críticas siguen dependiendo en gran medida de proveedores e inversores de China. En este sentido, la directora ejecutiva de Govini, Tara Dougherty, señaló que las 12 tecnologías críticas del informe dependen mucho de los suministros chinos.

    En la Cumbre sobre Inteligencia y Seguridad Nacional celebrada la semana pasada, el senador estadounidense Mark Warner afirmó que la seguridad nacional ya no significa "la nación con más tanques, armas, barcos y aviones".

    "Si no invertimos más, desde los semiconductores a las capacidades aéreas, [la inteligencia artificial], el análisis cuántico, la biología, la energía avanzada, todas estas son áreas en las que si China domina, eso supondrá una amenaza para la seguridad nacional, tanto en términos de su capacidad para extender su influencia o, francamente, para desconectarnos, como en todo lo demás", resumió.

    USA: liberan al científico mexicano sentenciado por espiar para Rusia

    Publicado en El Universal
    https://www.eluniversal.com.mx/mundo/liberan-en-eu-al-cientifico-mexicano-sentenciado-por-espiar-para-rusia/


    Liberan en EU al científico mexicano sentenciado por espiar para Rusia

    El mexicano fue liberado tras confesar que fue presionado para colaborar con los servicios rusos de inteligencia

     15/07/2023

    Héctor Alejandro Cabrera Fuentes, el científico mexicano sentenciado en Estados Unidos por espiar para Rusia, fue liberado.

    Así lo indica el registro del Buró Federal de Prisiones, que señala que el oaxaqueño, de 38 años, fue liberado el viernes.

    Cabrera Fuentes fue sentenciado en junio de 2022, en una corte de Florida, a cuatro años de prisión, tras confesar que fue presionado para colaborar con los servicios rusos de inteligencia. El oaxaqueño alcanzó un acuerdo con la Fiscalía para lograr una reducción de sentencia.

    “Todos cometemos errores y este ha sido el más grande de mi vida”, dijo, tras ser sentenciado. “Estoy sumamente arrepentido de mis equivocaciones”.

    El acuerdo alcanzado, por el que Cabrera se comprometió a no apelar la sentencia, contemplaba un periodo de tres años de libertad supervisada una vez cumplida la condena. De acuerdo con algunas fuentes, no corroboradas, el mexicano ya fue deportado, sin posibilidad de regresar a Estados Unidos.

    Originario de El Espinal, un poblado de Oaxaca, habitado por no más de 9 mil personas, Cabrera estudió biomedicina en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), durante los primeros semestres. Consiguió ingresar en la Universidad Federal de Kazán, en Rusia, donde finalizó la carrera. Posteriormente, cursó la especialidad en biología molecular, a nivel maestría, y se doctoró en las disciplinas de bioquímica y microbiología.

    Mientras cursaba sus estudios en microbiología fue invitado a participar en un proyecto sobre cardiología molecular y, específicamente, centrado en la aterosclerosis, una enfermedad característica por la acumulación de grasas, colesterol y otras sustancias en las paredes de las arterias.

    Junto con el equipo de investigación con el que colaboraba, demostró qué era lo que sucedía con el cuerpo mientras se producía un infarto, por lo que se hizo acreedor del premio Servier, otorgado por la Sociedad Internacional para la Investigación del Corazón, en 2018.

    Sin embargo, dos años después, fue detenido en el aeropuerto internacional de Miami, en Estados Unidos, bajo la acusación de que había actuado como espía en nombre del gobierno de Rusia en de territorio estadounidense, sin notificar al Fiscal General de esta región.

    Documentos judiciales revelan que un funcionario ruso reclutó al científico mexicano en 2019, ordenándole que rentara una propiedad en Miami a fin de poder espiar a un agente del FBI.

    Cabrera reconoció haber tomado fotos de la matrícula del agente y haber entregado información a Rusia sobre la placa y ubicación de esa persona.

    La imagen fue tomada por su esposa y enviada por Whatsapp. Las autoridades la encontraron en los archivos recientemente eliminados del celular confiscado.

    ¿Por qué Cabrera espió para Rusia?

    Las investigaciones revelaron que el científico mexicano llevaba una doble vida: tenía una familia en México y otra, incluyendo dos hijas, con una rusa que radicaba en Alemania.

    Cuando su esposa rusa tuvo que volver al país por un trámite, las autoridades no le permitieron salir. Cabrera viajó a Moscú para poder sacar a su esposa y fue entonces cuando un “contacto” le dijo que le ayudaría con su problema familiar a cambio de que él les ayudara a conseguir cierta información. El resto es historia.

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