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jueves, 23 de noviembre de 2023

ARGENTINA: ¿desarmar su sistema científico y tecnológico?

Publicado en CAMPUS. Suplemento sobre educación superior
https://suplementocampus.com/argentina-desarmar-su-sistema-cientifico-y-tecnologico/




Argentina: ¿desarmar su sistema científico y tecnológico?

23 noviembre, 2023 por Alejandro Canales
  
¿Las promesas del recientemente electo Javier Milei sobre eliminar el Ministerio de Ciencia y Tecnología de ese país y privatizar el Conicet podrían hacerse realidad?


El presidente electo de la Argentina, Javier Milei, anticipó en agosto de este año, cuando se reveló como el fuerte contendiente que sería, que si resultaba ganador eliminaría el Ministerio de Ciencia y Tecnología de ese país y privatizaría su principal organismo científico. La propuesta parecía una extravagancia del entonces polémico aspirante a la presidencia.

Ahora, Javier Milei ya es reconocido como vencedor y próximo presidente. Además, a diferencia de lo que preveían las encuestas, obtuvo una holgada ventaja de más de diez puntos porcentuales sobre su contrincante. La pregunta es si Milei hará o no todo lo que dijo en campaña.

La frase “se hace campaña en verso, pero se gobierna en prosa” es atribuida a Alberto Cuomo, el ex gobernador de Nueva York. Y sí, en general, quien aspira a un cargo de elección popular saca los violines y el lenguaje más florido para seducir a las audiencias, aunque después todo se queda en el aire. Ahora, la misma frase de Cuomo, se utiliza para justificar el inevitable pragmatismo que se impone una vez asumido el cargo.

¿Qué propuso Javier Milei? El pasado mes de agosto, en una serie de entrevistas, entre ellas las concedidas al canal de televisión “La Nación Más” (LN+), propiedad del diario del mismo nombre, expresó que eliminaría la mayor parte de los ministerios, salvo siete: Economía; Relaciones Exteriores; Infraestructura; Seguridad; Justicia; y del Interior. Pero añadió uno: “Capital Humano”. O sea, recortaría al máximo la administración pública del Estado argentino.

También le preguntaron a Milei qué haría con el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Este último es el organismo de fomento a la actividad del sector que depende del presidente, instaurado hace 65 años y actualmente aglutina a cerca de 12 mil investigadores de todas las áreas de conocimiento y otra cantidad similar de becarios de doctorado y posdoctorado.

La respuesta de Milei fue: “El Conicet, en manos del sector privado”. Es decir, la administración del organismo sería resposabilidad de particulares. Añadió sobre investigadores y becarios: “Que se ganen la plata sirviendo al prójimo. ¿Qué productividad tienen [los científicos]? ¿Qué han generado? Buscaremos la forma de asignarlos a otras cosas” (La Nación 16.08.2023).

No fue una propuesta formulada al calor de los reflejos histriónicos proyectados en pantalla. En una siguiente entrevista remarcó sobre el Conicet: “Tiene 35 mil personas, la NASA tiene 17 mil. Me parece que el Conicet no produce en línea con lo que produce la NASA. La productividad del Conicet es bastante cuestionable” (19.08.2023).

En respuesta, el propio ministro de ciencia, Daniel Filmus, encabezó una manifestación pública de rechazo. El funcionario dijo: “el solo planteo de que un país puede desarrollarse sin ciencia es de una ignorancia enorme, sobre todo cuando el mismo personaje que hace el planteo pone de ejemplos a países cuyos estados son los que más invierten en ciencia y tecnología” (Hora Cero. 19.08.2023).

Todavía más, en la víspera de la reciente segunda vuelta electoral, 16 titulares de centros de investigación del Conicet, hicieron pública su posición:“Desde aquí queremos reivindicar la defensa sin condicionamientos de la educación pública y gratuita, la cultura y los derechos humanos. Asimismo, afirmamos que la ciencia es motor del desarrollo y fundamento de la soberanía nacional” (Conicet 10.11.2023).

Los directivos advertían en su comunicado: “La propuesta de un país sin Conicet, sin universidades públicas, sin escuelas ni hospitales estatales, nos interpela sobre el rol que cumplimos como sector científico, y desde el papel que tiene el conocimiento en el desarrollo de nuestro país”.

Vinieron las elecciones y, ahora, el aspirante es el virtual presidente. El mismo que propuso en campaña anular una buena parte de los ministerios y de las capacidades administrativas del Estado, entre ellos el sector cientifico y tecnológico. Asumirá el cargo el próximo 10 de diciembre y muchos ciudadanos argentinos esperan que cumpla sus promesas y otros tantos que no lo haga.

Todo indica que Argentina sí experimentará un fuerte recorte de su aparato estatal y un ajuste de sus funciones administrativas. Tal vez el cambio no será de la magnitud anunciada, porque el tiempo de campaña es uno y el de gobierno es otro. Tampoco está claro que los ministerios se puedan eliminar sin mayor trámite ni resistencia, pero habrá que esperar el programa de gobierno.

Los indicadores en la región de América Latina muestran que Argentina ocupa una posición relevante, tanto en educación superior como en ciencia y tecnología. En primer lugar aparece Brasil, luego México y en tercer lugar Argentina. De hecho, los tres países, concentran el mayor volumen regional de la matrícula de nivel superior y alrededor de 8 de cada 10 pesos de inversión en ciencia y tecnología.

Grave, muy grave será para la Argentina si anula o desarma sus capacidades científicas y tecnológicas.

Pie de página: La semana pasada, por enésima ocasión, la autoridad anunció que la vacuna mexicana Patria estará disponible antes de que concluya este año… Usted sacará sus propias conclusiones.

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Acelerador de partículas en UNAM-IISUE/SES | canalesa@unam.mx | Web

viernes, 17 de noviembre de 2023

Competir no da mejores resultados: ¿se está financiando bien la ciencia?

Publicado en The Conversation
https://theconversation.com/competir-no-da-mejores-resultados-se-esta-financiando-bien-la-ciencia-214232



Competir no da mejores resultados: ¿se está financiando bien la ciencia?

Noviembre 8, 2023


La financiación de la investigación por proyecto no tiene ningún impacto diferencial, en comparación con la financiación institucional tradicional, en cuanto a la producción de artículos académicos altamente citados, ni tampoco un efecto claro sobre la cantidad de publicaciones.

Es la conclusión a la que ha llegado un estudio liderado por la Universidad de Sevilla. El análisis se basa en datos de 10 países y 148 universidades europeas con un claro enfoque en la investigación entre 2011 y 2019. Hemos considerado la financiación institucional y por proyecto tanto a nivel nacional como a nivel de universidades y analizado su efecto sobre la cantidad y la calidad de las publicaciones.

En ninguno de los niveles aparece un efecto diferenciador entre los dos tipos de financiación.

Fuerte aumento de la financiación por proyecto

Los resultados contrastan con el fuerte aumento de la financiación de la investigación por proyecto desde los años 1980 en la gran mayoría de los países europeos.

La principal justificación de esta evolución se fundamenta en el supuesto, por parte de los ministerios y agencias de financiación, de que la financiación de la investigación por proyectos supone una mejora del rendimiento académico debido a su naturaleza fundamentalmente competitiva.

Bajo esta modalidad, se financia a un grupo o un individuo para llevar a cabo una actividad de investigación definida generalmente sobre la base de una propuesta que describe las actividades a realizar.

La selección de estas propuestas se sustenta en un proceso competitivo en el cual las agencias públicas deciden financiar en función de una evaluación de calidad y apoyándose en un conjunto de criterios acordados.

En cambio, la financiación institucional se define como la financiación de instituciones sin selección directa de proyectos que deben llevarse a cabo. Bajo este modelo, la institución receptora (y no la organización que financia) tiene discreción sobre los proyectos que deben llevarse a cabo.

Los argumentos en pro y contra la competición

La financiación por proyecto se defiende en base a tres argumentos fundamentales:

  • mejora el rendimiento académico;

  • debería llevar a la selección de los mejores investigadores a través de una evaluación estandarizada de proyectos;

  • incentiva temas específicos de investigación de interés para las organizaciones financiadoras públicas o privadas y aumenta el impacto socioeconómico de la investigación.

Las llamadas a concurso incentivarían a los investigadores para proponer proyectos de alta calidad ya que mejorarían su reputación.

Otro argumento señala que la financiación por proyecto llevaría a investigaciones de más corto plazo, más aplicadas y menos arriesgadas que la financiación institucional, que fomentaría una ciencia más exploratoria.

Una explicación para aumentar la proporción de financiación por proyecto es que, mientras que la investigación exploratoria podría ser percibida por los comités de evaluación como con menos probabilidades de producir resultados tangibles, los proyectos más aplicados ofrecerían más garantías y, por lo tanto, serían más convincentes a la hora de decidir si proporcionar o no financiación para la investigación.

El análisis produce resultados ambiguos

En contraste con el aumento de la financiación por proyecto a lo largo de las últimas décadas, la evidencia empírica disponible sobre el efecto de esta modalidad en el rendimiento de la investigación ha sido hasta ahora inconcluyente.

Mientras que algunos estudios encuentran un impacto positivo de la financiación de proyectos en la producción de investigación, otros no hallan una conexión directa entre este tipo de incentivos financieros y la producción científica.

Un estudio más reciente resalta una relación negativa entre la financiación de proyectos y el rendimiento científico.

Además, la mayoría de estos estudios citados se enfocan en un solo nivel (nacional o universitario) y utilizan indicadores diferentes para medir el rendimiento académico (suelen medir o bien la cantidad o bien el número de citas).

Nuestros resultados

El estudio realizado en la Universidad de Sevilla integra las diferentes perspectivas para proponer un análisis multinivel (nacional y universitario) y analiza tanto la cantidad de publicaciones como los artículos más citados como medidas de la producción académica.

Los resultados confirman que la única variable que tiene un impacto positivo tanto sobre la cantidad como la calidad de las publicaciones es el importe de los presupuestos dedicados a la investigación.

En cambio, ni la modalidad de financiación por proyecto ni la modalidad institucional impactan sobre el rendimiento académico.

Los datos analizados entre 2011 y 2019 también ilustran que durante esta década y en contraste con los 30 años anteriores, las proporciones de financiación institucional y por proyecto de la investigación se han estabilizado en la mayoría de los países europeos.

Después de décadas de aumento, es posible que los niveles de financiamiento de proyectos y financiamiento institucional hayan alcanzado un equilibrio relativamente estable en el que el financiamiento institucional proporciona niveles aceptables de estabilidad dentro de los sistemas nacionales, mientras que el financiamiento de proyectos brinda la flexibilidad necesaria.

Mientras la financiación institucional permite la realización de investigaciones de largo plazo, la modalidad por proyecto permite a su vez a los Estados orientar la investigación hacía prioridades nacionales.

Ambos mecanismos son necesarios, pero ninguno garantiza la mejora de la ciencia.


martes, 14 de noviembre de 2023

PERÚ: “El problema de fondo son los incentivos creados para la proliferación de publicaciones científicas”

Publicado en El Comercio
https://elcomercio.pe/opinion/columnistas/articulos-cientificos-universidades-peruanas-concytec-cientificos-al-peso-por-carlos-contreras-carranza-columna-noticia/



COLUMNISTAS / Opinión
Carlos Contreras Carranza

Científicos al peso
“El problema de fondo son los incentivos creados para la proliferación de publicaciones científicas”


Reportajes en la televisión y artículos en la prensa han puesto sobre el tapete el problema de las falsas autorías en los artículos científicos y la aparición de un mercado negro alrededor de las publicaciones en revistas indizadas y las tesis universitarias. Pagando algunos cientos o miles de dólares, uno puede figurar como coautor de un artículo publicado en una revista científica u obtener el grado académico que permita ascender en la carrera hasta las posiciones más altas.

Esta anomalía ha proliferado a escala mundial y ha concitado voces de alarma en diversos países. Son varios los problemas que conlleva: genera reconocimientos indebidos en las carreras de los docentes universitarios que desalientan a quienes verdaderamente hacen investigación y ayudan al avance del conocimiento; conduce al desvío o la pérdida de recursos públicos cuando falsos autores reciben subvenciones o bonos por artículos publicados; y llevan a una inflación descontrolada de una producción supuestamente científica, en la medida en que formalmente cumple con una serie de pautas metodológicas, pero que resulta finalmente repetitiva o insustancial.

Por ejemplo, entre los años 2011 y 2021, el Concytec, que es la institución del Estado Peruano encargada de la promoción científica, registró un impresionante crecimiento en el número de artículos publicados por los científicos peruanos en las revistas indexadas en Scopus: de 1.313 a 7.420; es decir, se multiplicó más de cinco veces. El aumento ocurrió sobre todo en las ramas de la medicina y las ciencias de la salud, seguido de las ciencias sociales y las disciplinas agrícolas y biológicas. ¿Reflejó este crecimiento un aumento real de la investigación científica en el país o se trata, más bien, de un efecto creado por la selección de una forma de medición? Parecería más bien lo segundo.

En los reportajes mencionados, así como en el comunicado que recientemente emitió el Concytec, se critica a los profesionales que incurren en la práctica de comprar autorías y se condena a las redes de personas que las venden, pero esperan que el problema se resuelva apelando a la ética de los investigadores y a un mejor control de las propias universidades, cuando son estas las que han creado el problema al seleccionar, calificar y remunerar a sus profesores según el número de sus Scopus. Una conducta a la que son empujadas, a su vez, por un sistema mundial de medición de su calidad basada en el mismo indicador.

El problema de fondo son, pues, los incentivos creados para la proliferación de publicaciones científicas, cuya utilidad y posibilidad de difusión entre la población son casi inexistentes, y los defectos de su reglamentación. Por ejemplo, so pretexto de favorecer el trabajo en equipo, si un artículo es suscrito por seis autores, cada uno reciba el puntaje completo; es decir, el mismo que si lo hubiera escrito en solitario. Si tengo un artículo por publicar, es un desperdicio aparecer como autor yo solo. ¿Por qué no invitar a algún colega amigo para que lo suscriba conmigo?

Desde hace algún tiempo, las universidades e instituciones rectoras de la investigación científica decidieron trasladar a las revistas indizadas la tarea de la evaluación de la calidad de la producción científica de sus profesores y graduandos. En principio, no parecía una mala idea. En el pasado, los científicos eran escasos y su valía, si la tenían, era pública y notoria. Los docentes universitarios eran escogidos y promovidos siguiendo las reglas feudales del parentesco, el compadrazgo y el vasallaje. El conocimiento se difundía mediante libros, cuya publicación no siempre descansaba en la originalidad y rigurosidad de la investigación, sino en la afinidad ideológica o la amistad con las personas que manejaban la editorial. En un nuevo contexto, en el que el número de científicos se multiplicó, reemplazar este régimen por uno en el que la selección y medición de los capaces fuese impersonal y automática pareció un paso adelante.

Las revistas se abrían a recibir colaboraciones de todo el mundo, desplegando un sistema de evaluación anónimo a cargo de personal calificado, seleccionando las de mejor calidad. Parecían garantizar un arbitraje riguroso y sin la parcialidad que supone que la producción de un investigador sea examinada por colegas con los que convive y ha pasado por alianzas y contiendas. La suposición de fondo era que las revistas de los lugares más prestigiosos, por reunir a expertos cosmopolitas, carecían de sesgos nacionales, ideológicos, metodológicos o culturales. Actuaban como guardianes de un modelo científico universal, de modo que lo que les parecía malo o bueno, útil o estéril, debía serlo en cualquier lugar del mundo. Pero esta concepción de la ciencia parece hoy discutible.

En las ciencias sociales es conocida la regla de que la elección de una forma de medición cambia la conducta de las personas a ser examinadas, puesto que estas convierten en objetivo el instrumento de la medición, invalidándolo para ello después de un tiempo. Tal vez ha llegado la hora de que las universidades y los organismos de fomento de la investigación busquen una mejor manera de apreciar la calidad de la investigación científica; probablemente, una en la que el juicio cualitativo recupere un sitial protagónico.


*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Carlos Contreras Carranza es historiador y profesor de la PUCP

lunes, 25 de septiembre de 2023

EE.UU. y China podrían poner fin a un acuerdo de cooperación científica y tecnológica: un experto en políticas explica lo que esto significa para la investigación

Publicado en The Conversation
https://theconversation.com/the-us-and-china-may-be-ending-an-agreement-on-science-and-technology-cooperation-a-policy-expert-explains-what-this-means-for-research-212084?utm_medium=email&utm_campaign=Latest%20from%20The%20Conversation%20for%20August%2028%202023%20-%202721227499&utm_content=Latest%20from%20The%20Conversation%20for%20August%2028%202023%20-%202721227499+CID_39613804e12e1f07007576dff1c093a3&utm_source=campaign_monitor_us&utm_term=The%20US%20and%20China%20may%20be%20ending%20an%20agreement%20on%20science%20and%20technology%20cooperation%20%20a%20policy%20expert%20explains%20what%20this%20means%20for%20research



EE.UU. y China podrían poner fin a un acuerdo de cooperación científica y tecnológica: un experto en políticas explica lo que esto significa para la investigación


Publicado el 28 de agosto de 2023 


Caroline Wagner


Profesora de Asuntos Públicos, Universidad Estatal de Ohio


El 27 de agosto de 2023 expira un acuerdo de cooperación científica (cooperative agreement) y tecnológica entre Estados Unidos y China que dura ya varias décadas. A primera vista, un acuerdo diplomático que expira puede no parecer importante. Pero a menos que se renueve, el silencioso final de una era de cooperación puede tener consecuencias para la investigación científica y la innovación tecnológica.


La posible caducidad se produce después de que el congresista Mike Gallagher, republicano de Wisconsin, encabezara un grupo del Congreso (led a congressional group warning ) que advirtió al Departamento de Estado estadounidense en julio de 2023 que tuviera cuidado con la cooperación con China. Este grupo recomendó dejar expirar el acuerdo sin renovarlo, alegando que China ha obtenido una ventaja militar gracias a sus lazos científicos y tecnológicos con Estados Unidos.


El Departamento de Estado ha dado largas a la renovación del acuerdo (amend and strengthen) y sólo ha solicitado una prórroga en el último momento para "modificar y reforzar" el acuerdo.


Estados Unidos es un activo colaborador internacional en investigación, y desde 2011 China es su principal socio científico (top scientific partner), desplazando al Reino Unido, que había sido el colaborador más frecuente de Estados Unidos durante décadas. El gasto nacional de China en investigación y desarrollo se acerca a la paridad con el de Estados Unidos. Su producción académica está creciendo tanto en número como en calidad (in both number and quality). Según estudios recientes, la ciencia china es cada vez más creativa (increasingly creative) y abre nuevos caminos.


Como analista político y profesor de asuntos públicos (policy analyst and public affairs professor), investigo la colaboración internacional en ciencia y tecnología y sus implicaciones para las políticas públicas. Las relaciones entre países suelen mejorar con la negociación y firma de acuerdos, y este acuerdo no es diferente. El acuerdo científico y tecnológico (agreement with China) de EE.UU. con China ha logrado crear proyectos de investigación conjuntos y centros de investigación compartidos entre ambas naciones.


Por lo general, los científicos estadounidenses pueden trabajar con sus homólogos extranjeros sin necesidad de un acuerdo político. La mayoría ni siquiera conoce los acuerdos diplomáticos, que se firman mucho después de que los investigadores hayan trabajado juntos. Pero no es el caso de China, donde el acuerdo de 1979 se convirtió en un requisito previo y en el iniciador de la cooperación.


Una inversión diplomática de 40 años


El acuerdo científico y tecnológico entre Estados Unidos y China forma parte de una apertura histórica de las relaciones entre ambos países, tras décadas de antagonismo y distanciamiento. El Presidente estadounidense Richard Nixon puso en marcha el proceso de normalización de las relaciones (normalizing relations) con China a principios de la década de 1970. El Presidente Jimmy Carter siguió buscando una mejora de las relaciones (continued to seek an improved relationship) con China.


China había anunciado reformas, modernizaciones y una apertura global tras un intenso periodo de aislamiento desde la época de la Revolución Cultural, a finales de la década de 1950, hasta principios de la de 1970. Entre sus "cuatro modernizaciones" (four modernization) estaba la ciencia y la tecnología, además de la agricultura, la defensa y la industria.



Aunque China es conocida históricamente por haber inventado la pólvora, el papel y la brújula (gunpowder, paper and the compass), en los años setenta no era una potencia científica. Los diplomáticos estadounidenses y chinos consideraban la ciencia como una actividad poco conflictiva, comparable al intercambio cultural. Pensaron que empezar con un acuerdo científico que no supusiera una amenaza podría allanar el camino para posteriores discusiones sobre cuestiones más delicadas desde el punto de vista político.

El 28 de julio de 1979, Carter y el primer ministro chino Deng Xiaoping firmaron un "acuerdo paraguas" (“umbrella agreement”) que contenía una declaración general de intenciones para cooperar en ciencia y tecnología, y cuyos detalles se concretarían más adelante.

En los años siguientes, la economía china floreció (economy flourished), al igual que su producción científica. A medida que la economía china crecía, también lo hacían sus inversiones en investigación y desarrollo. Todo ello impulsó la capacidad de China para colaborar en el ámbito científico, ayudando así a su propia economía.

La colaboración inicial en el marco del acuerdo marco de 1979 fue sobre todo simbólica y se basó en el intercambio de información, pero con el tiempo crecieron las colaboraciones sustantivas.

Uno de los primeros logros importantes se produjo cuando ambos países publicaron una investigación que demostraba que las madres podían ingerir ácido fólico para prevenir defectos congénitos como la espina bífida (like spina bifida) en embriones en desarrollo. Otras colaboraciones fructíferas desarrollaron energías renovables (renewable energy), pruebas de diagnóstico rápido del virus del SARS ( for the SARS virus) y un método de producción de hidrógeno a partir de energía solar (solar-driven method for producing hydrogen fuel).

A partir de entonces empezaron a surgir proyectos conjuntos independientes de los acuerdos o ayudas gubernamentales (government agreements or aid). Los investigadores se asociaron en torno a intereses comunes: así es como prospera la colaboración científica entre naciones.

Muchos de estos proyectos fueron iniciados por estadounidenses de origen chino o por ciudadanos chinos que trabajaban en Estados Unidos (working in the United States) y cooperaban con investigadores de su país. En los primeros días de la pandemia COVID-19, estos fuertes lazos condujeron a una rápida y creciente cooperación chino-estadounidense (Chinese-U.S. cooperation) en respuesta a la crisis.

Tiempos de conflicto

A lo largo de las décadas de 2000 y 2010, la colaboración científica entre ambos países aumentó espectacularmente (increased dramatically): se ampliaron los proyectos de investigación conjuntos, se disparó el número de estudiantes visitantes de ciencias e ingeniería y las publicaciones en colaboración recibieron más reconocimiento.

Sin embargo, a medida que crecían la economía y el éxito tecnológico de China, las agencias gubernamentales y el Congreso de Estados Unidos empezaron a examinar (scrutinize the agreement) con lupa el acuerdo y sus resultados. Los conocimientos chinos empezaron a adquirir fuerza militar y, con el aumento de la influencia militar y política de China, se preocuparon por el robo de propiedad intelectual, las violaciones de secretos comerciales y las vulnerabilidades para la seguridad nacional derivadas de las conexiones con Estados Unidos.

La reciente legislación estadounidense, como la Ley CHIPS y de Ciencia (such as the CHIPS and Science Act), es una respuesta directa a la impresionante expansión de China. A través de la Ley CHIPS (CHIPS and Science Act) y de Ciencia, EE.UU. impulsará su industria de semiconductores (will boost its semiconductor industry), considerada como la plataforma para la construcción de futuras industrias, al tiempo que tratará de limitar el acceso de China a los avances en IA (advances in AI and electronics) y electrónica.

¿Víctima del éxito?

Algunos políticos creen que este acuerdo bilateral de ciencia y tecnología, negociado en los años setenta como la forma menos conflictiva de cooperación -y renovado en numerosas ocasiones-, puede amenazar ahora el dominio de Estados Unidos en ciencia y tecnología. A medida que aumentan las tensiones políticas y militares, ambos países recelan de la renovación del acuerdo, incluso cuando China ha firmado acuerdos (China has signed) similares con más de 100 naciones.

Estados Unidos está atrapado en un mundo que ya no existe, en el que domina la ciencia y la tecnología (science and technology). China es ahora líder mundial en publicaciones de investigación reconocidas como trabajos de alta calidad (leads the world in research publications recognized as high quality work), y produce muchos más ingenieros que Estados Unidos (it produces many more engineers than the U.S.). Según todos los indicadores, el gasto chino en investigación se está disparando (research spending is soaring).

Incluso si la reciente prórroga da lugar a un acuerdo renegociado, Estados Unidos ha señalado a China su reticencia a cooperar. Desde 2018, el número de publicaciones conjuntas ha descendido (dropped in number). Los investigadores chinos están menos dispuestos a venir a EE.UU (less willing). Mientras tanto, es cada vez más probable que los investigadores chinos que están en EE.UU. regresen a casa (likely to return home) llevándose consigo valiosos conocimientos.

Estados Unidos corre el riesgo de quedarse al margen de los conocimientos más avanzados a medida que China avanza. Quizá considerar la ciencia como un recurso compartido a escala mundial pueda ayudar a ambas partes a elaborar un acuerdo en el que todos salgan ganando.

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The US and China may be ending an agreement on science and technology cooperation − a policy expert explains what this means for research

Published: August 28, 2023 


Caroline Wagner

Professor of Public Affairs, The Ohio State University

A decades-old science and technology cooperative agreement between the United States and China expires on Aug. 27, 2023. On the surface, an expiring diplomatic agreement may not seem significant. But unless it’s renewed, the quiet end to a cooperative era may have consequences for scientific research and technological innovation.

The possible lapse comes after U.S. Rep. Mike Gallagher, R-Wis., led a congressional group warning the U.S. State Department in July 2023 to beware of cooperation with China. This group recommended to let the agreement expire without renewal, claiming China has gained a military advantage through its scientific and technological ties with the U.S.

The State Department has dragged its feet on renewing the agreement, only requesting an extension at the last moment to “amend and strengthen” the agreement.  

The U.S. is an active international research collaborator, and since 2011 China has been its top scientific partner, displacing the United Kingdom, which had been the U.S.‘s most frequent collaborator for decades. China’s domestic research and development spending is closing in on parity with that of the United States. Its scholastic output is growing in both number and quality. According to recent studies, China’s science is becoming increasingly creative, breaking new ground.

As a policy analyst and public affairs professor, I research international collaboration in science and technology and its implications for public policy. Relations between countries are often enhanced by negotiating and signing agreements, and this agreement is no different. The U.S.’s science and technology agreement with China successfully built joint research projects and shared research centers between the two nations.

U.S. scientists can typically work with foreign counterparts without a political agreement. Most aren’t even aware of diplomatic agreements, which are signed long after researchers have worked together. But this is not the case with China, where the 1979 agreement became a prerequisite for and the initiator of cooperation.  

A 40-year diplomatic investment

The U.S.-China science and technology agreement was part of a historic opening of relations between the two countries, following decades of antagonism and estrangement. U.S. President Richard Nixon set in motion the process of normalizing relations with China in the early 1970s. President Jimmy Carter continued to seek an improved relationship with China.

China had announced reforms, modernizations and a global opening after an intense period of isolation from the time of the Cultural Revolution from the late 1950s until the early 1970s. Among its “four modernizations” was science and technology, in addition to agriculture, defense and industry.  

While China is historically known for inventing gunpowder, paper and the compass, China was not a scientific power in the 1970s. American and Chinese diplomats viewed science as a low-conflict activity, comparable to cultural exchange. They figured starting with a nonthreatening scientific agreement could pave the way for later discussions on more politically sensitive issues.

On July 28, 1979, Carter and Chinese Premier Deng Xiaoping signed an “umbrella agreement” that contained a general statement of intent to cooperate in science and technology, with specifics to be worked out later.

In the years that followed, China’s economy flourished, as did its scientific output. As China’s economy expanded, so did its investment in domestic research and development. This all boosted China’s ability to collaborate in science – aiding their own economy. 

Early collaboration under the 1979 umbrella agreement was mostly symbolic and based upon information exchange, but substantive collaborations grew over time.

A major early achievement came when the two countries published research showing mothers could ingest folic acid to prevent birth defects like spina bifida in developing embryos. Other successful partnerships developed renewable energy, rapid diagnostic tests for the SARS virus and a solar-driven method for producing hydrogen fuel.

Joint projects then began to emerge independent of government agreements or aid. Researchers linked up around common interests – this is how nation-to-nation scientific collaboration thrives. 

Many of these projects were initiated by Chinese Americans or Chinese nationals working in the United States who cooperated with researchers back home. In the earliest days of the COVID-19 pandemic, these strong ties led to rapid, increased Chinese-U.S. cooperation in response to the crisis.

Time of conflict

Throughout the 2000s and 2010s, scientific collaboration between the two countries increased dramatically – joint research projects expanded, visiting students in science and engineering skyrocketed in number and collaborative publications received more recognition.

As China’s economy and technological success grew, however, U.S. government agencies and Congress began to scrutinize the agreement and its output. Chinese know-how began to build military strength and, with China’s military and political influence growing, they worried about intellectual property theft, trade secret violations and national security vulnerabilities coming from connections with the U.S. 

Recent U.S. legislation, such as the CHIPS and Science Act, is a direct response to China’s stunning expansion. Through the CHIPS and Science Act, the U.S. will boost its semiconductor industry, seen as the platform for building future industries, while seeking to limit China’s access to advances in AI and electronics.

A victim of success?

Some politicians believe this bilateral science and technology agreement, negotiated in the 1970s as the least contentious form of cooperation – and one renewed many times – may now threaten the United States’ dominance in science and technology. As political and military tensions grow, both countries are wary of renewal of the agreement, even as China has signed similar agreements with over 100 nations.

The United States is stuck in a world that no longer exists – one where it dominates science and technology. China now leads the world in research publications recognized as high quality work, and it produces many more engineers than the U.S. By all measures, China’s research spending is soaring

Even if the recent extension results in a renegotiated agreement, the U.S. has signaled to China a reluctance to cooperate. Since 2018, joint publications have dropped in number. Chinese researchers are less willing to come to the U.S. Meanwhile, Chinese researchers who are in the U.S. are increasingly likely to return home taking valuable knowledge with them.

The U.S. risks being cut off from top know-how as China forges ahead. Perhaps looking at science as a globally shared resource could help both parties craft a truly “win-win” agreement.

ESPAÑA: profesores de la Complutense llevan más de 300 firmas al Rectorado para que corte relaciones con empresas y academias cercanas a ISRAEL

Publicado en El País https://elpais.com/espana/madrid/2024-05-10/los-maestros-de-la-complutense-llevan-mas-de-300-firmas-al-rectorado-para-...