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lunes, 18 de diciembre de 2023

ALyC: Compraventa de autorías de investigaciones alerta a la región

Publicado en SciDevNet
https://www.scidev.net/america-latina/news/compraventa-de-autorias-de-investigaciones-alerta-a-la-region/?utm_source=SciDev.Net&utm_medium=email&utm_campaign=14270318_2023-12-18%20Weekly%20Email%20Digest%20-%20Am%C3%A9rica%20Latina%20y%20el%20Caribe%20Template.%20For%20no%20topic%20preferences&dm_i=1SCG,8HV1Q,665LFG,Z4FJX,1



11/12/23

Compraventa de autorías de investigaciones alerta a la región


De un vistazo
  • Investigación peruana revela mercado de firmas de papers
  • Redes ilícitas se extienden por Latinoamérica
  • Expertos coinciden en generar cambios drásticos en sistemas de publicación y evaluación

La revelación de casos de científicos que compran autorías de artículos publicados en revistas especializadas en los que no participaron genera escándalo en Perú y proyecta inquietud en la región, donde también existen varios casos de investigadores involucrados en estos fraudes.

Esta venta de firmas potencia además las críticas a un sistema de publicaciones, incentivos y evaluación que gran parte de la comunidad científica considera agotado, como reflejan los expertos consultados por SciDev.Net.

En Perú, una investigación del programa Punto Final reveló cómo centenares de académicos de universidades pequeñas y medianas firmaron hasta 50 investigaciones en apenas un año. El periodista José Miguel Hidalgo se infiltró en el grupo de WhatsApp “Publiscopus”, bautizado así por la base de datos científica SCOPUS, que ofrecía a diario “convocatorias de coautores”.

Después de pagar US$ 550, su firma apareció en un artículo sobre las capacidades lectoras de niños en Grecia. Mientras que el autor principal era de ese país, todos los demás eran peruanos. El programa también mostró el caso de una docente que firmó decenas de papers sobre medicina junto a investigadores de Nepal, Pakistán e Irak.

Luego de esas revelaciones, el grupo donde se vendían autorías se eliminó, pero se abrió otro con 360 miembros.

SciDev.Net intentó contactar a cinco de ellos, tres de los cuales no respondieron. Una académica colombiana dijo desconocer el tema. Un colega chileno que prefirió permanecer en el anonimato reconoció que fue agregado, pero asegura que “olía todo a estafa” y que no participó porque promovía “una mala práctica”.

En Perú, las universidades privadas otorgan bonos de hasta 8.000 soles (unos US$ 2.000) a quienes publican investigaciones en revistas científicas internacionales. Las entidades estatales pagan hasta medio sueldo extra.

Otros países de la región funcionan con políticas similares: a mayor cantidad de artículos, mayor rango y mayores ganancias.

Un fenómeno global

La investigación periodística se había originado en el trabajo del médico e investigador Percy Mayta-Tristán, que detectó cuentas de Twitter indias y pakistaníes con los ofrecimientos. “Nos incorporaron a un chat de venta y ahí nos infiltramos. El 70 por ciento eran peruanos; el resto, latinoamericanos”, explica en diálogo telefónico.

Nahuel Monteblanco, presidente del grupo cientificos.pe, asegura a SciDev.Net que hay más redes en la región. Los vínculos sospechosos entre investigadores ecuatorianos e iraquíes, por ejemplo, han aumentado de 13 colaboraciones en 2021 a 109 en 2023, precisa Mayta-Tristán.

Uno de los posibles cerebros de esta clase de esquemas es el investigador indio Gunasekaran Manogaran, que —según otra investigación del diario español El País— montó una megafábrica de estudios que vendía autorías a investigadores asiáticos, ávidos por publicar en revistas importantes para lograr plazas o ascensos.

El ingeniero británico Nick Wise, que investiga fraudes científicos, calcula que ese grupo logró colar 1.250 estudios en medio centenar de revistas.

En respuesta a una consulta para esta nota, sugiere que el número de artículos fraudulentos “probablemente ronde los millares” y confirma que la mayoría de las afiliaciones cuestionadas en Latinoamérica provienen de Perú y Ecuador.

Otros casos en la región

En medio de su investigación, Mayta-Tristán también pudo confirmar la existencia de una organización asentada en Costa Rica, manejada por personas de Venezuela, dedicada a la “asesoría” de tesis y artículos, que garantiza su publicación más allá de su autoría real.

En Brasil, una empresa similar ofrece servicios de profesionales para la confección de trabajos académicos, disertaciones, proyectos de investigación y hasta tesis de doctorado.

Ante la consulta que realizó SciDev.Net para la redacción de un artículo científico sobre la incidencia del Alzheimer en América Latina, su plataforma web desplegó una oferta de 13 organizaciones y presuntos expertos (algunos con nombre y foto reales) dispuestos a hacerlo.

Entre los 1.806 “proyectos concluidos” (es decir, investigaciones vendidas) de un “equipo especializado en elaboración de trabajos”, por ejemplo, había escritos sobre “El imperialismo como etapa superior del capitalismo”, “El rol histórico de la universidad pública en Brasil” e —irónicamente— la elaboración de un código de ética para el sector público.

Un sistema agotado

Junto al aumento de la frecuencia y números especiales de las revistas internacionales, la consolidación de un sistema de evaluaciones cada vez más opaco contribuye a la complejidad del escenario.

“El citation index, creado a comienzos de los 60, era un reconocimento honorífico a los autores que habían alcanzado un mínimo de citas”, recuerda el biólogo peruano Rodomiro Ortiz. “Pero después se fue sofisticando con inventos como el indice h, que se centra en el mínimo de veces que fue citado un artículo”, en base a un algoritmo difícil de comprender para la mayoría de las partes.

“Publicar lleva tiempo, por eso los investigadores están siempre corriendo desde atrás”. Como consecuencia, algunos eligen “hacer cosas no del todo santas, como acompañar como autor en publicaciones en las que no trabajaron”. Guillermo Simari, experto en inteligencia artificial

Ortiz, que reside en Suecia, también recibió ofertas irregulares, según cuenta a SciDev.Net. “Alguien que no conocía me escribió por mail para ser coautor de un tema de investigación agrícola en el que no trabajaba”, relata. En otra oportunidad le ofrecieron “fondos para investigación” a cambio de firmar trabajos en los que no había participado. Siempre se negó.

“Publicar lleva tiempo, por eso los investigadores están siempre corriendo desde atrás”, grafica el argentino Guillermo Simari, experto en inteligencia artificial. Como consecuencia, algunos eligen “hacer cosas no del todo santas, como acompañar como autor en publicaciones en las que no trabajaron (‘tú me pones de autor en las tuyas y yo te pongo en las mías’). Aunque nunca acepté esta estrategia, conozco casos que lo hacen”, asegura.

La solución, advierte, es cambiar la forma de medir la productividad científica, financiando las mejores ideas.

Así, iniciativas como el Manifiesto de Leiden proponen complementar aquellos índices con juicios valorativos de expertos, considerar la relevancia local de las investigaciones y generar procesos de evaluación más transparentes.

Las modalidades de acceso abierto a revistas y repositorios también contribuyen a democratizar la circulación del conocimiento científico.

Colocar todo el peso en la cuantificación de publicaciones y citas es una estrategia que se está agotando, recordaba en 2015 este sitio, que proponía enriquecer la ecuación considerando los beneficios concretos de la investigación para la vida de las personas.

Solo así podrá construirse una ciencia más de frente, y menos de espaldas, a toda la sociedad.

Este artículo fue producido por la edición de América Latina y el Caribe de SciDev.Net



martes, 12 de diciembre de 2023

La editorial Wiley desaparecerá la marca Hindawi... por fraudes y retractaciones

Publicado en Retraction Watch
https://retractionwatch.com/2023/12/


Wiley dejará de utilizar el nombre "Hindawi" en medio de un descenso de ingresos de 18 millones de dólares


Wiley dejará de utilizar la atribulada marca Hindawi, según anunció el miércoles por la mañana en una conferencia sobre resultados. Wiley tiene previsto integrar las aproximadamente 200 revistas de Hindawi en el resto de su cartera a mediados del próximo año. 


Los problemas con Hindawi, la editorial de acceso abierto que Wiley adquirió en 2021, han costado a la empresa 18 millones de dólares en ingresos en su último trimestre financiero en comparación con el mismo trimestre del año pasado, según ha revelado también Wiley. Las revistas de Hindawi han sido invadidas por fábricas de artículos y han publicado "palabrerías sin sentido", en palabras de un detective, lo que ha provocado miles de retractaciones, cierres de revistas y la exclusión de varios títulos de un importante índice. 


En el año fiscal en curso, Wiley espera perder entre 35 y 40 millones de dólares en ingresos procedentes de Hindawi, mientras trabaja para dar la vuelta a las revistas con problemas y retractarse de los artículos, dijo Matthew Kissner, presidente y consejero delegado interino de Wiley, en la conferencia sobre resultados. La empresa espera que los ingresos empiecen a recuperarse en el próximo año fiscal, añadió.


"Con este fin, creemos que ha llegado el momento de poner fin a la marca Hindawi y comenzar a integrar plenamente sus 200 revistas en la cartera de 2.000 revistas de Wiley", dijo Kissner en la llamada. "Esto refleja la estrecha alineación de las prácticas y la infraestructura de las dos carteras, y permite una audiencia mucho más amplia". 


En declaraciones a Retraction Watch, Liz Ferguson, vicepresidenta sénior de Wiley Research Publishing, afirmó: 


Creemos que la integración continuada de las revistas de Hindawi en la cartera de Wiley beneficia a los autores, editores y a las comunidades a las que servimos al proporcionar una experiencia de usuario más consistente, ofrecer una tecnología más sofisticada y ampliar las vías de publicación de acceso abierto.  


Los investigadores que envían sus trabajos a las revistas de Hindawi "no notarán ningún cambio hasta dentro de unos meses", dijo Ferguson, mientras la empresa trabaja para migrar los títulos de Hindawi a Wiley Online Library.


La empresa también está implantando un nuevo sistema de presentación y revisión por pares tanto para las revistas de Wiley como para las de Hindawi. "Garantizar una experiencia coherente a los autores es uno de los motores de este cambio", afirma Ferguson. "A medida que integramos las dos carteras, estamos teniendo cuidado de asegurar que las características y beneficios de las revistas Hindawi para los autores permanezcan". 


No hay planes para cambiar las tarifas que los autores pagan por publicar en revistas Hindawi, dijo Ferguson. "La política de publicación o los cambios editoriales estarán impulsados por las necesidades de nuestras carteras, como siempre". 


Sin embargo, la editorial ha "revisado considerablemente nuestro enfoque de los números especiales en las revistas Hindawi y ha estado aplicando procesos más estrictos" desde que suspendió temporalmente la publicación de números especiales durante tres meses hace aproximadamente un año, dijo Ferguson. La suspensión -debida a "artículos comprometidos"- costó inicialmente a Wiley una pérdida de ingresos de 9 millones de dólares en el trimestre en que tuvo lugar.


La reducción de 18 millones de dólares en los ingresos de Wiley en el segundo trimestre de su año fiscal 2024, de agosto a octubre, "es consecuencia de la disminución del volumen que experimentamos como resultado de la pausa editorial y una reducción en las presentaciones a las revistas que fueron retiradas de la lista, junto con las decisiones que tomamos para la salud a largo plazo de la cartera", dijo Ferguson. 


En marzo, Clarivate retiró 19 revistas de Hindawi de su índice Web of Science por no cumplir los criterios de calidad editorial. 


Posteriormente, Wiley cerró cuatro revistas de Hindawi que había identificado como "muy comprometidas por las fábricas de artículos". Según Ferguson, no está previsto cerrar más revistas.


Desde septiembre de 2022, cuando Wiley anunció un lote de 500 retractaciones por revisión por pares manipulada, hemos registrado más de 3.400 retractaciones de revistas Hindawi en nuestra base de datos. En abril, un ejecutivo dijo que la editorial retractaría 1.200 más por la misma razón. (Tenemos constancia de más de 7.100 sólo en este año, pero llevamos retraso en registrarlas, ya que por sí solas son más retractaciones de las que hemos visto nunca en total en un año). 


Cuando le preguntamos a Ferguson si tenía previsto publicar más retractaciones, nos respondió 


Seguimos publicando retractaciones de forma continuada como parte de nuestro esfuerzo global por corregir el historial académico. Mantenemos nuestro compromiso de seguir limpiando la cartera y prevemos más retractaciones tras nuestro nuevo enfoque de las retractaciones a escala.  


Un portavoz de Wiley no quiso dar detalles sobre el "nuevo enfoque".


viernes, 29 de abril de 2022

RUSIA: escandaloso caso de venta de autorías en revistas de renombre [ las "fábricas de artículos" y la corrupción científica ]

Publicado en Science
https://www.science.org/content/article/russian-website-peddles-authorships-linked-reputable-journals


Una web rusa vende la autoría de artículos en revistas de renombre por hasta 5.000 dólares cada una

Los anuncios prometían añadir nombres a artículos aparecidos en decenas de revistas

6 DE ABRIL DE 2022

POR DALMEET SINGH CHAWLA

Desde 2019, Anna Abalkina ha estado monitoreando un sitio web que ofrece una forma ilícita para que los científicos abrillanten sus currículos. El sitio, operado desde Rusia, ofrece abiertamente la venta de espacios de autoría en artículos científicos que se publicarán próximamente, por tarifas que van desde varios cientos de dólares hasta casi 5,000 dólares.    

Abalkina, socióloga de la Universidad Libre de Berlín, ha documentado lo que parece ser un negocio floreciente en el sitio, www.123mi.ru. Desde que debutó en diciembre de 2018, ha analizado más de 1000 anuncios publicados allí y encontró al menos 419 (at least 419) que parecían coincidir con manuscritos que luego aparecieron en docenas de revistas diferentes, informó en un preprint publicado en arXiv en marzo (preprint posted on arXiv).

Más de 100 de estos trabajos identificados se publicaron en 68 revistas de editoriales establecidas, como Elsevier, Oxford University Press, Springer Nature, Taylor & Francis, Wolters Kluwer y Wiley-Blackwell, aunque la mayoría de ellas eran publicaciones especializadas. Los autores rusos superaron a cualquier otra nacionalidad en el recuento de contratos recientes del sitio web.

Dirigido por International Publisher LLC, el sitio es una de las muchas "fábricas de artículos" ilícitas que los líderes de la publicación científica temen que estén corrompiendo cada vez más la literatura mediante la venta de autoría falsa o artículos preescritos. Pero su escala y descaro son inusuales, al igual que los conocimientos que Abalkina ha obtenido sobre su funcionamiento.       

Sus descubrimientos son "fascinantes", dice Elisabeth Bik, una experta independiente en integridad científica de San Francisco que cree que reflejan las consecuencias de la decisión de Rusia de 2012 de establecer políticas que vinculan los ascensos y las recompensas económicas de los investigadores a su volumen de publicaciones académicas.    

"Es otro ejemplo de lo que puede ir mal en la publicación científica si aumenta la presión por publicar", dice Bik, que ha estudiado las fábricas de artículos con sede en China (has studied paper mills based in China).    

Para atraer a los posibles clientes, los anuncios en www.123mi.ru ofrecen detalles tentadores sobre cada artículo, que, según dicen, ya ha sido aceptado para su publicación. Incluyen su tema, el número de autores y, a veces, su resumen. Los anuncios también dan pistas sobre el prestigio y la repercusión de la revista en la que aparecerá el artículo, incluyendo si está indexado en las bases de datos Scopus y Web of Science.

Los precios de las autorías varían en función de su posición en la lista de autores y del factor de impacto de la revista, según Abalkina. Los costes han variado desde unos 15.000 rublos (175 dólares) hasta 410.000 rublos (4800 dólares), siendo las plazas de primer autor las más caras. Sobre la base de estas tarifas, Abalkina estima que de 2019 a 2021, International Publisher recaudó unos 6,5 millones de dólares. (El sitio web no especifica cuánto pagaron realmente sus clientes). Para mantener el secreto de los acuerdos, el contrato incluye una cláusula de confidencialidad.

Los anuncios no revelan el nombre de la revista, que sólo se comunica al comprador después de pagar la cuota. El artículo de Abalkina cita afirmaciones del sitio web de que ha dividido sus honorarios con algunas revistas no identificadas para asegurar su participación en el esquema.

Varios de los mayores editores de revistas identificados en el estudio de Abalkina -Oxford University Press, Springer Nature, Taylor & Francis y Wiley-Blackwell- afirman que están examinando los artículos identificados por Abalkina que ella puso en su conocimiento. Elsevier cuenta con procedimientos para detectar cambios de autoría después de la presentación de un manuscrito, que los editores deben aprobar, dijo un portavoz. En cuanto a los artículos identificados por Abalkina, "había pocos indicios de cambios de autoría después de su presentación".

Chris Graf, director de integridad de la investigación en Springer Nature, se negó a hablar de los detalles, pero calificó las fábricas de artículos de "malas para las comunidades de investigación y de publicación. Además de investigar los casos individuales y retractar los artículos comprometidos, hemos revisado nuestros procesos e invertido en tecnologías que nos ayuden a identificar los intentos de manipulación de nuestros sistemas".

Science se puso en contacto con International Publisher -que dice tener su sede en Moscú y cuenta con oficinas en Ucrania, Kazajistán e Irán- para solicitar comentarios en múltiples ocasiones por correo electrónico, teléfono y WhatsApp, pero no recibió respuesta. Su editora jefe, según su página de LinkedIn, es la filóloga ucraniana Ksenia Badziun, que dice haberse graduado en la Universidad Nacional Taras Shevchenko de Kiev. La empresa ha seguido funcionando durante la invasión rusa de Ucrania.

Science también se puso en contacto con 20 autores correspondientes de trabajos identificados por Abalkina; la mayoría no respondió. Uno de ellos, que pidió que no se le nombrara, dijo que no sabía nada de la editorial internacional ni de sus actividades y que todos los coautores mencionados habían contribuido al trabajo.

Kim-Hung Pho, un estadístico de la Universidad Ton Duc Thang que es coautor de dos de los estudios señalados -ambos publicados por Digital Scholarship in the Humanities, gestionada por Oxford University Press- también dijo a Science que no tiene conocimiento de www.123mi.ru. "No tengo fondos para hacer investigación científica, así que no tengo absolutamente ningún dinero para comprar [la autoría en] estos artículos, y no hay ninguna presión para hacerlo".

En 2021, los editores retractaron la cifra récord de 724 artículos atribuidos a fábricas de artículos, que forman parte de un total de más de 1000 artículos de este tipo retractados durante la última década, según una base de datos mantenida por el sitio web Retraction Watch. (Actualmente se publican más de 4 millones de artículos académicos al año).

Al menos dos grupos sin ánimo de lucro que defienden las prácticas honestas en la publicación han publicado orientaciones para los editores de revistas sobre cómo disuadir las autorías compradas. El Comité de Ética de la Publicación y el Comité Internacional de Editores de Revistas Médicas recomiendan que los editores exijan a los autores que soliciten añadir un autor después de presentar un manuscrito que proporcionen una explicación y un permiso firmado por todos los demás autores de la lista.

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Russian site peddles paper authorship in reputable journals for up to $5000 a pop

Advertisements promised adding names to articles that appeared in dozens of journals

Since 2019, Anna Abalkina has been monitoring a website that offers an illicit way for scientists to burnish their CVs. The site, operated from Russia, openly offers to sell authorship slots on soon-to-be-published scientific papers, for fees ranging from several hundred dollars to nearly $5000.    

Abalkina, a sociologist at the Free University of Berlin, has documented what appears to be a flourishing business on the site, www.123mi.ru. Since it debuted in December 2018, she has analyzed more than 1000 advertisements posted there and found at least 419 that appeared to match manuscripts that later appeared in dozens of different journals, she reported in a preprint posted on arXiv in March.

More than 100 of these identified papers were published in 68 journals run by established publishers, including Elsevier, Oxford University Press, Springer Nature, Taylor & Francis, Wolters Kluwer, and Wiley-Blackwell, although most of these were specialized publications. Russian authors outnumbered any other nationality on the website’s tally of recent contracts. 

Run by International Publisher LLC, the site is one of many illicit “paper mills” that leaders in scientific publishing worry are increasingly corrupting the literature by selling bogus authorship or prewritten papers. But its scale and brazenness are unusual, as are the insights Abalkina has gleaned into its workings.           

Her findings are “fascinating,” says Elisabeth Bik, an independent science integrity expert in San Francisco who believes they reflect fallout from Russia’s 2012 decision to set policies tying researchers’ promotions and financial rewards to their volume of scholarly publications.    

“It is another example of what can go wrong in scientific publishing if the pressure to publish is increased,” says Bik, who has studied paper mills based in China.    

To lure prospective customers, the advertisements on www.123mi.ru provide tantalizing details about each paper, which it claims are already accepted for publication. They include its topic, the number of authors, and sometimes its abstract. The advertisements also provide hints about the prestige and impact of the journal in which the paper will appear, including whether it is indexed in the Scopus and Web of Science databases. 

Prices for authorship slots vary depending on their position in the authors list and the impact factor of the journal, Abalkina found. Costs have varied from about 15,000 rubles ($175) to 410,000 rubles ($4800), with first author slots usually the most expensive. Based on these fees, Abalkina estimates that from 2019 to 2021, International Publisher raked in about $6.5 million. (The website does not specify how much its customers actually paid.) To keep the deals hush-hush, the contract includes a confidentiality clause.

The advertisements withhold the name of the journal, which the purchaser is told only after paying the fee. Abalkina’s paper quotes claims by the website that it has split its fees with some unidentified journals to ensure their participation in the scheme.

Several of the largest publishers of journals identified in Abalkina’s study—Oxford University Press, Springer Nature, Taylor & Francis, and Wiley-Blackwell—say they are examining papers identified by Abalkina that she brought to their attention. Elsevier has procedures to detect authorship changes after a manuscript is submitted, which editors must approve, a spokesperson said. As for the papers identified by Abalkina, “there were few indications of authorship changes occurring after submission.”

Chris Graf, director of research integrity at Springer Nature, declined to discuss specifics but called paper mills “bad for both the research and the publishing communities. Alongside investigating individual cases and retracting compromised papers, we’ve been reviewing our processes and making investments in technologies to help us identify attempts to manipulate our systems.”

Science contacted International Publisher—which says it is headquartered in Moscow and has offices in Ukraine, Kazakhstan, and Iran—for comment multiple times by email, phone, and WhatsApp but received no response. Its chief editor, according to her LinkedIn page, is Ukraine-based philologist Ksenia Badziun, who says she graduated from Taras Shevchenko National University of Kyiv. The company has continued to operate during Russia’s invasion of Ukraine.  

Science also contacted 20 corresponding authors of papers identified by Abalkina; most did not respond. One, who asked not to be named, said he knows nothing about International Publisher or its activities and that all listed co-authors contributed to the work.

Kim-Hung Pho, a statistician at Ton Duc Thang University who co-authored two of the flagged studies—both published by Digital Scholarship in the Humanities, run by Oxford University Press—also told Science he has no knowledge of www.123mi.ru. “I don’t have any funds to do scientific research, so I have absolutely no money to buy [authorship in] these articles, and there is no pressure to do this.”

In 2021, publishers retracted a record 724 articles traced to paper mills, part of a grand total of more than 1000 such articles retracted during the past decade, according to a database maintained by the Retraction Watch website. (More than 4 million scholarly papers are now published annually.)

At least two nonprofit groups that advocate for honest practices in publishing have issued guidance to journal editors about how to deter purchased authorships. The Committee on Publication Ethics and the International Committee of Medical Journal Editors recommend that editors require authors who request to add an author after submitting a manuscript to provide an explanation and signed permission from all other listed authors.  

But some observers suggest journal editors should do more. If they discover papers with authors who paid to be listed, they should flag them by attaching a written “expression of concern” because “any association with the mill raises some question about the integrity of the paper,” says Bryan Victor, who studies social work at Wayne State University. In December 2021, he co-authored a separate analysis of www.123mi.ru on Retraction Watch, which described nearly 200 papers that may match authorships advertised there; subsequently, he and a colleague posted a catalog of contracts displayed on the site, which together refer to about 1500 articles.

Whether editors could have identified fraudulent authors before publication remains murky. But the papers do offer clues, Abalkina found. For example, a few list authors in multiple unrelated academic departments, making it unlikely they collaborated. In other cases, the authors’ specialties don’t match the manuscript’s title.

But to avoid scrutiny from editors, International Publisher appears to follow a strategy of not repeatedly targeting the same journals, Abalkina says. “That makes it impossible for an editor to detect some anomalies,” she says.

Update, 13 April, 10:35 a.m.: This article has been updated to include a comment from the publisher Elsevier.

miércoles, 24 de noviembre de 2021

Universidades contra Elsevier: ¿quién tiene la sartén por el mango?

Publicado en BishopBlog
http://deevybee.blogspot.com/2021/11/universities-vs-elsevier-who-has-upper.html


Domingo, 14 de noviembre de 2021

Universidades contra Elsevier: ¿quién tiene la sartén por el mango? La editorial académica Elsevier está negociando actualmente un acuerdo con las universidades del Reino Unido (negotiating a deal with UK universities). En Oxford, al igual que en otras universidades, se han celebrado extensos debates sobre el acuerdo propuesto; los objetivos son reducir los costes a niveles sostenibles y proporcionar un acceso abierto completo e inmediato a la investigación del Reino Unido. Tengo la desagradable sensación de que podríamos acabar en la situación de los asistentes a la cumbre de la COP: con un acuerdo en el que los editores sienten que están regalando una gran cantidad, mientras que los consumidores siguen insatisfechos. En la era de la impresión, los editores ya tenían un gran margen de beneficios (publishers already had a large profit margin).  Yo era editor de una revista cuando la publicación electrónica llegó por primera vez, y recuerdo las discusiones con el editor, que estaba claramente muy nervioso por cómo esto podría dañar su línea de fondo. Con algunas prácticas comerciales inteligentes, como la agrupación, consiguieron seguir adelante, ganando más y no menos dinero (making more rather than less money).Otras novedades -el avance de las métricas y los requisitos para la publicación en acceso abierto- también les plantean retos, pero su respuesta, como la de cualquier empresa inteligente, es tomar el control de estos nuevos avances y encontrar la manera de sacarles provecho (take control of these new developments).

¿Debemos aceptarlo? Los debates se han centrado en gran medida en el dinero, y esto es una preocupación real. Las editoriales cobran unas tarifas de suscripción masivamente infladas, y se llevan como beneficio un dinero que nuestras bibliotecas podrían destinar a un buen uso. Pero los problemas van mucho más allá, ya que bloquean el acceso abierto al trabajo de los autores y dan un barniz de respetabilidad al material de baja calidad e incluso fraudulento. Actualmente, el editor tiene un poder considerable sobre lo que se publica, pero asume poca responsabilidad cuando las cosas van mal (takes little responsibility when things go wrong).

Pero nosotros también tenemos poder, y creo que es hora de que empecemos a ejercerlo. Tengo dos propuestas: una radical y otra menos, ambas van más allá de lo que se está considerando actualmente en los debates del JISC.


La opción radical: trasladar la publicación a la institución  

En un mundo ideal, no tendríamos ningún acuerdo con editoriales con ánimo de lucro. Las universidades tomarían el control de la publicación académica. Un modelo que me parece que funciona bien es la revista Wellcome Open Research (WOR). Formé parte de su Consejo Editorial en los primeros años de su funcionamiento y he publicado ocho artículos en WOR.

El control de calidad se mantiene exigiendo que los trabajos publicados en WOR hayan sido financiados por el Wellcome-Trust. La plataforma es pagada por el Wellcome Trust, y todo el material es de acceso abierto, sin cargo para los autores.

Las universidades podrían utilizarla como modelo para desarrollar sus propias plataformas de publicación de trabajos de sus investigadores. Al igual que en el caso de Wellcome Trust, se animaría a los investigadores a publicar en ella, en lugar de exigirles que lo hagan. La creación y el mantenimiento de la plataforma costarían dinero, pero podría cubrirse con el ahorro que supondría dejar de hacer tratos con las grandes editoriales. No se trata de una solución perfecta, por supuesto; seguiríamos queriendo tener acceso al material anterior publicado por las editoriales tradicionales. Pero creo que hay que considerar seriamente esta opción.


La opción menos radical. Un acuerdo con Elsevier que refleje lo que queremos y necesitamos 

Si queremos mantener una relación de trabajo con Elsevier, tenemos que asegurarnos de que obtenemos una buena relación calidad-precio y de que nos dan lo que queremos.

Una de las formas en que no lo hacen es a través de los acuerdos de derechos de autor que exigen a los autores. Estoy de acuerdo con Sally Rumsey en que cualquier editorial que no permita a un autor conservar los derechos de su propia obra es problemática. Además, es preocupante que incluso si Elsevier dijera que está de acuerdo con la retención de los derechos del autor, seguiría adoptando prácticas que engañarían a los autores para que cedieran sus derechos.

Otra cuestión es cómo los editores tratan los asuntos relacionados con el mal comportamiento de los editores y los autores. Tenemos una serie de problemas graves con el sistema de publicación académica que se han ido desarrollando durante años, y que se han puesto de manifiesto con la pandemia. Las publicaciones en revistas son una especie de moneda académica, con recompensas potencialmente enormes en términos de promoción, salario y permanencia del personal académico. Desgraciadamente, esto significa que algunas personas harán todo lo posible para conseguir publicaciones, y esto puede incluir medios fraudulentos. Una editorial de prestigio debería reconocer y anticiparse a estos problemas y tomar medidas para resolverlos. Elsevier ha sido notablemente pobre en hacerlo. Daré un puñado de ejemplos.

En los últimos años se ha descubierto un enorme problema con las llamadas "paper mills", una forma de engaño industrializado que consiste en generar literalmente miles de artículos falsos.  Este fenómeno se debatió en una reunión celebrada este verano, la Computational Research Integrity Conference (CRI-Conf), que reunió a algunos de los científicos que descubrieron las fábricas de artículos y a representantes de editoriales (incluida Elsevier) y responsables de integridad de las universidades. Una de las quejas reiteradas de los "detectives de los datos" (científicos que descubrieron las fábricas de artículos) fue que cuando los problemas se señalaban a los editores o a las editoriales, normalmente no se hacía nada (typically nothing was done).  Algunos de estos artículos son muy citados y tienen implicaciones médicas; véase, por ejemplo, el trabajo de Jennifer Byrne y Cyril Labbé sobre la biología del cáncer (Jennifer Byrne and Cyril Labbé on cancer biology), o el de Elisabeth Bik sobre la manipulación de imágenes (Elisabeth Bik on image manipulations).

Hay que reconocer que Elsevier ha actuado recientemente con prontitud cuando se descubrió un conjunto de artículos sin sentido en los números especiales (a cache of nonsense papers in special issues was uncovered), pero todavía hay que preguntarse cómo estos artículos, algunos de los cuales eran un completo galimatías, pasaron originalmente por el supuestamente riguroso proceso de revisión por pares. Para otro ejemplo reciente, véase aquí.

Parte del problema parece ser que hay muy poca supervisión de los editores.  La primera vez que me di cuenta de la actitud laxa de Elsevier respecto a la integridad de la investigación fue cuando descubrí una red de editores (a ring of editors). Había pruebas abrumadoras de que un conjunto de editores estaban publicando en sus revistas los artículos de otros, con plazos de publicación tan breves que indicaban que no había habido revisión por pares. Los correos electrónicos enviados a Elsevier no obtuvieron respuesta, por lo que empecé a informar de los hechos en mi blog. Esto creó tal publicidad que Elsevier publicó una respuesta, pero inicialmente negó que se hubieran publicado artículos sin revisión por pares. 

Finalmente, a medida que se acumulaban las pruebas, se vieron obligados a reconocer el problema y afirmaron que lo estaban investigando, pero en ningún momento se comunicaron conmigo, y su investigación se prolongó durante años y nunca tuvo consecuencias. Uno de los editores infractores, Johnny Matson, desapareció discretamente sin hacer comentarios y ahora edita otra revista para otra editorial. Los artículos no revisados, muchos de los cuales se refieren a la intervención en niños con trastornos del desarrollo, siguen en la literatura.  

Más recientemente hice un análisis bibliométrico de los editores (bibliometric analysis of editors of psychology journals) de revistas de psicología que publican prolíficamente en sus propias revistas, y desglosé los resultados por editor. Elsevier tenía el mayor número de editores jefe en esta categoría,

Un caso relacionado en otro campo es el de Didier Raoult, que fue autor principal de un artículo que defendía la hidroxicloroquina como tratamiento para el Covid-19 y que apareció en 2020 en una revista de Elsevier de la que era editor jefe. Posteriormente se demostró que estaba plagado de errores metodológicos (riddled with methodological errors), pero, aunque Elsevier afirmó estar investigándolo en abril de 2020, no se ha retractado.

En la CRI-Conf los editores dijeron que estaban haciendo todo lo posible, pero que el problema de las prácticas falsas y fraudulentas era tan grande que no se podía esperar que lo abordaran todo. Sin embargo, sabemos que los editores obtienen enormes beneficios, así que ¿por qué no se esfuerzan más en comprobar la integridad de los trabajos que publican y en resolver rápidamente los problemas que se les señalan? Elsevier no es la única gran editorial que se ve afectada, pero si quiere ser considerada líder en este campo, debería reconocer que la integridad del material publicado es de suma importancia, especialmente en los campos clínicos en los que la salud y el bienestar de las personas pueden verse afectados (como en los casos de Raoult y Matson mencionados anteriormente). 

Si las universidades del Reino Unido llegan a un acuerdo con Elsevier, deberían aprovechar la oportunidad para incluir en las condiciones de cualquier contrato futuro requisitos como los siguientes 

(a) Elsevier permita a los autores conservar los derechos de sus publicaciones y  

(b) proporcione anualmente un informe abierto sobre el número de problemas de integridad que se han planteado sobre sus publicaciones y cómo se han resuelto. 

Esto contribuiría a garantizar que obtenemos una buena relación calidad-precio y que no nos limitamos a aumentar los beneficios de una empresa cuya ética subyacente no está alineada con la promoción de la calidad científica.

Las universidades se han mostrado históricamente muy dóciles a la hora de aceptar las condiciones impuestas por las grandes editoriales, que a su vez han tratado a los académicos como una vaca lechera. Nosotros, por un lado, producimos gratuitamente el producto que ellos venden, y luego pagamos por publicarlo y leerlo. Ellos no pueden sobrevivir sin la investigación que se crea en las universidades: deberíamos empezar a reconocer que no tenemos que doblegarnos a sus exigencias.

ACLARACIÓN: Escribo a título personal y no como representante de la Universidad de Oxford.

14/11/21

P.D. Me han señalado en Twitter otros ejemplos de problemas de integridad de Elsevier:


Geoff Frampton (@Geoff_Frampton) señaló que "Elsevier tenía la mayor cuota de mercado entre los editores de artículos retractados de Covid-19 en nuestro estudio (our study)

Patricia Murray (@PMurray_65) tuiteó: Elsevier no se ha retractado de este artículo de Lancet de 2008 que se sabe que es fraudulento y supone un riesgo para los pacientes: https://thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(08)61598-6/references 

El artículo afirmaba que la supuesta vía aérea de "bioingeniería" tenía "una apariencia y propiedades mecánicas normales a los 4 meses." 

Resulta especialmente chocante que el editor siga poniendo a disposición este artículo (a un coste de 31 dólares) dado que el autor tuvo una condena de prisión por investigación falsa (a prison sentence for faked research), y realizó experimentos poco éticos en pacientes gravemente enfermos: ver este informe (this report). 

PPS - se pone peor. Se ha intentado enérgicamente que la revista se retracte del artículo, sin éxito. Esto ha llegado a las noticias nacionales en el Reino Unido (national news in the UK).

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Sunday, 14 November 2021

Universities vs Elsevier: who has the upper hand?

 

The academic publisher Elsevier is currently negotiating a deal with UK universities. In Oxford, as in other universities, there have been extensive discussions about the proposed deal; the goals are to reduce costs to sustainable levels and to provide full and immediate open access to UK research. I have a nasty feeling that we could end up in the situation of those at the COP summit: with a deal that where the publishers feel they are giving away a huge amount, while the consumers are still unsatisfied. 

In the print era, publishers already had a large profit margin.  I was a journal editor when electronic publishing first came in, and I remember discussions with the publisher - who was clearly very nervous about how this might damage their bottom line. With some clever business practices, such as bundling, they managed to keep going, making more rather than less money.

Other new developments - the advance of metrics and requirements for open access publishing - also pose challenges to them, but their response, like any savvy business, is to take control of these new developments and find a way to profit from them as well.

So should we go along with this? The discussions have largely centred around money, and this is a real concern. Publishers charge massively inflated subscription charges, taking as profit money that our libraries could otherwise put to good use. But the problems go way beyond that, including blocking open access to authors' own work, and giving poor quality and even fraudulent material a veneer of respectability. The publisher currently has considerable power over what gets published but takes little responsibility when things go wrong.

But we also have power, and I think it's time we started to wield it. I have two proposals: one radical and the other less so, both of which go beyond what is currently being considered in the JISC discussions.

The radical option: move publishing in-house  

In an ideal world, we would not have any deals with for-profit publishers. Universities would take control of academic publishing. A model which I have found works well is the Wellcome Trust journal Wellcome Open Research (WOR). I served on its Editorial Advisory Board in the first years of its operation and I have published eight papers in WOR.

Quality control is maintained by requiring that work published in WOR has been Wellcome-Trust funded. The platform is paid for by the Wellcome Trust, and all material is Open Access, with no charge to authors.

Universities could use this as a model for developing their own platforms for publishing work of their researchers. As with Wellcome Trust, researchers would be encouraged rather than required to publish there. Setting up and maintaining the platform would cost money, but this might be covered by savings from stepping back from deals with big publishers. This is not a perfect solution, of course; we would still want access to past material published by traditional publishers. But I feel this option should be given serious consideration. 

The less radical option. An agreement with Elsevier that reflects what we want and need 

If we are to retain a working relationship with Elsevier, then we need to ensure that we are getting value for money, and that they are delivering what we want.

One way in which they fail to do this is through the copyright agreements that they require authors to sign. I agree with Sally Rumsey that any publisher that does not allow an author to retain rights to their own work is problematic. Furthermore, there is concern that even if Elsevier were to say they agreed to author rights retention, they would continue to adopt practices that would mislead authors into signing away their rights.

Another issue is how publishers deal with matters related to misbehaviour by editors and authors. We have a number of serious problems with the academic publishing system that have been developing for years, and have been thrown into stark relief by the pandemic. Publications in journals are a kind of academic currency, with potentially huge rewards in terms of promotion, pay and tenure of academic staff. Unfortunately, this means that some people will go to great lengths to procure publications, and this can include fraudulent means. A reputable publisher should recognise and indeed anticipate such problems and take steps to deal with them. Elsevier has been notably poor in doing so. I will give a handful of examples. 

Clearly erroneous/fraudulent work remains in the literature In recent years, a massive problem has been discovered with so-called paper mills - a form of industrialised cheating that involves generation of literally thousands of fake papers.  This phenomenon was discussed at a meeting this summer, the Computational Research Integrity Conference (CRI-Conf), which brought together some of the scientists who uncovered paper mills and representatives of publishers (including Elsevier) and university integrity officers. A repeated complaint of the 'data sleuths' (scientists who uncovered the paper mills) was that when the problems were drawn to the attention of the editors or publishers, typically nothing was done.  Some of these papers are highly cited and have medical implications - see, for instance work by Jennifer Byrne and Cyril Labbé on cancer biology, or by Elisabeth Bik on image manipulations.

To its credit, Elsevier was recently cited as acting promptly when a cache of nonsense papers in special issues was uncovered, but one still has to ask how these papers, some of which were complete gibberish, originally got through the supposedly rigorous peer-review process. For another recent example, see here.

Part of the problem seems to be that there is very little oversight of editors.  I first became aware of Elsevier's lax attitude to research integrity when I discovered a ring of editors. There was overwhelming evidence that a set of editors were publishing one another's papers in their journals, with publication lags so brief as to indicate there had not been peer review. Emails to Elsevier received no reply, and so I started reporting the events on my blog. This created such publicity that Elsevier then posted a reply, but initially they denied that any papers had been published without peer review. Eventually, as the evidence mounted up, they were forced to acknowledge the problem, and claimed to be investigating it, but at no point did they communicate with me, and their investigation went on for years and has never led to any consequences. One of the offending editors, Johnny Matson, quietly disappeared without comment and is now editing another journal for another publisher. The unreviewed papers, many of which are concerned with intervention for children with developmental disorders, remain in the literature.  

More recently I did a bibliometric analysis of editors of psychology journals who publish prolifically in their own journals, and broke down the results by publisher. Elsevier had the highest number of editors-in-chief in this category,

A related case in another field is that of Didier Raoult, who was senior author on a paper advocating hydroxychloroquine as a treatment for Covid-19 that appeared in 2020 in an Elsevier journal for which he was Editor-in-Chief. It has subsequently been shown to be riddled with methodological errors, but, although Elsevier claimed to be investigating it in April 2020, it has not been retracted.

At the CRI-Conf publishers said that they were doing their best, but the problem of fake and fraudulent practices was so huge they could not be expected to tackle all of it. Yet we know publishers make enormous profits, so why aren't they putting more effort into checking the integrity of the work they publish - and dealing promptly with the problems that are drawn to their attention? Elsevier is not the only large publisher to be affected, but if it wants to be seen as a leader in the field, it should recognise that integrity of published material is of supreme importance - especially in clinical fields where people's health and wellbeing can be affected (as in the cases of Raoult and Matson noted above). 

If UK Universities do strike a deal with Elsevier, then they should take the opportunity to include in any future contract conditions requirements that: 

(a) Elsevier allows authors the retention of the rights to their publications and  

(b) it provides annually an open report on the number of integrity issues that have been raised about its publications and how these have been dealt with. 

This would go some way toward ensuring that we get value for money, and are not simply adding to the profits of a company whose underlying ethos is not aligned with promoting scientific quality.

Universities have historically been extremely meek in accepting the terms and conditions imposed by big publishers, who have in turn treated academics as a cash cow. We on the one hand produce for free the product that they sell, and then pay to publish and read it. They cannot survive without the research created in Universities: we should start recognising that we need not bow down to their demands.

DISCLAIMER: I am writing in a personal capacity and not as a representative of the University of Oxford.


14/11/21

P.S. Some further examples of integrity problems with Elsevier have been pointed out to me on Twitter:

Geoff Frampton (@Geoff_Frampton) noted 'Elsevier had the largest market share among the publishers of retracted Covid-19 articles in our study

Patricia Murray (@PMurray_65) tweeted: Elsevier have failed to retract this 2008 Lancet paper that is known to be fraudulent and poses a risk to patients: https://thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(08)61598-6/references

The paper stated the so-called 'bioengineered' airway had "a normal appearance and mechanical properties at 4 months." 

It is particularly shocking that the publisher is still making this article available (at a cost of $31) given that the author had a prison sentence for faked research, and conducted unethical experiments on seriously ill patients: see this report. 

PPS - it gets worse. There have been strenuous attempts to get the journal to retract the paper, to no avail. This has made the national news in the UK.


ESPAÑA: profesores de la Complutense llevan más de 300 firmas al Rectorado para que corte relaciones con empresas y academias cercanas a ISRAEL

Publicado en El País https://elpais.com/espana/madrid/2024-05-10/los-maestros-de-la-complutense-llevan-mas-de-300-firmas-al-rectorado-para-...