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lunes, 10 de julio de 2023

Así funcionan los ‘rankings’ universitarios internacionales

Publicado en El País
https://elpais.com/economia/formacion/2023-07-07/asi-funcionan-los-rankings-universitarios-internacionales.html 


Así funcionan los ‘rankings’ universitarios internacionales La presencia en las clasificaciones internacionales refleja el prestigio de las instituciones, analizando aspectos que van desde la investigación y la reputación académica a la empleabilidad y la sostenibilidad

Nacho Meneses

Madrid - 07 jul 2023 


Harvard, MIT, Cambridge, Oxford, Stanford... Cada vez que sale una nueva edición de cualquiera de los rankings internacionales de educación superior (ya sea el de Shanghái (ARWU), el QS o el Times Higher Education (THE), por citar tres de los más conocidos) destacando las mejores universidades del mundo, el hecho de no encontrar ninguna universidad española entre las 100 primeras levanta invariablemente muchas cejas, y la reflexión es la misma: ¿dónde están las instituciones españolas?

Tomando, como ejemplo, el ranking de QS, la primera institución académica española es la Universidad de Barcelona, en el puesto 149. Después vienen la Autónoma de Barcelona (164), la Complutense de Madrid (171) y la Autónoma de Madrid (199). Sería muy fácil argumentar que ello solo evidencia una falta de calidad académica y de relevancia internacional, pero sería una conclusión tan fácil de articular como profundamente errónea. ¿Los motivos? Son muchos, pero los trataremos de explicar a continuación.

Lo primero es poner los datos en una perspectiva correcta: “Si hay unas 20.000 universidades en el mundo con docencia e investigación reconocidas, estar en el Top 200 mundial es estar en el 1 % de las mejores. Y estar entre las 1.000 primeras es pertenecer al 5 % de las mejores”, explican desde CRUE Universidades Españolas. Una evaluación que comparten tanto en QS como en THE: “Aparecer en la lista ya es tener una posición fuerte, y estar en las 200 primeras es un logro espectacular. Pero lo mismo se puede decir del Top 500, donde hay 14 universidades españolas”, recuerda Ben Sowter, vicepresidente sénior de QS.

Otros indicadores sirven también para evidenciar la relevancia del sistema universitario español: es, para empezar, uno de los sistemas de enseñanza superior más sostenibles de Europa, con cuatro universidades en el Top 100. Además, si alrededor del 20 % de la investigación mundial se realiza, en la actualidad, gracias a la colaboración internacional, en España ese porcentaje se eleva al 50 %, ya que la mitad de su investigación se lleva a cabo con socios transfronterizos.

En lo que respecta a sus publicaciones científicas, el 30 % de los trabajos españoles se publica en el 10 % de las revistas académicas de mayor impacto, un 6 % más que la media mundial, según explican desde QS. Solo entre 2018 y 2022, España ha producido unos 420.000 artículos académicos y generado más de 2,5 millones de citas.

¿Para qué sirven los ‘rankings’?

La relevancia, para CRUE, es evidente, “dado que contribuyen a la reputación internacional de la institución y favorecen la movilidad académica y la atracción y captación del talento. No obstante, esto último, en el caso del profesorado, está muy condicionado por las contribuciones y recursos que puedan ofrecer nuestras universidades, que están lejos de las mejores universidades del mundo”. Así, mientras las universidades españolas tienen un gran atractivo entre el estudiantado internacional, no sucede lo mismo entre el profesorado de otros países. Y es que “España gasta, en sus universidades, del orden de un 20 % menos por estudiante sobre el PIB que la media de la OCDE. Y si hablamos del Top 150, entre tres y cuatro veces menos de media”, señalan desde CRUE.

¿Qué impacto tiene disponer de un claustro internacional? Para Sowter, un profesorado internacional planta la semilla necesaria para una colaboración académica entre universidades de distintos países, lo que a su vez mejorará la reputación académica internacional y atraerá un mayor número de citas.

De cara a los estudiantes, este tipo de clasificaciones puede constituir una valiosa herramienta a la hora de decidir dónde estudiar, ya sea en su propio país o en el extranjero. Para el profesorado, puede servir para buscar empleo en instituciones que perciben como más destacadas en sus respectivos campos. Para los Gobiernos, constituyen una fuente de información a tener en cuenta al dar forma a su política educativa. Y, en las instituciones, pueden promover un diálogo constructivo sobre su propio rendimiento: según una encuesta de liderazgo universitario elaborada por la OCDE, un 68 % los usa como una herramienta interna para implementar cambios organizativos, de gestión o académicos, además de ser instrumentales a la hora de identificar otras instituciones con las que asociarse.

¿Qué aspectos analizan?

Para elaborar estas tablas, las organizaciones responsables de los distintos rankings analizan una gran cantidad de información que va desde el prestigio internacional a la producción científica, la reputación académica, la empleabilidad e incluso la sostenibilidad de las instituciones. No todos lo hacen de la misma manera ni con el mismo enfoque: si la clasificación de Shanghái, para algunos la más relevante, se basa en métricas de producción y notoriedad científica (publicaciones, premios Nóbel, etcétera), en THE existe un enfoque más académico y de producción científica, y en QS se incorporan además indicadores relacionados con los resultados laborales y la sostenibilidad. En los dos últimos casos, una gran parte de la evaluación proviene de encuestas de reputación internacionales.

En el caso del ranking de Times Higher Educacion (THE), un 33 % de la puntuación proviene precisamente de una encuesta de reputación académica internacional que sirve para analizar tanto el entorno de aprendizaje como la calidad y cantidad de su investigación. Aquí se examina el prestigio percibido en la enseñanza de las instituciones (por ejemplo, un alto porcentaje de estudiantes de posgrado es indicativo de educación efectiva en los niveles más altos). Un 30 % adicional analiza la influencia de su investigación en trabajos académicos de otras partes del mundo (es decir, cuántas veces aparecen citados). Mientras, en el QS, un 30 % corresponde a la reputación académica percibida y un 20 % a la reputación de los empleadores.

“Las citas nos muestran cuánto contribuye cada universidad a la suma del conocimiento humano: nos dice qué investigaciones han destacado, cuáles han sido recogidas y desarrolladas por otros académicos y, lo que es más importante, destaca aquello que se ha compartido más globalmente para expandir los límites de nuestro conocimiento, independientemente de la disciplina que se trate”, cuenta Phil Baty, director de Asuntos Globales en THE. Solo en su ranking se examinaron 121 millones de citas en 15,5 millones de publicaciones de distinto tipo.

Los ‘rankings’ importan, pero hay más

Uno de los aspectos que conviene tener en cuenta a la hora de considerar estas clasificaciones es que no se trata (ni pretenden ser) el único baremo al que acudir, como recuerda Sowter: “No son ninguna autoridad en la elección individual de nadie. Deberían tomarse como una fuente de información más entre muchos otros factores que usen [por ejemplo] los estudiantes a la hora de tomar la decisión correcta y que son personales para cada uno de ellos (…). Se trata de que la opinión que se formen de la calidad de una determinada institución se base en su propia definición, y no en otra universal para todos elaborada por una organización de rankings que puede hallarse a miles de kilómetros de ellos”.

Por otro lado, las organizaciones responsables de elaborar estos rankings tienen también en cuenta la sensibilidad y los intereses tanto de los alumnos como de la sociedad en general. Por eso, tanto QS como THE incluyen en sus distintas clasificaciones aspectos como la sostenibilidad o la inserción laboral [si bien desde QS afirman ser los únicos que incluyen dichas consideraciones en su ranking principal]: “Esta es una generación de estudiantes que se enfrentan a un mercado laboral muy difícil y a numerosas fuerzas disruptivas; una generación muy concienciada con la sostenibilidad y con la necesidad de que tanto las instituciones a las que acudan, como la educación que reciban, reflejen esos valores”, añade Jessica Turner, CEO de QS.

Cómo mejorar en las clasificaciones

En lo que respecta a las universidades españolas, cabe preguntarse qué pasos podrían tomar para mejorar su posición de cara al futuro. Pero lo cierto es que no hay una única estrategia para ello. No se trata, por un lado, de simplemente publicar más, sino de que la calidad de esas publicaciones sea lo suficientemente buena como para tener un impacto en la comunidad académica global. Por otro lado, “se puede contratar más profesores, o comunicar con mayor eficiencia las capacidades y la reputación de cada universidad... Pero realmente no tiene sentido enfocarse solo en los aspectos medidos por los rankings, ya que hay muchas otras cosas que se interrelacionan con ellos. Así que la mejor manera de mejorar en una clasificación es mejorar la propia universidad, no según los baremos de ningún ranking, sino según el que cada institución haya elaborado para ellos mismos”, reflexiona Sowter.

Entre esos factores, precisa, las peculiaridades de cada universidad constituyen una dimensión crítica que se acabará viendo reflejada en las clasificaciones. “Nosotros usamos dos grandes encuestas universitarias para evaluar la reputación de cada universidad. Y esas encuestas responden no solo a la destreza y el prestigio, sino también a la innovación y a la existencia de un carácter distintivo, según el cual las instituciones entiendan en qué son mejores y sean capaces de ofrecer una identidad propia a su comunidad y a cualquier parte interesada”.

En cualquier caso, como recuerdan desde CRUE, es importante no perder de vista si una universidad realmente contribuye, y en qué medida, “a una verdadera transformación social que mejore la calidad de vida de las personas, con una mayor equidad y sostenibilidad”.

martes, 6 de diciembre de 2022

USA: la huelga de la Univ. de California es la más importante de la historia de la educación superior estadounidense

Publicado en The Guardian
https://www.theguardian.com/commentisfree/2022/dec/05/california-academic-strike-most-important-us-higher-education-history


La huelga académica de California es la más importante de la historia de la educación superior estadounidense

Nelson Lichtenstein

La Universidad de California intenta dividir y conquistar a los 48.000 trabajadores en huelga accediendo a las demandas de unos grupos pero no a las de otros

La huelga de los sindicatos que representan a 48.000 trabajadores académicos de la Universidad de California se encuentra en una encrucijada peligrosa. Se trata, con diferencia, de la mayor y más importante huelga de la historia de la enseñanza superior estadounidense, con el potencial de transformar tanto el estatus como los ingresos de quienes trabajan en una "industria" que actualmente emplea a más trabajadores que el gobierno federal.

A pesar de todos los trastornos, la huelga no ha generado prácticamente ninguna oposición por parte del profesorado ni de la mayoría de los estudiantes universitarios. De hecho, los líderes estudiantiles de los nueve campus de la Universidad de California han respaldado la demanda de sus ayudantes de enseñanza de posgrado y otros trabajadores académicos de un aumento salarial sustancial destinado a compensar el creciente coste de la vivienda en California, así como la corriente inflacionista más amplia que ha erosionado incluso los míseros salarios, subvenciones y becas de los que dependen tantos de ellos.

La mayoría del profesorado también se muestra comprensivo, y muchos se unen a los piquetes que cada día organiza United Automobile Workers, el sindicato que representa a los distintos sindicatos compuestos por ayudantes de cátedra, tutores y profesores, becarios postdoctorales e investigadores académicos. Muchos de los huelguistas de la UC sostienen que la "A" de UAW significa en realidad "académico", sobre todo en California, donde la mayoría de los miembros de UAW trabajan ahora en un entorno universitario.

Sin embargo, después de tres semanas, la huelga ha llegado a un momento de peligro. Los administradores de la UC han ofrecido a los postdocs y a los investigadores académicos, unos 12.000, una serie de contratos de cinco años que aumentan modestamente los salarios en el primer año y también ofrecen una serie de mejoras adicionales, como más dinero para bajas por maternidad o paternidad, ayudas para el cuidado de los hijos y contratos más largos. Pero los estudiantes de postgrado ayudantes de profesor, que componen una gran mayoría de los huelguistas y constituyen el elemento más militante y activista entre los sindicalistas, han sido hasta ahora incapaces de persuadir a los administradores de la UC para que aumenten una oferta salarial inicial -un 7% ahora seguido de incrementos anuales más pequeños más adelante- que apenas les compensaba por la erosión inflacionista de sus ingresos reales.

Es una estrategia de divide y vencerás. Como el gobierno federal paga los salarios de la mayoría de los postdoctorales e investigadores académicos -a través de subvenciones de la National Science Foundation y otras entidades financiadoras-, la UC puede acceder más fácilmente a una mejora salarial, en el caso de los postdoctorales, de más del 20% en el primer año, aunque sólo del 3,5% en los siguientes. Pero como los ayudantes de cátedra, cuyo salario actual es el más bajo de todos los que están en huelga, se financian directamente con cargo al presupuesto de la Universidad, los negociadores de la universidad han adoptado una línea dura.

Para colmo de males, la UC insiste en que los contratos de todos los huelguistas sean largos, con incrementos salariales relativamente míseros en los años siguientes. La mayoría de los ayudantes de cátedra -que han hecho de Cola, un ajuste garantizado del coste de la vida cada año, una reivindicación clave- consideran que un contrato de tan larga duración es una receta para una mayor erosión salarial inflacionista.

Por el momento, todos los miembros de la UAW en la UC siguen en huelga, pero algunos líderes sindicales parecen inclinados a fomentar la ratificación de los contratos que cubren a los becarios posdoctorales y a los investigadores académicos, dejando a los estudiantes graduados de AT a su suerte. Esto sería un desastre, pues generaría recriminaciones, división y desafección entre las filas de los estudiantes de posgrado más activos en la huelga.

Aún estamos a tiempo de evitar esta debacle y llevar la huelga a la victoria. Los administradores de la UC alegan que las limitaciones presupuestarias excluyen la posibilidad de un gran aumento salarial para los 36.000 estudiantes graduados de la universidad. Sin embargo, California sigue siendo un estado inmensamente rico, con un superávit presupuestario que casi alcanza los 100.000 millones de dólares este año. Sin embargo, a lo largo de las últimas décadas, la financiación estatal de la UC, así como la del sistema universitario estatal, aún mayor, no ha dejado de disminuir. En la actualidad, poco más del 10% del presupuesto de 44.000 millones de dólares de la UC está financiado por el Estado de California, frente a más de la mitad cuando, en 1963, el presidente de la UC, Clark Kerr, declaró célebremente que la institución que dirigía era una "multiversidad", el modelo mundial para la creación de una sociedad basada en el conocimiento.

Por tanto, la huelga de la UC no es sólo un esfuerzo por sacar a miles de trabajadores académicos de una situación cercana a la pobreza, sino un movimiento cuyo éxito requerirá que se invierta la austeridad que ha subvertido la promesa de la educación superior en California y en otros lugares. Es una causa que merece nuestro más sincero apoyo.

Nelson Lichtenstein es profesor de investigación en la Universidad de California, Santa Bárbara.


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The California academic strike is the most important in US higher education history

The University of California is trying to divide and conquer the 48,000 workers on strike by acceding to the demands of some groups but not others

The strike by unions representing 48,000 academic workers at the University of California stands at a perilous crossroads. It is by far the largest and most important strike in the history of American higher education, with the potential to transform both the status and income of those who work in an “industry” that now employs more workers than the federal government.

Despite all the disruption, the strike has generated virtually no opposition from either the faculty or from most undergraduates. Indeed, student leaders at all nine University of California campuses have endorsed the demand by their graduate student teaching assistants and other academic workers for a substantial wage increase designed to offset the soaring cost of California housing as well as the larger inflationary riptide that has eroded even the paltry salaries, grants and fellowships upon which so many of them rely.

Most faculty are sympathetic as well, with many joining the picket lines put up each day by the United Automobile Workers, the union representing the separate locals composed of teaching assistants, tutors and readers; postdoctoral scholars and academic researchers. Many of the UC strikers hold that the “A” in UAW really stands for “academic,” certainly in California, where most UAW members are now employed in a university setting.

After three weeks, however, the strike has reached a moment of danger. UC administrators have offered the postdocs and the academic researchers, about 12,000 in number, a set of five-year contracts that modestly increase wages in year one and also provide a set of additional enhancements, including more money for parental leave, childcare benefit and longer appointments. But the graduate student teaching assistants, who compose a large majority of those on strike and who constitute the most militant and activist element among the unionists, have thus far been unable to persuade UC administrators to increase an initial wage offer – 7% now followed by smaller annual increases later on – that barely compensated them for the inflationary erosion of their real incomes.

It’s a divide-and-conquer strategy. Because the federal government pays the salaries of most postdocs and academic researchers – through grants from the National Science Foundation and other funding entities – UC can more easily accede to a wage enhancement, in the case of the postdoctoral students, for more than 20% in the first year, although only 3.5% in subsequent years. But since the teaching assistants, whose current pay is the lowest of all those on strike, are funded directly out of the University budget, school negotiators have taken a hard line.

Adding insult to injury, UC insists upon long contracts for all those now on strike, with relatively paltry wage increments in the out years. Most of the teaching assistants – who have made Cola, a guaranteed cost of living adjustment each year, a key demand – see such a long-duration contract as a recipe for more inflationary wage erosion.

For the moment, all UAW members at UC remain on strike, but some union leaders seem inclined to encourage ratification of contracts covering the postdoctoral scholars and academic researchers, leaving the graduate student TAs to fend for themselves. This would be a disaster, generating recrimination, division and disaffection within the ranks of the more active grad student strikers.

There is still time to avoid such a debacle and instead carry the strike to victory. UC administrators plead that budget constraints foreclose the possibility of any large wage boost for the school’s 36,000 graduate student workers. Yet California remains an immensely wealthy state, with a budget surplus that almost reached $100bn this year. Over the last several decades, however, state funding for UC, as well as the even larger state university system, has steadily declined. Today just over 10% of UC’s $44bn budget is funded by California itself, down from more than half when in 1963 UC president Clark Kerr famously declared that the institution he led was a “multiversity”, the world-class model for the creation of a knowledge-based society.

The UC strike is therefore not just an effort to raise thousands of academic workers out of near poverty, but a movement whose success will require a reversal of the austerity that has subverted the higher education promise in California and elsewhere. That is a cause that deserves our hearty endorsement.

  • Nelson Lichtenstein is research professor at the University of California, Santa Barbara

  



viernes, 25 de noviembre de 2022

MÉXICO: 10 universidades top, según ranking 2022-2023 Best Global Universities

Publicado en Gestión
https://gestion.pe/tendencias/las-10-mejores-universidades-de-mexico-segun-el-ranking-2022-2023-best-global-universities-nnda-nnrt-noticia/


Las 10 mejores universidades de México, según el ranking 2022-2023 Best Global Universities

Estas son las casas de estudio que la revista U.S. News & World Report –citando el ranking 2022-2023 Best Global Universities– clasifica como las más prestigiosas en México.

Si resides en México y quieres saber cuáles son las 10 mejores universidades en su territorio, Gestión te comparte los alcances de los rankings 2022-2023 Best Global Universities elaborados por la revista U.S. News & World Report, que evalúan a las casas de estudios en función de su desempeño en investigación académica y sus calificaciones tanto a nivel global como regional.

Los estudiantes pueden utilizar estas clasificaciones –que se publican anualmente desde 2013– para explorar las opciones de educación superior que existen más allá de las fronteras de sus propios países y comparar aspectos clave de las misiones de investigación de las escuelas a las que tienen pensado postular.

Cabe resaltar que la clasificación general de Best Global Universities abarca 2000 universidades de renombre de 47 países repartidos a lo largo de cinco regiones (África, Asia, Australia/Nueva Zelanda, Europa y América Latina, según la definición de regiones geográficas de las Naciones Unidas), que cuenten con cinco o más casas de estudios en el ranking general.

Top 10 de las mejores universidades de México, según el ranking 2022-2023 Best Global Universities

  • Universidad Nacional Autónoma de México
  • Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey
  • Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
  • Instituto Politécnico Nacional
  • Universidad Autónoma de San Luis Potosí
  • Universidad Autónoma Metropolitana
  • Universidad de Guadalajara
  • Universidad Autónoma de Nuevo León
  • Universidad de Guanajuato
  • Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

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TE PUEDE INTERESAR: Las 10 mejores universidades del mundo, según el ranking de Webometrics

lunes, 7 de noviembre de 2022

MÉXICO: penúltimo lugar de AL en cobertura de educación superior

Publicado en La Jornada
https://www.jornada.com.mx/2022/11/05/politica/011n1pol


Sólo 42% de jóvenes cursan este nivel

México, penúltimo lugar de AL en cobertura de educación superior: SEP

Alfredo Valadez Rodríguez

Corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 5 de noviembre de 2022, p. 11

Zacatecas, Zac., El subsecretario de Educación Superior de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Luciano Concheiro, aseguró que, en la actualidad, México ocupa el penúltimo lugar de América Latina en cobertura de educación superior entre sus jóvenes de 18 a 23 años.

La pandemia por covid-19 afectó severamente al sistema educativo de nivel superior y posgrados del país, pues durante los dos años de la crisis de salud hubo 85 mil estudiantes que no regresaron a las universidades privadas, 30 mil dejaron los institutos superiores y 20 mil las universidades tecnológicas.

El funcionario federal acudió el viernes a la entidad zacatecana para supervisar los avances del proceso general de reforma en la Universidad Autónoma de Zacatecas, encabezada por Raúl Delgado Wise.

En el evento, realizado en el foyer del teatro universitario Fernando Calderón, el subsecretario señaló en su discurso que México ocupa el penúltimo lugar de América Latina en cobertura de educación superior entre sus jóvenes de 18 y 23 años; sólo 42 por ciento de ese grupo etario se encuentra en las aulas.

Durante su exposición, Concheiro planteó que a pesar de que durante el proceso de la pandemia no hubo menciones más que a los temas de salud, porque como seres humanos buscamos borrar este horror, resulta que la pandemia generada por el coronavirus ha tenido un fuerte papel en el desarrollo de los procesos de transformación de la educación superior.

Añadió que tenemos que reconocerlo, en una coyuntura específica de desánimo social, de miedo, de instalación de varias condiciones que hoy deberíamos tomar en cuenta, ¿qué impacto tuvieron esos efectos de la pandemia, en el sistema de la educación superior en general, conformado por 6 mil 897 planteles a nivel nacional, con más de 433 mil profesores que atienden a 5.1 millones de estudiantes a nivel licenciatura y posgrado? ¿Qué diferencias hubo en el impacto del covid en los distintos subsistemas, carreras, condiciones?

Desigualdad acentuada

El propio Concheiro respondió que en el nivel superior las instituciones que mejor sortearon la pandemia, en todos los ámbitos son las que integran el sistema de las escuelas normales del país, que no paró de hacer algo, como lo que dice el lema de la UAZ: que somos Arte, Ciencia y Desarrollo Cultural.

Porque en términos generales, indicó, este impacto de la pandemia, les quiero decir que es mucho más brutal. Ahí donde ya somos desiguales, nos volvimos aún más desiguales después de la pandemia, en materia de educación superior en el país.

miércoles, 2 de noviembre de 2022

BRASIL: Científicos celebran el regreso de Lula al poder

Publicado en Chemistry World
https://www.chemistryworld.com/news/researchers-in-brazil-welcome-lulas-return-to-power/4016460.article?utm_source=cw_weekly&utm_medium=email&utm_campaign=cw_newsletters


Investigadores de Brasil celebran el regreso de Lula al poder

Por Rebecca Trager
1° de noviembre de 2022

Científicos, investigadores y académicos de todo Brasil celebran la victoria del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva sobre el actual mandatario Jair Bolsonaro. En vísperas de la segunda vuelta electoral del 30 de octubre, hubo un fuerte apoyo a Lula por parte de la comunidad investigadora del país.

Lula se impuso a Bolsonaro con el 50,9% de los votos frente al 49,1%. El resultado excepcionalmente ajustado y el hecho de que Bolsonaro aún no haya concedido su voto ha hecho temer a algunos que él y sus partidarios aún puedan impugnar el resultado.

La victoria de Lula representa no sólo un cambio de gobierno, sino la "vuelta a la normalidad" del país y "el cambio de un presidente que negaba la ciencia y destruía la educación por otro que ve la ciencia y la educación como pilares fundamentales para el desarrollo", afirma Aldo Zarbin, profesor de química de materiales en la Universidad Federal de Paraná y ex presidente de la Sociedad Brasileña de Química. Es un cambio del agua al vino".

Liane Rossi, directora de un laboratorio de nanomateriales y catálisis de la Universidad de São Paulo, está de acuerdo. Estoy muy contenta y aliviada", dice a Chemistry World. La elección de Lula significa la esperanza de que tendremos una política de protección de la ciencia y el medio ambiente", continúa Rossi. Bajo el mandato de Bolsonaro, por ejemplo, se ha producido un dramático aumento de la deforestación de la Amazonia, así como repetidas amenazas de retirarse del Acuerdo de París.

En cambio, Rossi señala el apoyo explícito de Lula a la ciencia, la tecnología y la innovación, y su promesa de reformar la inversión del país en ciencia mediante el aumento de la financiación de los organismos gubernamentales. Señala que el nuevo presidente también está comprometido con la sostenibilidad social, medioambiental y económica, incluyendo la lucha contra el cambio climático.

Además, Lula ha dejado claro que quiere proteger la libertad académica. Los compromisos iniciales de Lula incluyen la garantía de que abrirá las comunicaciones con la comunidad científica, proporcionará recursos a las universidades y aumentará las becas para los estudiantes de posgrado, relata Zarbin.

Entusiasmo y expectativa

La inversión del gobierno en las universidades federales se ha desplomado en las últimas dos décadas, y el apoyo se redujo aún más una vez que Bolsonaro asumió el cargo hace cuatro años. Los principales organismos del Ministerio de Ciencia del país se han visto perjudicados por estos recortes.

Podemos esperar más inversión en ciencia y tecnología e incentivos para las empresas de nueva creación, que pueden ser una enorme y preciosa oportunidad para los jóvenes talentos científicos brasileños", dice Antônio Miller Crotti, químico orgánico de la Universidad de São Paulo.

Muchos académicos han elogiado a Lula por su apoyo a la ciencia entre 2003 y 2011, dice Fernando Galembeck, profesor de química física de la Universidad de Campinas en São Paulo. Sin embargo, Lula se vio envuelto en escándalos de corrupción y fue condenado a prisión en 2018, aunque fue liberado anticipadamente después de que el Tribunal Supremo de Brasil dictaminara que él y muchos otros fueron encarcelados indebidamente antes de que se agotaran sus opciones de apelación.

Galembeck recuerda que la mayoría de las universidades del país "persistieron en hacer más de lo mismo" bajo el gobierno de Lula, y unas pocas universidades nuevas se adaptaron mejor para sobrevivir e incluso prosperar. Pero en los últimos años bajo Bolsonaro, Galembeck dice que la falta de apoyo a los científicos y a las universidades fue 'notable'.

Dice que la ciencia brasileña sigue viva porque los investigadores no dependen únicamente de los fondos federales de investigación. En cambio, muchos estados han mantenido e incluso aumentado sus presupuestos de investigación y educación superior.

Dificultades del déficit

Durante el anterior mandato de Lula como presidente se benefició de la baja inflación y del petróleo barato, lo que ayudó a Brasil a pagar parte de sus deudas, según Galembeck. Pero ahora, se enfrentará a un enorme déficit dejado por Bolsonaro.

Lula no tendrá mucho dinero para repartir, tendrá que tomar decisiones acertadas", dice Galembeck. Además, a su Partido de los Trabajadores, de izquierda, no le fue bien en las elecciones, mientras que el partido conservador de Bolsonaro, el PL, tuvo un mejor desempeño y muchos de sus representantes y senadores fueron elegidos, señala. Por ejemplo, Marcos Pontes, ex ministro de Ciencia de Bolsonaro, fue elegido para el Senado en representación de São Paulo.

La reelección de Lula significa que "ahora hay una oportunidad para reconstruir el sistema de educación, ciencia y tecnología en Brasil, que junto con la cultura fue severamente penalizado por el gobierno de Bolsonaro", afirma Luiz Davidovich, profesor emérito de física en la Universidad Federal de Río de Janeiro y ex presidente de la Academia Brasileña de Ciencias. Davidovich reconoce que Lula necesitará el apoyo de un Congreso potencialmente hostil, pero dice que es un hábil negociador que ha forjado amplias alianzas en el pasado.

Mercedes Bustamante, ecologista de la Universidad de Brasilia, coincide en que la mayoría de los científicos se sienten "aliviados y esperanzados" por el cambio de liderazgo, pero advierte que Lula se enfrenta a un reto "enorme", ya que habrá que reconstruir las políticas científicas de Brasil y hacer hueco en el presupuesto de 2023 para apoyar a las universidades y los investigadores.

Los principales obstáculos serán los legados de cuatro años de políticas científicas erráticas y la nueva configuración política del congreso", pronostica Bustamante.

Rebecca Trager Corresponsal sénior en Estados Unidos, Chemistry World


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Researchers in Brazil welcome Lula’s return to power

By Rebecca Trager1 November 2022

Scientists, researchers and academics across Brazil are celebrating the victory of former president Luiz Inácio Lula da Silva over incumbent Jair Bolsonaro. Leading up to the runoff election on 30 October, there was strong support for Lula from the country’s research community.

Lula beat Bolsonaro with 50.9% of the vote to 49.1%. The exceptionally close result and the fact that Bolsonaro has not yet conceded has led some to fear that he and his supporters may still contest the result.

Lula’s victory represents not just a change of government, but the country’s ‘return to normality’ and ‘the exchange of a president who denied science and destroyed education for another who sees science and education as fundamental pillars for development’, says Aldo Zarbin, a materials chemistry professor at the Federal University of Paraná and former president of the Brazilian Chemical Society. ‘It’s a change from water to wine.’

Liane Rossi, head of a nanomaterials and catalysis lab at the University of São Paulo, agrees. ‘So happy and relieved,’ she tells Chemistry World. ‘The election of Lula means hope that we will have a policy of protection of science and the environment,’ Rossi continues. Under Bolsonaro, for example, there has been a dramatic increase in deforestation of the Amazon, as well as repeated threats to pull out of the Paris agreement.

In contrast, Rossi points to Lula’s explicit support for science, technology and innovation, and his pledge to reform the country’s investment in science through increased funding for government agencies. She notes that the new president is also committed to social, environmental and economic sustainability, including tackling climate change.

Further, Lula has also made clear that he wants to protect academic freedom. Lula’s initial commitments include the guarantee that he will open communications with the scientific community, provide resources for universities and increase scholarships for graduate students, Zarbin recounts.

Excitement and expectation

The government’s investment in federal universities has plummeted over the last two decades, and support fell even further once Bolsonaro took office four years ago. Major agencies within the country’s science ministry have been crippled by these cuts.

‘We can expect more investment in science and technology and incentives for start-ups, which can be a huge and precious opportunity for Brazilian young scientific talents,’ says Antônio Miller Crotti, an organic chemist at the University of São Paulo.

Many academics have praised Lula for his support for science between 2003 and 2011, says Fernando Galembeck, a physical chemistry professor at the University of Campinas in São Paulo. Nevertheless, Lula was caught up in corruption scandals and was sentenced to prison in 2018 though released early after Brazil’s supreme court ruled that he and many others were improperly imprisoned before their appeal options had been exhausted.

Galembeck recalls that most universities in the country ‘persisted in doing more of the same’ under Lula’s administration, and a few new universities were better adapted to survive and even flourish. But in the last few years under Bolsonaro, Galembeck says the lack of support for scientists and universities was ‘remarkable’.

He says that Brazilian science is still alive because researchers are not solely dependent on federal research funds. Instead, many states have maintained and even increased their research and higher education budgets.

Deficit difficulties

During Lula’s previous tenure as president he benefitted from low inflation and cheap oil, helping Brazil to pay off some of its debts, according to Galembeck. But now, he will face a huge deficit left by Bolsonaro.

‘Lula will not have plenty of money to spread around, he will have to make sound choices,’ Galembeck says. Moreover, his left-wing Workers Party didn’t fare well during the election, while Bolsonaro’s conservative PL party performed better and had many of its representatives and senators elected, he notes. For example, Marcos Pontes, Bolsonaro´s former science minister, was elected to the Senate to represent São Paulo.

Lula’s re-election means ‘there is now an opportunity to reconstruct the system of education, science and technology in Brazil, which together with culture was severely penalised by Bolsonaro’s government’, states Luiz Davidovich, an emeritus physics professor at the Federal University of Rio de Janeiro and a former president of the Brazilian Academy of Science. Davidovich acknowledges that Lula will need the support of a potentially unfriendly Congress, but says he is a skilled negotiator who has forged broad alliances in the past.

Mercedes Bustamante, an ecologist at the University of Brasilia, concurs that most scientists are ‘relieved and hopeful’ about the change in leadership, but she warns that Lula faces an ‘enormous’ challenge because Brazil’s science policies will need to be reconstructed, and space will have to be made in the 2023 budget to support universities and researchers.

‘The main obstacles will be the legacies of four years of erratic scientific policies and the new political configuration of the congress,’ Bustamante predicts.

Rebecca Trager: Senior US correspondent, Chemistry World

viernes, 13 de mayo de 2022

2003-2023: ¿Qué han dejado los casi 20 años de existencia de los rankings universitarios?: polarización, jerarquización, homogeneización, mercantilización y capitalismo de datos

Publicado en University World News
https://www.universityworldnews.com/post.php?story=20220119134808246 

  • Los rankings universitarios siguen embaucando al público, a los estudiantes y a los padres, influyendo en las estrategias universitarias, gubernamentales y de inversión, y cautivando a los titulares de los medios de comunicación y a las audiencias de todo el mundo.

  • Lanzados en 2003, los rankings mundiales captaron el espíritu de la aceleración de la globalización y la batalla mundial por el talento, así como el aumento de la atención política y pública sobre el rendimiento, la calidad y la responsabilidad.

  • El éxito de los rankings radica en la forma en que muestran la comparabilidad internacional entre sistemas e instituciones intrínsecamente diversos y desiguales. 

  • El sistema mundial de enseñanza superior se caracteriza por el intercambio y la colaboración asimétricos, así como por el conflicto y la competencia dentro de los países y entre ellos. Las iniciativas de excelencia pretenden alterar esa narrativa tratando de situar a unas pocas universidades en la cima de la jerarquía mundial.

  • La trayectoria de China está bien documentada. Su notable ascenso, de no tener ninguna universidad entre las 100 mejores en 2003 a siete en 2021, supone un aumento del 700% en el Academic Ranking of World Universities (ARWU). En comparación, Estados Unidos experimentó un descenso del 31%, pasando de 58 universidades entre las 100 mejores en 2003 a 40 en 2021.

  • Al centrarse demasiado en las 100 mejores universidades, se ignora la expansión más notable de la producción y la capacidad científica procedente de un conjunto de universidades y académicos de países más diversos. Esta multipolaridad describe un sistema de educación superior y de conocimiento abierto y dinámico, diferente del modelo estático núcleo-periferia que ha caracterizado la teoría del sistema global.

  • Sin embargo, también es un sistema en el que las universidades de élite, y sus naciones, tratan de reforzar y ampliar su influencia y avanzar en sus objetivos a través de redes internacionales. La competencia y la colaboración van de la mano.

  • Pero hay muchos "perdedores". El profesor Akiyoshi Yonezawa explica que la carrera armamentística para invertir en universidades de categoría mundial resultó más cara de lo que Japón, con su sistema de enseñanza superior ya maduro, podía permitirse. Tara K Ising y James D Breslin cuentan una historia similar sobre la "falacia de la priorización del estatus", que estuvo a punto de paralizar la Universidad de Louisville (Estados Unidos) cuando bajó la marea económica.

  • El negocio de los rankings: el aumento de la atención sobre la comparabilidad y la responsabilidad internacionales ha fomentado una creciente alineación entre los rankings, las publicaciones y los grandes datos. Esto está generando un negocio de inteligencia global con enormes depósitos de datos científicos y de educación superior que se mantienen detrás de los muros de pago.

  • Se observa una creciente integración entre un pequeño número de editoriales mundiales y los sistemas en línea, incluidas las empresas de "gestión de programas en línea". Utilizando Elsevier como estudio de caso, George Chen y Leslie Chan trazan un mapa del desarrollo de plataformas integrales de publicación, análisis de datos e inteligencia de investigación que amplían el papel visible como proveedor de servicios, así como el papel invisible en la gobernanza pública. 

  • Las empresas editoriales se cruzan con los rankings y los sofisticados programas informáticos de extremo a extremo para acumular y gestionar datos, monetizar y crear nuevos activos y aprovechar los productos de análisis para trabajar en todo el ciclo de producción de conocimiento académico, desde la concepción hasta la publicación y distribución y la posterior evaluación y gestión de la reputación.

  • Podría decirse que generan incentivos perversos para que las universidades y los investigadores utilicen esos mismos productos con fines competitivos y estratégicos.

  • Se ha prestado muy poca atención a la integración empresarial y a la concentración económica entre los rankings, la publicación y el big data. De hecho, la facilidad acrítica con la que las universidades y los académicos proporcionan carteras de datos queda ilustrada por las montañas de material presentadas al Times Higher Education Impact Rankings para su evaluación a puerta cerrada.

  • Una de las cuestiones de los rankings, si no la más criticada, se refiere a la metodología y la elección de los indicadores. El creciente número de clasificaciones y las nuevas audiencias han acelerado la creación de vastos lagos de datos, pero no nos dicen mucho sobre las misiones y los resultados de la educación superior.


20 años después, ¿qué hemos aprendido sobre los rankings mundiales?

Ellen Hazelkorn y Georgiana Mihut 22 de enero de 2022

En 2019, varios 'famosos' fueron a la cárcel por conspiración criminal por influir en las decisiones de admisión a las universidades. Treinta y tres padres de solicitantes universitarios fueron acusados de pagar más de 25 millones de dólares entre 2011 y 2018 en lo que se conoció como el escándalo de sobornos de la Operación Varsity Blues.

Dos años más tarde, el exdecano de la escuela de negocios de la Universidad de Temple, junto con dos co-conspiradores, fue declarado culpable de fraude por falsificar datos proporcionados a US News and World Report. Se enfrenta a la pena máxima posible de 25 años de prisión, seguida de tres años de libertad supervisada y una multa de 500,000 dólares.

Ambos sucesos son una historia de búsqueda de estatus: cómo los rankings universitarios siguen embaucando al público, a los estudiantes y a los padres, influyendo en las estrategias universitarias, gubernamentales y de inversión, y cautivando a los titulares de los medios de comunicación y a las audiencias de todo el mundo. 

Lanzadas en 2003, las clasificaciones mundiales captaron el espíritu de la aceleración de la globalización y la batalla mundial por el talento, así como el aumento de la atención política y pública sobre el rendimiento, la calidad y la responsabilidad.

En vísperas de su 20º aniversario, el Research Handbook on University Rankings: Theory, methodology, influence and impact (Research Handbook on University Rankings: Teoría, metodología, influencia e impacto) - en 37 capítulos - ofrece una revisión y análisis exhaustivos de su influencia e impacto.

A continuación se destacan tres temas.

Reconfiguración geopolítica del panorama de la enseñanza superior

El éxito de los rankings radica en la forma en que muestran la comparabilidad internacional entre sistemas e instituciones intrínsecamente diversos y desiguales. Como afirma Brendan Cantwell, de la Universidad Estatal de Michigan, el sistema mundial de enseñanza superior se caracteriza por el intercambio y la colaboración asimétricos, así como por el conflicto y la competencia dentro de los países y entre ellos. 

Las iniciativas de excelencia pretenden alterar esa narrativa tratando de situar a unas pocas universidades en la cima de la jerarquía mundial.

La trayectoria de China está bien documentada. Su notable ascenso, de no tener ninguna universidad entre las 100 mejores en 2003 a siete en 2021, supone un aumento del 700% en el Academic Ranking of World Universities (ARWU). En comparación, Estados Unidos experimentó un descenso del 31%, pasando de 58 universidades entre las 100 mejores en 2003 a 40 en 2021.

Esto explica también que los franceses celebraran que la Universidad de París-Saclay se situara en el puesto 13 de la ARWU en 2021. Un proceso de consolidación había reunido 10 facultades, cuatro grandes escuelas, el Instituto de Altos Estudios Científicos, dos universidades asociadas y laboratorios compartidos con los principales organismos nacionales de investigación franceses. 

Al centrarse demasiado en las 100 mejores universidades, se ignora la expansión más notable de la producción y la capacidad científica procedente de un conjunto de universidades y académicos de países más diversos, como describen los autores Simon Marginson, y Jeongeun Kim y Michael Bastedo. Esta multipolaridad describe un sistema de educación superior y de conocimiento abierto y dinámico, diferente del modelo estático núcleo-periferia que ha caracterizado la teoría del sistema global.

Sin embargo, también es un sistema en el que las universidades de élite, y sus naciones, tratan de reforzar y ampliar su influencia y avanzar en sus objetivos a través de redes internacionales, dice Ángel Calderón. La competencia y la colaboración van de la mano.

Pero hay muchos "perdedores". El profesor Akiyoshi Yonezawa explica que la carrera armamentística para invertir en universidades de categoría mundial resultó más cara de lo que Japón, con su sistema de enseñanza superior ya maduro, podía permitirse. Tara K Ising y James D Breslin cuentan una historia similar sobre la "falacia de la priorización del estatus", que estuvo a punto de paralizar la Universidad de Louisville (Estados Unidos) cuando bajó la marea económica.

Estos diferentes resultados ponen de manifiesto la necesidad de una inversión sustancial respaldada por una política favorable, junto con el sesgo incorporado en la metodología de las clasificaciones, que favorece a las universidades de alto rendimiento y más antiguas, a las medidas de investigación y a la reputación. Como tales, nos dicen casi todo lo que necesitamos saber sobre las tensiones geopolíticas actuales.


El negocio de los rankings

El aumento de la atención sobre la comparabilidad y la responsabilidad internacionales, junto con los sistemas científicos abiertos y el deseo de contar con plataformas digitales, ha fomentado una creciente alineación entre los rankings, las publicaciones y los grandes datos. Esto está generando un negocio de inteligencia global con enormes depósitos de datos científicos y de educación superior que se mantienen detrás de los muros de pago.

Hamish Coates pone de manifiesto la creciente integración entre un pequeño número de editoriales mundiales y los sistemas en línea, incluidas las empresas de "gestión de programas en línea". Utilizando Elsevier como estudio de caso, George Chen y Leslie Chan trazan un mapa del desarrollo de plataformas integrales de publicación, análisis de datos e inteligencia de investigación que amplían el papel visible como proveedor de servicios, así como el papel invisible en la gobernanza pública. 

Las empresas editoriales se cruzan con los rankings y los sofisticados programas informáticos de extremo a extremo para acumular y gestionar datos, monetizar y crear nuevos activos y aprovechar los productos de análisis para trabajar en todo el ciclo de producción de conocimiento académico, desde la concepción hasta la publicación y distribución y la posterior evaluación y gestión de la reputación.

A su vez, podría decirse que generan incentivos perversos para que las universidades y los investigadores utilicen esos mismos productos con fines competitivos y estratégicos.

Se ha prestado muy poca atención a la integración empresarial y a la concentración económica entre los rankings, la publicación y el big data. De hecho, la facilidad acrítica con la que las universidades y los académicos proporcionan carteras de datos queda ilustrada por las montañas de material presentadas al Times Higher Education Impact Rankings para su evaluación a puerta cerrada.

El reciente anuncio de la adquisición de Inside Higher Ed por parte de Times Higher Education tiene el potencial de confundir aún más las funciones de comentarista independiente de la educación superior y de promotor de clasificaciones.

Se están empezando a plantear preguntas sobre la propiedad de los datos, la gobernanza y la regulación, de la misma manera que se están planteando estas preguntas sobre las grandes tecnologías.


Indicadores significativos y medición del rendimiento

Una de las cuestiones de los rankings, si no la más criticada, se refiere a la metodología y la elección de los indicadores. El creciente número de clasificaciones y las nuevas audiencias han acelerado la creación de vastos lagos de datos, pero no nos dicen mucho sobre las misiones y los resultados de la educación superior.

Seguimos sin entender bien lo que constituye una educación superior de alta calidad o cómo evaluar la calidad de la enseñanza y el aprendizaje, la internacionalización, el IDI (igualdad, diversidad e inclusión), el compromiso y el impacto en la sociedad, la innovación, etc. Estamos de acuerdo en que las instituciones de educación superior deben ser más receptivas a la sociedad, pero nos falta una comprensión común de lo que eso significa, y nos apresuramos a dar prioridad a la reputación global. 

Los académicos y las universidades son tan culpables como sus gobiernos en este sentido. Por ejemplo, la relación personal-alumno, que se utiliza fácilmente, pero que, como afirman John Zilvinskis et al. y Kyle Fassett y Alexander McCormick, no guarda relación con la calidad de la enseñanza. Medir la ganancia de aprendizaje, dice Camille Howson, es una noble ambición, pero no hay "una simple métrica 'bala de plata' que mida de forma precisa y efectiva el aprendizaje de los estudiantes de forma comparativa entre materias de estudio y tipos de instituciones".

Mientras que algunos gobiernos y universidades siguen bajo la influencia de las clasificaciones, otros son más circunspectos. Los rankings pueden ser un factor de motivación, pero como sostienen Sebastian Stride et al, Andrée Sursock, y Cláudia Sarrico y Ana Godonoga, la evaluación comparativa y la garantía de calidad pueden desempeñar un papel más sostenible a la hora de arrojar luz sobre los puntos débiles, adoptar nuevos enfoques y mejorar la calidad, la gobernanza y las condiciones marco.

Hay demasiadas pruebas, advierte Robert Kelchen, de que simplemente valoramos lo que se mide, no lo que importa. 


¿Siguen siendo relevantes?

Todo este enfoque en la excelencia de clase mundial plantea una pregunta básica sobre si nuestros estudiantes y graduados son mejores ciudadanos y si nuestras instituciones hacen contribuciones significativas al bienestar y la sostenibilidad de sus comunidades.

Un artículo reciente en The Atlantic identifica a los graduados de las 20 mejores universidades del mundo de EE.UU. como el centro del intento de golpe de Estado de Donald Trump el 6 de enero, socavando celosamente los valores y las estructuras básicas de la sociedad democrática porque sus posiciones históricas o de estatus asumido les protegen de cualquier "consecuencia significativa de sus fracasos".

Al final de casi 20 años de clasificaciones, hay pocas pruebas de que las clasificaciones tengan un impacto significativo en la mejora de la calidad. Además, no existe ninguna correlación entre subir en las clasificaciones y hacer una contribución significativa a la sociedad o al bien público.

Ellen Hazelkorn es socia de BH Associates y profesora emérita de la Universidad Tecnológica de Dublín (Irlanda), así como editora conjunta de Policy Reviews in Higher Education. Georgiana Mihut es profesora adjunta del departamento de estudios educativos de la Universidad de Warwick, Reino Unido. Research Handbook on University Rankings: Theory, methodology, influence and impact está editado por Ellen Hazelkorn y Georgiana Mihut.


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20 years on, what have we learned about global rankings?

Ellen Hazelkorn and Georgiana Mihut  22 January 2022

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In 2019, several ‘famous’ people went to prison for criminal conspiracy to influence undergraduate admission decisions. Thirty-three parents of college applicants were accused of paying more than US$25 million between 2011 and 2018 in what became known as the Operation Varsity Blues bribery scandal.

Two years later, the former dean of Temple University’s business school, along with two co-conspirators, was convicted of fraud for falsifying data provided to US News and World Report. He faces the maximum possible sentence of 25 years in prison followed by three years of supervised release and a US$500,000 fine.

Both events tell a tale of status-seeking behaviour – how university rankings continue to bamboozle the public, students and parents, influence university, government and investment strategies, and captivate media headlines and audiences around the world. 

Launched in 2003, global rankings captured the zeitgeist of accelerating globalisation and the global battle for talent and increased policy and public focus on performance, quality and accountability.

On the eve of their 20th anniversary, the Research Handbook on University Rankings: Theory, methodology, influence and impact – in 37 chapters – provides a comprehensive review and analysis of their influence and impact.

Three themes are highlighted below.


Geopolitical reshaping of the higher education landscape

The success of rankings lies in the way they showcase international comparability between inherently diverse and unequal systems and institutions. As Brendan Cantwell of Michigan State University argues, the global higher education system is characterised by asymmetrical exchange and collaboration as well as by conflict and competition within and between countries. 

Excellence initiatives aim to alter that narrative by seeking to position a few universities at the top of the global hierarchy.

China’s path is well documented. Its remarkable rise from having no universities in the top 100 in 2003 to seven in 2021 is an increase of 700% in the Academic Ranking of World Universities (ARWU). In comparison, the United States experienced a 31% decline from 58 universities in the top 100 in 2003 to 40 in 2021.

This also explains why the French celebrated when the University of Paris-Saclay was ranked 13th on the ARWU in 2021. A process of consolidation had brought together 10 faculties, four grandes écoles, the Institut des Hautes Etudes Scientifiques, two member-associated universities and shared laboratories with the main national French research organisations.  

Too much focus on the top 100 ignores the more noteworthy expansion in scientific output and capacity coming from a pipeline of universities and scholars from a more diverse set of countries, as described by authors Simon Marginson, and Jeongeun Kim and Michael Bastedo. This multi-polarity portrays an open and dynamic higher education and knowledge system – different from the static core-periphery model which has characterised global system theory.

Yet, it is also one in which elite universities, and their nations, seek to reinforce and extend their influence and advance their objectives through international networks, says Angel Calderon. Competition and collaboration go hand in hand.

But there are many ‘losers’. Professor Akiyoshi Yonezawa explains that the arms race for investment in world-class universities became more expensive than Japan, with its already-mature higher education system, could afford. A similar tale is told by Tara K Ising and James D Breslin of the “fallacy of status prioritisation” which nearly crippled the University of Louisville, United States, when the economic tide went out. 

These differing outcomes highlight the necessary substantial investment underpinned by favourable policy alongside the built-in bias of rankings methodology which favours high-performing and older universities, research measures and reputation. As such, they tell us almost everything we need to know about geopolitical tensions today.


The business of rankings

Increased attention on international comparability and accountability, along with open science systems and the desire for digital platforms, has fostered growing alignment between rankings, publishing and big data. This is generating a global intelligence business with huge repositories of higher education and scientific data held behind paywalls.

Hamish Coates evidences deepening integration between a small number of global publishers and online systems, including “online programme management” firms. Using Elsevier as a case study, George Chen and Leslie Chan map the development of end-to-end publishing, data analytics and research intelligence platforms which extend the visible role as a service provider as well as the invisible role in public governance. 

Publishing firms intersect with rankings and sophisticated end-to-end software to accumulate and manage data, monetise and create new assets and leverage analytics products to work across the entire academic knowledge production cycle from conception to publication and distribution and subsequent evaluation and reputation management.

In turn, they arguably generate perverse incentives for universities and researchers to use those very same products for competitive and strategic purposes.

Too little attention has focused on corporate integration and economic concentration between rankings, publishing and big data. Indeed, the uncritical ease with which universities and scholars provide portfolios of data is illustrated by the mountains of material submitted to the Times Higher Education Impact Rankings for assessment behind closed doors. 

The recent announcement of the acquisition of Inside Higher Ed by Times Higher Education has the potential to further confuse the roles of independent commentator on higher education and promoter of rankings.

Questions are only beginning to be asked about data ownership, governance and regulation – in the same way such questions are being asked about big tech.


Meaningful indicators and measuring performance

One – if not the – most regularly critiqued rankings issue concerns the methodology and choice of indicators. The growing number of rankings and new audiences have hastened the creation of vast data-lakes, but do not tell us much about the missions and outcomes of higher education.

We still have a poor understanding of what constitutes high quality higher education or how to assess quality in teaching and learning, internationalisation, EDI (equality, diversity and inclusion), societal engagement and impact, innovation, etc. We agree higher education institutions should be more socially responsive, but we lack a common understanding of what that means – and we’re too quick to prioritise global reputation. 

Academics and universities are as guilty as their governments in this regard. Take the staff-student ratio which is readily used but, as John Zilvinskis et al and Kyle Fassett and Alexander McCormick argue, it does not correlate with teaching quality. Measuring learning gain, says Camille Howson, is a noble ambition, but there is “no simple ‘silver bullet’ metric that accurately and effectively measures student learning comparatively across subjects of study and institutional types”.

While some governments and universities remain under the influence of rankings, others are more circumspect. Rankings may be a motivator, but as Sebastian Stride et al, Andrée Sursock, and Cláudia Sarrico and Ana Godonoga argue, benchmarking and quality assurance can play more sustainable roles in shedding light on weaknesses, adopting new approaches and improving quality, governance and framework conditions.

There is too much evidence, warns Robert Kelchen, that we simply value what is measured, not what matters. 


Still relevant?

All this focus on world-class excellence poses a basic question as to whether our students and graduates are better citizens and if our institutions make meaningful contributions to the well-being and sustainability of their communities.

A recent piece in The Atlantic identifies graduates of US global top 20 universities as being at the centre of Donald Trump’s coup attempt on 6 January – zealously undermining the basic values and structures of democratic society because their historic or assumed status positions protect them from any “significant consequences of their failures”.

At the end of nearly 20 years of rankings, there is little evidence that rankings make any meaningful impact on improving quality. And, there is no correlation between rising in the rankings and making a significant contribution to society or the public good.

Ellen Hazelkorn is a partner at BH Associates and professor emerita of the Technological University Dublin, Ireland, as well as joint editor of Policy Reviews in Higher Education. Georgiana Mihut is assistant professor in the department of education studies, University of Warwick, United Kingdom. Research Handbook on University Rankings: Theory, methodology, influence and impact is edited by Ellen Hazelkorn and Georgiana Mihut.


ESPAÑA: profesores de la Complutense llevan más de 300 firmas al Rectorado para que corte relaciones con empresas y academias cercanas a ISRAEL

Publicado en El País https://elpais.com/espana/madrid/2024-05-10/los-maestros-de-la-complutense-llevan-mas-de-300-firmas-al-rectorado-para-...