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domingo, 21 de enero de 2024

Hay una sobreproducción de artículos científicos, la comunidad dice que no son buenas noticias

Publicado en WIRED
https://es.wired.com/articulos/hay-una-sobreproduccion-de-articulos-cientificos-la-comunidad-dice-que-no-son-buenas-noticias


Hay una sobreproducción de artículos científicos, la comunidad dice que no son buenas noticias
El aumento de “autores extremadamente productivos” no refleja una era dorada de la ciencia, sino una tendencia a sobreestimar el volumen de publicación.

16 de diciembre de 2023

En una década, el número de investigadores que publican más de 60 artículos en un año se cuadriplicó. La proliferación de estudios en campos como la medicina clínica y la aplicación de tecnologías podría no ser una señal positiva, sino el reflejo de un sesgo económico incentivado por naciones y universidades.

Una investigación liderada por John P.A. Ioannidis, profesor de la Universidad de Stanford, Estados Unidos, expuso los patrones del comportamiento editorial científico de los últimos 20 años. Los resultados almacenados en el servidor de prepublicaciones bioRxiv mostraron los países con mayor número de autores extremadamente productivos.

Tailandia, Arabia Saudita, España, India, Italia, Rusia, Pakistán y Corea del Sur fueron los países que tuvieron un mayor aumento de autores prolíficos en menos de seis años. Mientras tanto, la agricultura, pesca y silvicultura fueron los campos que robustecieron su cartera de investigaciones. La aparición de "superescritores" es notable, señala Ioannidis. Solo en 2022, 1,266 autores publicaron el equivalente a un artículo cada cinco días, considerando los fines de semana. En 2016, solo hubo 387 personas igual de prolíficas.

Escribir a destajo sobre ciencia

El caso de Tailandia y Arabia Saudita intriga a la comunidad científica. El reporte señala que el país asiático pasó de tener un autor extremadamente productivo a 19, mientras que la nación del Medio Oriente actualmente cuenta con 69 escritores, cuando partió de seis. Algunos científicos ya tienen a sus principales sospechosos para explicar la ola de artículos de ciencia.

David Harding, químico de la Universidad de Suranaree, Tailandia, opina en entrevista para Nature que el repunte se debe al actual sistema de financiación del país. La nación favorece a grandes equipos multidisciplinarios en lugar de becar a científicos de manera individual. Tailandia incentiva las investigaciones colectivas en un intento para mejorar su productividad, afirma Harding.

Por otro lado, el país clasifica y establece niveles de prestigio en sus universidades en función del número de publicaciones que tienen en revistas especializadas. Las escuelas también incentivan a su estudiantes con premios en efectivo si logran posicionar sus avances en los ojos de la comunidad científica internacional. El artículo de Nature especifica que un autor de ciencia podría ganar hasta un millón de baht, o 28,000 dólares anuales, si se convierte en un escritor extremadamente productivo.

No se tiene que ir tan lejos para palpar el peso de la sobrepublicación. Cuatro científicos de distintas partes del mundo, entre ellos el español Pablo Gómez Barreiro, realizaron una evaluación de artículos indexados en Scopus y Web of Science. En su trabajo The strain on scientific publishing, concluyeron que en 2022 hubo un incremento de documentación oficial de hasta 47% más en comparación al 2016.

“Observamos una inflación generalizada año tras año de los factores de impacto de las revistas que coincide con esta tensión, lo que corre el riesgo de confundir las señales de calidad. Un crecimiento tan exponencial no puede sostenerse”, concluye el trabajo de Gómez Barreiro.

El volumen, una métrica que debe ser irrelevante

El reporte de Stanford sobre comportamiento de la agenda editorial científica no infiere malas prácticas o intenciones deshonestas por parte de los autores analizados. No obstante, los responsables sugieren que es buen momento para cuestionar la importancia del parámetro de número de publicaciones por persona, por nación o por universidad. El volumen de publicación debería ignorarse para los futuros incentivos monetarios, afirma John P.A. Ioannidis.

La inteligencia artificial generativa se ha puesto al servicio de la ciencia. Modelos de Lenguaje Extenso como GPT-4 permiten el análisis de bases de datos con un clic y ahorran trabajo a los científicos. La IA demostró que puede ahorrar tiempo cuando se trata de la publicación de resultados. También se comprobó que puede ser usada para falsear datos, si el escritor así se lo solicita. Un reciente experimento confirmó que se pueden simular bases de datos de salud con el fin de sesgar un resultado falso o hacerlo pasar como verdadero.


viernes, 17 de noviembre de 2023

Competir no da mejores resultados: ¿se está financiando bien la ciencia?

Publicado en The Conversation
https://theconversation.com/competir-no-da-mejores-resultados-se-esta-financiando-bien-la-ciencia-214232



Competir no da mejores resultados: ¿se está financiando bien la ciencia?

Noviembre 8, 2023


La financiación de la investigación por proyecto no tiene ningún impacto diferencial, en comparación con la financiación institucional tradicional, en cuanto a la producción de artículos académicos altamente citados, ni tampoco un efecto claro sobre la cantidad de publicaciones.

Es la conclusión a la que ha llegado un estudio liderado por la Universidad de Sevilla. El análisis se basa en datos de 10 países y 148 universidades europeas con un claro enfoque en la investigación entre 2011 y 2019. Hemos considerado la financiación institucional y por proyecto tanto a nivel nacional como a nivel de universidades y analizado su efecto sobre la cantidad y la calidad de las publicaciones.

En ninguno de los niveles aparece un efecto diferenciador entre los dos tipos de financiación.

Fuerte aumento de la financiación por proyecto

Los resultados contrastan con el fuerte aumento de la financiación de la investigación por proyecto desde los años 1980 en la gran mayoría de los países europeos.

La principal justificación de esta evolución se fundamenta en el supuesto, por parte de los ministerios y agencias de financiación, de que la financiación de la investigación por proyectos supone una mejora del rendimiento académico debido a su naturaleza fundamentalmente competitiva.

Bajo esta modalidad, se financia a un grupo o un individuo para llevar a cabo una actividad de investigación definida generalmente sobre la base de una propuesta que describe las actividades a realizar.

La selección de estas propuestas se sustenta en un proceso competitivo en el cual las agencias públicas deciden financiar en función de una evaluación de calidad y apoyándose en un conjunto de criterios acordados.

En cambio, la financiación institucional se define como la financiación de instituciones sin selección directa de proyectos que deben llevarse a cabo. Bajo este modelo, la institución receptora (y no la organización que financia) tiene discreción sobre los proyectos que deben llevarse a cabo.

Los argumentos en pro y contra la competición

La financiación por proyecto se defiende en base a tres argumentos fundamentales:

  • mejora el rendimiento académico;

  • debería llevar a la selección de los mejores investigadores a través de una evaluación estandarizada de proyectos;

  • incentiva temas específicos de investigación de interés para las organizaciones financiadoras públicas o privadas y aumenta el impacto socioeconómico de la investigación.

Las llamadas a concurso incentivarían a los investigadores para proponer proyectos de alta calidad ya que mejorarían su reputación.

Otro argumento señala que la financiación por proyecto llevaría a investigaciones de más corto plazo, más aplicadas y menos arriesgadas que la financiación institucional, que fomentaría una ciencia más exploratoria.

Una explicación para aumentar la proporción de financiación por proyecto es que, mientras que la investigación exploratoria podría ser percibida por los comités de evaluación como con menos probabilidades de producir resultados tangibles, los proyectos más aplicados ofrecerían más garantías y, por lo tanto, serían más convincentes a la hora de decidir si proporcionar o no financiación para la investigación.

El análisis produce resultados ambiguos

En contraste con el aumento de la financiación por proyecto a lo largo de las últimas décadas, la evidencia empírica disponible sobre el efecto de esta modalidad en el rendimiento de la investigación ha sido hasta ahora inconcluyente.

Mientras que algunos estudios encuentran un impacto positivo de la financiación de proyectos en la producción de investigación, otros no hallan una conexión directa entre este tipo de incentivos financieros y la producción científica.

Un estudio más reciente resalta una relación negativa entre la financiación de proyectos y el rendimiento científico.

Además, la mayoría de estos estudios citados se enfocan en un solo nivel (nacional o universitario) y utilizan indicadores diferentes para medir el rendimiento académico (suelen medir o bien la cantidad o bien el número de citas).

Nuestros resultados

El estudio realizado en la Universidad de Sevilla integra las diferentes perspectivas para proponer un análisis multinivel (nacional y universitario) y analiza tanto la cantidad de publicaciones como los artículos más citados como medidas de la producción académica.

Los resultados confirman que la única variable que tiene un impacto positivo tanto sobre la cantidad como la calidad de las publicaciones es el importe de los presupuestos dedicados a la investigación.

En cambio, ni la modalidad de financiación por proyecto ni la modalidad institucional impactan sobre el rendimiento académico.

Los datos analizados entre 2011 y 2019 también ilustran que durante esta década y en contraste con los 30 años anteriores, las proporciones de financiación institucional y por proyecto de la investigación se han estabilizado en la mayoría de los países europeos.

Después de décadas de aumento, es posible que los niveles de financiamiento de proyectos y financiamiento institucional hayan alcanzado un equilibrio relativamente estable en el que el financiamiento institucional proporciona niveles aceptables de estabilidad dentro de los sistemas nacionales, mientras que el financiamiento de proyectos brinda la flexibilidad necesaria.

Mientras la financiación institucional permite la realización de investigaciones de largo plazo, la modalidad por proyecto permite a su vez a los Estados orientar la investigación hacía prioridades nacionales.

Ambos mecanismos son necesarios, pero ninguno garantiza la mejora de la ciencia.


martes, 7 de noviembre de 2023

Ciencia, productivismo y meritocracia: Investigación y ciencia desde el malestar y el deseo

Publicado en El Salto
https://www.elsaltodiario.com/investigacion/investigacion-ciencia-malestar-deseo




INVESTIGACIÓN

Investigación y ciencia desde el malestar y el deseo

El modelo de gestión de la ciencia se puede redefinir situando al personal de investigación y sus condiciones materiales como origen de toda la significación científica.


Ciudad Universitaria Universidad 


Guillermo Muñoz Matutano
Investigador del Instituto de Ciencias de los Materiales de la Universitat de València. Especialista en tecnologías cuánticas con semiconductores. Miembro de la asociación Piratas de la Ciencia, integrada en Marea Roja de la Investigación.

4 NOV 2023

La acción y la defensa de la actividad en la ciencia necesita nuevos sentidos que la impulsen. Una importante influencia en esta búsqueda de sentidos la podemos encontrar en el área de investigación clasificada como la historia desde abajo, que aborda “la historia colocando a los trabajadores comunes en el centro del estudio”. Siguiendo este ejemplo, el modelo de gestión de la ciencia se puede redefinir situando al personal de investigación y sus condiciones materiales como origen de toda la significación científica. La propuesta de fuentes de sentido guiadas por estas premisas queda enmarcada en el seno de las luchas internacionales para mejorar las condiciones del conjunto de la sociedad trabajadora.

Este sentido crítico nace desde un malestar cronificado, compartido y sufrido durante décadas. Un malestar que señala a la precariedad como etiqueta de época y adjetivo de cualquier entorno laboral actual. Sin embargo, el malestar se constituye como etapa previa para dar pasos hacia los procesos de emancipación. Es durante esta transición cuando aparecen preguntas que nos permiten reencontramos con una fuente de sentido, como aquella que nos cuestiona: ¿es esto vivir? En la respuesta aparece una propuesta política que nos transforma desde sujetos definidos por los malestares hacia sujetos de resistencia activa. En palabras de López Petit: “El malestar hay que politizarlo. El malestar no es sólo lo que nos pasa a nosotros individualmente, sino la apertura a otras posibilidades de existencia”.

No son los resultados finales, ni la abstracción más generalista de la ciencia lo que sostiene la producción de la investigación, sino el conjunto del personal de investigación y su dignidad laboral
La adquisición de sentido crítico aparece como un discreto desplazamiento de coordenadas. No son los resultados finales, ni la abstracción más generalista de la ciencia lo que sostiene la producción de la investigación, sino el conjunto del personal de investigación y su dignidad laboral. Marina Garcés ya nos advertía que “solo se puede enseñar a pensar con valentía desde las condiciones materiales y las relaciones laborales dignas”. Por tanto, solo podremos pensar en producir ciencia de alto valor social al resignificar el contexto de la ciencia, ofreciendo alternativas de transferencia como opciones de dignidad social y laboral. Es esta dignificación del trabajo la que revierte los efectos de la servidumbre, obstáculo de toda innovación. Porque desde este contexto, innovación y transferencia social deben significar “redistribuir el poder”.

La redistribución del poder afecta directamente a los modos de producción, pero, hoy, a la vez debe ampliar los espacios de lucha hacia las condiciones de la habitabilidad. Como señala el político chileno Daniel Jadue, “la cultura de lo productivo ha acabado equivaliendo a lo destructivo”. La ideología ilimitada de lo productivo ha acabado chocando con la finitud cultural de la materia y de la vida. La incorporación de las condiciones de habitabilidad frente a las de productividad reconfigura el marco desde donde consolidar los múltiples conflictos que hoy están activados desde el feminismo, el ecologismo, el postcolonialismo, pero también como lecturas críticas y transformadoras del papel de lo tecnológico y su relación con el entorno laboral. La defensa por la habitabilidad abre un frente de lucha que hoy es transversal y multipolar.

El problema de la habitabilidad en la ciencia y la investigación exige revisar el propio papel de nuestra producción y gestión científica

Pero esta posición destacada de la habitabilidad debe proyectarse localmente sobre el día a día de nuestras prácticas y la gestión de los recursos compartidos. La habitabilidad, de esta manera, cuestiona el funcionamiento diario de nuestras instituciones. Como advierte Diego Sztulwark, “el problema de la forma de vida es inseparable de las instituciones colectivas. Instituciones de lo común y vida virtuosa van juntas”. En concreto, el problema de la habitabilidad en la ciencia y la investigación exige revisar el propio papel de nuestra producción y gestión científica.

Una revisión que debe incidir sobre el concepto de proyecto civilizador, como señala Stengers, pero formulada desde la más íntima materialidad de la práctica de nuestras instituciones. Debe constituir una crítica sobre el propio sentido de investigar. La adquisición y consolidación de dignidad y derechos ha de implicar una transformación desde un sistema de ciencia basado en el rendimiento, la capitalización y la competición, hacia otro sostenido por parámetros de habitabilidad, redistribución y cooperación.

La elaboración y formación de sentido debe venir acompañada por el tiempo de la atención. Una atención que también aparece como espacio de conflicto y de tensión social con una doble vertiente analógica y digital. El origen de la actual crisis de atención no puede situarse en los medios tecnológicos, sino en el contexto de sus usos y los posicionamientos previos. Unos medios y tecnologías que en ciencia e investigación quedan dominados por el negocio de la publicación de artículos. Con la irrupción de la IA y los modelos generativos, hoy la dominación se proyecta sobre la explotación comercial del proceso de escritura y de la edición de textos e imágenes. En el análisis de la atención, Franco “Bifo” Berardi asocia estos espacios digitales con una comunicación conectiva acotada por el intercambio de sintaxis informativa. Esta conectividad, sin embargo, deja de lado los aspectos caracterizados por la formación de vínculos y afectos, propia de la atención producida en una comunicación presencial conjuntiva.

La resignificación de la identidad investigadora debe ser entendida como una apuesta clara contra la cultura competitiva y meritocrática
Para Berardi, estar atentos significa habitar el presente. Este será uno de los requisitos en la formación de sentido, ir más allá de definirnos como sujetos que proyectan su identidad como posibilidad de futuro, esencialmente productivista. En ciencia e investigación hemos de abandonar la idea de identidad como currículo en expansión y en constante aceleración. La resignificación de la identidad investigadora debe ser entendida como una apuesta clara contra la cultura competitiva y meritocrática, ampliamente analizadas por autores como Michael Sandel. La cultura del éxito es mucho menos creativa, sorprendente y cooperativa que las ricas e importantes lecciones que se desprenden de las experiencias, en palabras de Jack Halberstam, de “fracasar, perder, olvidar, desmontar, deshacer, no llegar a ser, no saber…”. Experiencias, todas ellas, que cualquier profesional de la investigación experimenta cotidianamente. Recuperar la atención debe significar habilitar vacíos que liberen espacio para el pensamiento y la resistencia.

Sin embargo, para que el sentido crítico desencadenado por la atención sea efectivo y afectivo no puede estar únicamente motivado por el malestar. La liberación de los espacios debe estar acompañada por una experiencia de placer y alegría. Fue Simone Weil quien defendió que “la inteligencia no puede ser movida más que por el deseo. Para que haya deseo, es preciso que haya placer y alegría. La inteligencia crece y proporciona sus frutos solamente en la alegría”.

Pero, ¿qué significa esa alegría? La irrupción de las nuevas vidas-trabajo ampliamente descritas por autoras como Remedios Zafra en el análisis de la precariedad de las profesiones creativas, vincula los fenómenos de la hiper-productividad con cualidades emotivistas, como vocación, motivación y entusiasmo. Por tanto, esta alegría asociada a la recuperación del sentido y de la atención va mucho más allá de una confrontación simple entre pesimismo y optimismo. La mezcla entre lo privado, lo personal y lo laboral multiplica y complica los términos. Hoy hablamos de optimismo cruel, pesimismo irónico, hedonía depresiva, fatiga afirmativa…

Carla Bergman y Nick Montgomery comentan que “el concepto de alegría de Spinoza no es una emoción, sino que implica un aumento del poder de afectar y ser afectado”. En consecuencia, la alegría puede ser entendida como herramienta emancipadora que proporciona agencia colectiva e individual anti-productivista, pero que hoy se manifiesta a través de una enorme variedad de formas, incluso contradictorias. La capacidad de recuperar sentido necesita tanto de las formas de análisis pesimista, para estrechar el valor de la alianza, como de los afectos, de los vínculos comunitarios y del deseo humano.

El sujeto investigador como elemento individual de rendimiento está claramente vehiculado por una cultura hegemónica y simplista de la producción empresarial
Son precisamente esos afectos formados como vínculos colectivos los que experimentamos con la conjuntividad que subraya Berardi. De ahí nace su sugerencia por trabajar en la construcción de una nueva ética de la relación social. Los nuevos sentidos de la investigación han de ser sensibles a esta emergencia de la ética relacional. Los equipos de investigación y de trabajo de los proyectos científicos hoy en día atraviesan las paredes del laboratorio y se completan con personal de gestión, de administración, de comunicación... Las dinámicas de co-creación y co-investigación apuntan a estrategias de colaboración con el conjunto de la ciudadanía. El sujeto de la investigación es un sujeto colectivo. Visibilizar esta apuesta política, como base misma de la generación de sentido en la ciencia, supone una alternativa frontal a la idea de sujeto investigador como elemento individual de rendimiento, claramente vehiculado por una cultura hegemónica y simplista de la producción empresarial.

El modelo de producción de subjetividades lo podríamos encontrar en el contexto de la crisis del estado nación: “Los pueblos, las comunidades y los movimientos sociales han de convertirse en sujetos, no meros objetos de derecho, reconstruyendo formas de acción colectiva que trasciendan la visión clásica del Estado”. La recuperación de sentido en el seno de la investigación y la ciencia ha de ejercerse desde esta producción de subjetividades colectivas que nacen desde abajo.

Sobre nuestra geografía más cercana encontramos una emergencia de colectivos sociales vinculados a la defensa de los derechos y las condiciones del personal de investigación, como son la Federación de Jóvenes Investigadores (FJI-Precarios), FPU Investiga, InvestiGal, Asemblea de Investigadoras de Compostela, Coordinadora Valenciana de Treballadores de la Ciència, Ciencia con Futuro, Investigación en Lucha, Jóvenes por la Investigación de Tenerife, Dignidad Investigadora, Asociación Nacional de Investigadores Hospitalarios, Red de doctorand@s del CSIC, FPI en lucha, Piratas de la Ciencia, o el sindicato CCOO-CSIC… todas ellas integrantes de la coordinadora Marea Roja de la Investigación. La acción desde estas organizaciones, intensamente dedicadas a ofrecer sentido, se proyecta sobre las necesidades del otro, y no solo desde las del yo.  

Una de las actividades desarrolladas en colaboración por todos estos colectivos son las Jornadas de Cultura Laboral en Investigación (J-CLI), cuya primera edición tuvo lugar en Santiago de Compostela, Valencia y Madrid, en semanas consecutivas de octubre de 2022. En ellas se puso en práctica todas estas formas de recuperación de sentido: el análisis del malestar y de la habitabilidad, los aspectos cooperativos, la formación de nuevos sujetos colectivos por medio de vínculos y afectos, la politización del ocio, las redes de apoyo e información… Remedios Zafra abría una de las jornadas organizadas en Valencia, y su propuesta quedaba comprimida con tres conceptos de resistencia: conciencia, alianza e imaginación. Conciencia crítica que nos permita situar al malestar. Alianza que nos ayude a formar estos nuevos sujetos colectivos. Imaginación, como acción que activa la alegría de esa inteligencia conjuntiva. Marea Roja de la Investigación prepara la segunda edición de J-CLI durante este mes de noviembre, repitiendo actividades en las mismas ciudades. Esta vez el lema de Zafra, “conciencia, alianza e imaginación”, se incluye como condensado de intenciones de las jornadas.   

martes, 3 de octubre de 2023

Desfinanciar la ciencia en el Sur afecta a todo el mundo

Publicado en SciDevNet
https://www.scidev.net/america-latina/news/desfinanciar-la-ciencia-en-el-sur-afecta-a-todo-el-mundo/?utm_source=SciDev.Net&utm_medium=email&utm_campaign=14146693_2023-10-03%20Weekly%20Email%20Digest%20-%20Am%C3%A9rica%20Latina%20y%20el%20Caribe%20Template.%20For%20no%20topic%20preferences&dm_i=1SCG,8F7NP,665LFG,YRKAI,1


03/10/23
Desfinanciar la ciencia en el Sur afecta a todo el mundo

De un vistazo
- Cambiar la estructura financiera internacional es necesario para aumentar actividades científicas en países de bajos y medianos ingresos

- La proclama fue realizada por expertos reunidos en Asamblea General de la ONU

- Alegan que la calidad y aplicabilidad de investigaciones de América Latina y el Caribe debe tener más reconocimiento


Por: Claudia Mazzeo


El desequilibrio en el financiamiento mundial en investigación y desarrollo sigue fluyendo del Norte global al Sur global, creando estancamiento en salud y educación, y aumentando la pobreza en países con menos recursos, según un informe y un reciente debate impulsado por la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Esto está afectando las metas para 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) propuestos por ese organismo y suscriptos por unos 200 países. Más del 50 por ciento de esas metas registraron avances débiles o insuficientes, y el 30 por ciento se estancaron o invirtieron.

En el marco del 78º periodo de sesiones de la Asamblea General de la ONU realizada en Nueva York, a finales de septiembre, la preocupación fue recogida por un panel de expertos que señaló que para generar un cambio radical será necesario modificar la estructura financiera internacional que aumente el volumen de actividades científicas concebidas e implementadas en países de bajos y medianos ingresos.

“Cuando los investigadores del Norte global producen investigación se entiende como si fuera universal, mientras que cuando la investigación se hace en el Sur global, entonces solo es local y aplicable a esos entornos”.Andrea Ordóñez Llanos, directora ejecutiva de Southern Voice

Un informe de la ONU abordado en ese evento, “Tiempos de crisis, tiempos de cambio. Ciencia para acelerar las transformaciones hacia el desarrollo sostenible”, señala que 40 por ciento de los países en desarrollo padecen graves problemas de endeudamiento, con costos hasta ocho veces superiores a los de países desarrollados.

La mitad de ellos dedica más del 1,5 por ciento del PIB y el 6,9 por ciento de los ingresos públicos al pago de intereses, con un fuerte aumento en la última década. Cerca de 3.300 millones de personas viven en países que gastan más en el servicio de la deuda que en salud o educación, expresa ese informe.

Según el panel “Diálogo de alto nivel sobre financiación para el desarrollo”, la calidad y la aplicabilidad de las investigaciones realizadas en instituciones de América Latina y el Caribe debe ser objeto de un reconocimiento más amplio.

“Cuando los investigadores del Norte global producen investigación se entiende como si fuera universal, mientras que cuando la investigación se hace en el Sur global, entonces solo es local y aplicable a esos entornos”, dijo Andrea Ordóñez Llanos, directora ejecutiva de Southern Voice, una red de think tanks en el Sur global.

Pablo Kreimer, director del Centro de Ciencia, Tecnología y Sociedad de la Universidad Maimónides, en Buenos Aires, señala que ello se debe a que la mayor parte de las agendas se definen según los intereses de las agencias de financiamiento globales o localizadas en países más desarrollados.

Agrega que los actores capaces de utilizar el conocimiento desde el punto de vista productivo (empresas y estados, entre otros) son más fuertes y activos en los países hegemónicos, mientras que en el Sur global se producen a menudo conocimientos que no responden a las necesidades locales, o bien, cuando están enfocados a cuestiones estratégicas, esos desarrollos son ignorados.

Para el especialista, la capacidad de generar financiamientos sustentables a largo plazo está desigualmente distribuida y los consorcios de cooperación internacional parten de esas asimetrías, sin estimular la conformación de un tejido de actores (empresas, organismos públicos) capaces de industrializar los conocimientos científicos en países periféricos.

“Los inconvenientes se plantean tanto en la conformación de agendas de I+D como en los mecanismos de uso o industrialización de los conocimientos. Así, los conocimientos producidos en países periféricos parecen ser ‘más específicos’ no tanto por su naturaleza, sino por el contexto en el que pueden ser apropiados”, dice Kreimer a SciDev.Net.

“Con escasos recursos es habitual que a la hora de financiar se privilegien las investigaciones orientadas a resultados que sean pertinentes localmente”Darío Codner, especialista en estrategias de innovación y tecnología e integrante de la Universidad Nacional de Quilmes, Argentina

Darío Codner, especialista en estrategias de innovación y tecnología e integrante de la Universidad Nacional de Quilmes, en Buenos Aires, coincide en que el conocimiento científico desarrollado por países de la región fluye de manera asimétrica hacia los países centrales debido a un entramado productivo capaz de absorber o apropiarse de los resultados.

“Por otra parte, el financiamiento científico de la región difiere tanto en volumen como en integración respecto de los países centrales, con muy baja participación del sector privado. Con escasos recursos es habitual que a la hora de financiar se privilegien las investigaciones orientadas a resultados que sean pertinentes localmente”, agrega.

Desde otra perspectiva, Fernando Peirano, presidente de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación, dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Argentina, dice a SciDev.Net que aún con bajos presupuestos, los científicos argentinos están contribuyendo al acervo universal de conocimiento, colocándose a la par de los países más desarrollados, según el ranking Scimago.

Afirma que el desarrollo de capacidades debe combinarse con proyectos y agendas comprometidas con los problemas propios de sociedades que presentan fuertes desigualdades, escasez de recursos públicos y privados y debilidades institucionales.

“Resulta imprescindible combinar ambas dimensiones, excelencia y pertinencia, brindar desde el Estado apoyo y orientación para avanzar en ambos frentes”, destaca.

Como ejemplo de esta combinación, cita el proyecto de desarrollo de una vacuna contra la COVID-19 diseñada y producida en Argentina mediante una tecnología que califica de “conveniente”.

“No se trata de las más avanzadas, como en RNA mensajero, sino de una plataforma madura que aprovecha proteínas recombinantes y ofrece una respuesta estable, segura y eficaz, con ventajas en cuanto a costo, conservación y aplicación”.

Peirano afirma que esa iniciativa otorga al país soberanía sanitaria y le permite contribuir con otros países en desarrollo, en especial de América Latina, en cuanto al acceso a esta vacuna que aún hoy sigue siendo esencial.

Este artículo fue publicado por la edición global de SciDev.Net e incluye reporteo adicional de la edición de América Latina y el Caribe.

lunes, 25 de septiembre de 2023

EE.UU. y China podrían poner fin a un acuerdo de cooperación científica y tecnológica: un experto en políticas explica lo que esto significa para la investigación

Publicado en The Conversation
https://theconversation.com/the-us-and-china-may-be-ending-an-agreement-on-science-and-technology-cooperation-a-policy-expert-explains-what-this-means-for-research-212084?utm_medium=email&utm_campaign=Latest%20from%20The%20Conversation%20for%20August%2028%202023%20-%202721227499&utm_content=Latest%20from%20The%20Conversation%20for%20August%2028%202023%20-%202721227499+CID_39613804e12e1f07007576dff1c093a3&utm_source=campaign_monitor_us&utm_term=The%20US%20and%20China%20may%20be%20ending%20an%20agreement%20on%20science%20and%20technology%20cooperation%20%20a%20policy%20expert%20explains%20what%20this%20means%20for%20research



EE.UU. y China podrían poner fin a un acuerdo de cooperación científica y tecnológica: un experto en políticas explica lo que esto significa para la investigación


Publicado el 28 de agosto de 2023 


Caroline Wagner


Profesora de Asuntos Públicos, Universidad Estatal de Ohio


El 27 de agosto de 2023 expira un acuerdo de cooperación científica (cooperative agreement) y tecnológica entre Estados Unidos y China que dura ya varias décadas. A primera vista, un acuerdo diplomático que expira puede no parecer importante. Pero a menos que se renueve, el silencioso final de una era de cooperación puede tener consecuencias para la investigación científica y la innovación tecnológica.


La posible caducidad se produce después de que el congresista Mike Gallagher, republicano de Wisconsin, encabezara un grupo del Congreso (led a congressional group warning ) que advirtió al Departamento de Estado estadounidense en julio de 2023 que tuviera cuidado con la cooperación con China. Este grupo recomendó dejar expirar el acuerdo sin renovarlo, alegando que China ha obtenido una ventaja militar gracias a sus lazos científicos y tecnológicos con Estados Unidos.


El Departamento de Estado ha dado largas a la renovación del acuerdo (amend and strengthen) y sólo ha solicitado una prórroga en el último momento para "modificar y reforzar" el acuerdo.


Estados Unidos es un activo colaborador internacional en investigación, y desde 2011 China es su principal socio científico (top scientific partner), desplazando al Reino Unido, que había sido el colaborador más frecuente de Estados Unidos durante décadas. El gasto nacional de China en investigación y desarrollo se acerca a la paridad con el de Estados Unidos. Su producción académica está creciendo tanto en número como en calidad (in both number and quality). Según estudios recientes, la ciencia china es cada vez más creativa (increasingly creative) y abre nuevos caminos.


Como analista político y profesor de asuntos públicos (policy analyst and public affairs professor), investigo la colaboración internacional en ciencia y tecnología y sus implicaciones para las políticas públicas. Las relaciones entre países suelen mejorar con la negociación y firma de acuerdos, y este acuerdo no es diferente. El acuerdo científico y tecnológico (agreement with China) de EE.UU. con China ha logrado crear proyectos de investigación conjuntos y centros de investigación compartidos entre ambas naciones.


Por lo general, los científicos estadounidenses pueden trabajar con sus homólogos extranjeros sin necesidad de un acuerdo político. La mayoría ni siquiera conoce los acuerdos diplomáticos, que se firman mucho después de que los investigadores hayan trabajado juntos. Pero no es el caso de China, donde el acuerdo de 1979 se convirtió en un requisito previo y en el iniciador de la cooperación.


Una inversión diplomática de 40 años


El acuerdo científico y tecnológico entre Estados Unidos y China forma parte de una apertura histórica de las relaciones entre ambos países, tras décadas de antagonismo y distanciamiento. El Presidente estadounidense Richard Nixon puso en marcha el proceso de normalización de las relaciones (normalizing relations) con China a principios de la década de 1970. El Presidente Jimmy Carter siguió buscando una mejora de las relaciones (continued to seek an improved relationship) con China.


China había anunciado reformas, modernizaciones y una apertura global tras un intenso periodo de aislamiento desde la época de la Revolución Cultural, a finales de la década de 1950, hasta principios de la de 1970. Entre sus "cuatro modernizaciones" (four modernization) estaba la ciencia y la tecnología, además de la agricultura, la defensa y la industria.



Aunque China es conocida históricamente por haber inventado la pólvora, el papel y la brújula (gunpowder, paper and the compass), en los años setenta no era una potencia científica. Los diplomáticos estadounidenses y chinos consideraban la ciencia como una actividad poco conflictiva, comparable al intercambio cultural. Pensaron que empezar con un acuerdo científico que no supusiera una amenaza podría allanar el camino para posteriores discusiones sobre cuestiones más delicadas desde el punto de vista político.

El 28 de julio de 1979, Carter y el primer ministro chino Deng Xiaoping firmaron un "acuerdo paraguas" (“umbrella agreement”) que contenía una declaración general de intenciones para cooperar en ciencia y tecnología, y cuyos detalles se concretarían más adelante.

En los años siguientes, la economía china floreció (economy flourished), al igual que su producción científica. A medida que la economía china crecía, también lo hacían sus inversiones en investigación y desarrollo. Todo ello impulsó la capacidad de China para colaborar en el ámbito científico, ayudando así a su propia economía.

La colaboración inicial en el marco del acuerdo marco de 1979 fue sobre todo simbólica y se basó en el intercambio de información, pero con el tiempo crecieron las colaboraciones sustantivas.

Uno de los primeros logros importantes se produjo cuando ambos países publicaron una investigación que demostraba que las madres podían ingerir ácido fólico para prevenir defectos congénitos como la espina bífida (like spina bifida) en embriones en desarrollo. Otras colaboraciones fructíferas desarrollaron energías renovables (renewable energy), pruebas de diagnóstico rápido del virus del SARS ( for the SARS virus) y un método de producción de hidrógeno a partir de energía solar (solar-driven method for producing hydrogen fuel).

A partir de entonces empezaron a surgir proyectos conjuntos independientes de los acuerdos o ayudas gubernamentales (government agreements or aid). Los investigadores se asociaron en torno a intereses comunes: así es como prospera la colaboración científica entre naciones.

Muchos de estos proyectos fueron iniciados por estadounidenses de origen chino o por ciudadanos chinos que trabajaban en Estados Unidos (working in the United States) y cooperaban con investigadores de su país. En los primeros días de la pandemia COVID-19, estos fuertes lazos condujeron a una rápida y creciente cooperación chino-estadounidense (Chinese-U.S. cooperation) en respuesta a la crisis.

Tiempos de conflicto

A lo largo de las décadas de 2000 y 2010, la colaboración científica entre ambos países aumentó espectacularmente (increased dramatically): se ampliaron los proyectos de investigación conjuntos, se disparó el número de estudiantes visitantes de ciencias e ingeniería y las publicaciones en colaboración recibieron más reconocimiento.

Sin embargo, a medida que crecían la economía y el éxito tecnológico de China, las agencias gubernamentales y el Congreso de Estados Unidos empezaron a examinar (scrutinize the agreement) con lupa el acuerdo y sus resultados. Los conocimientos chinos empezaron a adquirir fuerza militar y, con el aumento de la influencia militar y política de China, se preocuparon por el robo de propiedad intelectual, las violaciones de secretos comerciales y las vulnerabilidades para la seguridad nacional derivadas de las conexiones con Estados Unidos.

La reciente legislación estadounidense, como la Ley CHIPS y de Ciencia (such as the CHIPS and Science Act), es una respuesta directa a la impresionante expansión de China. A través de la Ley CHIPS (CHIPS and Science Act) y de Ciencia, EE.UU. impulsará su industria de semiconductores (will boost its semiconductor industry), considerada como la plataforma para la construcción de futuras industrias, al tiempo que tratará de limitar el acceso de China a los avances en IA (advances in AI and electronics) y electrónica.

¿Víctima del éxito?

Algunos políticos creen que este acuerdo bilateral de ciencia y tecnología, negociado en los años setenta como la forma menos conflictiva de cooperación -y renovado en numerosas ocasiones-, puede amenazar ahora el dominio de Estados Unidos en ciencia y tecnología. A medida que aumentan las tensiones políticas y militares, ambos países recelan de la renovación del acuerdo, incluso cuando China ha firmado acuerdos (China has signed) similares con más de 100 naciones.

Estados Unidos está atrapado en un mundo que ya no existe, en el que domina la ciencia y la tecnología (science and technology). China es ahora líder mundial en publicaciones de investigación reconocidas como trabajos de alta calidad (leads the world in research publications recognized as high quality work), y produce muchos más ingenieros que Estados Unidos (it produces many more engineers than the U.S.). Según todos los indicadores, el gasto chino en investigación se está disparando (research spending is soaring).

Incluso si la reciente prórroga da lugar a un acuerdo renegociado, Estados Unidos ha señalado a China su reticencia a cooperar. Desde 2018, el número de publicaciones conjuntas ha descendido (dropped in number). Los investigadores chinos están menos dispuestos a venir a EE.UU (less willing). Mientras tanto, es cada vez más probable que los investigadores chinos que están en EE.UU. regresen a casa (likely to return home) llevándose consigo valiosos conocimientos.

Estados Unidos corre el riesgo de quedarse al margen de los conocimientos más avanzados a medida que China avanza. Quizá considerar la ciencia como un recurso compartido a escala mundial pueda ayudar a ambas partes a elaborar un acuerdo en el que todos salgan ganando.

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The US and China may be ending an agreement on science and technology cooperation − a policy expert explains what this means for research

Published: August 28, 2023 


Caroline Wagner

Professor of Public Affairs, The Ohio State University

A decades-old science and technology cooperative agreement between the United States and China expires on Aug. 27, 2023. On the surface, an expiring diplomatic agreement may not seem significant. But unless it’s renewed, the quiet end to a cooperative era may have consequences for scientific research and technological innovation.

The possible lapse comes after U.S. Rep. Mike Gallagher, R-Wis., led a congressional group warning the U.S. State Department in July 2023 to beware of cooperation with China. This group recommended to let the agreement expire without renewal, claiming China has gained a military advantage through its scientific and technological ties with the U.S.

The State Department has dragged its feet on renewing the agreement, only requesting an extension at the last moment to “amend and strengthen” the agreement.  

The U.S. is an active international research collaborator, and since 2011 China has been its top scientific partner, displacing the United Kingdom, which had been the U.S.‘s most frequent collaborator for decades. China’s domestic research and development spending is closing in on parity with that of the United States. Its scholastic output is growing in both number and quality. According to recent studies, China’s science is becoming increasingly creative, breaking new ground.

As a policy analyst and public affairs professor, I research international collaboration in science and technology and its implications for public policy. Relations between countries are often enhanced by negotiating and signing agreements, and this agreement is no different. The U.S.’s science and technology agreement with China successfully built joint research projects and shared research centers between the two nations.

U.S. scientists can typically work with foreign counterparts without a political agreement. Most aren’t even aware of diplomatic agreements, which are signed long after researchers have worked together. But this is not the case with China, where the 1979 agreement became a prerequisite for and the initiator of cooperation.  

A 40-year diplomatic investment

The U.S.-China science and technology agreement was part of a historic opening of relations between the two countries, following decades of antagonism and estrangement. U.S. President Richard Nixon set in motion the process of normalizing relations with China in the early 1970s. President Jimmy Carter continued to seek an improved relationship with China.

China had announced reforms, modernizations and a global opening after an intense period of isolation from the time of the Cultural Revolution from the late 1950s until the early 1970s. Among its “four modernizations” was science and technology, in addition to agriculture, defense and industry.  

While China is historically known for inventing gunpowder, paper and the compass, China was not a scientific power in the 1970s. American and Chinese diplomats viewed science as a low-conflict activity, comparable to cultural exchange. They figured starting with a nonthreatening scientific agreement could pave the way for later discussions on more politically sensitive issues.

On July 28, 1979, Carter and Chinese Premier Deng Xiaoping signed an “umbrella agreement” that contained a general statement of intent to cooperate in science and technology, with specifics to be worked out later.

In the years that followed, China’s economy flourished, as did its scientific output. As China’s economy expanded, so did its investment in domestic research and development. This all boosted China’s ability to collaborate in science – aiding their own economy. 

Early collaboration under the 1979 umbrella agreement was mostly symbolic and based upon information exchange, but substantive collaborations grew over time.

A major early achievement came when the two countries published research showing mothers could ingest folic acid to prevent birth defects like spina bifida in developing embryos. Other successful partnerships developed renewable energy, rapid diagnostic tests for the SARS virus and a solar-driven method for producing hydrogen fuel.

Joint projects then began to emerge independent of government agreements or aid. Researchers linked up around common interests – this is how nation-to-nation scientific collaboration thrives. 

Many of these projects were initiated by Chinese Americans or Chinese nationals working in the United States who cooperated with researchers back home. In the earliest days of the COVID-19 pandemic, these strong ties led to rapid, increased Chinese-U.S. cooperation in response to the crisis.

Time of conflict

Throughout the 2000s and 2010s, scientific collaboration between the two countries increased dramatically – joint research projects expanded, visiting students in science and engineering skyrocketed in number and collaborative publications received more recognition.

As China’s economy and technological success grew, however, U.S. government agencies and Congress began to scrutinize the agreement and its output. Chinese know-how began to build military strength and, with China’s military and political influence growing, they worried about intellectual property theft, trade secret violations and national security vulnerabilities coming from connections with the U.S. 

Recent U.S. legislation, such as the CHIPS and Science Act, is a direct response to China’s stunning expansion. Through the CHIPS and Science Act, the U.S. will boost its semiconductor industry, seen as the platform for building future industries, while seeking to limit China’s access to advances in AI and electronics.

A victim of success?

Some politicians believe this bilateral science and technology agreement, negotiated in the 1970s as the least contentious form of cooperation – and one renewed many times – may now threaten the United States’ dominance in science and technology. As political and military tensions grow, both countries are wary of renewal of the agreement, even as China has signed similar agreements with over 100 nations.

The United States is stuck in a world that no longer exists – one where it dominates science and technology. China now leads the world in research publications recognized as high quality work, and it produces many more engineers than the U.S. By all measures, China’s research spending is soaring

Even if the recent extension results in a renegotiated agreement, the U.S. has signaled to China a reluctance to cooperate. Since 2018, joint publications have dropped in number. Chinese researchers are less willing to come to the U.S. Meanwhile, Chinese researchers who are in the U.S. are increasingly likely to return home taking valuable knowledge with them.

The U.S. risks being cut off from top know-how as China forges ahead. Perhaps looking at science as a globally shared resource could help both parties craft a truly “win-win” agreement.

ESPAÑA: profesores de la Complutense llevan más de 300 firmas al Rectorado para que corte relaciones con empresas y academias cercanas a ISRAEL

Publicado en El País https://elpais.com/espana/madrid/2024-05-10/los-maestros-de-la-complutense-llevan-mas-de-300-firmas-al-rectorado-para-...